Relación entre naturaleza humana de Cristo y su obra en la salvación

 ‘The Word Was Made Flesh’, capítulo XXI (parte), Ralph Larson

 

(se han añadido cursivas a las citas originales)

 

¿Qué diferencia hace que Cristo tomara la naturaleza caída del hombre, o bien la naturaleza de Adán antes de caer?

En el siglo IV, Gregorio Nacianceno dio una respuesta profunda a esa pregunta. En realidad, estaba considerando una cuestión distinta a la que nos planteamos sobre la naturaleza de Cristo, pero su respuesta expresa un principio que se aplica a ambas cuestiones, la suya y la nuestra:

Aquello que Cristo no asumió, no lo redimió (Johnson, The Humanity of the Saviour, 129).

Desde sus días hasta los nuestros ha habido quienes han dado testimonio de la creencia de que Cristo vino en la naturaleza caída del hombre, y la mayoría de ellos la han visto según la misma perspectiva que Gregorio.

{N. del T.: Larson, en su libro, tras analizar exhaustivamente la literatura adventista desde 1852 hasta 1952, demuestra que la postura sobre la naturaleza humana que Cristo tomó fue unánime en el adventismo: nuestra naturaleza caída}.

El estudioso encontrará un marco histórico adecuado respecto a esos testigos, en Harry Johnson, The Humanity of the Saviour, London: The Epworth Press, 1962. Hacemos aquí una pausa para señalar que la lista incluye algunos teólogos notables de los tiempos modernos, tales como Karl Barth, J.A.T. Robinson, T.F. Torrance, Nels F.S. Ferre, C.E.B. Cranfield, Harold Roberts, Leslie Newbegin, Rudolf Bultmann, Oscar Cullman y Anders Nygren. Por consiguiente, no debemos suponer que nuestros antecesores espirituales sostuvieran la postura de que Cristo tomó la naturaleza caída del hombre por falta de inteligencia o desinformación. Algunos de los nombrados son hoy considerados como gigantes intelectuales.

Tampoco podemos descartar esa creencia por ser minoritaria [entre los adventistas]. Los nombres presentados en la sección tercera incluyen presidentes de la Asociación General, vicepresidentes, secretarios, presidentes de Unión, redactores de la Review (incluyendo a Uriah Smith, Lewellyn Wilcox y sí, Francis Nichol, así como redactores de Signs). Pertenecieron a la primera línea del liderazgo adventista.

Y tal como Gregorio, creyeron que

Aquello que Cristo no asumió, no lo redimió.

Comprendieron que si Cristo no hubiera venido en la naturaleza del hombre caído…

 

1. No habría podido realmente comprendernos:

Tomó nuestra naturaleza a fin de poder entender cómo simpatizar con nuestra fragilidad (Ellen White, Review and Herald, 19 abril 1870).

Tomó sobre sí nuestra naturaleza a fin de familiarizarse con nuestras pruebas y aflicciones, y, conociendo todas nuestras experiencias, permanece como Mediador e Intercesor ante el Padre (Ellen White, Signs of the Times, 24 noviembre 1887).

Un ángel no habría podido saber cómo simpatizar con el hombre caído, pero … Jesús puede conmoverse por todas nuestras debilidades (Ellen White, Review and Herald, 1 octubre 1889).

Jesús revistió su divinidad con humanidad a fin de poder tener una experiencia en todo lo que pertenece a la vida humana (Ellen White, Signs of the Times, 30 septiembre 1890).

Resulta evidente que nadie viniendo en la naturaleza del Adán anterior a la caída habría podido experimentar realmente lo que nosotros experimentamos. Por consiguiente, era necesario que Cristo viniera en nuestra naturaleza caída a fin de comprendernos verdaderamente.

 

2. No habría podido ser nuestro ejemplo en llevar una vida cristiana victoriosa:

Jesús tomó sobre sí mismo la naturaleza del hombre a fin de poder dejar un modelo para la humanidad (Ellen White, Signs of the Times, 11 enero 1883).

Demostró en carne pecaminosa el poder de la justicia sobre el pecado (A.T. Jones, Signs of the Times, 29 octubre 1896).

Lo que Jesús fue en carne humana, Dios quiere que lo sean sus seguidores (Ellen White, Signs of the Times, 1 abril 1897).

