EL EVANGELIO DEL ESPÍRITU SANTO
Jack Sequeira
Vichy, 19 al 22 Sep. 2002
Tema nº 7


Estoy contento de estar aquí. Quiero compartir con vosotros una profunda preocupación. Quiero empezar con 1844.

Según El Conflicto de los Siglos, el juicio investigador, “1844”, es la doctrina sobre la que está edificada nuestra iglesia. Pero hace unos años esta doctrina fue muy cuestionada por parte de teólogos no adventistas. Fue muy atacada, y el desafío era doble: de una parte nos desafiaban diciendo que no podíamos probar 1844 por la Biblia. En segundo lugar: si no lo podíamos probar, entonces no teníamos razón de existir como iglesia.

Lo triste es que más recientemente ha venido la misma acusación, pero no de teólogos de otras denominaciones, sino de algunos de nuestros propios teólogos. Hace unos meses, en este mismo año, hubo una gran reunión en Lomalinda. El predicador era el principal contribuyente al comentario de Daniel en nuestro ‘Comentario Bíblico Adventista’ (vol. IV). Se trataba de Raymond F. Cottrell. Dijo: ‘No podemos probar “1844” por la Biblia, así es que mejor abandonemos esa doctrina’.

Pero quisiera que veáis 1844 desde un punto de vista diferente. Observad tres cosas:

(1) Primeramente, el gran chasco de 1844 es un hecho histórico. Nadie puede negarlo, ni siquiera los escépticos.

(2) En segundo lugar, este gran chasco no tomó a Dios por sorpresa. No fue imprevisto para Dios. Él sabía que iba a suceder. ¿Cómo podemos comprobarlo? Porque lo profetizó. Está en Apocalipsis 10:8–10. Cuando leáis esto, tened presente que la única Biblia que existía al alcance de Juan cuando él escribió Apocalipsis, era el Antiguo Testamento.

La voz que oí del cielo habló otra vez conmigo, y dijo: "Ve, toma el librito abierto de mano del ángel”

El único libro que estaba sellado en el Antiguo Testamento, como sabéis, es el libro de Daniel. El ángel Gabriel había dicho a Daniel:

Pero tú, Daniel, cierra las palabras y sella el libro hasta el tiempo del fin. Muchos correrán de aquí para allá, y la ciencia se aumentará (Daniel 12:4)

Con esto el ángel no estaba queriendo decir que muchos irían de aquí para allá en aviones, que el saber científico se multiplicaría, etc. Eso sería ignorar el contexto. Lo que Gabriel está diciendo aquí es que muchos recorrerían con atención y discernimiento el libro de Daniel, que el conocimiento del libro de Daniel aumentaría, y esto es exactamente lo que pasó en la mitad del siglo XIX. Antes de esa época el libro había estado sellado. Nadie entendía nada. Se habían escrito muy pocos comentarios sobre el libro de Daniel. Era un libro que los teólogos evitaban. Pero William Miller llegó a la conclusión, leyendo este libro, de que Cristo volvería el 22 de octubre de 1844. Recordad que la iglesia cristiana había esperado durante 1800 años la venida de Jesús; ésta era precisamente la bendita esperanza para todo cristiano, así es que cuando los milleritas proclamaron la segunda venida de Cristo, eso encendió un fuego... fue muy dulce en la boca, pero cuando llegó esa fecha y Jesús no vino, resultó muy amargo en el vientre. Y es justamente lo que la profecía había previsto (Apocalipsis 10:8–10):

La voz que oí del cielo habló otra vez conmigo, y dijo: “Ve, toma el librito abierto de mano del ángel que está sobre el mar y sobre la tierra”. Fui al ángel, y le pedí que me diese el librito. Y él me dijo: “Toma, cómelo. Será dulce como la miel en tu boca, pero amargará tu estómago”. Entonces tomé el librito de mano del ángel, y lo comí. Y en mi boca fue dulce como la miel, pero después que lo comí, fue amargo en mi estómago

Se trata de una perfecta descripción del gran chasco de 1844. Ningún otro evento en la historia de la iglesia encaja con esa profecía. Nadie ha dado una explicación alternativa, un hecho histórico que encaje con esta profecía, si no es el gran chasco de 1844.

