EL EVANGELIO DEL ESPÍRITU SANTO

Jack Sequeira
Vichy, 19 al 22 Sep. 2002
Tema nº 11


Todas las cosas buenas se acaban. Esta es la última reunión y me gustaría tener una sesión de preguntas y respuestas, pero el tiempo disponible es limitado y Jesús prometió que el Espíritu Santo nos llevará a toda la verdad, así que dedicad tiempo en casa a estudiar la Palabra de Dios.

El objetivo último del Espíritu Santo es nuestra semejanza con Cristo, y ha llegado el momento cuando el cuarto ángel tiene que llenar de poder a los tres ángeles, por así decirlo, de forma que toda la tierra será llena con la gloria de Jesús, y el Espíritu Santo lo va a llevar a cabo a través vuestro y a través mío.

En este estudio final quiero hablar de la obra de purificación del Espíritu Santo. Tiene dos aspectos. Los podemos ver desde el punto de vista negativo, o positivo. Veamos dos versículos al propósito: 2 Corintios 4:10:

Llevamos siempre en nuestro cuerpo la muerte de Jesús, para que también su vida se manifieste en nuestro cuerpo

De una parte, la vida vieja tiene que experimentar cada día la muerte, la muerte al viejo hombre, de forma que la vida de Cristo pueda ser revelada en nosotros cada vez más plenamente. También lo podéis ver en Filipenses 3:9 y 10:

Ser hallado en él, no en mi propia justicia, que viene por la Ley, sino en la que es por la fe de Cristo, la justicia que viene de Dios por la fe. A fin de conocer a Cristo, conocer la virtud de su resurrección, y participar de sus padecimientos, hasta llegar a ser semejante a él en su muerte

Os quiero señalar un versículo muy importante, que muestra lo que es capaz de hacer el Espíritu Santo. Algunos enseñan hoy que es imposible vencer completamente al pecado. Leamos Romanos 8:11:

Y si el Espíritu de aquel que levantó de los muertos a Jesús habita en vosotros, el que levantó a Cristo Jesús de entre los muertos, vivificará también vuestro cuerpo mortal, por medio de su Espíritu que habita en vosotros

Analicemos el texto: ¿Qué fue lo que mató a Cristo? -Nuestros pecados. No fue la cruz -observad bien esto- sino nuestros pecados, porque el crucificado tarda entre 3 y 7 días en morir. Esta es la razón por la que Pilato se sorprendió cuando José de Arimatea le refirió que Jesús estaba ya muerto el viernes por la noche. De hecho, no se lo creyó hasta que lo preguntó al centurión: -¿Es cierto? Solamente cuando el centurión ratificó el hecho, Pilato dijo a José de Arimatea: -Sí. Puedes enterrarlo en tu campo.

Son nuestros pecados los que lo pusieron en la tumba, los que lo mataron. ¿Cuántos de nuestros pecados? -Todos ellos; todos los pecados del mundo, y cada pecado que estéis cometiendo, que hayáis cometido o que cometáis vosotros o cualquier otro; todos los pecados del mundo, pero aquí va mi pregunta: Cuando os mata el pecado, ¿por cuánto tiempo lo hace? ¿Qué tipo de muerte os ocasiona? ¿Es una muerte temporal? Cuando el pecado mata a alguien, ¿por cuánto tiempo lo mata? -Por la eternidad: la paga del pecado es la muerte, pero la muerte eterna: la segunda muerte.

Así es que nuestros pecados llevaron a la tumba a Cristo, pero aquí esta la pregunta: ¿Lo pusieron en la tumba eternamente? -No: resucitó de los muertos, y lo que Pablo dice en el versículo es: el hecho de que el Espíritu fue capaz de resucitar a Cristo demuestra  que el Espíritu Santo tiene mayor poder que la suma de todos los pecados del mundo. Nuestros pecados pudieron matar a Jesucristo, pero no pudieron retenerlo en la tumba. El Espíritu Santo venció a la tumba. Jesús venció, y recordad que la tumba -la muerte-, es el poder último del pecado. Como dice 1 Corintios 15:56, el aguijón de la muerte es el pecado.

