Contemplar su gloria
Tema nº 12

William Brace
Vichy, 27 al 30 Sep. 2001


Querría terminar esta serie con un tema muy querido para mí por causa de los muchos años que he dedicado al evangelismo, y por mi interés creciente en lo que está sucediendo en el lugar santísimo.

Abramos nuestras Biblias en Apocalipsis 18:1:

“Después de esto vi otro ángel que descendía del cielo con gran poder, y la tierra fue alumbrada con su gloria”

Esta es una promesa que Jesús nos da mediante Juan el revelador. Llegará un tiempo en el que toda la tierra será alumbrada por su gloria. Sé que la mayoría sois adventistas veteranos, y sé que en muchas ocasiones os habréis preguntado cuándo llegarán estas cosas. Dijimos en una ocasión anterior que a nivel mundial la presencia adventista es prácticamente simbólica. Es decir: aún no estamos influyendo mucho en la sociedad. Todavía, según en qué lugares, no se nos conoce. En Estados Unidos gozamos de la llamada democracia. Cuando los americanos viajamos a Europa es cuando apreciamos la libertad religiosa que disfrutamos en América. En ella se respira una atmósfera absolutamente distinta. No dudo en ningún momento de que ha sido Dios quien lo ha dirigido así. Dios propició que en Estados Unidos existiera un ambiente apropiado para el desarrollo de la Iglesia Adventista. Aunque hace ya unos 150 años, estamos muy lejos de estar alumbrando la tierra con la gloria del conocimiento de Dios. Más de la mitad de los habitantes de Estados Unidos, o no nos conocen en absoluto, o nos conocen poquísimo. La única ocasión en la que en Estados Unidos se habló de los adventistas, fue cuando ocurrió el episodio de David Koresh en Waco (Texas). Así que, a pesar de todos nuestros hospitales, colegios, sanatorios e instituciones varias, aún somos relativamente desconocidos o confundidos con Testigos de Jehová o Mormones.

Algunos adventistas en Estados Unidos, quizá también suceda aquí, dicen que cuando comience la persecución, las catástrofes, la profetizada ruina económica, etc, entonces la gente comenzará a ir a las iglesias.

Después de la tragedia terrible del 11 de septiembre muchas de las iglesias se han vuelto a llenar, pero no así las adventistas. Por lo menos puedo hablar de las iglesias de Boston y alrededores. Ha habido un débil reavivamiento entre algunas pocas personas. Los dos sábados siguientes a la tragedia de las torres gemelas, ha asistido algún que otro miembro más. Pero de ninguna forma se puede decir que las iglesias adventistas se hayan llenado. Vemos pues que ni siquiera acontecimientos catastróficos de tal magnitud atraen a la gente a nuestras iglesias. Aún esas atroces desgracias son insuficientes para llenar nuestros templos.

Quiero haceros una pregunta: ¿Creéis que son necesarios una terrible tragedia, o un derrumbamiento económico para que la gente se interese en el Señor? Si es así, ¿de qué sirve el poder del evangelio que vosotros y yo debemos representar ante el mundo? ¿Son malas nuevas lo que ha de llevar a las personas al Señor?

Ciertamente Dios acogerá a aquellos que se vuelven a él en tiempos de penuria, bajo la presión del miedo o la desgracia. Sea cual sea nuestra motivación para ir a Jesús, la promesa es: “el que a mí viene, no lo echo fuera” (Juan 6:37). Lo cierto es que quizá la mayor parte van a Jesús por motivos egoístas, motivos que no son los adecuados. Pero me pregunto: ¿es tan débil e insuficiente el mensaje adventista, que es impotente para impresionar las mentes de las personas en tiempo de prosperidad y materialismo? He visto ese materialismo aquí en Europa, lo mismo que en Estados Unidos. Muchos hermanos dicen que es debido a ese bienestar, comodidad y materialismo, que la gente no se interesa en los asuntos espirituales. Y pregunto de nuevo: ¿es así como debiera ser?, ¿no debiera ser acaso el mensaje adventista tan poderoso que incluso superara al poder del materialismo? Dios desea que nuestro mensaje tenga mucho más poder que cualquier cosa en la tierra; que el evangelio de Cristo sea mucho más atractivo que cualquier cosa en esta vida. No debieran ser necesarios los desastres naturales o las catástrofes bélicas para que la gente acuda a Jesús.