Vino en semejanza de carne de pecado para demostrar ante todas las partes en la controversia que guardar la ley era posible para el hombre en la carne (Uriah Smith, Looking Unto Jesus, 23).

Cuando [el hombre] capta la verdad de que vivió en esta tierra Alguien que realmente poseía la misma naturaleza que él mismo, que “fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado”, se da cuenta de que para él hay esperanza (F.D. Nichol, Review and Herald, 1 marzo 1923).

Condenó al pecado en la carne, en semejanza de carne pecaminosa (Ellen White, Review and Herald, 6 mayo 1875).

3. No habría podido ser nuestro sacrificio / sustituto:

Cristo se hizo pecado por la raza caída (Ellen White, Review and Herald, 6 mayo 1875).

Cristo se humilló hasta la humanidad y tomó sobre sí nuestra naturaleza, para … poder venir a ser un escalón para los hombres caídos (Ellen White, Review and Herald, 25 mayo 1886).

El don más elevado que el Cielo podía otorgar se dio para redimir la humanidad caída (Ellen White, Review and Herald, 11 noviembre 1888).

El divino Hijo de Dios, que … había venido del cielo y asumió la naturaleza caída de ellos … para unir consigo mismo a la raza caída (Ellen White, Signs of the Times, 23 septiembre 1889).

Consintió en hacerse el sustituto y garante del hombre caído (Ellen White, Review and Herald, 15 junio 1891).

Si no hubiera sido plenamente humano, no habría podido ser nuestro sustituto (Ellen White, Signs of the Times, 17 junio 1897).

 

4. No habría podido ser nuestro Sacerdote / Mediador:

Tomó sobre sí nuestra naturaleza … y conociendo todas nuestras experiencias, comparece como Mediador e Intercesor ante el Padre (Ellen White, Signs of the Times, 24 noviembre 1887).

(Jesús) es el Mediador entre un Dios santo y nuestra humanidad pecaminosa, Alguien que puede poner “su mano entre nosotros ambos” [Job 9:33] (Ellen White, Signs of the Times, 24 agosto 1891).

El Hijo de Dios fue hecho en semejanza de hombre pecaminoso a fin de poder ser un sacerdote misericordioso (T.M. French, Review and Herald, 15 julio 1837).

Con su brazo humano Cristo rodea la raza caída, y con su brazo divino se aferra al trono del Infinito (Ellen White, Signs of the Times, 18 abril 1892).

Así, Cristo fue desde la eternidad el eslabón que conecta el cielo con la raza humana (Stephen Haskell, Signs of the Times, 28 mayo 1896).

Vistió su divinidad con humanidad … a fin de que la divinidad pudiese echar mano al poder de Dios en favor de la raza caída (Ellen White, Signs of the Times, 13 octubre 1898).

Jesús era Dios actuando en carne pecaminosa en favor del pecador (Escuela Sabática, segundo trimestre 1909, 8).

Al asumir la carne pecaminosa … Jesús … hizo posible ministrar a la carne pecaminosa (Escuela Sabática, primer trimestre 1913, 14).

Nadie más que un ser humano —hecho en semejanza de carne de pecado— podía oficiar como Mediador en favor de los hombres pecaminosos (Asa T. Robinson, Review and Herald, 20 diciembre 1923).

No pudo ser sacerdote hasta venir en semejanza de carne de pecado (J.E. Evans, Review and Herald, 24 marzo 1896).

 

5. No habría podido ser nuestro Salvador / Redentor:

El Libertador ha de salir de entre la raza caída … el Hijo de Dios … estuvo, no donde estuvo Adán previamente a la caída, sino allí donde está hoy el hombre (C.P. Bollman, Review and Herald, 31 enero 1896).

Cristo tomó sobre sí las debilidades de la humanidad degenerada. Sólo así podía rescatar al hombre de las mayores profundidades de la degradación (Ellen White, Signs of the Times, 3 diciembre 1902).

Mediante su humillación y pobreza Cristo se identificaría con la debilidad de la raza caída … La gran obra de la redención solamente podía llevarse a cabo al tomar el Redentor el lugar del Adán caído … El Rey de gloria quiso humillarse hasta la humanidad caída (Ellen White, Review and Herald, 24 febrero 1874).