(3) Quiero que leáis el versículo 11. Este es el tercer punto, que consiste en que Dios permitió este gran chasco con un propósito:

Y él me dijo: “Es necesario que otra vez profetices a muchos pueblos y naciones, lenguas y  reyes”

A partir del gran chasco de 1844, Dios suscitó al movimiento adventista con una misión. ¿Cuál era esa misión? La palabra “profetizar”, significa proclamar. ¿Qué quiere Dios que proclamemos a todo pueblo, nación, lengua y reino? La respuesta la encontramos en el capítulo 14: Se trata del evangelio eterno. Apocalipsis 14:6:

Entonces vi a otro ángel que volaba por el cielo, con el evangelio eterno para predicarlo a los que habitan en la tierra, a toda nación y tribu, lengua y pueblo

Lo que llamamos el mensaje de los tres ángeles, es el cumplimiento de una profecía que Jesús hizo referente a su segunda venida. Esta profecía la encontramos en Mateo 24:14:

Y este evangelio del reino será predicado en todo el mundo...

...incluyendo a toda nación y tribu, lengua y pueblo....

...por testimonio a todas las naciones, y entonces vendrá el fin

En otras palabras: el evangelio eterno es la restauración del evangelio en su pureza, tal como lo predicaron los apóstoles. Es la plenitud del evangelio. Ha de ser predicado “otra vez”, tal como hemos leído en Apocalipsis 10:11, a modo de llamamiento final de Dios al mundo, antes de que venga el fin. ¿Cuál es, pues, este evangelio eterno? Para contestar esa pregunta hemos de comprender primeramente aquello que NO es el evangelio.

Hoy, en la iglesia cristiana, se predican al menos tres “evangelios”. (1) El evangelio, según la iglesia Católica Romana, está basado más en el razonamiento humano que en la palabra de Dios. Así es como ellos razonan: ‘Dios es un Dios santo. No puede llevar pecadores al cielo a menos que primero los haya hecho justos. ¿Cómo lo hace? Da a la iglesia la autoridad para infundir gracia en los miembros mediante los sacramentos. Hay siete sacramentos, como sabéis -según la teología católica- y esta gracia que resulta infundida o comunicada, convierte en justos a los creyentes. Ahora bien, la mayor parte de ellos mueren antes de llegar a ese estado de santidad, así que tienen que ir al purgatorio previamente para purificarse. Solamente entonces pueden ir al cielo’.

Lo anterior es cualquier cosa, excepto buenas nuevas. Si Pablo estuviese hoy vivo, lo señalaría inmediatamente como una perversión del evangelio. Entonces, a partir de la Reforma del siglo XVI, se desarrollaran otros dos puntos de vista sobre el evangelio. (2) El punto de vista más popular es el conocido como Calvinismo. Juan Calvino tenía la mente propia de un jurista. Así es como razonó: ‘Dios es soberano, lo que significa que cualquier cosa que él decida, sucede. De forma que si Dios decide que todos los hombres sean salvos, inexorablemente todos lo serán, porque él es soberano’. Pero la Biblia es muy clara, e insiste en que muchos perecerán. Así pues, tuvo que llegar a la conclusión de que Dios no había elegido a todos los hombres para que fuesen salvos, y propuso la doctrina de la doble predestinación, según la cual Dios ha elegido a algunos para que sean salvos, y al resto para que se pierdan.

Según esa enseñanza, cuando Cristo vino a este mundo hace dos mil años, no vino a salvar al mundo, a salvar la raza humana, sino que vino a salvar solamente a aquellos a quienes Dios había predestinado para que se salvaran. A esto lo llamó una “expiación limitada”. En armonía con ello, cuando el calvinista da testimonio del evangelio a un individuo, no puede decirle en plena convicción ‘Cristo murió por ti personalmente’ porque evidentemente no sabe quiénes son los elegidos. Predican buenas nuevas, pero limitadas. No son buenas nuevas para todo el mundo. Esto es el calvinismo.

Durante la época de Calvino hubo otro reformador, esta vez de Holanda, llamado Arminio. Arminio y Calvino estaban en desacuerdo, tenían puntos de vista encontrados. Arminio se enfrentó a Calvino y proclamó: ‘No. Eso no es cierto, dado que Cristo murió por los pecados de todo el mundo’. Calvino, como buen abogado, le replicó: ‘Si Jesús pagó la paga de los pecados de todo el mundo, y al fin del mundo se castiga a los malos por sus pecados, se está castigando a los pecadores dos veces: una vez en Cristo, y otra vez en el pecador que finalmente se pierde. Los mismos pecados son castigados en Cristo, y luego son vueltos a castigar en el pecador que se pierde. Con ello Dios resultaría ser un Dios injusto’.

