El movimiento de la carne santa: 1898-1901

Documento presentado en el encuentro de Gospel Study Group en la universidad Andrews, del 7 al 9 de noviembre de 2008

Consultar original aquí

(las citas de Ellen White se han revisado para acercarlas más al original)

Jerry Finneman

 

I. Introducción

El propósito de este documento es considerar los dos componentes principales del “movimiento de la carne santa” en la Asociación de Indiana de la Iglesia adventista del séptimo día durante los años 1898 a 1901. Tenía que ver con la doctrina y con la experiencia. El asunto doctrinal consistió en la naturaleza humana de Cristo, y la experiencia fue consecuente a la doctrina. Es digna de mención la influencia de Albion Ballenger y de S.S. Davis, quienes propiciaron ese “movimiento”. Recurriremos solamente a fuentes contemporáneas correspondientes al período de tiempo nombrado anteriormente, con una excepción, que se trata de alguien que vive aún [en 2008]: R.W. Schwarz, autor de un libro de texto universitario sobre la historia del movimiento adventista. Concluiremos con las citas más contundentes de Ellen White relativas a la naturaleza humana de Cristo, escritas durante los años del “movimiento de la carne santa”.

En 1888 comenzó en la Iglesia adventista del séptimo día un énfasis renovado en la justificación por la fe. En marzo de 1889 Ellen White informó acerca de reuniones dirigidas por Jones, Waggoner y ella misma en South Lancaster, Massachussets. Las reuniones comenzaron el 11 de enero: “Sentimos la necesidad de presentar a Cristo como al Salvador que no estaba alejado, sino cercano, al alcance de la mano” (Review and Herald 5 marzo 1889). El mensaje presentaba la justicia de Cristo como el poder de Dios para vencer al pecado.

Este mensaje se fue abriendo camino lentamente en otros segmentos de la iglesia, pero algunos creyentes no pudieron diferenciar claramente entre este mensaje y los mensajes populares sobre la santidad que por aquel tiempo estaban en boga. Un ejemplo de ello es la acusación que se hizo a A.T. Jones de haber obtenido su mensaje a partir del libro ‘The Christian’s Secret of a Happy Life’, de Hanna Whithall Smith. En 1893 Jones respondió así a la acusación:

Hay un libro, The Christian’s Secret of a Happy Life [el secreto del cristiano para una vida feliz] al que muchos parecen darle gran importancia. He conocido a personas que han leído ese libro, y que creen haber obtenido considerable beneficio a partir de su lectura. Sienten que los ha iluminado y alentado, pero son incapaces de encontrar eso en la Biblia y obtenerlo de ella. Hermanos, quiero que cada uno de vosotros comprenda que hay en la Biblia mucho más sobre el secreto cristiano para una vida feliz, que en diez mil copias de ese libro [congregación: “¡Amén!”]. Creo que lo vi por primera vez hace unos cinco o seis años. Alguien que lo poseía y lo estaba leyendo me preguntó si lo conocía. Le respondí que no. Me preguntó si lo quería leer, a lo que respondí afirmativamente. Pero al leerlo me di cuenta de que sobre el secreto cristiano para una vida feliz ya había encontrado mucho más en la Biblia que en aquel libro. Quisiera que las personas aprendieran a encontrar directamente en la Biblia lo que esta contiene [congregación: “Amén”]. Si el libro es útil para ayudar a las personas a encontrar ese secreto en la Biblia, bien está; pero supe que ese libro no contiene nada comparable al secreto cristiano para una vida feliz que todos pueden obtener de la Biblia.

En cierta ocasión oí a alguien decir que yo había obtenido mi luz a partir de ese libro. Aquí está el Libro del que obtuve mi secreto cristiano para una vida feliz (sosteniendo en alto la Biblia), y de ninguna otra parte. Y lo obtuve antes de haber leído el otro libro, incluso antes de saber sobre él. Y repito que al leerlo supe que ya había encontrado mucho más sobre el secreto cristiano para una vida feliz, de lo que encontré en aquel libro. Y lo mismo sucederá con todo el que lea y crea la Biblia (A.T. Jones, General Conference Daily Bulletin, 1893, pp 358, 359).

El movimiento de la carne santa en la Iglesia [adventista] entre 1899 y 1900, fue en esencia lo mismo que los movimientos populares sobre la santidad de aquella época. En aquel movimiento de la Asociación de Indiana había dos temas relacionados: uno tenía que ver con la experiencia, el otro con la doctrina. La experiencia consistía en esto: los creyentes en la carne santa pretendían que a fin de vencer al pecado, en la conversión uno tenía que experimentar un cambio en la naturaleza humana caída, consistente en la erradicación de las tendencias pecaminosas inherentes. Eso evitaría que pecaran, y les evitaría también la muerte. Sostenían que nadie podía vencer teniendo tendencias heredadas al pecado.

