“Silencio”: el trance “cristiano”
LB, 14 agosto 2017

 

El “silencio” lo promueven tanto defensores de la Nueva Era, como líderes supuestamente cristianos. “Silencio” no se refiere en ese contexto a un entorno tranquilo, libre de ruidos y distracciones, sino a cierto estado de “quietud”, de un peculiar “aquietamiento” de la mente en un sentido espiritual.

Ray Jungen, autor de Time of Departing, lo define como dejar la mente en punto muerto. Los defensores de la oración contemplativa lo describen como sintonizar otra frecuencia, como ascender —o descender— a lo extra-sensorial. Los defensores de la Nueva Era le llaman de formas diferentes: ‘lugar flotante’, ‘espacio sagrado’, ‘éxtasis’, etc. Sea como sea que se lo llame, tanto los defensores de la Nueva Era como los dirigentes cristianos defensores del misticismo nos urgen a practicar el silencio y la quietud si es que queremos conocer realmente a “Dios”. A continuación doy algunos ejemplos de unos y otros. Obsérvese que se trata siempre de un tipo de “conocimiento” no racional sino místico (de ahí las comillas); no obtenido mediante la revelación de la Palabra de Dios, sino directamente del “ser supremo” (le pueden llamar Dios o Cristo), que sólo está al alcance del “iniciado” en esas prácticas. A este respecto hay que aclarar que dado que la Biblia nunca te “iniciará” en algo así, indefectiblemente te habrá de iniciar algún “mentor” dotado de “sabiduría” extrabíblica, a quien a su vez algún otro inició:

“Lo que necesitas es quietud y silencio, de forma que el poso sedimente y el agua se aclare” Ruth Haley Barton, Beyond Words.

“El método básico promovido en The Cloud consiste en trasladarse desde el pensar hasta un lugar de exquisita quietud con el Señor… el creyente debe alcanzar primeramente un estado de silencio y contemplación, y entonces Dios obra en el corazón” Tony Jones, The Sacred Way, p. 15.

“El progreso en intimar con Dios significa progreso hacia el silencio… es al silencio re-creador al que se nos llama en la oración contemplativa” Richard Foster, Prayer: Finding the Heart’s True Home (NY: HarperCollins, 1992), p. 155.

“Si bien todos somos igualmente preciosos ante Dios, no todos estamos igual de prestos a escuchar a Dios hablándonos mediante su silencio grandioso, terrible, amable, amante e inclusivo” Richard Foster, Prayer, Finding the Heart’s True Home, p. 156.

“Es mediante el silencio como encuentras tu ser interior” Vijay Eswaran, In the Sphere of Silence.

“Este libro [In the Sphere of Silence] es una maravillosa guía sobre cómo entrar en el reino del silencio y acercarse a Dios” Ken Blanchard (apologeta del movimiento de la Nueva Era).

“Al entrar en las capas profundas de la oración contemplativa, antes o después llegas a experimentar el vacío, la nulidad, la nada …el silencio profundamente místico… la ausencia de pensamiento” William Johnston (biógrafo de Thomas Merton), Letters to Contemplatives, (Orbus Books, 1992), p. 13.

“En el silencio hay una presencia dinámica, que es Dios, y venimos a estar sintonizados con eso” Wayne Teasdale (interespiritualista), Michael Tobias, A Parliament of Souls in Search of a Global Spirituality (KQED Inc., San Francisco, CA, 1995), p. 148. Obsérvese la expresión “eso”, en lugar de “Él”.

“No creo que nadie pueda ser una persona trascendente [en intimidad con Dios] sin quietud y silencio” Charles Swindoll, So You Want To Be Like Christ? (Nashville, TN: W Publishing Group, a div. of Thomas Nelson, 2005), p. 65.

“La actividad humana más importante en la vida de cualquier creyente es dedicar tiempo a Dios en meditación”, refiriéndose a su artículo en tres partes: Meditation: The Power of Silence, Dr. Charles Stanley (promotor de Be Still DVD), 11 abril 2006, emisión radiofónica.

“Uno de los efectos del silencio es darnos un nuevo concepto de Dios” Calvin Miller (Be Still DVD).

“La Palabra de Dios es tan clara, que si no estamos en quietud ante él, no sabremos verdaderamente hasta lo más profundo de la médula que él es Dios. Ha llegado a producirse una quietud, hemos dedicado un tiempo a sentarnos ante él y saber simplemente que es él. Vivimos en una cultura tan caracterizada por el déficit en la atención, tan exageradamente hiperestimulada, tan acostumbrada a que todo nos venga de repente imagen tras imagen, que si no somos cuidadosos perderemos el arte de la meditación” Beth Moore (Be Still DVD), Contemplative Prayer: The Divine Romance Between God and Man.

