¿Suavizar el
mensaje?
LB, 19 marzo
2006
Respuesta a un hermano que
se siente tentado a “suavizar” el mensaje, omitiendo toda referencia a los
hechos históricos que lo acompañaron cuando nos fue dado en 1888, así como al
rechazo de que fue objeto —y ha continuado siendo— por parte de nuestro pueblo,
en vista de que la omisión de sus aspectos históricos parece que haya de
contribuir a su más fácil aceptación.
El
mensaje es “Cristo y su justicia”. No es “el rechazo de
Cristo y su justicia” por nuestra parte hace más de cien años o bien en la
actualidad. Dios nos ha llamado a predicar a Cristo. La propia Ellen White
escribió libros posteriormente a 1888, que expresan mucho acerca del mensaje, y
que no contienen alusión alguna a la historia del mismo (El Deseado, El Camino a
Cristo, Palabras de vida del gran Maestro
y El discurso maestro de Jesucristo).
No obstante, no podemos olvidar que el Señor comisionó el mensaje
específicamente a los pastores A.T. Jones y E.J. Waggoner, y no a Ellen White,
como demuestra el hecho de que en las varias predicaciones que Ellen White tuvo
en Minneapolis —la mayor parte de ellas registradas—, no se refirió a la
justificación por la fe (3 MS, 215, nota nº 3), siendo que ella
misma afirmó posteriormente que ese había sido el tema principal en aquella
asamblea (ver entrevista con el pastor Washburn). Por otra parte, es evidente que la pluma inspirada escribió
esos libros para la obra misionera entre no adventistas como una de sus
principales dianas (de ahí que se omitieran expresiones como “se mostró”, “vi
que”, etc).
Como
sabe, en las iglesias adventistas de nuestro medio el ambiente dista de ser el
ideal. En mis predicaciones no es habitual que haga referencias a la historia
del mensaje o a la identidad de sus mensajeros. No obstante, no lo hago con el
ánimo o la esperanza de ser mejor recibido por los miembros de iglesia,
dirigentes o no, pues “si todavía agradara a los
hombres, no sería siervo de Cristo” (Gál 1:10). Es por otra causa:
las evidencias me inclinan a concluir que debido a las influencias y prejuicios
contra el mensaje de 1888, en este momento no es probable que les llegue
bendición alguna a partir del mismo por
medio de mi predicación, y en consecuencia la enfoco hacia los
no-adventistas que puede haber en la audiencia (de quienes casi siempre he
recibido testimonios calurosos de agradecimiento por el mensaje que escucharon).
Para ellos Minneapolis, 1888, Jones o Waggoner no pueden significar gran cosa
en primera instancia. Escribo lo anterior con pena; el Señor sabe cuál es mi
deseo de que todos y cada uno en la audiencia reciban la bendición que encierra
el mensaje.
En
todas las reuniones o seminarios que tenemos con los hermanos adventistas que
muestran interés en el mensaje, nos apresuramos a referirles con la máxima
diligencia de que somos capaces lo relativo a la historia del mensaje, por las
razones que le expongo a continuación:
La
religión cristiana es una religión revelada en
la historia. La revelación escrita de Dios al hombre no es un tratado de
teología sistemática. La Biblia está repleta
de historia. No es posible comprender
la entrada del pecado ni la redención al margen de los hechos históricos. Si se
omite el Edén, el Sinaí, Israel en el desierto, el Calvario, etc, si se omiten
los nombres de los sitios, los acontecimientos y las personas, no queda casi
nada. Hasta el mismo mensaje de Daniel y Apocalipsis cabalga estrictamente
sobre la historia. ¿Podemos explicar la verdad adventista del santuario
omitiendo el gran chasco de 1844? ¿Podríamos explicar el evangelio a una
comunidad judía, sin hacer alusión a su rechazo al Mesías? Y más importante:
¿Qué posibilidades ve de que reciba el Espíritu Santo en la lluvia tardía una
comunidad que no sabe que sus dirigentes lo rechazaron en 1888, y que siguen
hasta ahora ignorando el hecho y rechazando el mensaje que Ellen White
manifestó que constituyó el comienzo del fuerte pregón?