Por consiguiente, los de la “carne santa” habían de recibir y experimentar una naturaleza humana no pecaminosa como la de Adán antes de su caída. Dicha experiencia estaba basada en su doctrina. Y su doctrina consistía en que Cristo tomó la naturaleza no pecaminosa de Adán. En 1899, A.T. Jones, quien era redactor-jefe de Review and Herald, escribió un artículo editorial titulado “Carne pecaminosa”, en el que trató de los dos asuntos: el de la doctrina y el de la experiencia.

Muchas personas cometen una equivocación que es muy seria y causante de problemas. Consiste en pensar que al convertirse queda erradicada su vieja carne pecaminosa. Es decir, cometen el error de pensar que deben ser librados de la carne a base de que les sea quitada. Entonces, al comprobar que tal cosa no ha sucedido; cuando se dan cuenta de que allí sigue la misma vieja carne con sus inclinaciones, acosamientos y seducciones, no están preparados para eso, de forma que se desaniman y se disponen a creer que jamás estuvieron convertidos…

Cuando se acepta y se reconoce de forma constante que la carne de la persona que se convierte sigue siendo carne pecaminosa y sólo pecaminosa, uno está tan plenamente convencido de que en su carne no mora el bien, que jamás permitirá ni una sombra de confianza en la carne.

Siendo así, su única dependencia estará en algo distinto a la carne: en el Espíritu Santo de Dios. Su fuente de poder y esperanza excluye totalmente a la carne, y depende solamente de Jesucristo. Y estando siempre en actitud de vigilia, de sospecha y de desconfianza hacia la carne, no esperará nada bueno a partir de ella, de forma que el poder de Dios lo dispone a repeler y aplastar sin compasión cualquier impulso o sugerencia que provenga de la carne. De esa forma no fracasa, no se desanima, sino que avanza de victoria en victoria y de fortaleza en fortaleza.         
Veis, pues, que la conversión no pone nueva carne en el viejo espíritu, sino un nuevo Espíritu en la vieja carne. No propone traer nueva carne a la vieja mente, sino una mente nueva a la vieja carne. La liberación y la victoria no se obtienen al retirarle a uno la naturaleza humana, sino al recibir la naturaleza divina que subyuga y tiene dominio sobre la humana: no mediante la remoción de la carne pecaminosa, sino mediante el envío del Espíritu libre de pecado a fin de conquistar y condenar el pecado en la carne…

El Señor Jesús tomó la misma carne y sangre, la misma naturaleza humana que tenemos nosotros; carne precisamente como nuestra carne pecaminosa, y a causa del pecado y por el poder del Espíritu de Dios, mediante la mente divina que había en él, “condenó el pecado en la carne” (A. T. Jones, Review and Herald, 18 abril 1899).

 

II. Influencia de Albion Ballenger

Las semillas del movimiento de la santidad brotaron en la Iglesia adventista mediante la influencia de A.F. Ballenger hacia finales de la década de 1890. En 1898 Ballenger habló en el encuentro campestre de Indiana.

Un obrero de Indiana, S.S. Davis, resultó particularmente impresionado por la declaración de Ballenger a propósito de que “es demasiado tarde para pecar en pensamiento, palabra o acción; ya que es tiempo de recibir el Espíritu Santo en toda su plenitud”.  En su implicación con la misión de beneficencia llamada “Helping Hand” en Evansville, Davis contactó con diversos cristianos pentecostales y resultó profundamente impresionado por el entusiasmo de ellos. Hizo la siguiente observación a un colega en la obra adventista: “Ellos tienen el ‘espíritu’ y nosotros la verdad; y si tuviéramos el ‘espíritu’ tal como ellos tienen, con la verdad podríamos hacer cosas” (R.W. Schwarz, Light Bearers to the Remnant, p. 447).

 

III. El asunto emocional

Davis vino a ser el evangelista especializado en reavivamientos de la Asociación de Indiana. Presentaba lo que él llamaba el “mensaje de purificación”. Sus encuentros se caracterizaban por un fuerte componente emocional. Se empleaban muchos instrumentos musicales, incluyendo el órgano, violines, panderetas, flautas, trompas y bombos, al efecto de potenciar el efecto emocional de sus llamamientos. “Se animaba a los oyentes a que levantaran sus manos al cielo, a que gritaran y aplaudieran en procura del ungimiento del Espíritu Santo” (Ibid. 447).

En medio de aquellas experiencias emocionales, con frecuencia algunos caían postrados y eran llevados al estrado, donde los rodeaban los miembros cantores, los que oraban y los que gritaban. Una vez que el miembro afectado revivía, se declaraba de él que había pasado por la “experiencia del huerto” que Cristo experimentó en Getsemaní. Tal experiencia demostraba que la persona había “nacido” como hijo de Dios, estando totalmente purificado de pecado y de tendencias pecaminosas, y liberado del poder de la muerte. Ahora estaba preparado para la traslación. Quienes no habían tenido la “experiencia del huerto” también podían ser salvos, pero como ‘hijos adoptados’ de Dios habrían de llegar ‘al cielo por la vía subterránea’, que significaba que antes habrían de morir (Ibid.).