Hoy quisiera terminar esta serie temática con la visión de ese cuarto ángel iluminando toda la tierra con la gloria del conocimiento de Jehová. Jesús dijo: “y yo, si fuere levantado de la tierra, a todos atraeré a mí mismo” (Juan 12:32).

Abramos nuestras Biblias en Lucas 9:3:

“Les dijo: ‘No toméis nada para el camino: ni bastón, ni alforja, ni pan, ni dinero; ni llevéis dos túnicas”

En general creemos que nos hallamos en la urgente necesidad de adquirir todo el equipo completo de material y accesorios, medios económicos y de todo tipo, para poder predicar el mensaje. En Estados Unidos, nosotros como iglesia gastamos fortunas en proveernos del equipo adecuado para el evangelismo mundial. Tenemos todo tipo de material informático, tenemos canales de televisión, radio, etc. Y no tengo nada en contra de todo esto, ya que yo mismo estoy actualmente trabajando en un programa de radio y televisión en Boston. Pero corremos el peligro de pensar que es imprescindible que antes de ponernos a trabajar hayamos de disponer de todos los medios y equipamientos. Pensar que es sumamente necesario tener el último grito en tecnología para poder difundir el evangelio, es una contradicción con el versículo leído de Lucas.

Hay una interesante traducción de ese versículo. Jesús envió a sus discípulos de dos en dos como testigos suyos. Y una de las traducciones modernas dice así, “Jesús les dijo: no toméis ninguna clase de equipo con vosotros, mantenéos en lo sencillo. Vosotros sois el equipo”. Recordad esto cuando intentéis ganar almas para Cristo. Es bueno tener todo el equipo, no hay nada en contra. Pero el poder para vuestro éxito está en el mensaje que vosotros mismos habéis experimentado.

Romanos 1:16 y 17:

“No me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree, del judío primeramente y también del griego, pues en el evangelio, la justicia de Dios se revela de fe y para fe, como está escrito: ‘Mas el justo por la fe vivirá’”

Nunca subestiméis aquello de lo que sois capaces bajo el poder del Espíritu Santo. Poco importa cual sea vuestra problemática o deficiencia, poco importa lo inteligentes que seáis o no seáis. Lo que verdaderamente cuenta es si vuestra vida ha sido transformada o no por el evangelio que predicáis.

Podemos diseñar diferentes métodos para alcanzar a la gente, y ciertamente debemos hacerlo así. Pero la verdad del asunto es que no es ningún método en particular el que significará el éxito definitivo en llevar el evangelio a todo el mundo. No es un método el que terminará la obra, sino un mensaje. Se trata de un mensaje que va a alumbrar toda la tierra con la gloria de Dios.

En el libro Testimonies vol. 1 hay una declaración que se aplica especialmente al estado de New England en Estados Unidos. La zona es Boston y alrededores. La cita dice: “Vi que cuando el mensaje progrese y se incremente, Dios abrirá el camino para que se cumpla mucho más de lo que actualmente puede cumplirse.” E. White vio que cuando el mensaje creciese poderosamente, grandes cosas sucederían en New England, mucho más de lo que antes había acontecido. Supongo que de haber vivido en vuestro país hubiese dicho lo mismo. Podéis aplicar la cita al lugar en donde vivís. Permaneced en vuestro país, y permitid que el mensaje de la justicia de Cristo os impregne y penetre profundamente en vuestra alma, porque si así lo hacéis, Jesús promete que fluirá de vosotros como agua de vida.

Leamos ahora en Joel 2:23 y 24:

“Vosotros también, hijos de Sión, alegraos y gozaos en Jehová, vuestro Dios; porque os ha dado la primera lluvia a su tiempo, y hará descender sobre vosotros lluvia temprana y tardía, como al principio. Las eras se llenarán de trigo y los lagares rebosarán de vino y aceite”

Como adventistas hemos escuchado y leído mucho acerca de la lluvia temprana y tardía. Cuando yo era un adolescente en la iglesia adventista –debería tener unos trece años–, recuerdo al maestro de Escuela Sabática hablar en cierta ocasión diciendo: “Queridos chicos, el evangelio ha sido llevado al 98% de los piases del mundo”. Yo me decía: “Eso significa que Jesús va a regresar antes de que termine este trimestre de Escuela Sabática”. Pero mirad: aún estamos aquí. Estoy seguro de que hemos sido tentados en alguna ocasión a preguntarnos: “¿Va a volver Jesús realmente?”

