Contemplar su gloria
Tema nº 1
Hola amigos. Hoy hablaremos de un mensaje maravilloso que llega al corazón. Creo que no se ha entendido adecuadamente, y por eso suele ser mal recibido. Quizá, de todos los temas que se estudian en el ‘Comité para el estudio de 1888’, en su amplio temario, es el peor comprendido por parte de los hermanos que no simpatizan con este mensaje. Probablemente esto suceda debido a que los que amamos el mensaje de 1888 aún no lo hemos experimentado ni proclamado en la forma en la que debiéramos. La gente no quiere oír otro sermón: quiere verlo. Lo que tiene poder es aquello que los demás pueden ver en nosotros, y no lo que podamos decir. Recordad: una cosa es predicarlo, y otra es vivirlo. Y os aseguro que predicarlo no es la parte difícil.
Marcos 1:14 y 15:
“Mas después que Juan fue encarcelado, Jesús vino a Galilea predicando el evangelio del reino de Dios, y diciendo: El tiempo es cumplido, y el reino de Dios está cerca: arrepentíos, y creed al evangelio”.
Dios nos dice: “venid y razonemos”. Es cierto que Dios apela a nuestro corazón, pero no deja por eso de apelar a nuestra inteligencia. Para llegar a nuestro corazón, Dios utiliza nuestra mente.
Personalmente creo que el evangelio ha de ser algo lógico, razonable. Algunos prefieren pensar de esta forma: “No se puede explicar, simplemente créelo”. Pero creo que Dios no espera eso de nosotros, sino más bien una fe inteligente, razonable. Así que trataré de apelar a la lógica al presentar este tema.
Cierta vez estaba implicado en unas reuniones evangelísticas. En uno de los temas hice una referencia a la lógica, y alguien me interrumpió y me dijo: “Por favor, no recurra a la lógica cuando predique”. Eso era en realidad una invitación a que fuera ilógico en mis presentaciones. ¿Os parece un buen consejo?
Los que creemos en Jesús sabemos que Cristo no nos va a pedir nunca algo que él mismo no haya experimentado antes. ¿Nos va a pedir que hagamos algo que él mismo nunca haya hecho? -No, ciertamente.
Si él os pide que abandonéis el pecado, es solamente porque él mismo rechazó todo pecado. Y si os pide que creáis es porque él creyó también; además, con una fe inquebrantable. Y si nos dice que tengamos fe, es porque él tuvo fe. Él vivió por la fe, y nos pide que nosotros también vivamos por la fe.
Así pues, cuando leemos en Marcos 1:15: “arrepentíos, y creed en el evangelio”, hemos de comprender que Cristo experimentó ambas cosas: el arrepentimiento y la fe. Todo esto es muy difícil de aceptar para algunos. Pero veamos qué dice la palabra de Dios, ya que nuestra lógica ha de estar basada en la Biblia.
Hechos 19:4:
“Y dijo Pablo: Juan bautizó con bautismo de arrepentimiento, diciendo al pueblo que creyesen en el que había de venir después de él, es a saber, en Jesús el Cristo”.
Mateo 3:1 y 2, 13-17:
“En aquellos días vino Juan el Bautista predicando en el desierto de Judea, y diciendo: Arrepentíos, que el reino de los cielos se ha acercado... Entonces Jesús vino de Galilea a Juan al Jordán, para ser bautizado de él. Mas Juan lo resistía mucho, diciendo: Yo he menester ser bautizado de ti, ¿y tú vienes a mí? Empero respondiendo Jesús le dijo: Deja ahora; porque así nos conviene cumplir toda justicia. Entonces le dejó. Y Jesús, después que fue bautizado, subió luego del agua; y he aquí los cielos le fueron abiertos, y vio al Espíritu de Dios que descendía como paloma, y venía sobre él. Y he aquí una voz de los cielos que decía: Este es mi Hijo amado, en el cual tengo contentamiento”.
La pregunta es: ¿Por qué tuvo Jesús que ser bautizado?