Es en este punto donde Arminio tomó una postura equivocada, y propuso la idea de que Jesús no salvó a nadie en la cruz: sólo hizo provisión para que se pudieran salvar. Según eso, tenemos que hacer algo a fin de que esa provisión se convierta en realidad: tenemos que creer en Cristo, tenemos que arrepentirnos (que incluye abandonar la vida de pecado), tenemos que confesar todos nuestros pecados, y entonces y solamente entonces, Dios puede ponernos en Cristo, y la provisión se convierte en una realidad. Desafortunadamente muchos adventistas se adhieren a ese razonamiento de Arminio. Históricamente somos arminianos. Eso trae un problema, que ilustraré con mi propia experiencia.

Como os dije, fui educado en el catolicismo, en un ambiente muy católico, y no sentía paz ni esperanza de salvación. A veces hasta castigaba mi cuerpo esperando que eso me ayudara a llegar al cielo, y cuando llegaba al confesionario no estaba seguro de recordar todos mis pecados, así es que por si acaso añadía algunos a la confesión. Luego me hice adventista y creí en Jesús. Me aparté de una vida de pecado, confesé todos mis pecados y ahora esperaba poder llegar al cielo. Al bautizarme, hice toda clase de promesas.

Pero -¿sabéis?- una cosa es prometer, y otra cosa es cumplir la promesa. Encontré que habiendo hecho maravillosas promesas -y era muy sincero-, no podía cumplirlas, así es que comencé a caer. Confesaba mis pecados. Caía de nuevo. Volvía a confesar, y seguía así, hasta que me di cuenta de algo: ‘¡No era en nada diferente a los católicos romanos!’ No conocía la paz.

Cinco años después de haber comenzado el ministerio como pastor, me estaba sucediendo lo mismo: no tenía paz. Si alguien me hubiera preguntado: ‘Si te mueres hoy, ¿irás al cielo?’, habría respondido: ‘Me encantaría...  pero no estoy seguro...’

¿Cómo podía dar testimonio del evangelio sin tener la seguridad de la salvación? Así que para mí el evangelio arminiano no fueron muy buenas nuevas, sino que más bien eran buenos consejos. El evangelio católico es un evangelio pervertido. El evangelio calvinista son buenas nuevas limitadas, inciertas para el individuo, y el evangelio arminiano son buenos consejos y no buenas nuevas. Ahora bien, el evangelio eterno no es ninguna de esas tres cosas.

El evangelio eterno son buenas nuevas tan increíbles, que una vez ha sido proclamado en el poder del Espíritu Santo, y una vez que la tierra resulta iluminada por la gloria de Dios, se convertirá en inexcusable para nadie el perderse, y entonces vendrá el fin porque todo ser humano que ha alcanzado la edad de la responsabilidad tendrá que tomar una decisión: o bien por Cristo, o bien contra él. Entonces vendrá el fin.

Dios suscitó a la Iglesia Adventista para proclamar ese evangelio eterno. Esa es mi preocupación. Sí, todas las demás doctrinas que han de ser restauradas son importantes: el reposo del sábado, el estado de los muertos, etc. Pero el Evangelio eterno tiene una importancia primordial. Es prioritario, porque Dios no quiere que nadie perezca sino que todos procedan al arrepentimiento. Él quiere dar a todo ser humano una oportunidad de oír estas maravillosas Buenas Nuevas.

El diablo lo sabe. Sabe por qué suscitó Dios el movimiento adventista, de forma que desde el mismo principio intentó desviarnos de nuestra elevada vocación, de nuestro llamamiento santo. Desafortunadamente tuvo cierto éxito en los años en que nuestra iglesia se estaba estableciendo, a mitad del siglo XIX. La iglesia cristiana estaba introduciendo por entonces una nueva doctrina. No era realmente nueva porque ya los padres de la iglesia, en los primeros siglos, la habían rechazado cuando se había intentado introducir (en el siglo III). Pero esta vez fue aceptada a mitad del siglo XIX. Esta doctrina es la conocida como el dispensacionalismo. La popularizaron varios teólogos, entre ellos Scoffield. Esa doctrina enseña que en diferentes períodos de la historia de la iglesia, Dios empleó métodos diferentes de salvación, y desde Moisés hasta Cristo se trataba de la dispensación del Antiguo Pacto. Según esta doctrina, Dios puso a la raza humana bajo la ley, y la ley dice: ‘Obedece y vivirás. Si desobedeces, has de morir’. Según ellos, este método fracasó debido a la pecaminosidad del hombre, así que vino Cristo y desechó el Antiguo Pacto, clavando la ley en la cruz -según la enseñanza dispensacionalista-. Introdujo entonces el Nuevo Pacto, que es la salvación por la gracia. Esto ha venido a ser muy popular e infiltra en la actualidad a la práctica totalidad del cristianismo protestante.