Recuerdo que muchos de los adultos, cuando yo tenía trece años, reuniéndose en la iglesia para orar, decían: “Oh Señor, envíanos la lluvia tardía. Necesitamos la lluvia tardía a fin de poder terminar la obra.” Quizá vosotros conozcáis también ese tipo de oración. Pero quizá también conozcáis una cita del Espíritu de profecía que dice que puede estar derramándose la lluvia tardía alrededor nuestro sin que nos demos cuenta, mientras que otros pueden estar recibiéndola a nuestro lado.

Quizá tenemos la idea de que la lluvia tardía será algo así como una explosión de actividad visible en la iglesia. Sin embargo a mí me parece muy interesante lo que dijo un hermano: “Después de 1888, en el tiempo en el que comenzó el derramamiento de la lluvia tardía en Minneapolis, la mayor parte de la iglesia no se apercibió desgraciadamente de que el mensaje que allí se presentó era el comienzo del fuerte pregón o lluvia tardía.” Poco tiempo después, en el seno de nuestra iglesia, comenzó a manifestarse un falso derramamiento del Espíritu Santo. Y en los últimos cien años hemos podido ver cuántas falsas manifestaciones del Espíritu Santo se han dado alrededor nuestro. El movimiento carismático es el precursor principal de esta actividad engañosa, y se está volviendo más y más prominente en la actualidad. Pero nunca olvidemos que esa es una de las falsas manifestaciones del Espíritu Santo. Como podéis ver en vuestras Biblias, cuando Dios dice que enviará “la primera lluvia con justa medida”, en hebreo eso significa que Dios enviará “un enseñador, instructor, o maestro de justicia”. El Espíritu de profecía nos dice que “Dios nos enviaría en los últimos días lluvias de gracia”. Así que, cuando esta lluvia desciende con todo el poder, mucho más poder que cualquier día de lluvia que recordéis, esa lluvia no será causante de ningún tipo de excitación, nada que ver con gritar, caerse, parlotear sin sentido ni bailar a ritmo de rock en el culto de adoración. No. No es nada de eso. Todo tiene que ver con Cristo y su justicia, en el lugar santísimo.

Tenemos la urgente necesidad de comprender en profundidad a Cristo y su justicia, y de lo que su vida y su muerte han cumplido ya por toda la raza humana. Esto nos ayuda a comprender más claramente la esencia misma de la naturaleza de Cristo.

Así que, al ver a Jesús más claramente, entramos en los últimos pasos de la experiencia en el lugar santísimo junto a él.

He descubierto algo interesante en estos últimos días. Las preguntas que parecen estar en la mente de todos los que últimamente se acercan a mí tienen que ver con el movimiento ecuménico y con la vida sin pecado.

Apocalipsis 13:11:

“Después vi otra bestia que subía de la tierra. Tenía dos cuernos semejantes a los de un cordero, pero hablaba como un dragón”

Aquellos que vivirán sin pecado antes de que Jesús vuelva -y yo creo que habrá un grupo de personas que estará en esta particular categoría: los 144.000- serán personas que habrán sido crucificadas con Cristo, y no habrán amado sus vidas hasta la muerte. Dice Jesús que son perfectos, dispuestos incluso a sacrificar su propia eternidad por amor a sus enemigos. Si ponéis toda vuestra atención en la vida sin pecado, en términos de lo que debéis o no debéis hacer, lo que debéis o no debéis comer, lo que debéis vestir o no vestir, ver o no ver... entonces os digo: tenéis una visión muy pobre de la grandeza de la perfección, porque los que estén viviendo en esos últimos días sin pecado, tendrán la mente de Cristo, ¿no os parece? Y la mente de Cristo es que él fue fiel hasta la muerte, y muerte de cruz. Cuando se llamó a Moisés al Monte Sinaí después de la apostasía de Israel, lo que allí experimentó Moisés es un anticipo de aquellos que vencerán en el tiempo del fin. Estarán completamente dispuestos, como lo estuvo Moisés, a que sus nombres fuesen borrados del libro de la vida; es decir, a perder hasta la eternidad si fuera necesario, por amor a los apóstatas y enemigos, y para que la gloria de Dios sea vindicada.

A todos aquellos que estáis dedicados a la labor de “vencer el pecado”: quiero elevar la norma ante vosotros, que es la cruz del Calvario.