A menudo, ya sea en el evangelismo o en estudios bíblicos, solemos decir que Jesús es nuestro ejemplo, y se bautizó precisamente para darnos ese ejemplo. Muchas veces en nuestras campañas evangelísticas damos énfasis al método bautismal adecuado (por inmersión). Y repetimos una y otra vez que el método por aspersión no es un bautismo auténtico, que no es bíblico. También decimos que bautizar a un bebé no es correcto. Ciertamente el bautismo correcto es por inmersión, y a una edad de discernimiento espiritual. Pero vayamos más allá que simplemente decir que era un ejemplo, y negarnos a ver nada más profundo. Lo que él hizo es más que un simple ejemplo en las formas.
Ahora nos adentramos al centro mismo del tema de hoy. Jesús dijo a Juan: “Permite que así sea, porque conviene que así cumplamos toda justicia”. Todos sabemos que Jesús no era un pecador, está claro que él no necesitaba lavar sus pecados mediante el bautismo. Sin embargo fue bautizado verdaderamente. Su bautismo no fue una forma desprovista de contenido, sino que cumplía “toda justicia” –lo contrario de un engaño. Pero sabemos que uno no va al bautismo sin haberse arrepentido antes. Lógicamente os preguntaréis: ‘¿Cómo pudo Jesús arrepentirse siendo que nunca pecó?’ Bien, sabemos que Cristo nunca pecó, así que, por lógica, parecería no tener razón para ser bautizado; pero deberíamos comprender a partir de su bautismo de arrepentimiento, que Jesús atravesó cada uno de los pasos que tiene que dar una persona que ha de ser bautizada. Él recorrió cada una de las etapas.
¿Cuántos de vosotros habéis sido bautizados por inmersión? ¿Confesasteis vuestros pecados antes de bautizaros? ¿Le dijisteis a Jesús que estabais arrepentidos por vuestra anterior vida? ¿Le dijisteis que de ninguna forma queríais continuar con aquel tipo de vida?
Recordad que cuando estudiamos el tema de la naturaleza de Cristo, la Biblia hace énfasis en la identidad de la naturaleza humana de Cristo con la nuestra. No es solamente que Cristo murió por nosotros, sino que murió en tanto en cuanto nosotros, como debe morir toda la raza humana (Rom. 6:10). Él fue el representante de toda la humanidad caída. Empezamos ahora a considerar el concepto corporativo.
Sabéis que la Biblia ha sido escrita por personas con mentalidad oriental. No sé aquí, pero en Estados Unidos la mayor parte de la gente con la que hablo tiene una mentalidad diferente, occidental. No me estoy refiriendo a las películas de indios y vaqueros con esto de mente oriental y occidental. Hay una forma de pensar propia de la mentalidad hebrea oriental.
Cristo se dio a sí mismo, se tuvo como representante de la raza humana. Y la Biblia nos dice virtualmente que se arrepintió, puesto que nos dice que pasó por el bautismo -de arrepentimiento- de Juan el Bautista. Esto está implícito en las mismas palabras que describen ese bautismo de arrepentimiento que ministraba Juan.
Os quiero dar unas referencias de E. White. Hay algunos que parecen no estar dispuestos a creer en lo que está escrito en la Biblia, a menos que la hermana White lo confirme. Espero que no sea vuestro caso, pero os leeré estas citas: “Después que Cristo hubo dado los pasos necesarios de arrepentimiento, conversión y fe en beneficio de la raza humana, vino a Juan para ser bautizado de él en el Jordán” (General Conference Bulletin, 1901, p. 36).
“Cristo vino, no confesando sus propios pecados, sino que le fue imputada la culpabilidad como sustituto del hombre. Vino, no a arrepentirse en lo concerniente a él, sino en beneficio del pecador... como su sustituto, toma sobre sí sus pecados [los del hombre pecador], contándose con los transgresores, dando los pasos que se requieren del pecador; y haciendo la obra que debe hacer el pecador.” (Review & Herald, 21 enero 1873). También en la Carta nº 69 de 1900 donde E. White dice que: “Cristo dio los pasos que un pecador debe dar antes de bautizarse, se arrepintió y confesó, no sus propios pecados, puesto que no tenía ninguno, sino por los pecados del mundo. De tal forma se identificó con el mundo que se arrepintió en favor de la raza humana”. Este es un concepto maravilloso. Encierra un gran poder evangelístico.
