La crucifixión
T. Bunch
Cap. 22


"Pilato, queriendo satisfacer al pueblo, les soltó a Barrabás, y entregó a Jesús después de azotarlo, para que fuera crucificado" (Mar. 15:15). Sabemos por los registros históricos que era una costumbre romana el azotar a los criminales condenados, antes de ejecutarse la sentencia de muerte. Se lo consideraba una parte del castigo merecido. Los párrafos siguientes han sido tomados de las "Antigüedades" de Josefo: "A quien crucifica tras haber azotado con látigo". "Habiendo sido azotados, se los crucificaba en el lado opuesto a la ciudadela". "Fue quemado vivo, habiendo sido previamente azotado". Livio, el historiador romano del siglo primero, se refiere a la ejecución en estos términos: "Siempre eran llevados afuera, azotados con varas y decapitados" (Lib. XI, c. 5).

Era también costumbre entregar a los criminales condenados a los soldados y al populacho, a fin de que fueran atormentados, ridiculizados y sufrieran escarnios, como parte de su castigo. Jesús recibió una porción mayor que la preceptiva, de esa humillante experiencia. Fue abofeteado y perseguido por: (1) los judíos, (2) los soldados de Herodes, y (3) los soldados de Pilato. El testimonio del escritor del Evangelio coincide en eso con las circunstancias colaterales y con los escritores contemporáneos de Jesús, proveyendo una de las pruebas más importantes de la verdad del relato. Eso es cierto de la globalidad de sus escritos. Dijo Tácito, el historiador romano: "La burla y el desprecio se añadían a los sufrimientos de los que eran condenados a muerte" ("Anales", XV, 44).

También era costumbre que la víctima llevara su propia cruz hasta el sitio de la ejecución. Así sucedió en la crucifixión de Jesús. "Entonces lo entregó a ellos para que fuera crucificado. Tomaron, pues, a Jesús y se lo llevaron. Él, cargando su cruz, salió al lugar llamado de la Calavera, en hebreo, Gólgota. Allí lo crucificaron con otros dos, uno a cada lado, y Jesús en medio" (Juan 19:16-18). Plutarco, el historiador griego del primer siglo, afirmó en referencia a esa práctica: "Cada tipo de maldad produce en correspondencia su propio tormento; y de igual forma, todo malhechor carga con su propia cruz al ser llevado a la ejecución" (De iis qui sero puniuntur, p. 554).

Puesto que Jesús murió en nuestro lugar, la cruz en la que murió fue realmente nuestra cruz. Nosotros, los pecadores, estamos bajo pena de muerte. En favor nuestro, Jesús tomó sobre sí la penalidad de la ley quebrantada. "Él fue herido por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados". "Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros". Por lo tanto, la cruz que Jesús llevó sobre sí, aquella en la que fue crucificado, es nuestra cruz.

Jesús cayó a tierra bajo el peso de la cruz, debiendo ser puesta a hombros de uno que, como resultado de esa experiencia, se convirtió en su ardiente discípulo. La humillante experiencia era una bendición camuflada. De la misma forma en que Simón Cireneo llevó la cruz, Jesús dice a todo discípulo: "El que no toma su cruz y sigue en pos de mí, no es digno de mí" (Mat. 10:38).

En la procesión que siguió a Jesús hasta el Gólgota había muchas "mujeres que lloraban y hacían lamentación por él". Volviéndose hacia ellas, Jesús les dijo: "Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí, sino llorad por vosotras mismas y por vuestros hijos, porque vendrán días en que dirán: ‘Bienaventuradas las estériles y los vientres que no concibieron y los pechos que no criaron’. Entonces comenzarán a decir a los montes: ‘Caed sobre nosotros’, y los collados: ‘Cubridnos’, porque si en el árbol verde hacen estas cosas, ¿en el seco, qué no se hará?" (Luc. 23:28-31).

