La agenda del conflicto de los siglos
LB, 24 septiembre 2018

 

Él muda los tiempos y las edades, quita reyes y pone reyes; da la sabiduría a los sabios y la ciencia a los entendidos. Él revela lo profundo y lo escondido, conoce lo que está en tinieblas y con él mora la luz (Daniel 2:21-22).

“Él” es Dios, obviamente; pero eso fue escrito hace mucho tiempo. ¿Podría ser que pasando los siglos hubiera disminuido su poder y que ahora fuera otro quien tuviera en sus manos el destino y los tiempos del mundo? Ningún cristiano aceptará eso.

Por desgracia, dentro del espectro fanático que frecuentemente acompaña al movimiento adventista verdadero no faltan las iniciativas en forma de movimientos independientes desleales con la evidencia de la Escritura y el testimonio del Espíritu de profecía, así como con la “esposa”, que junto a otros errores albergan una visión equivocada de la escatología: los acontecimientos del tiempo del fin relacionados con la venida de Cristo y el fin del mundo.

Me refiero específicamente a los ministerios que, adhiriéndose a la idea predeterminista mayoritaria en el protestantismo apóstata, consistente en que el tiempo de la venida de Cristo depende de una fecha fijada de antemano, se creen capaces de descifrar esa fecha mediante sus cálculos/elucubraciones, y se sienten libres de anunciarla gracias a lo asequible de las tecnologías de la información en las redes sociales.

En correspondencia con su ideología, suelen ser una fuente volcánica de noticias que en el mejor caso son mezcla de hechos objetivos con interpretaciones cuestionables, y que sirven a su propósito de hacerse imprescindibles ante todos aquellos a quienes logran interesar con su enfoque sensacionalista, por proporcionarles esa “privilegiada” información que de otra forma no tendrían. Eso afecta incluso a hermanos que están fundados en la fe del tercer ángel, que no concuerdan con la fijación de fechas, con el falso evangelio o con el falso Cristo que están predicando esos ministerios, pero que están ávidos de noticias sobre hechos que saben que van a tener lugar en el desenlace de la crisis.

¿Tiene sentido que estemos poniendo nuestro foco en la información —verídica o no— relativa a los acontecimientos mundiales a fin de calibrar la proximidad de la venida de Cristo? Y ciertamente, ¿tiene sentido dar crédito y depender de noticias procedentes de quienes sabemos que se alejaron de la verdad, si es que alguna vez la tuvieron? Debemos ser cautos con los medios de información, pues somos mucho más permeables de lo que pensamos a la información que recibimos. Los medios públicos de información saben que es posible condicionar la opinión de las masas incluso sin “adoctrinar” y sin manipular las noticias; simplemente seleccionándolas convenientemente.

Mi respuesta a las dos preguntas planteadas es negativa, y expresada en pocas palabras, esta es la razón básica: la pronta venida de Jesús no depende de la magnitud de la degradación moral del mundo; no depende de los avances del papado, del apoyo que reciba del protestantismo apóstata en EEUU y Europa, ni tampoco de lo inminente que pueda ser o parecer la ley dominical. Depende del estado espiritual de la iglesia que representa al Dios verdadero.

Lo que el mundo y el universo necesitan para que sea posible la resolución del conflicto de los siglos no es especialmente una exhibición de la maldad extrema. Génesis capítulo seis da fe de que ya tuvo lugar esa exhibición. Lo que la resolución del conflicto de los siglos necesita es la exhibición del bien en su máxima expresión: la configuración de ese grupo de los 144.000 en cuya boca no se ha hallado engaño, y que siguen al Cordero por doquiera que va; una esposa del Cordero que esté por fin preparada (Apocalipsis 19:7-8).

Lo anterior no equivale a negar el hecho de que una vez que la iglesia esté preparada, vendrá la ley dominical, el decreto de muerte, y por descontado, la liberación del pueblo de Dios y la venida de Cristo. Tampoco es sensato ser negligente respecto a seguir el pulso a la actualidad político-religiosa, tanto en EEUU como en Europa y el resto del mundo, especialmente por parte de quienes ocupan puestos de responsabilidad, con el fin de estar alerta, informar, advertir, y en su caso protestar ante las instituciones, tal como hizo en su defensa de la libertad religiosa A.T. Jones en la era de 1888 con un éxito aplastante e insospechado que sólo se puede explicar en vista de su mandato divino:

El hermano Jones afirmó también que nunca había percibido las bendiciones de Dios en una medida tal como cuando habló ante el Comité de la Cámara en la última audiencia. Dijo que era como si se le aparecieran escritas en la pared o suspendidas en el aire ante él las frases que tenía que pronunciar; y no era sólo que ellos mismos sintieron que tenían la bendición, sino que todos los presentes pudieron darse cuenta de que estaba allí el poder de Dios de la forma más evidente (O. A. Olsen a G. C. Tenney, 20 marzo 1890).