Esta era la única forma en que el hombre caído podía ser exaltado … Era la voluntad de Dios que Cristo tomara sobre sí la forma y naturaleza del hombre caído (Ellen White, Review and Herald, 31 diciembre 31 diciembre 1872).

Para Cristo fue necesario vestir su divinidad con humanidad. Sólo así podía convertirse en el Redentor de la raza caída (Ellen White, Signs of the Times, 14 enero 1903).

Quien quiera salvar al hombre se tiene que situar en el lugar del hombre. Se debe sujetar a la misma tendencia … al pecado … que el hombre (A.R. Bell, Signs of the Times, 11 noviembre 1930).

A fin de ser el Redentor del hombre, el Creador tiene que hacerse hombre. Ha de venir en “semejanza de carne de pecado” Romanos 8:3 (J.C- Stevens, Signs of the Times, 5 agosto 1941).

A fin de elevar al hombre caído, Cristo debía alcanzarlo donde estaba (Ellen White, 1 Mensajes selectos, 314).

 

Está abundantemente claro que nuestros antecesores espirituales concordaban de todo corazón con Gregorio Nacianceno en su afirmación:

Aquello que Cristo no asumió, no lo redimió.

La cristología (naturaleza de Cristo) y la soteriología (obra salvadora de Cristo) están íntima e inseparablemente unidas. Cuando hablamos de una, estamos inevitablemente pronunciándonos sobre la otra. Si cambiamos la primera, inevitablemente lo hacemos con la otra. Así, los cristianos con una herencia arminiana-wesleyriana, incluidos los adventistas del séptimo día, han creído que Cristo obedeció la ley de Dios en la carne (y naturaleza) del hombre caído a fin de mostrar que, ejerciendo la misma fe y dependencia de Dios que Cristo ejerció, pueden hacer como él.

Los cristianos con una herencia calvinista, por contraste, han creído que, puesto que Cristo vino en la naturaleza de Adán previa a la caída, su obediencia no indica que nosotros podamos —ni siquiera mediante la fe y dependencia de Dios— hacer como Cristo. Mantienen con firmeza que el hombre no puede nunca, en ningún caso, dejar de pecar en esta vida. Es su convicción que Dios, mediante algún tipo de milagro, los hará tales que ya no volverán a pecar más desde el momento en que los tome en su reino. Ellen White advirtió con rotundidad en contra de un concepto como ese:

Los caracteres formados en esta vida determinarán el destino futuro. Cuando Cristo venga no cambiará el carácter de ninguna persona (Ellen White, 4 Testimonios, 421).

De ahí que [Satanás] trate constantemente de engañar a los discípulos de Cristo con su fatal sofisma de que les es imposible vencer (Ellen White, El conflicto de los siglos, 479 [543]).

Nadie diga: No puedo remediar mis defectos de carácter. Si llegáis a esta conclusión, dejaréis ciertamente de obtener la vida eterna (Ellen White, Palabras de vida del gran Maestro, 266).

En el ir y venir de las tendencias teológicas no debiera sorprendernos que al poco tiempo de haber hecho irrupción en el adventismo la idea calvinista de que Cristo tomó la naturaleza de Adán antes de la caída haya asentado también la idea calvinista de que dejar de pecar es una imposibilidad. La ley de causa-efecto es tan inexorable en teología como en cualquier otro campo.

Así, antes de finalizar esta sección hacemos un llamado a que alguien escriba una tesis doctoral sobre la correlación cristología / soteriología en los escritos de Ellen White. A ese efecto hay abundante material disponible. La clásica declaración de Ellen White que aparece en tantos lugares como para que haya claudicado en enumerarlos, dice así:

La majestad (Rey, Príncipe, Comandante) del Cielo dejó (descendió de) su trono real, y poniendo a un lado (despojándose de, renunciando a, etc) su vestimenta real, vistió (revistió, veló, cubrió, etc) su divinidad con humanidad (frecuentemente humanidad caída) y rindió perfecta obediencia a la santa ley de Dios, a fin de mostrar (demostrar, probar, etc) que el hombre caído, empleando los mismos recursos que él usó (fe, confianza, dependencia de Dios) puede hacer lo mismo que él.

Así, ¿qué diferencia hace si Cristo vino en la naturaleza no caída de Adán, o bien en nuestra naturaleza caída?