Después que R.S. Donnell, presidente de la Asociación de Indiana, aceptó la enseñanza de Davis, la casi totalidad de la fuerza obrera de los predicadores se alineó con él. El estilo de adoración era una combinación de Salvation Army, pentecostalismo y adventismo. Era un tipo de adoración caracterizada por la amalgama y la confusión.

 

IV. El asunto doctrinal

Había tres conceptos relacionados respecto al tipo de naturaleza humana que Cristo tomó en la encarnación:

1. Cristo tomó la naturaleza humana de Adán previa a la caída.

2. El cuerpo de Cristo estaba libre de su naturaleza espiritual caída, pero no de su naturaleza física caída o deteriorada.

3. En la concepción, el poder del Espíritu Santo preservó a Cristo de la ley de la herencia.

El pastor Breed y el pastor Haskell asistieron al encuentro campestre de Muncie, en Indiana. Haskell discutió sobre la naturaleza humana de Cristo con los líderes de la Asociación [de Indiana]. Haskell sostenía que Cristo tomó sobre sí la naturaleza humana pecaminosa. Los hombres de la Asociación de Indiana se le opusieron e incluso tergiversaron sus palabras. Así informó específicamente acerca de la cuestión doctrinal y de la consecuente experiencia del movimiento de la carne santificada.

Es la mayor mezcla de fanatismo y verdad que jamás haya visto. No pretendo que hayamos manejado el asunto de la mejor forma posible en todo respecto; no obstante, no veo dónde haya podido cometer algún error. Tratamos de hacer lo mejor que pudimos; si no hubieran hablado contra nosotros y no hubieran tergiversado nuestra posición, no se habría dado la confusión. Cuando afirmamos que Cristo nació en humanidad caída, replicaron que creíamos que Cristo pecó, y eso a pesar de que presentamos nuestra posición tan claramente, que parecía imposible que alguien nos pudiera malinterpretar.

Su posición teológica sobre el particular parece ser esta: creen que Cristo tomó la naturaleza de Adán antes de que cayera, es decir, la humanidad tal como era en el huerto del Edén; por consiguiente, una humanidad santa, y esa era la humanidad que Cristo tomó. Dicen que ahora ha llegado el preciso tiempo de que nosotros nos convirtamos en santos en ese mismo sentido; entonces tendremos la “fe de la traslación” y nunca moriremos (S.N. Haskell, Carta a Ellen White, Battle Creek, MI, 25 sept 1900, DF 190, White Estate).

El pastor Haskell envió la carta precedente a Ellen White, informándola de aquel punto específico de la doctrina que defendían los abogados de la “carne santa” respecto a la naturaleza humana de Cristo. La carta se escribió el 25 de septiembre del 1900. Una semana después Haskell escribió un artículo editorial en Review and Herald titulado “Cristo en carne santa. O bien un Cristo santo en carne pecaminosa”. Su recurso a propuestas alternativas señaló el escenario específico para considerar las interpretaciones rivales que se estaban avanzando. La totalidad del artículo estaba dedicado a la segunda alternativa: “un Cristo santo en carne pecaminosa”. Citó la Biblia y El Deseado de todas las gentes. Siguen extractos de ese artículo editorial.

Citó así ‘El Deseado de todas las gentes’:

En las páginas 361 y 362 [311 y 312 en la edición actual en inglés; en español DTG 278.3]: “Cristo es la escalera que Jacob vio, cuya base descansaba en la tierra y cuyo peldaño superior llegaba a la puerta del cielo, hasta el mismo umbral de la gloria. Si a esa escalera le hubiera faltado un solo paso para alcanzar la tierra, habríamos estado perdidos. Pero Cristo nos alcanza donde estamos. Tomó nuestra naturaleza y venció a fin de que nosotros, tomando su naturaleza, pudiésemos vencer. Hecho ‘en semejanza de carne de pecado’, vivió una vida sin pecado. Ahora, por su divinidad echa mano del trono del cielo, mientras que por su humanidad llega hasta nosotros”.

A continuación comentó:

Se trata de humanidad caída con todas sus inclinaciones hereditarias. Aquel que fue sin mancha tanto en esta tierra como en el cielo, tomó nuestra naturaleza a fin de elevar al hombre hasta su propia situación exaltada, mediante su justicia.

Luego siguió citando:

De nuevo en el mismo libro, en las páginas 119-120 [112 en la edición actual en inglés; en español DTG 86.6] leemos: “A pesar de que los pecados de un mundo culpable fueron cargados sobre Cristo, a pesar de la humillación de tomar sobre sí NUESTRA NATURALEZA CAÍDA, la voz del cielo lo declaró Hijo del Eterno”.