Y este mensaje dado en 1888 está destinado a ser el instrumento de Dios, llevando a los seguidores de Jesús a desembarazarse de todo pecado. Es el evangelio en el contexto del lugar santísimo, que nos purifica de todo pecado e iniquidad, de forma que la tierra pueda ser iluminada con la gloria del conocimiento de Dios, cuando vosotros y yo dejamos de resistir el maravilloso mensaje de Cristo y su justicia. Cuando veamos la gloria de Dios en el carácter de Jesús revelado en el lugar santísimo –y hemos de entrar en ese lugar por la fe–, ese carácter maravilloso será reflejado en su pueblo que ha seguido al Cordero por donde quiera que va; esto es, por el lugar santísimo. Pero recordad sobre todo esta vieja expresión que como adventistas solemos emplear, que dice que “cuanto más veamos la perfección de Jesús, más odiaremos y sentiremos nuestra propia imperfección y pecaminosidad, más indignos y miserables nos veremos, más y más nos daremos cuenta de que somos absoluta y completamente dependientes de Jesús y su justicia para nuestra salvación”.

Abrimos nuestras Biblias en Romanos 3, para contemplar otro aspecto de esta experiencia en el lugar santísimo del santuario celestial. Porque recordad: la expresión “lugar santísimo”, más que darnos a entender la situación de un lugar, nos habla de una experiencia. Una experiencia mucho más íntima de lo que ninguna otra generación precedente haya podido tener. Recordad que el lugar santísimo tiene que ver con Dios mismo. Se nos dice que el mensaje preciosísimo de la justicia de Cristo, el mensaje de 1888, “abate en el polvo la gloria humana”.

Podemos tomar ejemplo de Isaías, que cuando vio la gloria de Dios, dijo, “¡Ay de mí! que soy muerto; porque siendo hombre de labios inmundos, y habitando en medio de pueblo que tiene labios inmundos, han visto mis ojos al Rey, el Señor Todopoderoso.” (Isa. 6:5)

Leamos en Romanos 3:4:

“¡De ninguna manera! Antes bien, sea Dios veraz y todo hombre mentiroso; como está escrito: ‘Para que seas justificado en tus palabras, y venzas cuando seas juzgado’”

Durante muchos años, al estudiar especialmente los salmos, había allí algo que me confundía. No podía entender cómo el salmista podía estar tan deseoso de que llegase el día del juicio. En prácticamente todos los salmos se percibe el deseo del salmista de que el juicio de Dios llegue pronto. Durante muchos años la idea de que mi nombre apareciera en los tribunales del gran juicio me atemorizaba, y aún más si me ponía a pensar que quizá no estaba preparado. ¿Os ha pasado alguna vez? Estoy seguro de que sí, ya que se nos ha enseñado que el juicio tiene que ver con nosotros, y que está centrado en nosotros. Pero lo que hemos leído en la cita de Romanos nos dice otra cosa; se nos dice allí que el juicio esta centrado y tiene que ver con Dios, la vindicación y defensa de Dios. Recordad que dijimos que tenemos la necesidad de conocer la forma en la que Dios trata con el problema del pecado, cómo él, que es un Dios de amor, está dispuesto a rebajarse y a condescender. Esta ha de ser una comprensión única y singular en nuestros conceptos adventistas. Es una parte de la revelación de Dios en el lugar santísimo. Y si habláis con alguien que no sea adventista de este atributo de humillación hasta lo sumo de Dios, pueden llegar a pensar que estáis locos. Pero hemos de entender que ellos vienen de las iglesias de Babilonia, y no entienden de esa humillación, no han entrado por la fe -desde 1844- en el lugar santísimo, y para ellos se trata de cosas extrañas y sin sentido. Pero el versículo leído de Romanos nos lo explica, y no debemos estar preocupados. Dios llega a humillarse hasta tal punto, que viene voluntariamente a ser el Acusado. El Dios infinito, el Dios Todopoderoso del universo, se ha rebajado, ha descendido, hasta ser el que se sienta en el banquillo de los acusados en el juicio.

Su mismo carácter es puesto a prueba, es expuesto ante todo el universo en el juicio. Esto es algo impresionante. Como muchos sabéis, tal como dice Apocalipsis 14:7: “la hora de SU juicio ha llegado”, el griego nos da a entender que es Dios mismo el objeto del juicio, es él a quien se juzga. Entendemos, pues, que no solamente Dios es el que juzga, sino que también es el juzgado. Es juez, pero también acusado. Y todo el universo juzga a Dios, y a nosotros que somos sus testigos.