Ese mismo Espíritu que venció todos nuestros pecados en Cristo -según dice Pablo-, ¿dónde ha de morar hoy? ¿Qué dice Romanos 8:11? Ha de morar en nosotros los creyentes, y Dios es el mismo ayer y hoy y por los siglos, en él no hay mudanza ni sombra de variación, así es que ¿puede, o no, el Espíritu Santo daros la victoria sobre vuestra carne? -Puede. ¿Cuál es la prueba? -La resurrección de Cristo. Pablo dice: ‘Quiero experimentar ese poder’. Pero a fin de que ese poder pueda ser experimentado, hay una obra que hacer (la parte negativa): la carne ha de morir, a fin de que el Espíritu pueda resucitarnos a la vida nueva.

Ahora quiero aclarar esto que ya mencioné ayer y que hoy repetiré: la mayor batalla que vosotros y yo hemos de pelear, es la batalla del yo. Ved cuál es el problema. Leemos Isaías 53, primera parte del versículo 6:

Todos nos descarriamos como ovejas, cada cual se desvió por su camino

Este seguir el camino de cada uno, es el corazón del pecado. Filipenses 2:21:

Porque todos buscan lo suyo propio, no lo que es de Cristo Jesús

¿Cuántos buscan lo suyo propio? ¡Lo dice el versículo! ¡Todos! No buscan las cosas de Cristo; ese es el problema. Esta es la razón por la cual la antigua vida -el viejo hombre- ha de morir cada día: es lo mismo que someter la antigua vida a la muerte de la cruz.

Con Cristo estoy crucificado (Gálatas 2:20)

Podemos decir esto con Pablo, pero eso sólo se puede hacer por la fe, porque el viejo hombre todavía esta vivo. Es sólo por la fe como podemos ponerlo en práctica cada día, y Dios nos ayuda. ¿Cómo? Aquí viene la obra de purificación del Espíritu Santo. Ved en Hebreos 12 cómo lo hace Dios. Tal como mencionamos ya, es un proceso doloroso. Versículos 5 al 11:

Y ya habéis olvidado la exhortación que como a hijos os dirige el Señor, al decir: "Hijo mío, no menosprecies la disciplina del Señor, ni desmayes cuando eres reprendido por él. Porque el Señor reprende al que ama, y azota a todo el que recibe por hijo.” Soportad las pruebas como disciplina, pues Dios os trata como a hijos.  Porque, ¿qué hijo es aquel a quien el padre no disciplina? Si os dejara sin disciplina, de la cual todos participan, seríais bastardos, y no hijos. Por otra parte, nuestros padres terrenales nos disciplinaron, y los respetábamos. ¡Con cuánta más razón debiéramos someternos al Padre de los espíritus, y vivir! Nuestros padres nos disciplinaban por pocos días, como a ellos les parecía.  Pero Dios nos disciplina para nuestro bien, para que participemos de su santidad. Es verdad que al presente, ninguna disciplina parece ser motivo de gozo, sino de tristeza, pero después da fruto apacible de justicia a los que en ella son ejercitados

A veces pasamos por tiempos difíciles, a veces atravesamos tiempos dolorosos y preguntamos a Dios: -¿Por qué? Nunca tenéis que preguntarle a Dios ‘¿Por qué estoy pasando por esto?’ Más bien tenéis que preguntarle: ‘¿Qué estas intentando enseñarme con esta experiencia?’ En Romanos 8:28, Pablo dice:

Sabemos que todas las cosas obran para el bien de los que aman a Dios, de los que han sido llamados según su propósito

Esta es la obra de refinamiento del Espíritu Santo. A través de esta experiencia, Dios pone el yo en la tumba, crucifica el yo de forma que la vida de Cristo remplace la vida del yo. ¿Cuál debiera ser nuestra actitud al respecto? Vedla en Romanos 12:1:

Así, hermanos, os ruego por la misericordia de Dios, que presentéis vuestro cuerpo en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto razonable. Y no os conforméis a este mundo

Hacemos aquí una pausa. ¿Qué quiere decir Pablo con esta expresión: “Y no os conforméis a este mundo”? El mundo está dirigido por tres fuerzas principales, que son:

Los malos deseos de la carne, la codicia de los ojos y la soberbia de la vida (1 Juan 2:15 y 16)

Estos son los tres motores del mundo, y Pablo dice: -No os conforméis con esos tres principios corruptos. En Romanos 12:2 leemos:

Y no os conforméis a este mundo, sino transformaos mediante la renovación de vuestra mente, para que podáis comprobar cuál es la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta

En sentido espiritual -no estamos analizando la composición del ser humano-, la Biblia habla del “espíritu”, refiriéndose al “hombre interior” y el “cuerpo”, que es el hombre exterior o envoltura. Para que el espíritu pueda brillar a través del cuerpo, ha de crucificar cada día el yo. La batalla se libra en la mente. Se trata de una obra diaria. Nunca os licenciaréis; nunca acabaréis la carrera. No es como ir al seminario, en que un día acabáis el curso. Aquí continuáis hasta que muráis, o hasta que Cristo venga.