¿Qué quiso decir Jesús en esa declaración? Su predicción de la calamidad que se avecinaba halló cumplimiento parcial en la destrucción de Jerusalem por los romanos, pero su cumplimiento final y completo tendrá lugar cuando él regrese en su segunda venida (Apoc. 6:14-17). Jesús afirmó que si él, el árbol verde y fértil, recibió semejante trato injusto, ¿cuál sería la suerte de Israel, un árbol estéril, sin hojas y mortecino? Cabe la posibilidad de que un árbol verde rebrote, tras haber sido cortado, pero el árbol seco muere para siempre. Jesús volvería a vivir, pero la nación que lo rechazaba y crucificaba jamás sería restaurada.

 

El Gólgota

El lugar en el que fue crucificado Jesús se llama Calvario en latín, y Gólgota en hebreo. En griego es Kranion. Su significado es "cráneo", y se lo conocía también como el "lugar de la calavera". No era, como algunos han supuesto, un depósito de calaveras, sino un lugar que guardaba parecido físico con una calavera debido al relieve que su cima redondeada dibujaba en aquella colina. Al norte de Jerusalem está lo que se conoce como "Calvario de Gordon", que visto desde el muro de la ciudad recuerda de alguna forma la silueta de una calavera, con dos cuevas bajo la cima a modo de ojos. Si bien leemos que el lugar estaba "cerca de la ciudad", carecemos de cualquier dato concluyente en cuanto a su localización exacta.

De acuerdo con Marcos 15:25, Jesús fue crucificado en la "hora tercera", que son las nueve de la mañana. Al mismo tiempo fueron crucificados dos ladrones, uno a cada lado del Señor. Se cumplió así la predicción profética de que sería "contado con los transgresores".

Antes de ser crucificado, Jesús fue despojado de sus vestiduras, que probablemente consistían en un manto, una especie de camisa, un cinturón-faja y un par de sandalias. Los soldados se las repartieron por sorteo. "Cuando lo hubieron crucificado, repartieron entre sí sus vestidos, echando suertes, para que se cumpliera lo dicho por el profeta: ‘Repartieron entre sí mis vestidos, y sobre mi ropa echaron suertes’" (Mat. 27:35). La profecía citada se encuentra en Salmos 22:18. Se trataba también de una costumbre romana, y el que haya quedado así registrada constituye otra evidencia de la credibilidad del relato.

Inmediatamente antes de ser clavado en la cruz, a Jesús se le ofreció el "brebaje de la muerte": "Le dieron a beber vinagre mezclado con hiel; pero, después de haberlo probado, no quiso beberlo" (Mat. 27:34). También eso constituyó el cumplimiento de una profecía que se encuentra en Salmos 69:21. La bebida ofrecida a Jesús consistía en una mezcla de incienso y mirra echados en una copa con vinagre. Era un estupefaciente que tenía por objeto narcotizar a la víctima, haciéndola parcialmente inconsciente del dolor causado por los clavos. Se trataba de una costumbre hebrea patrocinada por mujeres adineradas judías de Jerusalem. Lightfoot afirma que "algunas de las damas ilustres de Jerusalem se encargaban ellas mismas de ese oficio de misericordia".

 

La acusación escrita

"Escribió Pilato también un título, que puso sobre la cruz, el cual decía: ‘Jesús Nazareno, Rey de los judíos’. Muchos de los judíos leyeron este título, porque el lugar donde Jesús fue crucificado estaba cerca de la ciudad, y el título estaba escrito en hebreo, en griego y en latín" (Juan 19:19 y 20). La inscripción contenía el nombre del condenado, su lugar de residencia, y el delito por el que había sido sentenciado a la crucifixión. Mateo especifica que "pusieron sobre su cabeza su causa escrita" (27:37). Sin duda debió estar clavada en la parte más alta del segmento vertical de la cruz. La inscripción se hizo en las tres lenguas de uso común en Palestina, de forma que todos pudieran leerla. El hebreo era el dialecto nacional de los judíos; el griego era la lengua universal del mundo civilizado; y el latín era la lengua oficial del poder judicial y ejecutivo del imperio mundial que por entonces regía. Geikie declaró que los tres lenguajes constituían un símbolo "de la relación de la cruz con todas las nacionalidades del mundo".