No
veo la más mínima evidencia en la Biblia de que el relato sagrado haya
preferido silenciar la parte que sea de la historia del pueblo de Dios, por más
negativa y triste que haya sido. No sólo eso: el relato es si cabe más vívido,
extenso y pormenorizado cuanto mayor fue en aquella época el rechazo de la luz
por parte de su pueblo, por la razón de que había de quedar como una lección y
testimonio para generaciones posteriores, muy especialmente para la nuestra.
¿Qué
estaba haciendo Esteban cuando fue apedreado? ¿De qué les estaba hablando?
Puede leerlo en el capítulo 7 de Hechos. Dice el versículo 51:
“Duros de cerviz, e incircuncisos de corazón y de oídos,
vosotros resistís siempre al Espíritu Santo: como vuestros padres, así también
vosotros”.
Estaba
rexaminando la historia del pueblo de Israel a oídos de sus dirigentes,
y les hizo ver que por no haber aprendido de ella la estaban repitiendo.
Tras haber rechazado al Mesías, su pueblo necesitaba superar aquella
experiencia si es que no había de resultar finalmente rechazado, y en vista del
discurso de Esteban, superar la experiencia significaba todo lo contrario a
olvidarla como si no hubiera pasado nada.
En
Mateo 23:29-39 leemos una de las muchas ocasiones en que Jesús se
refirió a la historia de su pueblo, y que los dirigentes de aquel tiempo
debieron percibir tal como hoy lo hacen al escuchar nuestras referencias a
Minneapolis, Jones y Waggoner, 1888, etc. Dice el versículo 35:
“Para que venga sobre vosotros toda la sangre justa que se
ha derramado sobre la tierra, desde la sangre de Abel el justo, hasta la sangre
de Zacarías, hijo de Baraquías, al cual matasteis entre el templo y el altar”.
Es
una alusión clara y específica a la historia no-reciente del pueblo de Israel,
que era incapaz de comprender su realidad en el presente por no haber asumido
sus errores en el pasado. Como un ejemplo de clara alusión a su historia
reciente, considere esto:
“Respondiendo Jesús les dijo: ...El bautismo de Juan, ¿de
dónde era? ¿del cielo, o de los hombres?” (Mat 21:25).
Una
buena pregunta para plantear a nuestros hermanos: El mensaje de Jones y
Waggoner, ¿de quién es?, ¿del cielo, o de los hombres? No podremos seguir
eludiendo esa pregunta. Si es de los hombres, hemos de rechazarlo, y con él a Ellen
White que lo apoyó. Pero si es del cielo hemos de estudiarlo, aceptarlo,
vivirlo y proclamarlo por lo que fue: el comienzo del derramamiento de la
lluvia tardía en preparación para la traslación. Si fallamos en comprender
nuestra situación en el presente a la luz de nuestro pasado, es inevitable que
termine en la crucifixión de Cristo o en su equivalente: el rechazo al Espíritu
Santo.
Observe
lo que el Señor mostró a Ellen White en el año 1908. El párrafo que sigue es un
extracto de una carta que ella escribió al propio A.T. Jones, cuando su fe en
la inspiración de la profetisa comenzaba a vacilar:
“Se me ha dado instrucción para que emplee esos
discursos suyos impresos en los Boletines
de la Asociación General de 1893 y 1897, que contienen poderosos argumentos en relación con
la validez de los Testimonios, y que
sustentan el don de la profecía entre nosotros. Se me mostró que esos
artículos serían de ayuda para muchos, y especialmente para aquellos recién
llegados a la fe que no han estado familiarizados con nuestra historia como
pueblo. Será para usted una bendición leer de nuevo esos argumentos a los
que dio forma el Espíritu Santo” (Carta 230, 25 julio 1908; 9 MR, 278).