¿Sabéis cuál es la última carta que escribió Pablo antes de morir? Hay dos cartas que escribió en la cárcel de Roma antes de ser ejecutado, Filipenses y 2 Timoteo.

En 2 Timoteo, Pablo dice a Timoteo: ‘Guarda el Evangelio. Habrá falsos maestros, hasta incluso dentro de la iglesia. Intentarán pervertir el evangelio. Timoteo, te encargo que guardes este evangelio, que lo protejas, que lo custodies. No permitas que nadie lo pervierta, porque yo estoy a punto de morir’.

Y en Filipenses -recordad que está a punto de morir-, ha alcanzado el final de su vida. Durante al menos 30 años ha sido un siervo del Señor; ha sufrido muchas cosas, varios naufragios, varios azotes, aprisionamiento, y nunca se quejó. Lo aceptó como la obra que Dios hacía para refinarlo. Ved ahora lo que dice en el capítulo 3, versículo 12:

No que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto, sino que prosigo, por ver si alcanzo aquello para lo cual fui también alcanzado por Cristo Jesús

Aquí está el gran apóstol Pablo diciendo que no considera que haya alcanzado la meta, sino que sigue procurando alcanzar aquello para lo cual ya fue alcanzado por Cristo. Versículo 13:

Hermanos, no considero haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago, olvido lo que queda atrás, me extiendo a lo que está delante, y prosigo a la meta, al premio al que Dios me ha llamado desde el cielo en Cristo Jesús

Esta tiene que ser nuestra actitud, así que allí donde Dios nos coloque -no sé en qué lugar os puede colocar a cada uno-, nunca os quejéis: aceptadlo como el proceso de refinamiento de Dios para vosotros.

Cuando mi esposa y yo fuimos deportados de Uganda por Idí Amín, lo perdimos todo. Nos congelaron la cuenta bancaria, nos quitaron todas nuestras propiedades, todo nuestro equipo, nuestros objetos necesarios, los utensilios de cocina... todo lo que se nos permitió llevar era una pequeñísima maleta que no pesaría más de 20 Kg. Lo perdimos todo, y habría sido muy fácil empezar a quejarse, ¿no os parece? Habíamos estado sirviendo a Dios, éramos misioneros y habríamos podido decirle a Dios: ‘Señor, ¿por qué?’

Estábamos nosotros dos, y otro doctor y su esposa. Los cuatro fuimos deportados. El doctor me dijo: ‘¿Qué vas a hacer con tus pertenencias?’

Le dije: ‘¿Qué quieres decir? No nos permiten llevarlas’.

Me dijo: ‘Lo sé, pero puedes sobornar a los soldados y decirles que pongan tus pertenencias en el avión’.

Él lo hizo así. Puso todas las pertenencias en 16 cajas y sobornó a los soldados. Estos se prestaron gustosos a poner su equipaje en el avión a cambio del dinero entregado.

Yo le dije: ‘No puedo hacer eso. Estas cosas pertenecen a Dios, porque yo pertenezco a Dios. Simplemente pongo mis pertenencias en sus manos’.

Él me dijo: ‘¡Estás loco!’

Le dije: ‘Ya sé que te parezco un insensato’

Todos lo que estábamos en el avión éramos deportados por Idí Amín. Lo habíamos perdido todo. Muchos lloraban, muchos maldecían, excepto dos de nosotros. Una señorita le dijo a mi esposa: ¿Por qué no estáis llorando ni os quejáis? ¡Lo habéis perdido todo!

Mi esposa le dijo: ‘Sí. Lo hemos perdido todo, pero nuestra fe la hemos puesto en Dios. Estamos en sus manos’.

La señorita dijo: ‘Está loca’.

Fuimos enviados a Etiopía. El doctor que había puesto todas sus pertenencias en 16 cajas sólo recibió 3 de las 16. Cuando abrió esas tres tuvo una buena sorpresa: los soldados habían abierto las 16 cajas, juntaron todos los papeles empleados para envolver los objetos y los metieron en aquellas 3 cajas en lugar de los objetos sustraídos. Se quedó sin nada.