Nuestros pioneros tenían que luchar en contra de esta doctrina, y en esas situaciones siempre está la tentación de caer en el extremo contrario, de forma que en oposición a la enseñanza dispensacionalista, predicamos la ley, la ley, la ley, de forma que nos encontramos con dos extremos.

Os daré alguna información histórica para que entendáis cuál es la dirección que estábamos tomando como denominación: Desde agosto hasta septiembre de 1874, Uriah Smith publicó una serie de artículos en la Review and Herald. Este era el título de los artículos: ‘Doctrinas principales de la Review’, que equivalía a decir: ‘doctrinas principales de la Iglesia Adventista’. No había una sola mención, ni siquiera una sola, a la justificación por la fe.

Tres años después, en 1877, Uriah Smith y James White (marido de Elena White), dirigieron una serie de reuniones instruyendo a los pastores para la evangelización. Se lo denominó ‘Instituto Bíblico’, y lo que predicaron quedó registrado. Lo podéis leer en los archivos oficiales del White Estate. Pues bien, no hay ni una sola mención de la justificación por la fe.

Un año después, en 1878, Uriah Smith, que era el editor de la Review -uno de nuestros pioneros, como sabéis-, publico un libro de 360 paginas. El libro se titulaba ‘Sinopsis de la verdad presente’. No mencionaba para nada la justificación por la fe, como si no existiera una enseñanza o doctrina tal.

Debido a lo anterior, Dios intentó corregirnos en 1888, y la hermana White intentó convencer a nuestro pueblo de que habíamos de movernos en la dirección de la justicia de Cristo y la justificación por la fe.

Ahora voy a leer citas de Elena White:

Review and Herald, 25 marzo 1890:

Nuestras iglesias están agonizando por falta de enseñanza acerca del tema de la justificación por la fe en Cristo, y verdades semejantes

Review and Herald, 11 marzo 1890 (unos dos años después de Minneapolis):

Durante casi dos años hemos estado urgiendo al pueblo a venir y aceptar la luz y la verdad relativa a la justicia de Cristo y el pueblo no sabe si venir y tomar esta preciosa verdad y aferrarse a ella...

Os encontrareis con aquellos que os dirán: no tenéis que caer en la excitación acerca de la justificación por la fe y no tenéis que darle tanta importancia sino que habéis de predicar la ley...

Como pueblo hemos predicado la ley hasta resultar tan secos, tan áridos, como las montañas de Gilboa, donde no hay lluvia ni rocío. Debemos predicar a Cristo en la ley y tiene que haber savia y alimento en la predicación a fin de que sea nutritivo para el famélico rebaño de Dios

En el libro ‘Obreros Evangélicos’, en las páginas 15 y 16, escribió:

Los religionistas [se refiere a los dispensacionalistas] generalmente han divorciado la ley y el Evangelio, en tanto que nosotros [los Adventistas del Séptimo Día], por otra parte, casi hemos hecho lo mismo desde otro punto de vista. No hemos mantenido ante la gente la justicia de Cristo y el pleno significado de su gran plan de redención

Este era el problema al que nos enfrentábamos: había quien se oponía a este mensaje de la justicia de Cristo, y después de tres, cuatro, cinco años de lucha, llegamos a este compromiso: ‘Nuestra salvación es en parte por la gracia y en parte guardando la ley. Tengo que hacer lo mejor que puedo, y Jesús pondrá el resto allí donde yo no llegue’. El problema es el siguiente: En ninguna parte de la Biblia encontraréis una enseñanza como esa. La Biblia enseña:

No yo, sino la gracia de Dios que está conmigo (1 Corintios 15:10)