Evidentemente, eso estaba en marcado contraste con la creencia de los defensores de la “carne santa”, que sostenían que Cristo tomó la naturaleza humana pre-lapsaria, como ya se ha documentado. Haskell volvió a citar de ‘El Deseado de todas las gentes’.

Hablando de nuevo sobre la condición de Adán, la escritora declara en las páginas 49 y 50 [49 en la edición actual en inglés; en español DTG 32.3]: “Habría sido una humillación casi infinita para el Hijo de Dios tomar la naturaleza del hombre aun cuando Adán poseía la inocencia del Edén. Pero Jesús aceptó la humanidad cuando la especie se hallaba debilitada por cuatro mil años de pecado. Como cualquier hijo de Adán, aceptó los resultados de la gran ley de la herencia. Y la historia de sus antepasados terrenales demuestra cuáles eran aquellos resultados. Él vino con una herencia tal para compartir nuestras penas y tentaciones, y darnos el ejemplo de una vida sin pecado”.

A continuación, abordó la herencia humana de Jesús:

La Biblia es el único relato fiable de los antepasados [de Jesús]. En el evangelio según Mateo se mencionan por nombre cuatro mujeres que precedieron a María, la madre de Jesús: Tamar (Mateo 1:3), quien actuó como una prostituta con su suegro (ver Génesis 38); Rahab, la ramera (versículo 5; también Josué 2); Rut, quien era moabita; descendiente de Moab, a quien Lot tuvo [incestuosamente] con su propia hija (ver Génesis 19:30-38); y Betsabé, la esposa de Urías el heteo. La implicación de David con Betsabé ha sido objeto de reproche en boca de burladores por miles de años. La historia de la Biblia no es el tipo de historia que los hombres escribirían respecto a los antepasados de Cristo. Estos habrían seleccionado mujeres ejemplares y hombres de influencia cuyo nacimiento y vidas fueran impolutos. Pero se trata del relato según Dios, y proporciona aliento a los caídos. Incluso habiendo heredado tendencias y apetitos del peor tipo, hay esperanza. Fue Cristo quien dijo a través de David: “En maldad he sido formado, y en pecado me concibió mi madre” (Salmo 51:5). Eso presenta de forma inconfundible la naturaleza humana en la que Cristo fue concebido. El mismo profeta, en el Salmo 22:9-10, afirma: “Pero tú eres el que me sacó del vientre; el que me hizo estar confiado desde que estaba a los pechos de mi madre. Sobre ti fui echado desde antes de nacer; desde el vientre de mi madre tú eres mi Dios”. Eso ilustra lo que sucedió con Cristo, y con cada creyente en Cristo que tenga su justicia.

Después de haber citado Hebreos 2:16-18 y 4:15-16, Haskell concluyó con este pensamiento:

Por consiguiente, nuestro Salvador es un Cristo santo en carne humana pecaminosa, quien mediante su presencia en naturaleza pecaminosa santifica a la humanidad caída; de manera que la humanidad, mediante la presencia y santidad del Salvador sin pecado, pude ser salva hasta lo sumo (S.N. Haskell, Review and Herald, 2 octubre 1900).

Lo mismo que Haskell, Jones abordó el tema de la cristología suscitado por los pastores Davis y Donnell, de la Asociación de Indiana. Jones escribió una serie de artículos en la Review, titulados “La fe de Jesús”. Comenzando el 11 de diciembre de 1900, esa serie continuó hasta el 29 de enero de 1901 (esos artículos, junto a otros editoriales, fueron la base para su libro que trata sobre Cristo en el libro de Hebreos, titulado ‘El Camino consagrado’). En esos artículos Jones trató con insistencia el asunto de la doctrina fundacional de los promotores de la “carne santa”. Presentó a Cristo como habiendo tomado la naturaleza humana pecaminosa heredada por los humanos.

Donnell, presidente de la Asociación de Indiana, se opuso a Jones escribiendo su propio artículo en Indiana Reporter, que tituló “La fe de Jesús”. Su postura era la opuesta a la que Jones presentó en su serie. Donnell presentó a Cristo con la naturaleza de Adán antes de la caída.

Él (Jesús) debe poseer lo que nos ofrece … Si Cristo propone restaurar al hombre a su primer estado, ha de venir él mismo al hombre en ese estado. Ha de venir tal como estuvo Adán, el primer dueño, antes de la caída (R.S. Donell, ‘The Faith of Jesus’ Indiana Reporter, Article One, p. 4).

La única razón por la que Dios no mora en el hombre es porque el pecado está allí, y a fin de que Dios pueda morar de nuevo en el hombre, debe ser erradicado el pecado. El cuerpo de Cristo fue el cuerpo en el que Dios se encarnó, y dado que Dios y Satanás no pueden morar juntos, el cuerpo de Cristo tuvo que ser un cuerpo del que incluso toda tendencia al pecado tuvo que ser totalmente erradicada (Ibid. Article Two, p. 6).