Cuando me fui, le dije al que ocupó mi lugar en Uganda: ‘Cuando me vaya, no dé mis pertenencias al ayuntamiento; déselas a los adventistas pobres en la misión’. Y me fui.

Ese hombre no tuvo corazón para dar mis cosas, así que tomó todas mis pertenencias y las puso en un gran contenedor, fue a la aduana y les dijo: ‘Quiero enviar este contenedor a Etiopía’.

Y en la oficina de aduanas, que era musulmana, le dijeron: ‘¿A quién pertenece todo esto? ¿Pertenece a uno de estos hombres que fueron deportados por Idí Amín?’

Y dijo: ‘Sí. Era nuestro pastor’.

Y los musulmanes se dijeron: ‘Si digo que no, quizá Alá me castigue’.

Así es que firmaron el documento de autorización, y un día recibí una llamada telefónica de la estación de tren en la que me decían: ‘Venga y recoja una mercancía suya que ha llegado’.

Pregunté con sorpresa: ‘¿Qué mercancía?’

Pensé que sería una cajita o unos libros que alguien me enviaba, así que fui a la estación de tren y me llevaron al exterior, al anden y vi aquel enorme contenedor. Aquello no cabía en mi coche, así es que tuve que alquilar un camión y traerlo a casa. Cuando lo abrí vi que todo estaba allí. Dios había probado nuestra fe. Llamé al doctor, y al explicarle el asunto me dijo: ‘Que gran suerte tuviste’...

Le dije: ‘No. No es cuestión de suerte. Tú dependiste de la carne, de ti mismo, y ahora no tienes nada. Yo dependí de Dios, y lo tengo todo’.

Pero, ¿qué pasó con el automóvil que tenía en Kenia? El departamento de gobierno me dijo: ‘Queremos comprarle ese coche’. Les habían dado permiso para pagarme en dólares, ya que la moneda de Uganda no valía nada. Me dijeron: ‘No será usted quien decida el precio, sino que es el mecánico del gobierno quien decidirá lo que vale’.

Así fue. Había tenido durante cinco años aquel coche, y el dinero que me dieron era tres mil dólares más de lo que yo había pagado por comprarlo. Tenemos un Dios maravilloso.

Así es que cuando afronto el futuro hoy, miro mis experiencias del pasado y sé que en el tiempo de angustia, si lo pierdo todo, puedo seguir confiando en Dios. Dios nos hará pasar a cada uno de nosotros por experiencias como estas. No hemos de lamentarnos porque Dios haya permitido tal o cual desgracia. Recordad: todas las cosas, no sólo las buenas, sino:

Todas las cosas obran para el bien de los que aman a Dios (Romanos 8:28)

No lo comprenderemos en este tiempo, pero después producirá el fruto apacible de justicia.

Ahora quisiera ir a un punto distinto. Hay hoy una enseñanza en la iglesia cristiana, según la cual, antes de que venga el tiempo de angustia todos los cristianos serán raptados al cielo. Es la doctrina del rapto secreto, muy popular en el mundo evangélico. Dicen que las promesas que Dios hizo a Israel se cumplirán en ese tiempo del fin. Pero, ¿qué dijo Jesús a Israel?

Vuestra casa quedará desolada (Lucas 13:35)

Así que quiero mostraros rápidamente que “Israel”, a los ojos de Dios, es el pueblo de Dios. Ya no es más el Israel del Oriente Medio, sino el pueblo de Dios. Vedlo en Romanos 9. Antes de leeros el texto os he de explicar algo. Dios dio a Israel tres padres: Abrahán, Isaac, y Jacob. Estos son de alguna forma los tres padres terrenales de Israel. Los judíos creían que siendo descendientes carnales de esos tres padres asegurabais vuestra pertenencia a Israel, porque Dios había dicho a estos tres padres: ‘Todos vuestros hijos irán al cielo’.

Así que Jesús dijo a esta nación judía:

Vuestra casa quedará desolada (Lucas 13:35)

Y los judíos respondieron: Si nos perdemos, entonces Dios ha fallado en cumplir su promesa.