“Kierkegaard, probablemente la mente cristiana más privilegiada de todos los tiempos, dijo … ‘si sólo pudiera prescribir un remedio para todos los males del mundo moderno, ese sería el silencio” Peter Kreeft (Be Still DVD).

“Entrar en la quietud no significa solamente que apartas un tiempo para sentarte con Dios, sino un tiempo para que tu mente y corazón entren también en la quietud. Entonces Dios se puede encontrar contigo y llenarte de su presencia y Palabra” Henry Cloud (CCN), Being Still: Helpful Hints with Dr. Henry Cloud.

“¿Qué significa realmente la quietud? ¿Es algo meramente físico? ¿O es mental? ¿Es espiritual? ¿Es emocional? ¡Hay tantos niveles de quietud que necesitamos practicar! Y conocer. Estad quietos y conoced. Conoced, ¿qué? Hay algo que viene junto a la certeza de estar en la quietud. Ya no estás practicando algo o esforzándote por algo” Michelle McKinney Hammond (Be Still DVD) Contemplative Prayer: The Divine Romance Between God and Man.

“Supongamos que se practica el silencio en algunas de las juntas [de Iglesia]. Eso proveería de hecho la ocasión para que Dios se manifieste. Y quién sabe: quizá pudiera tener algo que decir, incluso a un comité reunido, si este mantuviera suficientemente el silencio” Dallas Willard (Be Still DVD) Contemplative Prayer: The Divine Romance Between God and Man.

“En primer lugar debes recordar que cuando entras en la soledad y el silencio, tu objetivo básico es no hacer nada. Sí: ¡nada!” J.P. Moreland, How Spiritual Disciplines Work: Solitude and Silence as Spiritual Disciplines.

“Es a ese silencio [oración contemplativa] al que se nos llama a todos” Henri Nouwen, The Way of the Heart, p. 66.

“El primer lenguaje de Dios es el silencio” Thomas Keating (monje trapense panteísta), Intimacy with God, p. 153.

Anthony de Mello (sacerdote indio jesuita, y psicoterapeuta) explica cómo se llega a ese “silencio” del que tantos hablan: mediante mantras.

Silenciar la mente es una tarea extremadamente difícil. ¡Cuánto cuesta evitar que la mente piense, piense, piense; piense siempre, produzca un flujo constante de pensamientos! Nuestros maestros hinduistas en la India tienen un dicho: ‘Una espina saca a otra espina’. Quieren decir con ello que demostrarás sabiduría al emplear un pensamiento para liberarte de todos los demás pensamientos que se agolpan en tu mente. Un pensamiento, una imagen, una frase, una expresión o una palabra en la que se pueda centrar tu mente. Anthony de Mello, Sadhana: A Way to God (St. Louis, Institute of Jesuit Resources, 1978), p. 28.

Aproximadamente en el mismo tiempo en que Lutero dirigía su atención a las Sagradas Escrituras en procura de la verdad —oscurecida por la iglesia medieval— de la salvación por la gracia recibida por la fe, otro monje católico, Ignacio de Loyola —el fundador de la orden jesuita—, buscaba su fuente de inspiración en otra parte: en el “silencio”, dentro de sí mismo, mediante una supuesta conexión mística con lo divino, que está por encima de lo que pueden percibir los sentidos y conocer la sabiduría ordinaria; especialmente por encima de la revelación divina en su santa Palabra. Recuperó en ello la tradición mística monacal de los padres del desierto. Otros dos monjes católicos (Thomas Merton y Thomas Keating) han recuperado, promovido y efectivamente popularizado ese legado dentro del catolicismo en años recientes, enriqueciéndolo con el “conocimiento” del misticismo oriental. Se ha configurando así lo que se ha llamado acertadamente neo-paganismo. Corresponde a Richard Foster su introducción en el evangelicalismo, y a Leonard Sweet, a Bryan McLaren y a Rick Warren —entre otros— su popularización en todas las iglesias que se han acercado a Roma en la apostasía ecuménica contra la que advierte el mensaje del segundo ángel.

Ese ha sido el sinuoso y siniestro camino para lograr el propósito satánico de descristianizar occidente mediante la incursión del misticismo oriental, añadiendo el elemento espiritista predicho en Apocalipsis 18:2 a la apostasía de las iglesias que Apocalipsis representa como Babilonia la madre y las hijas.