Recordemos algunos puntos en la Biblia y los escritos de Ellen White respecto a la venida de Cristo y el fin del mundo:

1/ Las bodas del Cordero tienen lugar cuando “su esposa se ha preparado” (Apocalipsis 19:7-8), no cuando los poderes de este mundo se deciden por fin a cumplir el papel que la profecía les ha asignado.

2/ Leemos: “Mete tu hoz y siega; porque la hora de segar te es venida, porque la mies de la tierra está madura” (Apocalipsis 14:15). La mies son los escogidos (los impíos son las uvas, la vendimia; las uvas no maduran antes que lo haya hecho la mies). Ver también Marcos 4:29.

 

La ley dominical

Respecto a los avances de la ley dominical como indicador de la venida de Jesús, es necesario recordar que en 1888 la ley dominical estaba en EEUU mucho más avanzada que ahora. No obstante, Cristo no pudo venir debido a que su pueblo no lo recibió en el mensaje de la justicia por la fe de Cristo con el que el Cielo intentaba prepararlo mediante sus “mensajeros delegados”, A.T. Jones y E.J. Waggoner.

En su gran misericordia el Señor envió un preciosísimo mensaje a su pueblo por medio de los pastores Waggoner y Jones. Este mensaje tenía que presentar en forma más destacada ante el mundo al sublime Salvador, el sacrificio por los pecados del mundo entero. Presentaba la justificación por la fe en el Garante; invitaba a la gente a recibir la justicia de Cristo, que se manifiesta en la obediencia a todos los mandamientos de Dios. Muchos habían perdido de vista a Jesús. Necesitaban dirigir sus ojos a su divina persona, a sus méritos, a su amor inalterable por la familia humana. Todo el poder es colocado en sus manos, y él puede dispensar ricos dones a los hombres, impartiendo el inapreciable don de su propia justicia al desvalido agente humano. Este es el mensaje que Dios ordenó que fuera dado al mundo. Es el mensaje del tercer ángel, que ha de ser proclamado en alta voz y acompañado por el abundante derramamiento de su Espíritu (TM 91.2).

No sólo es que el proyecto de ley dominical estuviera avanzado (los Bautistas del séptimo día y los Judíos ya habían claudicado sin ofrecer resistencia), sino que una publicación oficial adventista de mayo de 1891 proporcionaba un listado de 126 páginas con todas las leyes dominicales aprobadas hasta el momento en 45 estados y territorios de EEUU (Ver Ron Duffield, El retorno de la lluvia tardía, vol. 1, p. 494). Había hermanos adventistas multados y encarcelados ya por transgredir leyes dominicales. Ahora estaba a punto de aprobarse la ley equivalente a nivel nacional.

Pero semanas antes del debate en el Congreso de EEUU sobre la ley dominical (la presentada por el senador Blair), los dirigentes del pueblo de Dios habían rechazado “en gran medida” ese mensaje que llevaba con él el derramamiento del Espíritu Santo en la lluvia tardía y el consiguiente fuerte pregón. Tal como hicieron los dirigentes judíos con Cristo, nuestros antepasados, en lugar de ver en ese mensaje algo “preciosísimo”, vieron algo peligroso y lo resistieron:

La falta de voluntad para renunciar a opiniones preconcebidas y aceptar esta verdad [consistente en que la ley de Gálatas 3:24 se refiere especialmente a la ley moral, tal como defendieron los mensajeros de 1888] fue la principal base de la oposición manifestada en Mineápolis contra el mensaje del Señor expuesto por los hermanos [E. J.] Waggoner y [A. T.] Jones. Suscitando esa oposición, Satanás tuvo éxito en impedir que fluyera hacia nuestros hermanos, en gran medida, el poder especial del Espíritu Santo que Dios anhelaba impartirles. El enemigo les impidió que obtuvieran esa eficiencia que pudiera haber sido suya para llevar la verdad al mundo, tal como los apóstoles la proclamaron después del día de Pentecostés. Fue resistida la luz que ha de alumbrar a toda la tierra con su gloria, y en gran medida ha sido mantenida lejos del mundo por el proceder de nuestros propios hermanos (1MS 276.1).