Pero, ¿cómo pudo Jesús sentir y pensar de esa forma? Recordemos que Jesús era hebreo, y tenía una mente oriental que venía directamente de Dios. La idea de la personalidad corporativa discurre por toda la Biblia y la impregna. Por ejemplo, el apóstol Pablo comprendió el principio del Antiguo Testamento del concepto corporativo, como demuestra el capítulo 12 de 1ª de Corintios, en relación a la iglesia como cuerpo. Él dijo que la iglesia es un solo cuerpo, una unidad corporativa.
Los hebreos del Antiguo Testamento comprendieron este concepto porque comprendían la Deidad. Jesús oró a su Padre celestial al efecto de que sus seguidores fueran uno como su Padre celestial y él eran uno.
¿Cuántos de vosotros habéis oído hablar de un profesor que se llama Richard Davidson? Es el catedrático de Antiguo Testamento de la Universidad Andrews. Formó parte del ‘Comité para la primacía del Evangelio’. En el diálogo que tuvo lugar durante años entre el ‘Comité para el estudio del mensaje de 1888’ y la Asociación General, él, como teólogo del Antiguo Testamento decidió estudiar este tema e investigar ese concepto. Más tarde escribió un maravilloso trabajo de unas 50 páginas que presentó al ‘Comité para la primacía del Evangelio’ sobre ese concepto de la personalidad corporativa o unidad corporativa. El pastor Wieland tiene una copia, por si quisierais leer este documento. Os lo recomiendo.
Los judíos comprendieron hasta cierto punto el evangelio porque está muy relacionado con el aspecto corporativo. Primeramente, los judíos no se veían a sí mismos como individuos aislados, sino como formando parte de un todo. Quizá para nosotros es difícil comprenderlo, pero para ellos el tiempo, el antes y el después en ese todo, no significaba una gran diferencia a lo largo de la historia. Recordemos aquella cita del Deseado de todas la gentes que dice: “todos somos culpables de la muerte y crucifixión del Hijo de Dios” (p. 694). Aunque no estuviéramos personalmente allí, sabemos que toda la raza humana es culpable de la crucifixión. Trataré de daros un ejemplo...
Tengo un amigo con el que estuve asociado durante algún tiempo, que es judío de nacimiento, y me explicó que este concepto es para él fácil de comprender. Según él, no ofrecía ninguna dificultad dado que al nacer él en un hogar judío, desde la infancia sus padres le enseñaron que aquello que experimentó Moisés y el pueblo de Israel al pasar el Mar Rojo, en realidad lo experimentó todo judío en todo tiempo, incluidos él y su familia. Es decir, él y los suyos estuvieron allí, por así decirlo. También se le enseñaba constantemente que en el Sinaí, cuando Dios dio la Ley al pueblo judío, él y su familia estuvieron allí. El judío comprende sin problemas el concepto de unidad corporativa del género humano.
Hay partes del Antiguo Testamento en las que se nos dan muy claras evidencias de esto. Los profetas del Antiguo Testamento nos dan un claro testimonio. Por ejemplo, en el libro de Daniel capítulo 9, es interesante ver cómo Daniel, después de elevar esa gran oración de arrepentimiento, justamente después, se le dio la información, la explicación, de los 2300 días de Daniel 8:14.
Leamos unos versículos de este interesante capítulo 9 (3-5, 8) de Daniel:
“Y volví mi rostro al Señor Dios, buscándole en oración y ruego, en ayuno, y cilicio, y ceniza. Y oré a Jehová mi Dios, y confesé, y dije: Ahora Señor, Dios grande, digno de ser temido, que guardas el pacto y la misericordia con los que te aman y guardan tus mandamientos; Hemos pecado, hemos hecho iniquidad, hemos obrado impíamente, y hemos sido rebeldes, y nos hemos apartado de tus mandamientos y de tus juicios... Oh Jehová, nuestra es la confusión de rostro, de nuestros reyes, de nuestros príncipes, y de nuestros padres; porque contra ti pecamos”.