Amigo, hace un mundo de diferencia:

Aquello que Cristo no asumió, no lo redimió.

La inevitable conexión entre la naturaleza de Cristo y su obra en la salvación es una preocupación común en personas de ambos bandos en la discusión actual. Observa la siguiente predicción, escrita en 1964 por… ¿estás preparado? —Robert Brinsmead:

Quienes enseñan que Cristo tomó una naturaleza superior llegan a la conclusión lógica de que para el resto de la humanidad resulta imposible obedecer perfectamente la ley de Jehová en esta vida … Quienes aceptan esa ‘nueva postura’ sobre la encarnación, lógicamente se alinean con Satanás en el gran conflicto sobre la ley, cuya pretensión consiste en que Dios no ha hecho perfecta provisión para que nosotros podamos obedecerla perfectamente. Si el pueblo de Dios acepta ese engaño, no habrá mensaje del tercer ángel, sellamiento de los santos, no se consumará el misterio de Dios, no habrá purificación del santuario ni habrá comunidad alguna de santos preparada para vivir sin mediador, no habrá primicias de la cosecha y tampoco un pueblo dispuesto para la traslación, al menos en lo que a ellos respecta.

Ellen White vio que Dios dispuso tres escalones que llevan a la plataforma de la verdad (Primeros escritos, 258). Satanás ha dispuesto asimismo tres escalones para descender de esa plataforma. El primero es la enseñanza de que Cristo tomó la naturaleza del hombre tal cual era antes de la caída. Eso lleva al siguiente escalón: la enseñanza de que no hay para el hombre gracia suficiente para obedecer perfectamente la ley de Dios en esta vida. Eso ha de llevar lógicamente al tercer escalón: el abandono del sábado. El último escalón ha de seguir de forma lógica la primera premisa, ya que al conceder que no podemos obedecer toda la ley todo el tiempo, carece de sentido que el sábado sea una cuestión probatoria (The Incarnation of Christ, ‘Adam’s Human Nature versus Fallen Human Nature’, 7-8)*

No podemos abandonar el tema sin dirigir la atención del estudioso al testimonio de Jones y Waggoner, los líderes de la justicia por la fe en la asamblea de la Asociación General de 1888. Ellos dos, junto a Prescott, sobrepasaron a muchos de sus contemporáneos en la profundidad y claridad de sus convicciones relativas a la salvación mediante la justicia de Cristo.

Fueron igualmente elocuentes y enfáticos en su enseñanza de que nuestro Señor vino a esta tierra en la naturaleza humana del hombre caído. Esos tres puntales en la historia adventista enseñaron con poder y claridad la conexión íntima entre la naturaleza de Cristo y su obra salvadora.

 

* En realidad hay un gran escalón más, que es anterior a los tres que Brinsmead describe: la enseñanza agustiniana del pecado original, según la cual el pecado no consiste en —o no se limita a— la elección de la persona, sino en la condición en la que nació. Esa enseñanza hace necesario descender el siguiente escalón, ya que, según esa falsa premisa, Cristo no pudo haber tomado nuestra naturaleza en su condición caída (eso lo habría convertido automáticamente en pecador). Brinsmead albergaba ese falso fundamento, tenía “un elefante en el garaje” al que no quiso renunciar, y eso lo llevó tan indefectiblemente como en la cadena lógica que describe, a renunciar finalmente a los tres escalones siguientes, y a adherirse a Desmond Ford en su teología calvinista, la opuesta a la que Brinsmead había sostenido —y la que es mayoritaria en la “academia” adventista desde 1950—, para apostatar finalmente de la fe: de la plataforma de verdad, tal como acabó haciendo también Desmond Ford, gran detractor del mensaje dado por A.T. Jones y E.J. Waggoner. El edificio cae como un castillo de naipes: 1/ concepto errado, antibíblico, del pecado; 2/ concepto errado sobre la cristología (Cristo no fue tentado como nosotros); 3/ concepto falso sobre la soteriología (Cristo no nos salva DEL pecado, sino EN el pecado); y 3/ abandono de la escatología adventista (se niega la teología de la última generación, el sellamiento, la purificación del santuario, el fin del tiempo de prueba, etc). Una gran lección para las almas sinceras.

 

 

Traducción y nota (*) al final: http://www.libros1888.com