Contemplar su gloria
Tema nº 2
William Brace
Vichy, 27 al 30 Sep. 2001


En esta mañana quisiera hablaros de algo que es muy importante. La introducción será más larga que el tema propiamente dicho. Perdonadme por esto.

2 Corintios 5: Dejemos nuestras Biblias abiertas en este capítulo. Versículo 20:

“Así que, somos embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogara por medio de nosotros; os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios”

Es interesante al estudiar este versículo en el idioma original (griego) y ver que, cuando dice “os rogamos en nombre de Cristo”, existe lo que se llama en griego la “voz media”, y es difícil de traducir en nuestro idioma. Significa que el énfasis no recae sobre la acción o sobre lo que está sucediendo, sino más bien sobre la persona o sujeto que efectúa la acción. Pablo dice que “nosotros mismos os rogamos”, es decir, el énfasis recae en aquel que hace el ruego, más bien que en la persona objeto del ruego. En este caso, el énfasis recae en la expresión nosotros.

Ahora os hago una pregunta: Si nosotros, en tanto que cristianos, somos los que rogamos en nombre de Cristo, realmente ¿estamos rogando en nombre de Dios? Hemos dicho que el énfasis descansa sobre el “nosotros”: los que hacemos el ruego para que la gente se reconcilie. Pablo intenta decirnos que nosotros estamos rogando a Dios. Es decir: estamos haciendo de intermediarios, o intercesores. Dicho de otro modo: ¿Es Dios quien ruega? Es como si Dios quedara atrás y dijese: “No soy yo el que va a rogar, sed vosotros quienes roguéis de parte mía”. En griego, el sentido del texto es que “nosotros” somos los que rogamos y suplicamos.

Dios no nos pediría nunca algo que él mismo no estuviese dispuesto a hacer. Recordad que ayer dijimos que el ágape o amor divino, no solamente es un amor desprovisto de egoísmo, sino que es también un amor que condesciende, que se humilla y rebaja.

¿Alguno de vosotros sabe lo que es mendigar? En nuestro país hay muchísimas personas por la calle mendigando dinero. ¿Los tenéis también en vuestro país? -Seguro que sí. Es algo realmente humillante.

Algunas veces, como pastor, “mendigo” dinero. No en la hora de pasar la ofrenda, sino cuando tenemos algún proyecto en nuestra iglesia. A veces tengo que suplicar por dinero, tengo que rogar.

Casé a una pareja en California: eran dos doctores miembros de mi iglesia, y el día de la boda sabía que en la iglesia había muchos doctores. Quizá en vuestro país haya médicos pobres, pero en América no: todos tienen mucho dinero. Después de la boda, en la recepción, aproveché para pedir dinero a los médicos para la escuela que estábamos edificando. Así que, de alguna forma, sé lo que significa tener que pedir dinero y ser un mendigo; y la verdad, es realmente humillante.

 El texto que acabamos de leer, en 2 Corintios 5:20, describe a Dios como suplicando o rogando por medio de nosotros. Vemos pues que la Biblia nos presenta a un Dios en voluntaria dependencia, que ha querido de algún modo hacerse dependiente de sus criaturas. Es por eso que es tan importante que comprendamos el ministerio sumo sacerdotal de Cristo en el lugar santísimo. En el mensaje del juicio investigador, en el santuario celestial, se nos revela a un Dios del cual deseamos conocer más. Ese es el propósito de estos temas.

1 Corintios 1:22 y 23

“Los judíos piden señales y los griegos buscan sabiduría, pero nosotros predicamos a Cristo crucificado, para los judíos ciertamente tropezadero, y para los gentiles locura”

Esta última palabra, “locura”, en el original significa enajenación mental. Os pregunto, tanto en Europa como en América, la educación a la que estamos habituados, la educación que ofrece el mundo, ¿viene de los judíos, o de los griegos? ¿Qué os parece? El conocimiento occidental, ¿viene de los judíos, o de los griegos? -De los griegos, ¿no es así? Una pregunta más: de los doce discípulos, ¿cuál era el más instruido? -¡Judas! Otra pregunta: ¿Cuál fue la acción de Jesús que finalmente motivó a Judas a traicionarlo? -Fue el lavamiento de los pies. Esto, para él fue “locura”. Que el Maestro se humillase de esa forma, para él era pura insensatez. Pero en el lavamiento de los pies, Jesús estaba revelando el carácter mismo de su Padre. Es decir, de nuestro Padre celestial. Para Judas eso fue una locura, una humillación intolerable en aquel que se llamaba Rey y Mesías. El solo hecho de pensar que el Mesías y Rey debía rebajarse hasta ese punto, lo percibía como locura.