Como podéis ver en esta oración de arrepentimiento, Daniel no solamente confiesa los pecados de los que le eran contemporáneos, sino que también confiesa los de sus antecesores, padres, abuelos, etc. Observad que emplea continuamente el término nosotros. No dice ellos, sino nosotros.
Hizo verdaderamente la función de profeta, identificándose él mismo con los pecados del pueblo, pecados en los que él no había participado personalmente. Él concebía a Israel como a un todo, como a una unidad desde las edades antiguas, sin tener en cuenta el tiempo. Y nosotros sabemos que los pecados de las generaciones pasadas no fueron diferentes de los de la generación actual.
Si vamos al libro de Hebreos veremos que el autor del libro, en el capítulo 7, habla de Abraham, y emplea el mismo pensamiento al referirse a cómo Abraham pagó el diezmo a Melquisedec, (vers. 9 y 10):
“Y, por decirlo así, en Abraham fue diezmado también Leví, que recibe los diezmos; porque aún estaba en los lomos de su padre cuando Melchisedec le salió al encuentro”.
Encontramos aquí nuevamente la idea del concepto corporativo. Leví pagó el diezmo en Abraham. Es decir, Leví, a pesar de no haber nacido todavía, dió los diezmos cuando Abraham los estaba dando. Los dio en Abraham, puesto que Leví aún no había nacido. O sea, lo que hizo Abraham lo estaba haciendo Leví en su seno, ya que Leví no había nacido todavía. Este concepto corporativo viene desde el mismo momento de la creación. Leamos en Génesis.2:7:
“...Dios formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz aliento de vida, y fue el hombre un alma viviente”.
Este ser creado fue Adán, y el nombre de Adán no es simplemente un nombre propio, singular, de una sola persona, sino que significa “humanidad”: todos los hombres. La Biblia quiere darnos a entender que todos nosotros estábamos en “Adán”. Él era nuestro representante. Era la cabeza de la humanidad. Así pues, “por decirlo así”, todos estábamos en él corporativamente.
Vayamos ahora al Nuevo Testamento.
Juan 5:28 y 29:
“No os maravilléis de esto; porque vendrá hora, cuando todos los que están en los sepulcros oirán su voz; y los que hicieron bien, saldrán a resurrección de vida; mas los que hicieron mal, a resurrección de condenación”.
Jesús está aquí refiriéndose a las dos resurrecciones; una antes del milenio, y otra después de él. Vayamos ahora a 1ª de Corintios 15:22:
“Porque así como en Adán todos mueren, así también en Cristo todos serán vivificados”.
Hermanos, esto es absolutamente cierto. Todos resucitarán, ya sea antes del milenio (los salvos), o después (los perdidos). La cuestión es que todos, de igual forma en que estábamos en Adán y debiéramos morir; ahora, al estar en Cristo -“el postrer Adán”-, seremos resucitados. Todos sin excepción. Esta es la razón por la que Pablo escribe en 2ª de Corintios 5:14: “...si uno [Cristo] murió por todos [la raza humana], luego todos han muerto.” Debido a que toda la raza humana estaba en Cristo, toda la raza humana murió la segunda muerte en él.
Este es un tema sobrecogedor que impregna toda la Biblia. Hay muchos otros textos en la Escritura que nos muestran este aspecto. El problema es que nos falta tiempo para estudiarlos.
Que todos estemos en Cristo, eso son buenas nuevas, porque ya todos nosotros morimos cuando él murió nuestra segunda muerte. Pero recordad que el concepto de la identidad corporativa es eso mismo, una identidad o identificación, y nosotros tenemos la oportunidad de identificarnos con Cristo como lo hizo Pablo al decir: “Con Cristo estoy juntamente crucificado...” (Gál. 2:20). ¿En qué sentido fue eso cierto? Pablo aceptó la muerte de cruz de Cristo, como representante y cabeza de toda la raza humana, de la cual él era miembro. Cristo murió por todos, “luego todos han muerto”, y en ese “todos”, Pablo se incluyó.
¿Qué significa realmente este concepto de arrepentimiento corporativo? Jesús se identificó de tal manera con la raza humana, que fue “Dios con nosotros”. Hasta tal punto lo hizo, que vio el pecado de la raza humana como el suyo propio (puesto que se había hecho el representante de la raza caída). El pecado de toda la raza humana es un pecado al que personalmente jamás cedió, por la gracia de Dios Padre, que lo sostuvo en todo momento.