Confeccionamos una mezcla de la verdad con el error, y fue en esa época cuando empezamos a enviar misioneros desde América a todo el mundo: a Suiza, a Francia, a toda África, a Alemania, a Oriente Lejano... y el resultado es un pueblo que se siente inseguro de su salvación. Pero esto no es a lo que Dios nos llamó. Los adventistas debiéramos ser los más felices de todo el mundo, por saber en quién hemos creído. Pienso, amigos, que ha llegado el tiempo de que permitamos que Dios restaure otra vez el evangelio, esas maravillosas buenas nuevas de salvación, y quisiera compartir con vosotros este Evangelio, pero antes os he de exponer un problema. He encontrado este problema allá donde he ido, y he viajado por todo el mundo.

Digámoslo de esta forma: La Biblia, especialmente el Nuevo Testamento, describe dos dimensiones de la salvación. De una parte, describe la salvación que ya ha sido conseguida en Cristo: en su nacimiento, vida, muerte y resurrección. De otra parte la Biblia también describe la salvación que es experimentada por aquellos que aceptan a Cristo. La primera es una vedad objetiva y la segunda es una experiencia subjetiva. Estas dos dimensiones están relacionadas: lo que experimentamos está siempre basado en lo que Cristo cumplió y logró. Pero son distintas, y es la incapacidad para reconocer esta distinción lo que ha causado el problema.

Digámoslo de esta forma: más del noventa por ciento de la predicación que se suele oír en nuestros púlpitos, así como nuestro material publicado, se refiere a lo subjetivo, a nuestra experiencia espiritual. Sucede que nuestra gente lo toma, y piensa que eso es el evangelio. Pero eso no es el evangelio: eso son los frutos del evangelio. Es el resultado de la aplicación del evangelio.

El evangelio es Cristo, y Cristo crucificado.

Os daré un ejemplo: En cierta ocasión me encontraba predicando en una de las iglesias más grandes de nuestra denominación en Norte América –una iglesia que tiene unos 3500 miembros-. Les hice esta pregunta:

‘Si en un esfuerzo evangelístico predico la segunda venida de Cristo, ¿he predicado el evangelio?’

Todas las manos se levantaron diciendo: ‘Sí’. La respuesta, sin embargo, es que NO. La segunda venida de Cristo no es el evangelio. La segunda venida de Cristo es la bienaventurada esperanza del evangelio.

Les pregunté:

‘¿Estáis seguros de que la segunda venida de Cristo son buenas nuevas?’

Y dijeron todos: ‘Sí’.

Les pregunté entonces: ‘El evangelio, ¿son buenas nuevas para todos?’

Respondieron: ‘Sí’. (Así lo afirma, por ejemplo, Lucas 2:10 y 14)

Ahora otra pregunta: ‘La segunda venida de Cristo, ¿es una buena nueva para todos?’

No lo es. ¡Sólo es una buena nueva para los creyentes! Para los impíos es el día de la ira, de la destrucción. No son muy buenas nuevas para la gran mayoría de habitantes del mundo. Algunos pedirán a las peñas que caigan sobre ellos... Sin embargo, el evangelio son buenas nuevas para todos.

Quiero señalaros diferencias entre (a) el evangelio, que son los hechos objetivos de la salvación, (b) y la experiencia subjetiva o aplicación del evangelio. Porque habéis de conocer esa distinción, de otra forma estaréis confundidos y os sentiréis privados del gozo de la salvación.

Primero: el evangelio es universal. Incluye a la totalidad de la raza humana. Hay muchos versículos en el Nuevo Testamento que podríamos calificar de textos universales. Juan 3:16:

Porque tanto amó Dios al mundo

No ‘a los elegidos’, ni ‘a los que creen’, sino "al mundo"

Que dio a su Hijo único

Quisiera daros dos textos. Hay muchos más, pero consideraremos solamente dos: 1 Timoteo 2:5–7:

Porque hay un solo Dios, y un solo Mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre, que se dio a sí mismo en rescate por todos.  Este testimonio fue dado a su debido tiempo. De esto fui constituido predicador y apóstol -digo verdad, no miento-, y maestro de los gentiles en la fe y la verdad

Es decir, el evangelio incluye también a los “gentiles”. Incluye a todos, a toda la raza humana. El otro texto está en Tito 2:11. Leed atentamente:

Porque la gracia de Dios que trae salvación, se manifestó a todos los hombres

“Que trae salvación”, en el original esta escrito en pasado: ‘trajo salvación’, o ‘salvó’. ¿Significa esto que todos los hombres serán finalmente salvos? -No significa eso. Se trata de una verdad objetiva. Algunos me acusan de enseñar que todos los hombres se van a salvar. Nunca he ensañado una cosa así. Deducen eso porque son incapaces de distinguir entre lo que es subjetivo y lo que es objetivo.