El pueblo remanente, nuestros hermanos de hace algo más de un siglo, no pudo recibir entonces el Espíritu Santo y no pudo —ni ha podido hasta ahora— predicar el evangelio al mundo con poder. Faltándole el arrepentimiento que Dios esperaba y al que el Testigo fiel sigue llamándonos, no es sólo que no tengamos el poder: tampoco tenemos ideas claras sobre el evangelio, y así no es posible predicarlo a toda nación, tribu, pueblo y lengua. Tristemente, el tipo de evangelio que se suele promocionar mayoritariamente entre nosotros como representando la ortodoxia, está mucho más lejos de “los hombres” (Jones y Waggoner) y del “mensaje enviado por Dios” mediante ellos, que del tipo de evangelio que presentan las iglesias populares que la profecía describe como caídas. Y esa confusión tiene un origen claro:

Las muchas y confusas ideas en relación con la justicia de Cristo y la justificación por la fe son el resultado de la posición que usted ha tomado hacia los hombres y hacia el mensaje enviado por Dios (Carta 24 a Uriah Smith, 1892; The Ellen G. White 1888 Materials 1053).

Buscar las señales de la proximidad de la venida de Jesús en cualquier otra parte que no sea el estado de la iglesia remanente, es buscar en el sitio equivocado. Es como si los israelitas, en su vagar por el desierto, hubieran buscado en los noticieros de los cananeos las señales de la proximidad de su entrada en la tierra prometida.

Algunos aceptan que en 1888 estuvo a punto de aprobarse e imponerse la ley dominical nacional, y que al fallar el pueblo de Dios, quedó diferida la venida de Cristo. Pero creen que ahora Dios no puede esperar tanto, y que Jesús regresará aunque su pueblo no esté preparado. Esta vez su paciencia se agotará, y vendrá tanto si su pueblo está preparado como si no lo está.

¿Es una idea razonable? ¿Se hace difícil creer que Dios deba y pueda esperar “muchos años más”? Esto es lo que escribió Ellen White con tristeza, trece años después de 1888:

Tal vez tengamos que permanecer aquí en este mundo muchos años más debido a la insubordinación, como les sucedió a los hijos de Israel (Carta 184, 1901, Ev 505.2).

Si Jesús no pudo venir poco después de 1888 debido a que su pueblo falló, pero esta vez va a venir aunque su pueblo siga fallando, eso significaría la victoria de Satanás en el conflicto de los siglos, ya que:

El Señor desea, mediante su pueblo, contestar las acusaciones de Satanás mostrando los resultados de la obediencia a los principios rectos (PVGM 238.4).

La historia y la Inspiración desmienten que Cristo regrese sin haber quedado vindicado en su pueblo. Cuando Cristo venga, contará con el grupo que Apocalipsis llama de “los 144.000”. Sus fieles lo honrarán cuando venga en gloria, y serán parte sustancial en la respuesta a los interrogantes planteados en el conflicto de los siglos:

Los ciento cuarenta y cuatro mil … “… los que siguen al Cordero por donde quiera que fuere”. Habiendo sido trasladados de la tierra de entre los vivos, son contados por “primicias para Dios y para el Cordero”. Apocalipsis 15:2-3; 14:1-5. “Estos son los que han venido de grande tribulación”; han pasado por el tiempo de angustia cual nunca ha sido desde que ha habido nación; han sentido la angustia del tiempo de la aflicción de Jacob; han estado sin intercesor durante el derramamiento final de los juicios de Dios. Pero han sido librados, pues “han lavado sus ropas, y las han blanqueado en la sangre del Cordero”. “En sus bocas no ha sido hallado engaño; están sin mácula” delante de Dios (CS 630.3; granate 707).

Si Dios no puede decir con verdad “aquí están … los que guardan los mandamientos de Dios y la fe de Jesús”, entonces Satanás ha vencido en el conflicto. Pero sabemos que Dios podrá decir eso con verdad, y que será él quien venza. De hecho, los únicos que pueden predicar con eficacia el mensaje de los tres ángeles descrito en Apocalipsis 14:6-12 son los descritos en los versículos precedentes (1 al 5 del mismo capítulo): los 144.000. Ellos serán los que predicarán “este evangelio del Reino en todo el mundo para testimonio a todas las naciones, y entonces vendrá el fin”. Y “ellos” podemos y debemos ser nosotros, nuestra generación.

No es la bestia ni es el falso profeta; no es Satanás quien marca la agenda ni los tiempos en el conflicto de los siglos ni en su resolución. Es sólo desviando del verdadero Cristo y del verdadero evangelio al pueblo remanente de Dios, como logra el diablo demorar la segunda venida (y su propia destrucción, así como el mal tiempo que le espera hasta que le llegue finalmente).