En Estados Unidos tengo un buen amigo que ha pasado prácticamente la mitad de su vida en la cárcel. Estuvo encerrado en prisión, no por un crimen sino por varios. Estuvo encarcelado unos veinticinco años. No sé si también sucede aquí, pero en Estados Unidos, este amigo mío me explicaba que en la cárcel hay diferentes niveles de presidiarios. Por ejemplo: en prisión puedes ser una persona muy popular –eres de nivel alto– si tu crimen fue matar a un policía. Se te considera como a un héroe, allí eres alguien. Los presidiarios tienen sus jerarquías, y matar policías es la más alta. Después están los ladrones de bancos, éstos también están en un muy buen lugar. Los asesinos tienen también una buena reputación entre los presos. Pero también están los de rango o nivel inferior. Los más despreciables, los peor tratados, son los violadores. Pero aún hay otros que están en un nivel inferior, estos aún son más bajos que los violadores y se los trata peor aún, son la última basura en la cárcel: son los que abusan física o sexualmente de los niños. Y es curioso, porque los que asesinaron policías, los ladrones de bancos, y los asesinos simplemente, miran por encima del hombro y desprecian a los violadores, como considerándose mejores que ellos de alguna forma. No es infrecuente que los violadores y pederastas sean asesinados en la cárcel.
Algunas veces, cuando contemplamos un crimen repulsivo, decimos: ‘¡Cómo pudo hacerse algo tan horrible! ¡Yo nunca habría hecho algo así!’ Pero gracias a Dios que esa no fue la actitud de Jesús hacia nosotros. Ved un ejemplo en Juan 8:11, cuando Jesús le dice a una mujer adúltera: “...ni yo te condeno”. Él no la condenó, sino que tuvo para con ella palabras de simpatía y comprensión. Él sabía que en la propia fuerza de su carne, abandonado de la gracia de Dios, se hallaría cometiendo pecados como ese si las circunstancias fueran favorables. Esta es la razón por la cual las personas podían encontrar en Jesús a alguien que no les juzgaba ni condenaba, sino que estaba lleno de compasión y simpatía hacia las personas, en su condición de debilidad.
Este tipo de actitud hacia el pecador, este tipo de amor, era como un imán, ejercía un tremendo magnetismo, un poder de atracción que le hacía el mejor evangelista que ha conocido el universo.
Ellen G. White nos dice: “...cuando encontramos a alguien alejado de Cristo, debemos arrepentirnos en favor de aquella persona hasta que podamos llevarla a un arrepentimiento personal. Y una actitud tal erradica la justicia propia de nosotros.” Y en mi forma de comprenderlo, creo que fracasar al ministrar de esta manera, es una constante barrera para el evangelismo.
La Biblia nos habla también de la responsabilidad compartida, o corporativa. ¿Recordáis la historia de Acán -en Josué 7-, el que robó un manto babilónico? Su acto contaminó a todo Israel. El pecado de un hombre afectó a todo el pueblo; Dios atribuyó a todo Israel el pecado de Acán. A muchos quizá les parezca injusto, pero también es cierto lo contrario. Es decir, por la justicia de un solo Hombre, toda la raza humana fue reconciliada con Dios, (2 Cor. 5:19, 21; Rom. 5:8-11, 18 y 19), y en ese acto no tuvimos mérito ni presencia personal alguna; y sin embargo, hemos recibido la maravillosa bendición de la “justificación de vida”.
Apocalipsis 3:14-19:
“Y escribe al ángel de la iglesia en Laodicea: He aquí dice el Amén, el testigo fiel y verdadero, el principio de la creación de Dios: Yo conozco tus obras, que ni eres frío ni caliente. ¡Ojalá fueses frío o caliente! Mas porque eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca. Porque tú dices: Yo soy rico, y estoy enriquecido, y no tengo necesidad de ninguna cosa; y no conoces que tú eres un cuitado y miserable y pobre y ciego y desnudo; Yo te amonesto que de mí compres oro afinado en fuego, para que seas hecho rico, y seas vestido de vestiduras blancas, para que no se descubra la vergüenza de tu desnudez; y unge tus ojos con colirio, para que veas. Yo reprendo y castigo a todos los que amo: sé pues celoso, y arrepiéntete”.