¿Cuál era la situación de Adán antes de su caída? … Era santo. Pues bien, a fin de poder recorrer el mismo camino por el que Adán pasó, Cristo debió seguramente tener que comenzar allí donde Adán comenzó … Sabemos que su divinidad era santa, y si su humanidad era santa, entonces sabemos que lo que fue nacido de la virgen María fue santo en todo sentido, y no poseía la tendencia al pecado (R.S. Donnell, Article Two, pp. 6-7. Escrito mientras era presidente en la Asociación de Indiana. En 1907 se publicaron bajo el título: ‘What I Taught in Indiana’ [lo que enseñé en Indiana]. DF 190, White Estate).

Más tarde, cuando fue relevado de su cargo como presidente de la Asociación de Indiana tras la asamblea de la Asociación General de 1901, Donnell escribió sobre su creencia relativa a la naturaleza humana de Cristo:

Tomó un cuerpo que mostró por su condición deteriorada que los efectos del pecado se mostraban allí, pero su vida demostró que allí no había pecado. Se trató de un cuerpo que el Padre le había preparado (Hebreos 10:5). El cuerpo de Cristo representaba un cuerpo redimido de su naturaleza espiritual caída, aunque no de su naturaleza física caída o deteriorada. Era un cuerpo redimido del pecado, y de ese cuerpo revistió Cristo su divinidad (R.S. Donnell, ‘The Nature of Christ and Man’, un ensayo escrito desde Memphis, TN, y enviado a su colega S.S. Davis).

El pastor I.J. Hankins sucedió al pastor Donnell en la presidencia de la Asociación de Indiana. Escribió a S.S. Davis preguntándole acerca de algunas de sus creencias. Fueron ocho preguntas, de las que cuatro estaban relacionadas con la encarnación. Estas son dos de ellas:

·       Pregunta nº 4: Por favor, resuma en pocas palabras su posición sobre la naturaleza de Cristo.

·       Respuesta: “Lucas 1:35: lo santo que nacerá”.       

·       Pregunta nº 7: ¿Está todo niño que nace en este mundo inclinado de forma natural al mal, incluso antes de tener la edad para discernir el bien y el mal?

·       Respuesta: “Sí, excepto que sea preservado de la ley de la herencia en su concepción, mediante el poder del Espíritu Santo” (S.S. Davis, Carta a I.J. Hankins, Elnora, Indiana, 15 marzo 1903).

 

V. Testimonio de otros que comprendieron el asunto doctrinal

Acompañando a la doctrina de la carne exenta de pecado hay otra que vamos a considerar. Consiste en la creencia de que en la conversión se erradican los deseos, inclinaciones y propensiones de la carne, así como las tendencias hereditarias; que cesa la lucha contra la carne y que a partir de entonces nuestras tentaciones lo serán sólo desde el exterior, nunca del interior (S.G. Huntington, ‘The Son of Man’ [El Hijo del hombre] p. 13. Folleto publicado por Mission Press, La Fayette, Indiana, alrededor del año 1900).

Tras el encuentro campestre, la hermana White, el pastor Eugene Farnsworth y otros acudieron a la iglesia de Indianápolis. La hermana White dio un testimonio decidido en contra de ese error. Declaró que los obreros que se habían visto implicados no debían permanecer juntos, sino que debían separarse, y al terminar su discurso afirmó: “Cuando haya partido de aquí, nadie debe tomar puntos de esta doctrina y llamarla verdad. No hay una sola hebra de verdad en todo el tejido” (G.A. Roberts, ‘The Holy Flesh Fanaticism’ [el fanatismo de la carne santificada], 11 junio 1923, DF 190, White Estate).

 

VI. Asamblea de la Asociación General del 2 al 23 de abril de 1901

En la asamblea de la Asociación General de 1901 se abordó el tema del “movimiento de la carne santa” y se le puso fin en el adventismo, al menos por aquel tiempo. No obstante, la teoría, la música, los métodos y experiencia de aquel movimiento volverán, y quizá han vuelto ya, tal como escribió Ellen White en una carta al matrimonio Haskell en octubre de 1900:

Las cosas que habéis explicado que ocurrían en Indiana, el Señor me ha mostrado que volverían a ocurrir justamente antes de la terminación del tiempo de prueba. Se manifestará toda clase de cosas extrañas. Habrá vocerío acompañado de tambores, música y danza. El juicio de algunos seres racionales quedará confundido de tal manera que no se podrá confiar en ellos para tomar decisiones correctas. Y a esto consideran como la actuación del Espíritu Santo …

Es mejor no mezclar nunca la música en el culto a Dios, que utilizar instrumentos musicales para realizar la obra que en enero pasado se me mostró que tendría lugar en nuestras reuniones de reavivamiento …

En enero pasado el Señor me mostró que en nuestras reuniones de reavivamiento se introducirían teorías y métodos erróneos, y que se repetiría la historia pasada. Me sentí muy angustiada (Ellen White, Carta 132, 1900, pp. 5-8, al hermano S.N. Haskell y esposa, 10 octubre 1900; Manuscript Releases vol. 21, p. 128-130; también en 2MS 41.2-42.3).