Os animo hoy a que no penséis que sois vosotros los únicos a los que se va a examinar en este tiempo de juicio. El carácter de Dios es también expuesto ante todos, y nuestra función es la de ser testigos en favor de Dios ante todo el universo. Cuando vosotros y yo somos transformados por el evangelio de Cristo, el tener una compresión así del juicio nos libera de toda preocupación egocéntrica por lo que nos pueda pasar en el juicio, nos eleva a una esfera increíble acerca de lo que va a pasar con la reputación, el honor y la gloria de Dios ante todo el universo. Esto me provee de una motivación absolutamente distinta en relación al mensaje de la hora del juicio. Como nuestros pioneros comprendieron y enseñaron, Dios está esperando que mediante su pueblo remanente se produzca una vindicación final de su carácter. Os invito a que jamás olvidéis esto.

Lamento profundamente que muchos adventistas, en lo que a su experiencia se refiere, estén saliendo del lugar santísimo, para volver y retroceder hacia el lugar santo. El Espíritu de profecía nos dice que aquellos que permanecen aún en el lugar santo después de 1844, incluido a aquellos que regresan del santísimo al santo, que se retiran de la experiencia del lugar santísimo la cual gozaron anteriormente y reniegan ahora, estos dos grupos elevan sus oraciones al lugar santo, y reciben luz, mucho poder, pero no obtienen el gozo que produce el amor. El amor que dejan de obtener es precisamente el ágape. ¿Sabéis quién responde las oraciones que se elevan al lugar santo, una ver que Cristo lo ha abandonado para pasar al segundo departamento? El mismísimo Satanás (PE 55 y 56, 255 y 256).

Amigos, os exhorto por la verdad y la justicia de Cristo, por las maravillosas doctrinas que Dios ha confiado a nuestra iglesia adventista, a que permanezcáis en el lugar santísimo en vuestra experiencia. No por lo que pueda pasaros a vosotros si no lo hacéis, sino por el honor de Jesús vuestro Salvador y de vuestro Padre Celestial.

¿Por qué queremos que Jesús vuelva? Muchos diríamos: “porque estamos muy cansados”, “porque estamos hartos de este mundo”. Hace una semana una hermana en mi iglesia vino a mí después del servicio de culto y me dijo muy triste: “Pastor, sencillamente no puedo resistir lo que está sucediendo, todas estas tragedias en Estados Unidos me aplastan, me debilitan la fe, estoy deprimida”. Las encuestas nos indican que desde el 11 de septiembre, siete de cada diez americanos están sufriendo una depresión profunda. Esta mujer vino a mí en esa condición, afligida completamente por la depresión. Añadió: “Cuando era jovencita y vivía en Italia, sufrí y pasé por la segunda guerra mundial. La ciudad en la que vivía fue completamente bombardeada por los aliados americanos varias veces. Mi vida ha sido horrible desde entonces. Y todo lo que está pasando ahora me recuerda las tragedias que viví en el pasado. No duermo de noche. Verdaderamente hoy puedo decir que estoy ansiosa de que Jesús regrese por segunda vez.”

Ciertamente esta es una motivación para que vuelva Jesús. Es verdad que ninguno queremos que se prolongue por más tiempo el sufrimiento y la muerte en la humanidad. Quisiéramos ver el final de tanto dolor. Pero es mucho más importante aún el pensar que es Cristo mismo el primer interesado en que todo esto termine. Todo aquel que experimente lo que nos proporciona Jesús desde el lugar santísimo, no entregará su vida a él motivado por las cosas buenas que finalmente obtendrá a cambio; es decir, no vivirá sostenido por la expectativa de la recompensa personal.