En Jesucristo, Dios ha redimido a toda la raza humana, y este es su don a los hombres (la Biblia habla de don, no de oferta). Pero como todo don, no lo podéis disfrutar si lo rechazáis. Así que la aplicación del evangelio no es para toda la raza humana sino que se aplica solamente a los creyentes, a aquellos que lo quieren aceptar.

Jesús dijo (Marcos 16:15 y 16):

Id por todo el mundo, y predicad el evangelio a toda criatura. El que crea y sea bautizado, será salvo. Pero el que no crea, será condenado

Juan 3:16:

Porque tanto amó Dios al mundo, que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en él...

Así que lo subjetivo es la aplicación al individuo. Pero no hay excusa para que nadie se pierda. Nadie podrá culpar a Dios de su perdición, porque Dios ha redimido a toda la raza humana. Esta es, pues, la primera distinción: El evangelio son objetivamente buenas nuevas para todos; mientras que subjetivamente requieren nuestra aceptación.

Segunda distinción: el evangelio son buenas nuevas incondicionales. ¿Qué significa esto? Que Jesús no esperó a que nosotros fuésemos buenos antes de morir por nosotros. Nos salvó sabiendo que éramos pecadores. Ved Romanos 5:6–10. En el versículo 6, Pablo nos dice dos cosas: Primero, que estábamos desvalidos, que éramos incapaces de salvarnos, que estábamos sin fuerza; y segundo: que Cristo murió por los impíos (malvados).

Porque cuando aún éramos débiles, a su tiempo Cristo murió por los impíos

En el versículo 7 describe el amor humano. El amor humano es un amor limitado. Es condicional. Sólo podéis morir por alguien que consideréis bueno, e incluso eso -dice Pablo-, es un fenómeno más bien extraño y excepcional.

En verdad, apenas hay quien muere por un justo.  Con todo, puede ser que alguno osara morir por el bueno

Ved el versículo 8: Dios, por contraste con el amor humano,

demuestra su amor hacia nosotros, en que siendo aún pecadores [no habíamos cambiado aún], Cristo murió por nosotros

Estas son Buenas Nuevas incondicionales, y en el versículo 10 va un paso más allá:

Porque si cuando éramos enemigos

¿Quiénes eran “enemigos”? ¡Nosotros! ¡Éramos aún enemigos de Dios!, y estando en esa condición,

Fuimos reconciliados...

Pero observad bien que no dice que seremos reconciliados, sino que “fuimos”, en pasado.

...con Dios por la muerte de su Hijo

Amigos, el evangelio son buenas nuevas incondicionales. No dice: ‘Primero cree, primero intenta ser bueno...’ No dice eso. Jesús no esperó a ver si creíamos, para dar su vida por nosotros. En Efesios 2:5 y 6, Pablo afirma:

Aun cuando estábamos muertos en pecados, nos dio vida junto con Cristo

Nos puso en Cristo, y Cristo nos redimió por gracia.

Por gracia habéis sido salvos

Eso es el evangelio. ¿Significa que hemos experimentado incondicionalmente la salvación? -No. La experiencia de la salvación es condicional. Si he de experimentar la justificación, tengo que creer, y Romanos 5:1 dice:

Así, habiendo sido justificados por la fe, estamos en paz con Dios

Para experimentar la santificación tengo que aprender a caminar en el Espíritu. Para experimentar la glorificación, mi fe tiene que perseverar hasta el fin.

La Biblia no enseña que “una vez salvos, siempre salvos”. Si bien es cierto que el evangelio son buenas nuevas incondicionales, experimentar el evangelio es condicional a nuestra respuesta.