Romanos 9:6:

No es que la Palabra de Dios haya fallado, sino que no todos los que descienden de Israel son israelitas

Así es que veis que emplea dos veces la palabra Israel e israelitas. La primera -“Israel”- es la nación; la segunda -“israelitas”-, se refiere a Jacob. Recordad que a Jacob se le cambió el nombre. Se le llamó Israel. Versículo 7:

Ni por ser descendientes de Abrahán, son todos hijos. Sino que: "En Isaac te será llamada descendencia"

Ved el versículo 8:

Esto quiere decir, que no los hijos según la carne son los hijos de Dios, sino los hijos de la promesa son contados como descendientes

¿Por qué Dios dio a Israel estos tres padres? Porque cada uno de ellos representa al pueblo de Dios. Estos tres padres representan tres cualidades que vosotros y yo hemos de poseer. Abrahán representa la fe. Vedlo en Romanos 4:16-18. En Gálatas 3, Pablo dice claramente que si tenéis la fe de Abrahán, sois hijos de Dios (ver Gálatas 3:6 y 9). Para ser, pues, un hijo de Abrahán, hay que tener la fe de Abrahán.

Segundo punto: Isaac. ¿Qué tiene de especial Isaac? ¿Qué hizo? -Nada especial, pero su nacimiento fue un milagro. Dios vino a Abrahán y le prometió un hijo. ¿Qué edad tenía Abrahán cuando se le hizo la promesa? -75 años (Génesis 12:4). Cuando Dios cumplió su promesa, Abrahán tenía 100 años; es decir, pasaron 25 años. ¿Por qué esperó Dios 25 años? Os diré el porqué: para que toda posibilidad de conseguirlo de forma natural -humanamente- quedara descartada. Para que se viera que era imposible para Abrahán producir ese hijo prometido a través de Sara. ¿Por qué? Porque había pasado ya la edad de engendrar, la edad fértil, y Dios dijo a Abrahán: ‘¿Crees que todavía te puedo dar un hijo?’ Abrahán le dijo: ‘Sí. Tú puedes hacer lo imposible’.

En Gálatas 4:21 hasta el final -leedlo cuando podáis- Pablo toma los dos hijos de Abrahán: Ismael e Isaac. Ismael es el hijo de la carne, e Isaac nacido de arriba, y dice: ‘Estos dos son los dos pactos’. Los emplea como una ilustración. Ismael representa el legalismo. Isaac representa a Dios cumpliendo su promesa.

Y en el versículo 28, Pablo declara:

Así, hermanos, como Isaac, nosotros somos hijos de la promesa

“Nosotros” significa los cristianos, los creyentes. Abrahán representa la fe; Isaac representa el nuevo nacimiento. ¿Recordáis lo que dijo Jesús a Nicodemo?: ‘A menos que nazcas de arriba, a menos que nazcas del Espíritu, no puedes entrar en el reino de los cielos’.

¿Qué hay en cuanto a Jacob? ¿Qué significa Jacob? Significa “engañador”. ¡Vaya nombre para un hijo de Dios! ¿Qué problema tenía Jacob? Dios había prometido a Rebeca que Jacob, que era el más joven de sus hijos gemelos, tendría la primogenitura. Esto va en contra de la ley de Moisés sobre la primogenitura, que dice que el primero es el primogénito. Sin embargo, se la daría a Jacob. Pero ¿qué hizo Jacob? Intentó ganarla, conseguirla. ¿Qué hizo cuando nació? Cogió el tobillo de su hermano, como diciéndole: ‘¿No te das cuenta que se supone que he de nacer yo primero?’ ¿Tuvo éxito? -No. Nació primero Esaú. Un día llegó Esaú a casa sin haber cazado nada, desfallecido por el hambre, y olió la comida preparada. Entonces Jacob se dijo: ‘Esta es mi ocasión’, y dijo a Esaú: ‘te puedo dar el plato de comida, pero a cambio de la primogenitura’. Es decir, intentó hacer algo que Dios había prometido ya, lo mismo que a veces nos esforzamos por vivir la vida cristiana siendo que Dios ya ha prometido hacerlo en nosotros.

Esaú dijo: ‘¿Para qué me sirve la primogenitura si me estoy muriendo de hambre?’ Así es que le respondió: ‘Bien. Te doy la primogenitura’. Después de haber comido aquel plato dijo a Jacob: ‘Era una broma’. Jacob no pudo hacer nada entonces, porque Esaú era el fuerte.

