Y el santuario será purificado
Tema nº 6 (preguntas-respuestas)
Tony Phillips
Vichy, 20-22 octubre 1994


Pregunta: Oímos mucho sobre la fe, pero ¿no nos habla la Biblia de esfuerzo y lucha?

Respuesta: Al considerar la justificación por la fe en relación con los versículos que nos hablan de esfuerzo perseverante, lucha, etc, es preciso observar que todo el esfuerzo y lucha deben estar en el terreno de la fe, y no en el de las obras. Según los escritos de E. White, nuestro combate, nuestra batalla, es la “buena batalla de la fe”. La fe no es “lo fácil”, sino que es la parte difícil. Hemos de reconocer que a veces nos resulta casi imposible creer. Por ejemplo, la razón por la que no nos levantamos temprano, por la mañana, para estudiar la Biblia, es porque no creemos que su Palabra sea Espíritu y vida. Job lo creía, y dijo “guardé las palabras de su boca más que mi comida” (Job 23:12). ¿Cuántas veces os saltáis una comida? ¿Sois tan constantes en estudiar la Biblia? Si no lo sois, la razón es que no creéis que el cumplimiento de la Palabra esté allí. No creéis que lo que Dios os quiere mostrar en su Libro es la bendición más increíble del mundo. Es mi firme convicción que el tesoro escondido en el campo, la perla de gran precio, es Cristo tal como es revelado en su Palabra. En la última generación, Dios va a convencer a un pueblo de esa verdad. Cuando creamos realmente que ese tesoro está allí, nada nos alejará de nuestras Biblias. La fe es lo que hace la diferencia. La razón por la que aún no hemos experimentado eso, es porque nos parece tan difícil de creer. La batalla está en la fe.

 

Pregunta: ¿Sobre qué base se hará el juicio?

Respuesta: Todos los textos que he leído en la Biblia, referentes al juicio, dicen que seremos juzgados de acuerdo con nuestras obras; por nuestros hechos. Porque en el juicio, lo que Dios hace al poner de manifiesto nuestras vidas, es mostrar claramente quién tiene fe y quién no la tiene. Eso es así porque la fe obra siempre. Al exponer nuestras vidas, se hace evidente quién lo aprecia y quién no. Cuando la vida secreta queda descubierta, se hace evidente quién ama a Dios y quién no. Hoy no somos conscientes de por qué hacemos esto o aquello, o por qué pensamos de una forma u otra. Se nos esconden nuestros pensamientos y nuestros motivos. Dios permitirá que nuestros corazones sean expuestos en el juicio, y los habitantes del cielo comprobarán fehacientemente que damos nuestros corazones verdaderamente a Dios. La diferencia, en relación con su pueblo de los últimos días, es que esa obra de revelar lo secreto de nuestros corazones tiene lugar ahora, mientras vivimos. La última generación será una demostración de cuanto Dios habría hecho con todos los creyentes, si hubiesen tenido el tiempo y la luz necesarios. Dios será reconocido justo, porque no habrá excusado el pecado, sino que lo habrá limpiado (purificado). Satanás no podrá decir: ‘Mira sus vidas, realmente no te aman. Si estos son los que vas a llevar al cielo, ¡llévame también a mí!’ Al contrario, sus vidas serán la respuesta a la gran acusación de Satanás –que no existe el amor sin egoísmo. Pero la base del juicio son nuestras obras. La razón por la que no tenemos nada que temer es porque (1) Dios nos ama, y (2) no dependemos de nosotros para producir las buenas obras. Dios no me condena. Si creo las buenas nuevas, hasta qué punto me ama, él perdona y purifica, es él quien quita mi pecado y me califica para el juicio, no soy yo quien se califica. Permitidme que os cite Mateo 12:36 y 37, que guarda paralelismo con Romanos 2:15 y 16: “Mas yo os digo que toda palabra ociosa que hablaren los hombres, de ella darán cuenta en el día del juicio. Porque por tus palabras serás justificado, y por tus palabras serás condenado”. No quiere decir que Dios nos hará justos por aquello que decimos o hacemos. No significa que tenemos que hacernos buenos antes que Dios nos justifique. Significa que cuando Dios nos justifica –por la fe–, nos cambia. Nos pone en armonía con su ley, y podrá decir: “Aquí está la paciencia de los santos; aquí están los que guardan los mandamientos de Dios, y la fe de Jesús”. Lo mismo sucede con el capítulo 2 de Santiago: cuando dice que Abraham fue justificado por obras, significa que sus obras demostraron que había sido justificado. Las obras de Abraham demostraron su justicia por la fe. ‘Justificado’ puede significar ‘reconocido como justo’, ya que en Romanos 3:4 dice que ‘Dios sea justificado cuando de él se juzgare’: significa que será reconocida, o demostrada su justicia.

 

Pregunta: ¿Abandonó realmente Jesús sus atributos divinos, al encarnarse?