En la asamblea de la Asociación General de 1901 los dos portavoces que se manifestaron más públicamente en oposición al “movimiento de la carne santa” fueron E.J. Waggoner y Ellen White. Waggoner tomó la palabra varias veces. Abordó el tema doctrinal respecto a la naturaleza de Cristo. Ellen White, aunque refiriéndose a la enseñanza de ellos, abordó también el asunto de la experiencia falsa.

El 16 de abril por la tarde, E.J. Waggoner habló manifiestamente y de forma decidida. Empleó el texto de Hebreos 10:4-10:

Porque la sangre de los toros y de los machos cabríos no puede quitar los pecados. Por lo cual, entrando en el mundo dice: “Sacrificio y ofrenda no quisiste, mas me diste un cuerpo. Holocaustos y expiaciones por el pecado no te agradaron. Entonces dije: “He aquí, vengo, Dios, para hacer tu voluntad, como en el rollo del libro está escrito de mí”. Diciendo primero: “Sacrificio y ofrenda, holocaustos y expiaciones por el pecado no quisiste, ni te agradaron” —cosas que se ofrecen según la Ley—, y diciendo luego: “He aquí, vengo, Dios, para hacer tu voluntad”, quita lo primero para establecer esto último. En esa voluntad somos santificados mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una vez para siempre.

Ese era uno de los textos clave empleados por los defensores de la doctrina de la carne santa. Tras leer el texto, Waggoner dijo:

Después de hablar aquí la última vez que estuve, se me hicieron dos preguntas que ahora voy a leer. Esta es una de ellas: “Lo santo que nacerá de la virgen María, ¿fue nacido en carne pecaminosa, y tenía esa carne las mismas tendencias al mal con las que tenemos que contender nosotros? …

Antes de continuar con el texto permitidme mostraros cuál es la idea que encierra esa pregunta. La tenéis en la mente. ¿Fue Cristo, lo santo que nació de la virgen María, nacido en carne de pecado? ¿Oísteis alguna vez la doctrina católica de la inmaculada concepción? ¿Sabéis en qué consiste? … La doctrina de la inmaculada concepción consiste en que María, la madre de Jesús, nació exenta de pecado. ¿Por qué? Aparentemente para magnificar a Jesús, pero realmente la obra del diablo fue establecer un abismo entre Jesús —el Salvador de los hombres— y los hombres a quienes vino a salvar, de forma que no se pudiera cruzar de una parte a la otra. Eso es todo.

Cada uno de nosotros ha de decidir si está fuera de la iglesia de Roma o si no lo está. Hay muchos que todavía llevan su marca …

¿No os dais cuenta de que la idea de que la carne de Jesús no fue como la nuestra —y sabemos que la nuestra es pecaminosa— implica necesariamente la idea de la inmaculada concepción de María? Pensad: en él no hubo pecado, pero fue el misterio de Dios manifestado en carne … es la plena manifestación de la vida de Dios en su inmaculada pureza, en medio de carne pecaminosa …

Os ruego que quienes hayáis albergado una idea equivocada la desechéis de vuestra mente. Hacedlo por vosotros a fin de ser salvos del error, pero no solamente del error teórico, sino del pecado. Pensad por vosotros mismos en esto: la idea de una carne santa en la humanidad es la deificación del diablo, puesto que la impecabilidad corresponde sólo a Dios, pero el pecado es del diablo … La impecabilidad es un atributo de la Deidad. Una carne impecable, por consiguiente, significaría que el espíritu que obra en los hijos de desobediencia, en los deseos de la carne, es Dios. Pero no lo es (E.J. Waggoner, General Conference Bulletin, 16 abril 1901, pp. 403-405).

El día siguiente Ellen White presentó un testimonio concerniente a la experiencia y enseñanza de la carne santificada:

He recibido instrucción concerniente a la última experiencia de los hermanos en Indiana y a las enseñanzas que han dado a las iglesias. El enemigo ha estado obrando a través de estas prácticas y enseñanzas para descarriar a las almas.

Es errónea la enseñanza dada concerniente a lo que se llama la “carne santa”. Todos pueden obtener ahora corazones santificados, pero es incorrecto pretender que en esta vida se puede tener carne santa. El apóstol Pablo declara: “Yo sé que en mí, esto es, en mi carne, no mora el bien”. Romanos 7:18. A los que se han esforzado tanto por alcanzar la así llamada carne santa, quiero decirles: No podéis obtenerla. Ninguno de vosotros posee ahora carne santa. Ningún ser humano en la tierra tiene carne santificada. Es una imposibilidad …

Si bien no podemos pretender la perfección de la carne, podemos tener la perfección cristiana del alma. Mediante el sacrificio hecho por nosotros, los pecados pueden ser perfectamente perdonados. Nuestra dependencia no está en lo que el hombre puede hacer, está en lo que Dios puede hacer por el hombre mediante Cristo …