Eso ha resultado en un desprecio a la verdad y al Dios verdadero presentado en su Palabra. Ha resultado en una supuesta “espiritualidad” sin relación con la verdad de la Biblia ni con la religión. Dicha espiritualidad es en realidad espiritismo, al no estar relacionada con el Espíritu que lleva a toda la verdad. Pero es espiritismo refinado: el tipo de espiritismo apropiado para seducir a quienes no albergan la falsa creencia en la inmortalidad natural del alma. Hay un antecedente de eso en el panteísmo de Kellogg (con el que está emparentado, y que logró incursionar en el pueblo remanente). Y está resultando en un desprecio a la enseñanza pura de la Biblia, como siendo enemiga del auténtico fin y propósito de la espiritualidad emergente, que es el ecumenismo: la reunión del mundo bajo la cabeza de un dirigente humano (un papa), no sólo ayudado sino promovido por el protestantismo apóstata, tal como predice Apocalipsis 13.

La introducción de esas doctrinas de demonios ha afectado a cada una de las áreas de la experiencia cristiana. Un ejemplo es la oración: en lugar de abrir el corazón a nuestro Padre que está en los cielos como se lo abrimos a un amigo, en lugar de avivar al máximo la energía de la mente poniendo “los cinco sentidos” al orar, se anima a buscar a Dios en el “silencio”, por encima y al margen de los sentidos y de los pensamientos, dentro de uno mismo, introspectivamente, procurando ese trance del “silencio” mediante la vana y vacía repetición de palabras, imágenes o ideas, que actúan a modo de mantras (ver Mat 6:7). En su versión más sutil y engañosa se propone que esas ideas sean pensamientos o palabras de la Biblia (lectio divina y similares), como si ese empleo innoble de la Palabra pudiera santificar la perversión mística en la que el enemigo logra que la mente se encuentre desprotegida ante sus ataques, y permeable a sus impresiones, mientras uno cree estar en presencia del ser supremo, que resulta no ser Dios a pesar de parecerlo.

El misticismo de los padres del desierto, las técnicas de meditación y formación espiritual inspiradas en el fundador de la orden jesuita, así como el misticismo oriental, son tinieblas; pertenecen al reino de Satanás. Y “¿qué compañía tiene la justicia con la injusticia? ¿qué comunión la luz con las tinieblas?” (2 Cor 6:14).

El último mensaje de la Biblia, el que se encuentra en Apocalipsis 18, advierte en contra de Babilonia —la madre y sus hijas— por haber llegado a ser “habitación de demonios, guarida de todo espíritu inmundo y albergue de todas aves sucias y aborrecibles”. ¿Podemos esperar algún bien de ellas, de su forma de adorar, de orar, de comprender el evangelio o de predicarlo? ¿Tiene algún sentido que enviemos a nuestros pastores a aprender de ellas, o a formarse en sus seminarios? ¿Tiene algún sentido que nos acerquemos a ellas, siendo que nuestro mensaje, el mensaje que hemos de dar al mundo —especialmente a católicos y protestantes— es justamente: “Salid de ella, pueblo mío, porque no seáis participantes de sus pecados, y que no recibáis de sus plagas; porque sus pecados han llegado hasta el cielo, y Dios se ha acordado de sus maldades”? (Apoc 18:4-5).

Por desgracia, varios de los autores citados en ese camino silencioso, oculto y siniestro, tienen acceso frecuente y directo a nuestras instituciones e iglesias, especialmente a los miembros más jóvenes, a través de sus participaciones en congresos y convenciones, y a través de su literatura, que se promueve inexplicablemente en algunos ámbitos adventistas. No sólo eso: su filosofía encuentra eficaces altavoces entre algunos de los hermanos que ocupan puestos de responsabilidad en nuestra iglesia a nivel mundial.

Todos los autores citados en las páginas precedentes tienen algo en común: el más absoluto desconocimiento, desprecio o rechazo hacia el ministerio de Cristo, nuestro sumo sacerdote, en el lugar santísimo del santuario en su función de preparar a un pueblo singular que lo honre reflejando su carácter y dando el fuerte pregón al mundo.

Su pueblo que ora al lugar santísimo, lo hace con el borramiento de los pecados in mente, y al orar tal como enseñó Cristo y tantos personajes del relato sagrado, no en la introspección y el “silencio”, sino en el Espíritu y en procura de una conciencia limpia de pecado, se prepara para recibir el derramamiento del Espíritu Santo en la lluvia tardía y el sello de Dios del que habla Apocalipsis 7.

Estimado lector: ora así, ora con esa mente del lugar santísimo, y te relacionarás con el Dios verdadero. Dios nos libre de orar de la otra forma, y sin la mente del lugar santísimo, porque entonces nos estaríamos relacionando con el espíritu que dirige a todos los autores citados. Ese espíritu nos prepararía entonces para recibir su marca, que es la marca de la bestia. Dios nos libre de deshonrar de ese modo al Señor. La forma en que oramos determina a quién oramos. Cabe decir aquí: ‘Escogeos pues a quién oráis’.

 

Ver más sobre el origen y conexiones de las prácticas meditativas místicas aquí: http://libros1888.com/Pdfs/MiraranK.pdf

 

 

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