¿Cuál de los discípulos estaba más cerca de Jesús? -Santiago, Pedro y Juan. ¿Cuál era su oficio? -Eran pescadores. ¿Por qué os hago estas preguntas? Porque Jesús nos dijo que a menos que nos volvamos como niños... Y eso no significa ignorantes, que nos falte sabiduría. Se refiere a la voluntad, al deseo sincero de los niños de aceptar la humildad de Dios, y es difícil para personas que han sido altamente influenciadas por la educación y la filosofía griega. Es cierto que, tanto aquí como en Estados Unidos, a las personas de alta escala social les resulta difícil aceptar el evangelio de Jesús. No sé en vuestro país, pero a los americanos de la alta sociedad les resulta muy difícil.

Nuestros mayores éxitos evangelísticos se refieren a personas de clase media o más bien baja, pero quizá es porque el mensaje no está teniendo el poder que debiera. Porque, de hecho, yo creo que en las horas finales de la historia, es el propósito de Dios que el mensaje sea atractivo, que sea casi irresistible, incluso para aquellos que están en las altas esferas intelectuales, sociales y económicas. Ahora bien, esto requiere que el mensaje esté rebosante de poder.

Romanos 1:16

“No me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación de todo aquel que cree, del judío primeramente y también del griego”

Hay una maravillosa promesa que nos dice que el evangelio tiene gran poder, no solamente para las personas del mundo, sino también para las personas de la iglesia Adventista. Un poder tal que nos elevará por encima de la tibia situación laodicense.

En América hemos desarrollado estudios, se han hecho estadísticas –las primeras hace ya diez años– sobre jóvenes adventistas de entre doce y dieciocho años de edad. Y la segunda estadística se hizo hace un año (en el 2000), y es la mayor que se haya hecho en EEUU al respecto. Nos dice que cuando los jóvenes tienen aproximadamente dieciocho años –se entiende jóvenes adventistas– y hay miles y miles de jóvenes de esta edad en la iglesia, el 50% de ellos abandonarán la iglesia. Es muy triste. ¿Podemos estar conformes con eso?

De entre los jóvenes que permanecen en la iglesia, muchos se aburren, y siguen simplemente los movimientos y la corriente. No me malinterpretéis. Sé que no todos los jóvenes son así. Hay algunos en EEUU cuyo corazón está lleno de fervor por Cristo, pero frecuentemente nuestro pensamiento es que la forma de lograr que nuestros jóvenes permanezcan en la iglesia, es manteniéndolos entretenidos con cualquier cosa parecida o igual a las que les ofrece el mundo. Ahora bien, todo eso es un programa de obras. Solamente el evangelio puede solucionar este problema. Ya veis lo importante que es que comprendamos esto. El reavivamiento y la reforma tendrán solamente lugar como consecuencia de la predicación del evangelio en su poder.

Al continuar con el tema, pongamos pues toda la atención en el núcleo, el centro; es decir, el evangelio, en cuyo centro está la muerte de Cristo.

2 Corintios 5: Mantengamos abiertas nuestras Biblias de nuevo en este capítulo.

Os quiero referir a una de las citas del Espíritu de Profecía, en la página 710 de El Conflicto de los Siglos. La frase es muy corta, pero llena de poder: “El misterio de la cruz explica todos los demás misterios”. Ayer dijimos que la fórmula de interpretación para comprender la Biblia es el ágape: esta es la regla hermenéutica por excelencia. Tenemos que ver toda la Escritura a la luz del principio del ágape. “Siguiendo la verdad en amor...”, como dice en Efesios 4:15. Y sabéis que el ágape es revelado más plena y completamente en la cruz. Así pues, dirijamos nuestra atención a la cruz.

Versículo 21

“Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros seamos justicia de Dios en él

Dios transformó a Jesús en algo que anteriormente no era. Este pensamiento debiera realmente sobrecogernos.

En Apocalipsis 8:1 leemos:

“Cuando abrió el séptimo sello, se hizo silencio en el cielo como por media hora”

Vemos que se hace referencia a un silencio en el cielo como de media hora, y no puedo evitar el pensar si ese silencio corresponde a la muerte de Cristo. De hecho, la sierva del Señor nos dice eso; dice que hubo silencio en el cielo, en aquella ocasión.