Algunas veces, cuando compartimos la Palabra de Dios con la gente, sin darnos cuenta les proporcionamos toda clase de motivaciones egocéntricas para seguir al Señor. No sé si sucede en vuestro país, pero en América los evangélicos tratan de predicar a viva voz por las calles, plazas, y zonas muy concurridas. Si pasas cerca de ellos, se te acercan y te preguntan: “¿Eres cristiano?”, y luego añaden: “si no lo eres, te perderás e irás al infierno”. Terminan diciendo: “si no quieres ir al infierno, tendrás que aceptar a Jesús”. Yo os pregunto: ¿es mentira lo que dicen? ¿Acaso no es cierto que si no aceptamos a Cristo nos vamos a perder? -Pues sí, tienen razón en eso. ¿Pero es esa la motivación adecuada para seguir a Jesús? ¿No os parece egocéntrica? ¿Dónde quedan los encantos incomparables de Jesús? Para poder ser trasladados debemos recibir la fe que va más allá de obtener nada a cambio, más allá de toda motivación egocéntrica. Erróneamente también puede predicarse la otra cara de la moneda. Es decir: “Si quieres estar en las mansiones celestiales, caminar por la nueva Jerusalén, no ponerte nunca enfermo, etc, etc... Tienes igualmente que aceptar a Jesús.” Debo decir que eso también es cierto. Pero sigue siendo una motivación egoísta, pobre e insuficiente, indigna de lo que el Padre y el Hijo han dado para redimirnos.

¿Sabéis?, si vosotros y yo no estamos en el cielo, a Cristo se la va a quebrantar el corazón, eso será para él increíblemente doloroso. El nos lleva grabados en sus manos. “Porque la porción de Jehová es su pueblo; Jacob, la heredad que le tocó” (Deut. 32:9)

Queridos hermanos, es Jesús el que ha de recibir la recompensa. La Escritura dice que es a Cristo al que se le dará el reino: “Y le fue dado dominio, gloria y reino, para que todos los pueblos, naciones y lenguas lo sirvieran; su dominio es dominio eterno, que nunca pasará; y su reino es uno que nunca será destruido” (Dan. 7:14). Pero pregunto: ¿qué es un reino sin personas, sin gente?

Amigos queridos, la recompensa de Jesús somos nosotros, su pueblo. Tú y yo. Así que, mi principal motivación para apresurar la venida del reino de Cristo a esta tierra, no es para que lo reciba yo, no es para que yo sea recompensado con su reino, sino para que él reciba lo que es suyo, su recompensa. Estoy esperando el regreso de Cristo a esta tierra hace muchos años, pero estoy seguro de que no he esperado más de lo que él ha esperado para regresar, y aún esta esperando todavía. Cristo nos espera hace ya más de dos mil años. Verdaderamente hay una demora terrible por parte de la esposa. Cristo, el Esposo amante, anhela verla preparada.

Zacarías12:10-13:1:

“Pero sobre la casa de David y los habitantes de Jerusalén derramaré un espíritu de gracia y de oración. Mirarán hacia mí, a quien traspasaron, y llorarán como se llora por el hijo unigénito, y se afligirán por él como quien se aflige por primogénito. En aquel día habrá gran llanto en Jerusalén, como el llanto de Hadad-rimón en el valle de Meguido. Esta tierra se lamentará, familia por familia; la familia de la casa de David por su lado, y sus mujeres aparte; la familia de la casa de Natán por su lado, y sus mujeres aparte; la familia de la casa de Leví por su lado, y sus mujeres aparte; la familia de Simei por su lado, y sus mujeres aparte; y así todas las otras familias, cada una por su lado, y sus mujeres aparte. En aquel tiempo habrá un manantial abierto para la casa de David y para los habitantes de Jerusalén, para la purificación del pecado y de la inmundicia”

Cuando vosotros y yo permitamos que ese manantial abierto de la gracia –del que hemos leído en el último versículo– nos revele a Jesús en la más completa y amplia visión de su muerte en el Calvario, vendrá sobre el pueblo de Dios un deseo, un espíritu de arrepentimiento tal como nunca se ha manifestado en la historia. Lloraremos por lo que nuestros pecados han hecho a Jesús, de la misma forma en que los padres lloran por la muerte de su hijo único (ver también Eze. 36:31-33).

Se nos dice en esos versículos que ese espíritu vendrá en primer lugar sobre la casa de David. ¿Sabéis cuál es la casa de David? Los dirigentes y líderes del pueblo de Dios. Jerusalem representa a toda su iglesia. Es el deseo de Dios que esta maravillosa experiencia de arrepentimiento, que ha de impregnar toda la iglesia, comience por la casa de David. Os diré algo también: el arrepentimiento no es ningún concepto negativo; al contrario, es lo más positivo que uno puede imaginar, ya que es el reflejo de un corazón quebrantado y un espíritu contrito. Y todo esto es lo que el Esposo quiere ver en su esposa. Cuando Jesús vuelva, lo hará porque su esposa ha comprendido finalmente que todo en absoluto lo debe a su maravilloso Esposo.