Aunque visto por nosotros haya una prolongada demora, es el Dios todopoderoso quien marca los tiempos, y él ha determinado que el momento de la venida de Cristo sea cuando su esposa esté preparada. Sólo así puede vencer y convencer en la resolución del conflicto de los siglos.

El honor de Dios, el honor de Cristo, están comprometidos en la perfección del carácter de su pueblo (DTG 625.2).

Para quienes formamos parte del pueblo remanente no tiene sentido buscar en el mundo los indicativos de la proximidad de la venida de Cristo. Ciertamente se espera que prestemos atención a los avances del papado y de la ley dominical, además de por el motivo ya expresado anteriormente, para llamar la atención de las personas a fin de que descubran cuál es el futuro próximo de este mundo, quién es su enemigo y quién su Amigo, y despierten a la realidad de la crisis y del conflicto de los siglos, así como a su necesidad de conocer el evangelio y decidir de qué lado se pondrán en el conflicto.

Los avances del papado, del falso profeta y de la ley dominical, y también las guerras, los terremotos, las pestilencias y la degradación moral del mundo, son señales de la proximidad del fin, y han de servir como una oportunidad para el evangelismo. Sin duda propiciarán que la gente esté dispuesta a prestar oído a un mensaje que de otra forma difícilmente atraería su atención, pero ninguna de esas señales es determinante para que sepamos lo cerca que está el fin del fin. El único acontecimiento en Mateo 24 que precede inmediatamente la venida de Cristo y el fin del mundo es la predicación del evangelio a todo el mundo por testimonio, lo que solamente puede tener lugar mediante el fuerte pregón / lluvia tardía.

3/ Apocalipsis 7:1-3 describe el motivo de la demora y permite deducir qué es lo que precipitará el fin del mundo.

Según la escena descrita, aparentemente todo está a punto en el mundo, pero falta lo más importante: los siervos de Dios no han sido aún sellados, y no parecen estar aún preparados para recibir su sello; en consecuencia, los cuatro ángeles han de seguir reteniendo los vientos según una orden divina. Ese es el momento exacto en el que ahora nos encontramos en la profecía.

Si Dios permitiera que la última batalla espiritual tuviera lugar sin que su pueblo haya sido sellado, eso significaría su destrucción, y significaría también la derrota de Dios en el conflicto de los siglos. Una vez más, el factor determinante es la preparación de su pueblo.

¿No hay algo extraño en que mientras nosotros estamos pendientes de cómo está el mundo a fin de ponderar la proximidad de la venida de Jesús, todo el Cielo esté pendiente de cómo estamos nosotros para dar a los cuatro ángeles la orden de soltar los vientos y permitir que se aceleren los acontecimientos y la crisis llegue a su fin?

Los cuatro ángeles no están esperando a que haya más guerras, más miseria, más pecado, ni a que avance más la ley dominical para enviar a su Hijo a recogernos. Lo que están esperando es que el mensaje del Testigo fiel a Laodicea dé su fruto: que haya un pueblo arrepentido que esté preparado para recibir el sello de Dios y la lluvia tardía, para dar la advertencia final al mundo, para resistir la prueba de la ley dominical y para recibir a Cristo en su venida.

Cuando el carácter de Cristo sea perfectamente reproducido en su pueblo, entonces vendrá él para reclamarlos como suyos (PVGM 47.4).

Será predicado este evangelio del Reino en todo el mundo, para testimonio a todas las naciones, y entonces vendrá el fin (Mateo 24:14).

Pero para predicar el evangelio a todo el mundo es imprescindible el derramamiento del Espíritu Santo en la lluvia tardía, y nuestra triste e increíblemente desconocida historia denominacional desde 1888 nos enseña que eso no depende de cuán cerca esté —o parezca estar— la ley dominical, o de cuán febril sea la actividad de la bestia y el falso profeta. Depende del arrepentimiento en Laodicea; depende de cómo esté tu corazón y el mío. Depende de si seguimos viendo peligroso el mensaje que es precioso, y de si “exiliamos” al Espíritu de profecía que lo apoya, al degradarlo negándole autoridad doctrinal. En resumen, depende de que hayamos aprendido las lecciones de nuestra historia y no persistamos en la resistencia al mensaje que el Señor nos trajo ya en 1888 y la década que lo siguió, a fin de prepararnos para la traslación.

Jesús, el Testigo fiel y verdadero, el que no se equivoca, tiene buenas noticias para nosotros, noticias que son frescas y que son determinantes:

Yo reprendo y castigo a todos los que amo; sé, pues, celoso y ARREPIÉNTETE. Yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él y cenaré con él y él conmigo (Apocalipsis 3:19-20).

 

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