Hace solamente unas semanas, el once de septiembre, cuando yo mismo y miles de personas en América contemplábamos el derrumbamiento de esos dos edificios gigantescos en Nueva York, los comentadores de televisión se quedaron sin palabras, y ante la audiencia atónita, no podían hacer más que permanecer en un silencio sepulcral a medida que contemplábamos derrumbarse las torres gemelas. ¿Podemos imaginar un absoluto silencio en el cielo... ni una sola palabra pronunciada... todos los ángeles y el Padre en absoluto silencio, al contemplar a Jesús en la cruz? Recordemos que el pecado es repulsivo para Dios, es contrario a su carácter. Y Dios contempló a su Hijo hecho pecado por nosotros, algo realmente repulsivo para él. Sin embargo, eso es lo que “hizo” a su Hijo, esto es lo que Jesús “fue hecho”. El pecado nos ha insensibilizado tanto, que este hecho no significa para nosotros lo que debiera.

Dice la Escritura que en los últimos días el mundo vendrá a ser como en los días de Noé, y en Génesis 6 leemos que en los días de Noé había violencia en la tierra. Y eso es cierto hoy: la violencia afecta a todo el mundo. ¿Sabéis donde hay más violencia? -En la televisión. En el cine de Hollywood, en las películas. ¿No lo habéis apreciado? Es así, vivamos donde vivamos.

¿Nos ha conmovido el ver derrumbarse las dos torres gemelas? A muchos norteamericanos les cuesta entender todavía que lo sucedido no es una película; que es verdad, aunque lo hayan visto por televisión. Y es que están tan acostumbrados a las mentiras de Hollywood, que muchos aún en el día de hoy piensan que todo fue una película. Su mente fue completamente incapaz de comprender que eso era la realidad.

Cuando Dios Padre vio morir a su Hijo en la Cruz, eso era algo real: no fue película, sino que fue tan real que él mismo, al pasar por esta experiencia con su Hijo, sufrió tanto como él.

En muchos sermones donde se trata el tema de la cruz se habla únicamente del sufrimiento físico, y es verdad que sufrió lo indecible físicamente hablando, pero mucho más que su sufrimiento físico, fue su sufrimiento emocional y psicológico. En los Salmos tenemos una revelación especial en relación a lo que pasaba por la mente de Jesús en sus últimos minutos de vida. Vedlo en Salmo 22 y 69. Nos dice E. White que si alguna vez estamos tentados a dudar de que Dios nos ama, miremos a la cruz. Vayamos ahora, pues, a la cruz desde la perspectiva que nos dan los Salmos.

Para muchas de las personas que estaban reunidas allí aquel viernes, se trataba de un criminal más a punto de morir por sus crímenes. Para ellos no había nada especialmente importante. Sin embargo este fue el momento más importante en la historia, no sólo del mundo, sino del cielo, porque el Hijo de Dios mismo estaba muriendo por toda la raza humana, y clamó así (Salmo 22:1):

“Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?”

Como sabéis, Jesús, al hacerse pecado por nosotros, sintió la separación de su Padre Celestial, que como sabéis es la misma separación que experimentarán los pecadores impenitentes al final del milenio cuando sufran la segunda muerte.

Lo singular en nuestro mensaje adventista; es decir, el punto central, no es el sábado; no es el estado de los muertos ni el mensaje de la reforma pro-salud, sino que es el Evangelio puro y en su esencia. Es decir, Jesús en la cruz del Calvario muriendo aquello que el libro de Apocalipsis llama “la segunda muerte”. Jamás imaginemos que eso fue fácil para Jesús. Al contrario: fue lo más difícil que quepa imaginar en el universo.  Murió por nosotros, murió como nosotros, a causa de su indescriptible amor por nosotros.

Salmo 22:6

“Pero yo soy gusano y no hombre; oprobio de los hombres y despreciado del pueblo”

Juan nos dice que él vino al mundo y el mundo no lo recibió. Vino a los suyos, y los suyos no lo recibieron.

No hay nada peor, en la experiencia humana, que la vivencia del rechazo. Ocasionalmente vienen a mí esposas, y a veces esposos, que me describen la penosa experiencia de que su cónyuge quiere divorciarse de ellos o ellas, por causa de una aventura extramatrimonial, y me explican que preferirían morir antes que sentirse rechazados de esa manera. No hay sentimiento más horrible que el de sentirse implacablemente rechazado por la persona amada.

Jesús estaba agonizando colgado entre el cielo y la tierra, y ni sentía la aceptación de su Padre en el cielo, ni tampoco la aceptación de su pueblo -de los suyos- en la tierra.

Versículo 7:

“Todos los que me ven se burlan de mí; tuercen la boca y menean la cabeza, diciendo...”

Una cosa es ser rechazado, y otra aún peor es sentirse escarnecido, burlado o ridiculizado. Si os habéis sentido así, podéis imaginar algo de lo que Jesús sintió.