Me despido de vosotros, de esta serie de reuniones, con un último texto: “Jehová está en medio de ti; ¡él es poderoso y te salvará! Se gozará por ti con alegría, callará de amor, se regocijará por ti con cánticos” (Sof. 3:17)

Como pastor, he participado y dirigido muchas bodas, he casado a muchas parejas. Algunas han sido ciertamente inolvidables. Una de esas bodas fue tan memorable, tan emocionante, que la novia se desmayó justo delante del altar. Justamente antes de pronunciar los votos matrimoniales, se desplomó con todo su precioso vestido. Quedó inconsciente. Una boda interesante y accidentada. En contraste, la última boda que dirigí es otra de las que tampoco olvidaré fácilmente. Casaba a una de mis sobrinas. En la recepción había una alfombra muy grande y larga con cientos de personas. Observé allí entre la multitud una barca repleta de regalos. Los invitados habían traído allí mismo los regalos para los novios. Pregunté: ¿que hace aquí la barca? ¿Sabéis qué respuesta me dieron?

En los días de noviazgo, el novio invitó a mi sobrina a ir a un lago con la barca. Se llevaron comida y unas velas. Pasaron el día juntos navegando. Y allí, flotando en el lago en la barca, cuando se puso el sol al atardecer, y después de cenar a la luz de las velas, él le declaró su amor y le pidió matrimonio.

Sinceramente, no conozco a muchas mujeres a las que no les gusten las bodas. En cuanto a la mayoría de los hombres, simplemente las soportan... Pero lo creáis o no, a mí me gustan. Y como os decía, lo que sucedió en esta boda fue algo impresionante. Era un día muy caluroso. Habría unos trescientos invitados. La ceremonia fue larguísima. Yo temía que alguien se desmayara como había pasado aquella otra vez. Había caballeros y damas de honor, los niños estaban muy bien colocados en fila en las escaleras del altar, la niñita que lleva las flores, los padres, etc... Era una ceremonia muy manida. A las mujeres del ‘movimiento feminista para la liberación de la mujer’ estoy seguro que todo este espectáculo no les gusta nada, pero a mí me gusta. ¿Sabéis por qué? Porque es bíblico.

Volviendo a la historia de los novios os diré que mi sobrina, la novia, había planeado la ceremonia durante todo un año. Cada vez que la iba a visitar, me enseñaba un libro de anotaciones y apuntes referentes a los preparativos de la boda. Me enseñaba también revistas de vestidos, etc. En Estados Unidos eso es costumbre. Cada detalle de la ceremonia tiene su importancia. Y en esta boda estaba previsto hasta el más mínimo detalle. El novio, antes de ir a la iglesia para la ceremonia, debía ir a buscar a la novia. Van juntos a la iglesia, y el novio lleva de la mano a la novia al altar. Es una tradición muy típica en Estados Unidos que cuando el novio llega con la novia al púlpito ante el pastor, se dan la mano uno frente al otro. Pero mi sobrina y su novio no lo hicieron así. Avanzaron juntos, pero justo antes de llegar al altar se separaron frente a mí, y así se mantuvieron, uno a cada lado, a un metro de distancia el uno del otro. Se miraban. La música comenzó a sonar. Observé cómo se miraban, y vi cómo lloraban de felicidad. No había visto antes llorar a un esposo en una boda. Se miraban con lágrimas en los ojos, y a mí se me hizo un nudo en la garganta.

Comprendían ahora que todos aquellos meses en los que habían trabajado planeando la boda, todos los detalles de los que habían tenido tanto cuidado, todo el tiempo dedicado, todo eso, quedaban ya atrás, y por fin había llegado el gran momento.

Se sentían tan felices que lloraban de alegría. No eran lágrimas de tristeza, sino de gozo.

Y como hemos leído en Sofonías, llegará el momento en el que el Novio, Jesús, se gozará al ver a su esposa; llorará, cantará de gozo, porque ese día por fin llegó. El día que él planeó desde “antes de los tiempos de los siglos”, el día que le ha costado tanto empeño y sacrificio de preparar llegará al fin. Y creo que Jesús va a sentirse en ese día tan feliz, que llorará de gozo. Es mi oración que en vuestros ojos hayan también lágrimas de gozo al mirar el rostro más maravilloso que uno pueda imaginar, el de Jesús nuestro Salvador. Deseo que este día llegue pronto, no por nuestra causa, sino por la suya. Amén.

 

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