Una mejor traducción de este último versículo sería, “sé celoso en tu arrepentimiento”. Sigamos en los versículos 20-22:
“He aquí, yo estoy a la puerta y llamo: si alguno oyere mi voz y abriere la puerta, entraré a él, y cenaré con él , y él conmigo. Al que venciere, yo le daré que se siente conmigo en mi trono; así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono. El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias”.
Comprenderlo correctamente hará que nunca abandonéis la iglesia. Esta iglesia es el remanente de Dios. Algunos dicen: ‘Aquí hay un mensaje en el que Dios nos dice que nos vomitará de su boca. Debemos irnos, antes de que eso suceda.’ Estoy seguro de que la mayoría sabéis que la traducción correcta del versículo 16 es: ‘Me hacéis sentir mal, me producís náuseas’. La expresión, en el idioma griego, denota que Cristo aún no ha consumado el acto de “vomitar”, ni profetiza que lo haya de consumar.
Hay dos cosas que quisiera compartir con vosotros antes de terminar: Primeramente, destacar que el mensaje se dirige “al ángel de la iglesia de Laodicea”, y vosotros sabéis ya que el ángel nos representa a nosotros los pastores, primeros ancianos, primeros diáconos, directores de departamentos varios; en fin, a todos los dirigentes de la iglesia, a nivel local y hasta la Asociación General. (Ver en Obreros evangélicos, p. 13 y 14, y en Hechos de los apóstoles, p. 468). Así que este es un mensaje dirigido especialmente a los dirigentes, más bien que un mensaje dirigido a los individuos personalmente.
Segunda cosa que quiero destacar, es que Dios llama a ese ángel al arrepentimiento. De hecho, Dios le dice a ese ángel: “Sé celoso en tu arrepentimiento, arrepiéntete profundamente, concienzudamente”.
En relación con la historia de nuestra denominación, sabemos que en 1888, cuando este maravilloso evangelio fue presentado, Jesús vino mediante el Espíritu Santo, y la reacción de las personas que oyeron este mensaje no fue distinta a la actitud de los judíos hacia Jesús, cuando estuvo personalmente en esta tierra. E. White dice que “si Jesús hubiese estado allí en 1888, la mayoría de los delegados allí presentes, lo habrían tratado de la misma forma como lo trataron 1800 años atrás los judíos.” E. White dice que “el Espíritu Santo fue insultado”. A veces oramos y predicamos acerca de la Lluvia Tardía. Vemos a hermanos sinceros orando por ese derramamiento. Pero hemos de examinar nuestra historia y preguntarnos a nosotros mismos: ‘¿Estamos insultando aún hoy al Espíritu Santo?’ No si lo insultaron nuestros hermanos en el pasado, sino nosotros hoy, como cuerpo, como iglesia. ¿Con qué derecho pedimos a Dios que derrame el Espíritu Santo, si no estamos arrepentidos? Y alguien podrá decir: ‘Pero yo no estuve allí en 1888; no tuve nada que ver; ¿qué culpa tengo?’ Dios nos dice que si nosotros repetimos los hechos de nuestros padres, su incredulidad, su orgullo espiritual, en ninguna forma somos diferentes de ellos. Y el hecho de que todo siga así, tan “tranquilo y relajado”, evidencia que participamos del mismo espíritu. Aún más, si este mensaje “ha de ir acompañado del abundante derramamiento del Espíritu Santo” (TM p. 91 y 92), ¿dónde está dicho abundante derramamiento?, ¿no será que hay algo que anda mal durante hace ya muchos años? Si Jesús no ha venido aún, es precisamente porque nuestra generación no es mejor que la de ellos. Nosotros, como cuerpo, como iglesia adventista, como un todo, debemos responsabilizarnos y asumir esta culpabilidad. El llamamiento de las horas finales de la historia, es “arrepentíos”. Amén.