Tercer punto: el evangelio es una obra completa, terminada. No le podéis añadir nada. No lo podéis mejorar. En la cruz, Jesús dijo:

¡Consumado está! (Juan 19:30)

Leemos en Hebreos 10:14:

Con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los santificados

Es una obra completa. Cuando Cristo oró a su Padre, dijo (Juan 17:4):

He acabado la obra que me encargaste

En Colosenses 2:10, dice Pablo:

Y vosotros estáis completos en él

En él estáis cumplidos. Significa que en Cristo somos perfectos en obediencia. En Cristo somos perfectos en justicia y somos perfectos en naturaleza. Él nos redimió en todo respecto. Cristo llevó al cielo una humanidad glorificada, perfecta, y en él estamos incluso sentados en lugares celestiales. “En Cristo”. Esto lo encontraréis en Efesios 2:6:

Y con él nos resucitó y nos sentó en el cielo con Cristo Jesús

Pero por contraste, en el terreno de lo subjetivo, no hemos experimentado esta salvación completamente. No hasta que llegue la segunda venida de Jesús. Así pues, la experiencia cristiana es un proceso en progresión. Observad bien esto (Romanos 8:24 y 25). Pablo nos dice que somos salvos en esperanza. Pero estamos esperando la redención del cuerpo, así que hemos de ser pacientes hasta entonces:

Porque fuimos salvos en esperanza; pero la esperanza que se ve, no es esperanza; porque, ¿quién espera lo que ya tiene? Pero si esperamos lo que no vemos, con paciencia esperamos

También 2 Pedro 1:2–8:

Gracia y paz os sea multiplicada en el conocimiento de Dios y de nuestro Señor Jesús. Todo lo que pertenece a la vida y a la piedad nos fue dado por su divino poder, por el conocimiento de aquel que nos llamó por su gloria y virtud. Por ese medio nos ha dado preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas lleguemos a participar de la naturaleza divina, y nos libremos de la corrupción que está en el mundo por causa de los malos deseos. Por esa razón, poned la mayor diligencia en agregar a vuestra fe, virtud; a la virtud, conocimiento; al conocimiento, dominio propio; al dominio propio, paciencia; a la paciencia, piedad; a la piedad, afecto fraternal; y al afecto fraternal, amor. Porque si estas virtudes están en vosotros, y abundan, no os dejarán ociosos, ni sin fruto en el conocimiento de nuestro Señor Jesucristo

Vayamos al punto cuarto: el evangelio es meritorio. En otras palabras: lo que Cristo hizo hace dos mil años nos cualifica a nosotros –creyentes- para el cielo, ahora y en el juicio.

Jesús dijo:

El que oye mi Palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no será condenado, sino que pasó de muerte a vida (Juan 5:24)

El original lo expresa en pasado: de condenación a justificación. Romanos 10:4:

Porque la finalidad de la Ley es conducirnos a Cristo, para justificar a todo el que cree

El evangelio, para todo aquel que cree, es una obra meritoria, completa y acabada en Cristo.

¿Qué diremos del aspecto subjetivo del evangelio? Nada de lo que nosotros podemos hacer es meritorio. Es sólo la demostración en nosotros de la perfecta obra de Dios en Cristo. Da testimonio al mundo de aquello que ya es cierto de nosotros, en Cristo.

Hebreos 13:20 y 21:

El Dios de paz... por la sangre del testamento eterno, os haga aptos en toda obra buena para que hagáis su voluntad, haciendo él en vosotros lo que es agradable delante de él por Jesucristo

Jesús dijo (Juan 13:34 y 35):

Un mandamiento nuevo os doy, que os améis unos a otros, así como yo os he amado. Que os améis unos a otros. En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si os amáis unos a otros

Tito 3:8:

Palabra fiel es ésta. En estas cosas insiste con firmeza, para que los que creen en Dios, procuren ocuparse en buenas obras. Estas cosas son buenas y útiles a los hombres

Así, quienes nos rodean pueden ver que el evangelio no es una teoría, sino que es poder de Dios.

Si vuestro conocimiento del evangelio –los hechos objetivos: la encarnación, vida y muerte de Jesús- es incompleto, vuestra experiencia –subjetiva- será igualmente incompleta. Si vuestro conocimiento del evangelio es incorrecto, vuestra experiencia también lo será. No puede haber un edificio mejor que el fundamento sobre el que se sustenta. Pablo dice en 1 Corintios 3:11:

Porque nadie puede poner otro fundamento fuera del que está puesto, que es Jesucristo

Sobre este fundamento edificamos nuestra experiencia cristiana. Esta es la razón por la cual debemos restaurar el evangelio, a fin de que la experiencia pueda ser completa. Esta es mi oración en el nombre de Jesús. Amén.

 


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