Reproduzco
a continuación parte de una de las predicaciones de A.T. Jones registrada en
ese Bulletin acerca del cual se había dado instrucción a Ellen White.
Observe que tiene la recomendación especial del Señor para los “recién llegados a la fe, que no han
estado familiarizados con nuestra historia como pueblo”.
“Recordaréis
cuando la otra tarde leía el capitulo 2 de Joel, que uno de los hermanos, al
llegar al versículo 23 —el hermano Corliss— llamó la
atención a la nota al margen en la Biblia. ¿Lo recordáis? Entonces dije que
volveríamos a aquella nota al margen posteriormente. Buscadla y leedla ahora en
vuestras Biblias. Dice el versículo 23: “Vosotros también, hijos de Sión,
alegraos y gozaos en Jehová, vuestro Dios; porque os ha dado la primera lluvia
a su tiempo” ¿Qué dice en la nota marginal? “Un instructor de justicia”. Os ha
dado un instructor de justicia. ¿Cómo? De acuerdo con la justicia. “Y hará
descender sobre vosotros lluvia”. Y ¿en qué consistirá? Cuando vino la primera
lluvia, ¿en qué consistió? En un “instructor de justicia”. Y cuando él da la
lluvia tardía, ¿en qué consistirá? En un “instructor de justicia.” ¿Cómo? De
acuerdo con la justicia. ¿No es precisamente eso lo que nos ha dicho el
testimonio en ese artículo que se os ha leído varias veces? “El fuerte pregón
del tercer ángel”, la lluvia tardía, ha comenzado ya “en el mensaje de la
justicia de Cristo”. ¿No es eso mismo lo que nos dijo Joel en su día? ¿No fue
nuestra vista desviada, a fin de que no pudiéramos ver? ¿Acaso no estamos en
necesidad de ungimiento? Hermanos, ¿qué necesitamos en el mundo tanto como eso?
¡Cuán gozosos debiéramos estar porque Dios haya enviado a su propio Espíritu en
los profetas para hacérnoslo ver, siendo que no lo veíamos! ¡Cuán infinitamente
agradecidos debiéramos estar por ello!
Así
pues, la lluvia tardía —el fuerte pregón—, de acuerdo con el testimonio y de
acuerdo con la Escritura, es el “instructor de justicia”, de acuerdo con la
justicia. Ahora, hermanos, ¿cuándo fue que este mensaje de la justicia de
Cristo comenzó con nosotros como pueblo? [Uno o dos en la audiencia: “Hace tres
o cuatro años”]. ¿Son tres, o son cuatro? [Congregación: “Cuatro”]. Sí, cuatro.
¿Dónde fue? [Congregación:
“Minneapolis”]. ¿Qué rechazaron entonces los hermanos en Minneapolis? [Algunos
en la congregación: “El fuerte pregón”]. ¿Cuál es ese mensaje de justicia? El
Testimonio nos ha dicho qué es: el fuerte pregón —la lluvia tardía. Siendo así,
¿qué rechazaron los hermanos en esa terrible posición en la que estuvieron, en
Minneapolis? Rechazaron la lluvia tardía, el fuerte pregón del mensaje del
tercer ángel.
Hermanos,
¿no es bien triste? Por supuesto, los hermanos no sabían que estaban rechazando
eso, pero el Espíritu del Señor estaba allí para decirles que lo estaban
haciendo ¿no es así? Pero al rechazar el fuerte pregón, el “instructor de
justicia”, el Espíritu del Señor estuvo allí mediante su profeta y nos dijo lo
que estaban haciendo. ¿Qué sucedió entonces? Oh, entonces simplemente pusieron
de lado al profeta junto con el resto. Eso fue lo que sucedió. Hermanos, es
tiempo de que recapacitemos en estas cosas. Es tiempo de meditar seriamente, de
pensar con detenimiento” (A.T. Jones, GCDB, predicación nº 9 de la serie de 1893).