Podemos disfrutar del favor de Dios. No debemos estar preocupados por lo que Cristo y Dios piensan de nosotros, sino por lo que Dios piensa de Cristo, nuestro sustituto. Somos aceptos en el Amado …

Cuando los seres humanos reciban la carne santa no permanecerán en la tierra, sino que serán llevados al cielo. Si bien el pecado es perdonado en esta vida, sus resultados no son ahora suprimidos por completo. Es en su venida cuando Cristo “transformará el cuerpo de la humillación nuestra para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya”. Filipenses 3:21. Cuando Cristo regrese con sonido de fuerte trompeta y llame a los muertos de su prisión, entonces recibirán los santos carne santa (Ellen White, General Conference Bulletin, 17 abril 1901, pp. 419-420).

 

VII. El fundamento papal

Lo mismo que Waggoner, el pastor S.G. Huntington relacionó la teoría doctrinal de la carne santa con el papado:

Al adoptar la teoría de la carne sin pecado, aunque sus defensores siempre se han negado a admitirlo, lo cierto es que han sido llevados inconscientemente al error papal de la inmaculada concepción y a otras herejías de la Iglesia católica. La teoría de la carne exenta de pecado es preeminentemente papal, es el fundamento sobre el que descansa. Eliminad eso y se derrumba toda la estructura del papado como religión (S.G. Huntington, ‘The Son Man’ [el Hijo del hombre] p. 3, folleto publicado por Mission Press, La Fayette, Indiana, 1900).

La expresión “carne sin pecado” (o impecable) no está en ninguna parte de la Biblia. Por consiguiente, ¿por qué adoptar esa expresión? … El texto dice que Dios envió a su Hijo “en semejanza de carne de pecado” (Romanos 8:3), “de la simiente de David” (Romanos 1:3), de “la simiente de Abraham” (Hebreos 2:16). Por lo tanto, creamos que fue justamente así, y no tratemos de espiritualizar esas declaraciones diáfanas a fin de seguir una fantasía pervertida, quedando entrampados en un ovillo inextricable de inconsistencias al actuar de ese modo (Ibid.).

 

VIII. Las declaraciones más contundentes de Ellen White respecto a la naturaleza humana de Cristo vinieron en la época del movimiento de la carne santa

Es de especial interés observar que las declaraciones más enérgicas de Ellen White relativas al tipo de naturaleza que Cristo tomó en la encarnación, las hizo en el tiempo del movimiento de la carne santa. Escribió que Cristo tomó sobre sí “la naturaleza ofensora del hombre”, una naturaleza “degradada y contaminada por el pecado”, “la naturaleza de Adán, el transgresor”.

Una naturaleza ofensora unida a su naturaleza sin pecado

Se manifestó ese amor, pero no puede ser comprendido por el hombre mortal. Es un misterio demasiado grande como para que la mente humana lo pueda abarcar. Cristo unió realmente la naturaleza ofensora del hombre con su propia naturaleza sin pecado, debido a que mediante ese acto de condescendencia resultaría capacitado para derramar su sangre en favor de la raza caída. De esa forma ha hecho posible para nosotros que participemos de su naturaleza (17MR 26.3; Review and Herald, 17 julio 1900; original sin cursivas).

Una naturaleza degradada y contaminada

Pensad en la humillación de Cristo. Tomó sobre sí mismo naturaleza humana caída, sufriente, degradada y contaminada por el pecado. Tomó nuestros dolores, llevó nuestro pesar y nuestra vergüenza. Soportó todas las tentaciones con las que es acosado el hombre. Unió la humanidad con la divinidad. Un espíritu divino moró en un templo de carne. “El Verbo fue hecho carne y habitó entre nosotros”, porque haciendo así se pudo asociar con los pecaminosos y dolientes hijos e hijas de Adán (Ellen White, Youth Instructor, 20 diciembre 1900, citado en 4CBA 1169; original sin cursivas).

La naturaleza de Adán, el transgresor

En Cristo se unieron lo divino y lo humano, el Creador y la criatura. La naturaleza de Dios, cuya ley había sido transgredida, y la naturaleza de Adán, el transgresor, se encontraron en Jesús, el Hijo de Dios y el Hijo del hombre (Ellen White, MS 141, 1901; 7CBA 938).

Resumen y conclusión

Hemos considerado los dos aspectos principales del “movimiento de la carne santa” en el período de los años 1898 a 1901. Son el aspecto doctrinal: la naturaleza humana de Cristo, y la experiencia consecuente de la “carne santa”. Hemos considerado fuentes contemporáneas de aquel tiempo, concluyendo con las declaraciones más contundentes de Ellen White a propósito de la naturaleza humana de Cristo, que ella escribió durante los años del “movimiento de la carne santa”.