Respuesta: Estaban a su alcance, pero no los empleó. Quizá los pudiese emplear pidiéndoselos nuevamente al Padre, o bien estaban en él y pero no los empleó, lo que parece ser el caso. En todo caso, Filipenses 2 dice que se anonadó (K.J.V: vació) a sí mismo, que escogió dejarlo todo voluntariamente, no tocarlo. Por alguna razón, después de la resurrección, continuó eligiendo no hacer uso de sus atributos divinos. Yo no sé por qué, ni por cuánto tiempo, pero hay alguna declaración en la Biblia y en el Espíritu de Profecía que muestran que Cristo todavía no sabe el día y la hora de su venida. Después de la resurrección, le dijo a María ‘voy a vuestro Dios y a mi Dios’, y en El Deseado leemos que no sabía si su sacrificio había sido aceptado, hasta no oír la aprobación del Padre. No se trata de ningún dogma, pero no hay duda de que ahí hay algo profundo. En Apocalipsis 14, un ángel le dice que ha llegado el momento de ir a buscar a su esposa. Quizá sea una formalidad, un mero asunto protocolario, pero quizá es porque ha revestido su divinidad de humanidad por siempre. Cristo es un don (no un préstamo) por la eternidad. No sé el pleno alcance de eso, pero cuando Jones y Waggoner –quienes tengo la persuasión de que fueron un cumplimiento de “Elías”– comenzaron a presentar la justificación por la fe y la purificación del santuario, E. White dijo que estaban elevando, destacando al Salvador, y ellos lo vieron como un sacrificio eterno. No tengo la sabiduría para saber lo que eso significa, pero una cosa sé: antes de estar sellados en su amor, conoceremos y apreciaremos mucho mejor lo que costó a nuestro Salvador el rescatarnos.

 

Pregunta: ¿Qué significa ser perfecto antes de la venida de Jesús?

Respuesta: Algunos emplearían Mateo 5:48, ‘sed perfectos como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto’, para decir que no debemos realmente ser perfectos, que lo único necesario es haber desarrollado un amor maduro, mientras continuamos pecando. Quisiera sugerir que el pecado es una manifestación del egoísmo de Satanás, y no de amar como Dios ama. La vida de Jesús, cuando estuvo en la tierra, es un modelo de lo que es la perfección. Si tenéis vuestra fe puesta en Cristo en todo momento, y permitís que la vida de Cristo obre en vosotros, por más elevado que sea vuestro concepto de la ley, Dios ha prometido cumplirla en nuestras vidas –ya que él es el autor de la ley–. Ha prometido que es capaz de “cautivar todo pensamiento en obediencia a Cristo” (2 Cor. 10:5), capaz de hacer que “la justicia de la ley fuese cumplida en nosotros” (Rom. 8:4). “Cualquiera que tiene esta esperanza en él, se purifica, como él también es limpio” (1 Juan 3:3). “Porque para esto sois llamados; pues que también Cristo padeció por nosotros, dejándonos ejemplo, para que vosotros sigáis sus pisadas: el cual no hizo pecado” (1 Ped. 2:21 y 22). “Por la sangre del testamento eterno, os haga aptos en toda obra buena para que hagáis su voluntad, haciendo él en vosotros lo que es agradable delante de él por Jesucristo” (Heb. 13:20 y 21). Hay innumerables textos de la Biblia, al respecto. La razón por la que encontramos eso tan difícil de creer, es porque no lo hemos comprendido. Cuando Pedro anduvo sobre las olas del mar, podría haberse detenido a razonar: ‘nunca he visto que nadie haga tal cosa’, o bien podía decidir creer, por más imposible que pareciera a la vista de su experiencia pasada, que la palabra de Dios puede cumplir lo imposible, sosteniéndolo a flote. Cuando dudó de la palabra de Dios, comenzó a hundirse. La última generación creerá que él “es poderoso para guardaros sin caída, y presentaros delante de su gloria irreprensibles, con grande alegría” (Judas 24). Lo que obstaculiza el camino hacia esa última generación es que consideramos la palabra de Dios, vemos lo que dice, y decidimos: ‘Eso es imposible’. En 1 Juan 5:10 dice que “el que no cree a Dios, le ha hecho mentiroso”. No que convierta en mentiroso a Dios, sino que da ocasión para que el mundo desprecie su palabra. Nietzsche dijo: ‘Si queréis que crea en vuestro Redentor, tenéis que parecer mucho más redimidos de lo que parecéis’. Dios nos dice: ‘Puedo hacer eso. ¿Estás dispuesto a creerme?’ Y en Romanos 3 leemos que el hecho de que Israel no creyera, no hizo vana la verdad de Dios: “Sea Dios verdadero, mas todo hombre mentiroso” (versículo 3), y en el versículo siguiente, vemos en qué términos se vindica a sí mismo. Dice claramente que Dios se pone a prueba, y si nuestra incredulidad lo deja como mentiroso, nuestra fe lo deja como justo. En eso consiste el juicio.

 

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