Esa acción de Pilato era también una costumbre romana bien establecida. Suetonio, historiador romano del primer siglo, describe en estos términos una ejecución ordenada por Domiciano: "Arrojó a los perros al padre de familia, con este título: ‘Un gladiador de lenguaje perverso’". La víctima era el cabeza de una familia que había faltado al respeto a otro colega gladiador. Dion Cassius, un historiador griego-romano del siglo segundo, describió así una escena de crucifixión: "Habiéndole conducido hasta el medio de la corte o asamblea, llevando un escrito que señalaba la causa de su muerte, y crucificándolo posteriormente..." En tales ocasiones el cartel precedía a la víctima, o bien colgaba alrededor de su cuello. Una vez más el Nuevo Testamento supera la prueba, al comprobarse en armonía con las costumbres de la época, y con el testimonio de escritores contemporáneos.

 

El instrumento de tortura

Se cree que el empleo de la cruz como instrumento de castigo tuvo su origen en la antigua práctica de atar al criminal "a un madero que recibía el nombre de ‘maldito’", y que vino posteriormente a conocerse como "la cruz". De acuerdo con eso, la cruz seguía conociéndose todavía en los días de los apóstoles como el "madero". Pedro escribió: "Él mismo llevó nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia. ¡Por su herida habéis sido sanados!" (1 Ped. 2:24). La cruz que emplearon tempranamente los Babilonios durante el reinado de Semíramis tenía forma de "T" en honor a Tammuz, que era uno de los nombres de Nimrod, su marido.

Las concepciones modernas de la cruz en la que fue crucificado Jesús distan mucho de los hechos de la historia, y el arte pictórico es el culpable principal. Ningún ser humano hubiera podido cargar la cruz tal como se la suele representar, con la víctima colgando en posición tal alta que sólo empleando una escalera se la podía alcanzar. Chandler escribe a propósito de la cruz empleada históricamente por los romanos: "Las representaciones pictóricas de la cruz en las obras de arte no son fieles a la realidad, por cuanto se le atribuye anchura y altura exageradas. La cruz de la antigüedad era sólo un poco más alta que la talla de la víctima, cuya cabeza quedaba cercana a su parte superior, estando los pies solamente a unos veinte centímetros del suelo. El arte pictórico falsea también la realidad por cuanto no refleja el travesaño que se colocaba aproximadamente en el centro de la cruz, y sobre el que la víctima se sentaba. La voz casi unánime de la antigüedad da fe de la existencia de ese travesaño" ("The Trial of Jesus", vol. 2, p. 56).

Renan escribió sobre la cruz de la antigüedad: "Se afirmaba un madero en la parte anterior de la cruz, hacia su mitad, y se lo pasaba por entre las piernas del condenado, quien quedaba sustentado en él. De no haber sido así, el peso del cuerpo habría desgarrado las manos con la consiguiente caída del cuerpo. Otras veces se colocaba un pequeño tramo horizontal bajo los pies, sujetándolos así" ("The Life of Jesus", p. 364). Ireneo, uno de los primeros padres de la iglesia, dijo: "La estructura de la cruz tiene cinco tramos o segmentos, dos en longitud, dos en anchura y uno en la mitad, sobre el que descansaba la persona crucificada". Justino Mártir mencionó un travesaño desde la mitad del poste vertical "como un cuerno, sobre el que se sentaban los que eran crucificados". Tertuliano escribió acerca de "la barra proyectada, que sirve de asiento". Stroud describió la cruz como "provista de una barra corta o estaca, que se proyectaba desde su zona media" ("The Physical Cause of the Death of Christ", p. 35 y 36).

Hace unos cuantos años, un artista alemán presentó varias pinturas de la crucifixión de Jesús, con la cruz de tamaño y construcción fieles a la que era de uso común en los días de Cristo. Pero su popularidad fue tan baja que puede decirse que el público las rechazó. En el mundo contemporáneo la mayoría prefiere el artículo falseado, si es que apela de forma más intensa a su fantasía. Por supuesto, el tamaño y la estructura de la cruz no pasan de ser asuntos de importancia menor, al compararlos con el hecho y significado de la propia crucifixión. La muerte de Cristo en la cruz del Calvario es el mayor evento de toda la historia.

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