 

Nota del traductor:

En la traducción al español de Mensajes selectos vol. 2, en la página 35 aparece una nota introductoria firmada así: “Los compiladores”. Es misterioso por qué la traducción al español contiene un añadido que no figura en el original (2SM 31.2).

En la edición en español, los “compiladores” (¿traductores?) especifican cuándo creían los defensores de la carne santa que Cristo había obtenido esa carne que ellos decían ser santa:

“Esta teoría pretendía que cuando Cristo pasó por la agonía del Getsemaní obtuvo una carne santificada tal como la que poseía Adán antes de su caída”.

Es pura fantasía. No pretendían ni creían eso. Está bien documentado que los defensores de la carne santa creían que Cristo había nacido con una carne como la Adán antes de la caída. Creían que hubo una excepción en la ley de la herencia en su nacimiento o concepción. Es decir, mantenían sobre la naturaleza humana tomada por Cristo exactamente la misma postura que defiende hoy una buena parte del adventismo, especialmente en la “academia”, y que sin duda tiene sus raíces en aquel movimiento, mal que les pese.

La nota original de los compiladores no dice nada respecto al momento en que los partidarios de la carne santa creían que Cristo obtuvo esa carne santa, y tampoco cita a Adán antes de su caída. Donnell, quien había sido presbiteriano, trajo consigo al adventismo ese concepto papal, y lo mantuvo tras su confesión / arrepentimiento. Es la postura exprotestante mayoritaria, y una de las dos posturas en el adventismo hoy: la sobrevenida tras un diálogo ecuménico en los años 1950, vergonzosamente plasmada en el libro ‘Preguntas sobre doctrina’ con la intención de oficializarla en el adventismo.

En su libro ‘Mensajera del Señor’, página 199, Herbert Douglass confirma cuál era la creencia de los que proponían la carne santa:

(1) El impartimiento del Espíritu Santo era principalmente para manifestaciones físicas y milagros antes que para una preparación del carácter para el servicio; (2) el perfeccionismo (entendido como “carne santificada”) en el sentido de que la persona no es capaz de pecar porque ahora no viene ninguna tentación de su interior; (3) Jesús nació con “carne exenta de pecado”; (4) el Espíritu Santo, en el momento de la concepción de Jesús, lo aisló de la ley de la herencia; (5) las personas selladas no morirán; (6) la gente sellada está sana físicamente como también espiritualmente.

Donnell estaba equivocado en su concepción griega agustiniana del pecado original, lo que le llevó a concluir que si hemos de vencer como Cristo venció (en aquel tiempo ningún adventista dudaba de la necesidad de vencer), la única posibilidad es adquirir una carne santa tal como la que la teología agustiniana exige en Cristo. En caso contrario, según ese esquema, Jesús habría sido pecador por nacimiento. Todo el que alberga la idea de que uno es pecador por el estado en el que nace, por haber respirado en este mundo antes de tomar una decisión moral, demuestra participar de la doctrina papal agustiniana del pecado original.

Cuesta imaginar cómo pudo Donnell seguir creyendo en la victoria sobre el pecado, teniendo en cuenta su cristología derivada del concepto agustiniano extrabíblico sobre el pecado. Es fácil imaginar la frustrante contradicción en la que debió continuar.

Quienes defienden hoy en el adventismo una cristología como la de los promotores del movimiento de la carne santa, suelen solucionar esa contradicción de otra manera: negando la teología de la última generación, que equivale a negar la necesidad de victoria sobre el pecado. Eso incluye la negación del sellamiento, purificación del santuario y juicio investigador, fin del tiempo de prueba y cese de la mediación de Cristo para perdón de los pecados. En realidad, es la negación del adventismo. En 1900 esa cristología condujo al fanatismo de la carne santa; hoy, esa misma cristología lleva a la negación de la purificación del santuario. Esto último es lo que hizo posteriormente el propio Albion Ballenger (hacia 1905), y Desmond Ford medio siglo después, y por idéntico motivo: por aferrarse a la teología papal agustiniana del pecado original.

Es posible —sólo posible— que los “compiladores” de la versión en español de 2MS se sintieran incómodos con la cristología del movimiento de la carne santa, en un momento en el que la cristología adventista estaba fuertemente influenciada por el libro ‘Preguntas sobre doctrina’, y quisieran introducir una variación en la teología sobre Cristo que sostuvieron Donnell y Davis, a fin de que no fuera evidente que ellos tuvieron precisamente la misma cristología que los prelapsarios de nuestros días. También es posible que fuera simplemente un asunto de torpeza en la traducción al español. En tal caso habría de tratarse de torpeza junto a una buena dosis de imaginación.

Dios sabe por qué añadieron esa información que en realidad es desinfomación. Sería maravilloso que se corrigiera esa falsedad y se honraran las palabras de los compiladores, y sobre todo que se honrara la verdad de nuestra historia, sea que esta nos guste, o que no.

 

Traducción y nota: www.libros1888.com