Veo
las cosas como usted. También mi “carne” me pide suavizar la presentación del
mensaje. Continuamente me pregunto si estoy siendo demasiado prudente, o si
estoy siendo demasiado incisivo, y ruego al Señor que me libre de ambos
extremos. No me atrevo a aconsejar a nadie, pero una cosa veo claramente: como
bien señala, estamos en un momento de gran crisis. Si comprendo bien la
historia sagrada, lo que el Señor anhela y espera siempre en tiempo de crisis
es que las personas conozcan claramente los asuntos y tomen decisiones: “¿Hasta cuándo claudicaréis vosotros entre dos
pensamientos?” (1 Reyes 18:21).
En
tiempo de crisis la predicación dirigida a su pueblo cobra un matiz muy
particular. Por ejemplo:
“Convertíos a aquel contra quien los hijos de Israel
profundamente se rebelaron” (Isa 31:6).
Como
demuestra el versículo 5, la intención del Señor no es condenar, sino salvar.
Pero el versículo 6 pone en evidencia algo muy importante: para que Israel se
arrepintiera no bastaba con que el Señor le dijera: “Convertíos a Dios”. No.
Tenían que convertirse a Aquel contra quien
se habían rebelado profundamente. Es decir, no había forma en la
que pudiesen volver a Dios, excepto reconociendo previamente su rebelión contra
él. Esa era la única puerta y el único camino. En la Biblia, ese reconocimiento
incluye frecuentemente no sólo las rebeliones de las personas implicadas, sino
también las de sus antecesores:
“Fue palabra de Jehová a mí, diciendo: Y tú, hijo del
hombre, ¿no juzgarás tú a la ciudad derramadora de sangre, y le mostrarás todas
sus abominaciones?” (Eze 22:1-2).
Observe
ahora el giro que toman las palabras del profeta en Ezequiel 20:4:
“¿Quieres tú juzgarlos? ¿los quieres juzgar tú, hijo del
hombre? Notifícales las abominaciones de sus padres”.
Eso
es precisamente lo que estaba haciendo Esteban cuando fue apedreado. No es
agradable, pero Dios pide que esa obra no quede sin hacer:
“Hijo del hombre, yo te envío a los hijos de Israel, a
gentes rebeldes que se rebelaron contra mí: ellos
y sus padres se han rebelado contra mí hasta este mismo día... Les hablarás
pues mis palabras, escuchen o dejen de escuchar” (Eze 2:1-10).
El
profeta, para no ser rebelde “como la casa rebelde”,
había de comunicarles “endechas, lamentaciones y
ayes”, sea que lo escucharan o que
no lo hicieran.
El
mensaje que predicamos no puede satisfacer a todos. Sólo será bien recibido por
aquellos que estén dispuestos a humillar su orgullo hasta el polvo, por
aquellos que lo reciban con arrepentimiento, y eso no siempre fue un hecho
frecuente. No obstante, sabemos positivamente que Laodicea se arrepentirá, ya
que sólo un pueblo arrepentido puede dar al mundo el mensaje: “Arrepiéntete”, y
sólo un pueblo arrepentido puede honrar a Dios en el conflicto de los siglos.
No
creo que en las circunstancias actuales debamos esperar más facilidad de la que
tuvo Jeremías, Juan Bautista o el propio Jesús. Hay algo que debemos recordar
siempre:
“¡Ay de vosotros, cuando todos los hombres dijeren bien de
vosotros! porque así hacían sus padres a los falsos profetas” (Lucas
6:26).
El
Señor nos dará gracia para seguir amando y haciendo bien a los que nos perciben
como enemigos, incluso a quienes nos aborrecen, maldicen y calumnian, tanto en
el mundo como en la iglesia militante. ¿No prometió Jesús estar con nosotros
todos los días hasta el fin del mundo?