Isaac estaba a punto de morir, y quería bendecir a su hijo mayor, Esaú, con la primogenitura. Ya sabéis lo que sucedió: Rebeca y Jacob se confabularon, cogieron una piel de oveja para engañar al pobre Isaac que era ya ciego debido a la edad, y entonces Isaac bendijo a Jacob pensando que era Esaú. Cuando Esaú volvió, se enfadó sobremanera y le dijo: ‘Te voy a matar, Jacob’. Y Jacob huyó. Estuvo veinte años huido, hasta que un día dijo: ‘Voy a regresar. Espero que Esaú me haya perdonado’. Pero al acercarse a casa fue presa del pánico, y ¿qué hizo? Envió dones, envió regalos -algo no muy distinto del soborno- para ver si podía comprarlo. Envió dos grupos, y uno de los siervos regresó y dijo a Jacob: ‘Tu hermano se está acercando. Viene por ti’. Jacob preguntó: ‘¿Viene solo?’ Le respondieron: ‘No. Viene con 400 hombres’.

Jacob quedó aterrorizado y dividió su gente en tres partes. La parte menos importante de su familia la puso en una sección; su auténtica familia en otra, y cruzó el río y pasó al otro lado, pensando: ‘Si Esaú viene de una parte y ataca una sección, ¿qué hacen las mujeres cuando son atacadas? ¡Gritan! Entonces podremos escapar y huir. Serán como una alarma, y nosotros podremos escapar’.

Así es que oró, confesó y se puso a dormir, y a medianoche alguien le tocó, y lo primero que pensó es: ‘Es Esaú que viene a matarme’. Era muy oscuro. No podía ver al enemigo con el que estaba luchando, hasta que empezó a amanecer. Sólo entonces se dio cuenta de que no era Esaú, sino el Ángel del Señor. ¿Qué hizo el ángel del Señor con Jacob? Le dislocó la cadera. Muy doloroso, pero Jacob no se echó las manos a su cadera, sino que las aferró al ángel. Aún estando en agonía, Jacob se asió del Ángel cuando comprendió quien era, y le dijo:

No te dejaré, si no me bendices (Génesis 32:26)

Y el ángel le preguntó:

"¿Cuál es tu nombre?" Él respondió: "Jacob"

Y él le dijo: "No te llamarán más Jacob, sino Israel (luchador con Dios), porque has peleado con Dios y con los hombres, y has vencido" (Génesis 32:27 y 28)

Así pues, ¿qué representa Israel o Jacob? –La perseverancia de nuestra fe resistiendo hasta el mismo fin, a pesar de las circunstancias adversas. Esta es la razón por la que en Jeremías 30:7 se nos habla del tiempo de angustia:

Tiempo de angustia para Jacob...

Durante este tiempo de angustia sentiremos como si nuestra cadera estuviese dislocada, pero nos aferraremos al señor Jesús. Hemos experimentado el proceso de refinamiento del Espíritu Santo, su purificación, y nos aferraremos a Cristo aunque nos sintamos pecadores. Aunque nos sintamos como abandonados por Dios no le dejaremos ir, no nos soltaremos de él, y Cristo dirá: ‘Habéis prevalecido: aquí está la paciencia de los santos. Venid, heredad el reino preparado para vosotros. Quiero que estéis conmigo’.

Así pues, sea donde sea que Dios os lleve, recordad esto: nada os puede suceder sin el permiso de Dios. Si Dios lo permite es para purificarnos, para prepararnos para la crisis final, y para que la tierra sea iluminada a través vuestro con la gloria de Dios.

Mi oración es que estéis dispuestos a experimentar el proceso de purificación del Espíritu Santo, y cuando Cristo venga estéis allí y nos veamos. Allí no habrá barreras de idioma. Quizá hablaremos todos suahili, el idioma que hablamos en Kenia. Quizá hebreo. ¿Quién sabe? ¡El lenguaje celestial! En todo caso, espero que nos veamos todos, ya que Dios nos ha dado un maravilloso mensaje y sobretodo un maravilloso Salvador que es capaz de salvar hasta lo sumo a todo aquel que en él cree.

Oremos:

Padre amante, te damos gracias por este maravilloso mensaje de Cristo nuestra justicia. Te damos gracias por habernos injertado en Israel, aunque éramos gentiles. Que nuestra fe pueda ser la fe de Abrahán. Queremos experimentar el poder del Espíritu Santo en nosotros, y sobretodo haz que nuestra fe persista y venza hasta el fin. Que crezca en conocimiento, en gracia, hasta que Cristo sea formado en nosotros de forma que cuando venga lo estemos ya reflejando completamente. Este es nuestro anhelo, y te lo pedimos en el nombre de Jesús. Amén.

 


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