Versículos 8 y 12-19:

“Se encomendó a Jehová, líbrelo él; sálvelo, puesto que en él se complacía... Me han rodeado muchos toros; fuertes toros de Basán me han cercado. Abrieron contra mí su boca como león rapaz y rugiente. He sido derramado como el agua y todos mis huesos se descoyuntaron. Mi corazón fue como cera, derritiéndose dentro de mí. Como un tiesto se secó mi vigor y mi lengua se pegó a mi paladar. ¡Me has puesto en el polvo de la muerte! Perros me han rodeado; me han cercado una banda de malignos; desgarraron mis manos y mis pies. ¡Contar puedo todos mis huesos! Entre tanto, ellos me miran y me observan. Repartieron entre sí mis vestidos y sobre mi ropa echaron suertes. Mas tú, Jehová, ¡no te alejes! Fortaleza mía”

Si os habéis fijado, en el versículo 18 se nos da a entender que nos quedamos con sus ropas, pero lo rechazamos a él.

En el Salmo 69 podemos ampliar también nuestro conocimiento acerca de la experiencia de Jesús en la cruz.

Versículos 1-7, 20 y 21:

“¡Sálvame, Dios, porque las aguas han entrado hasta el alma! Estoy hundido en cieno profundo, donde no puedo hacer pie; he llegado hasta lo profundo de las aguas y la corriente me arrastra. Cansado estoy de llamar; mi garganta se ha enronquecido; han desfallecido mis ojos esperando a mi Dios. Se han aumentado más que los cabellos de mi cabeza los que me odian sin causa; se han hecho poderosos mis enemigos, los que me destruyen sin tener por qué. ¿Y he de pagar lo que no robé? Dios, tú conoces mi insensatez, y mis pecados no te son ocultos. No sean avergonzados por causa mía los que en ti confían, Señor, Jehová de los ejércitos; no sean confundidos por causa mía los que te buscan, Dios de Israel, porque por amor de ti he sufrido afrenta; confusión ha cubierto mi rostro”

Podemos solamente comenzar a imaginar, debido a lo duras e insensibles que son nuestras mentes, lo que Cristo experimentó en aquel horrible viernes en el Calvario. La hermana White escribió: “La naturaleza respondió con simpatía mediante tinieblas y un terremoto; las rocas caían, y eso no era más que un tenue reflejo de la conmoción que estaba teniendo lugar en la mente de Jesús”.

Tengo un colega al que respeto grandemente, que cree que Cristo en su experiencia fue llevado al mismo límite de la desintegración mental. No que se volviera loco, sino que fue llevado al límite del colapso psicológico.

Cuando pensamos en la profundidad de este enorme sacrificio, esto nos debiera postrar de rodillas en humilde gratitud. ¡Qué Salvador tenemos!

En Isaías 53 (este es un capítulo digno de memorizar), leemos en los versículos 4 y 5:

“Ciertamente llevó él nuestras enfermedades y sufrió nuestros dolores, ¡pero nosotros lo tuvimos por azotado, como herido y afligido por Dios! Mas él fue herido por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados. Para darnos la paz, cayó sobre él el castigo, y por sus llagas fuimos nosotros curados”

La palabra “herido” del versículo 5 significa que fue atravesado. No se refiere a un tipo de herida superficial, sino a una herida mortal. La palabra “herido” se puede tomar a la ligera en nuestro idioma, pero en el hebreo significa “ser reducido al polvo, ser hecho nada, desintegrarse para siempre”.

 Versículo 10:

“Jehová quiso quebrantarlo, sujetándolo a padecimiento. Cuando haya puesto su vida en expiación por el pecado...”

Cristo murió hasta en la última esencia de su alma.

Nadie que esté desprovisto de la mentalidad adventista, puede enseñar y predicar la Cruz. Y esto es porque los adventistas comprendemos la segunda muerte de Cristo. Es horroroso oír a algunos adventistas decir que podemos ir a otras denominaciones a aprender sobre la cruz. ¡Qué triste! Dios nos ha dado a nosotros tremendas profundidades en relación al sacrificio de su Hijo, y como antes dijimos, si alguna vez os sentís tentados a dudar de si Jesús os ama, por favor id entonces a la cruz del Calvario. Sólo Cristo crucificado es la motivación para todo; para una vida consagrada a Dios. Ninguna otra cosa os podrá motivar; nada excepto eso os podrá despertar del estado laodicense.

Podemos decir con Pablo, en 2 Corintios 5:14 y 15:

“El amor de Cristo nos constriñe, pensando esto: que si uno murió por todos, luego todos murieron; y él por todos murió, para que los que viven ya no vivan para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos”

Este es hoy mi deseo para vosotros.

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