EL EVANGELIO DEL ESPÍRITU SANTO
Jack Sequeira
Vichy, 19 al 22 Sep. 2002
Tema nº
3


Estamos estudiando el Espíritu Santo. Ahora veremos lo fundamental: cuando Adán pecó, afectó en varias formas a toda la raza humana. Una forma en la que la afectó fue esta: cuando Adán pecó, el Espíritu Santo dejó de morar en Adán, y éste murió espiritualmente. No físicamente, pero sí espiritualmente: aquel día murió. Una de las razones por las que Cristo vino a este mundo es para renovar el don del Espíritu Santo a la raza humana. Quiero que observéis dos versículos:

 Efesios 2:5:

 Aun cuando estábamos muertos en pecados, nos dio vida junto con Cristo

Cuando la divinidad de Cristo y nuestra humanidad se juntaron en la matriz de María, fuimos vivificados espiritualmente en Cristo, y fue aquí cuando por vez primera fue restaurado el Espíritu Santo a la raza humana.

El segundo texto, Tito 3:5:

Nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el lavado regenerador y renovador del Espíritu Santo

Así pues, el Espíritu Santo fue restaurado primeramente a la raza humana en Cristo. ¿En qué momento se hace esa verdad personalmente nuestra? Cuando obedecemos al Evangelio. Pero, ¿qué significa obedecer al Evangelio? Para comprender esto, hemos de comprender lo que ocurrió en la cruz. Lo citamos ayer; hoy lo repetiremos.

En la cruz, nuestra vida humana -la vida que recibimos de Adán- murió para siempre a fin de satisfacer las demandas de la ley. A cambio, Dios dio a la raza humana la vida eterna de Cristo. A esto lo llamamos el maravilloso intercambio. Esta es la razón por la cual, antes de la cruz, a Cristo se lo llama “el unigénito del Padre”, mientras que después de la cruz se lo llama “el primogénito”. Unigénito significa alguien muy especial, único. Antes de la cruz, Dios tenía un Hijo único. Después de la cruz, a Jesús se lo llama primogénito, que significa el primero.

¿Qué significa este matiz, esta distinción? Si yo os presentara a mi hijo y os dijera: ‘Es mi hijo único’ ¿Qué implica? ¿Cuántos hijos más tengo? Ningún otro. Pero si os digo: ‘Este es mi primogénito’ ¿Qué pensáis? ¿Tengo otros hijos además de este? Ciertamente tengo otros, puesto que éste es el primero.

Antes de la cruz Dios tenía sólo un Hijo; un único Hijo. Pero debido a que Jesús puso su vida por nosotros y compartió su vida con nosotros, ahora Dios tiene muchos hijos e hijas, de los cuales Cristo es el primogénito. Es por esto que en 1 Juan 3:1, el apóstol exclama:

¡Mirad qué gran amor nos ha dado el Padre, que seamos llamados hijos de Dios!

En Hebreos 2:11 Pablo dice de Jesús:

No se avergüenza de llamarlos hermanos

Porque compartimos su misma vida. Ahora, ¿qué significa obedecer al Evangelio? Es muy importante que lo entendáis. La Ley y el Evangelio no son lo mismo. Por lo tanto, obedecer la Ley no es lo mismo que obedecer al Evangelio. Obedecer al Evangelio es aceptar de todo corazón nuestra muerte en Cristo, y a cambio aceptar la vida de Cristo. En otras palabras: la persona que experimentó la verdadera conversión, dirá como dijo Pablo:

Con Cristo estoy crucificado, y ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí

Dicho de otro modo: cuando aceptamos a Cristo, decimos adiós a la antigua vida, y aceptamos la nueva. En el momento en que hacemos esto, el Espíritu Santo viene y mora en nosotros, y esto es en lo que consiste el bautismo del Espíritu Santo. Pero hay aquí un problema: el pastor que nos bautiza no puede leer nuestro corazón. Puede escuchar nuestras palabras, pero algunas veces lo que decimos no es lo que tenemos dentro del corazón. Os pondré un ejemplo: Fui enviado a Etiopía como misionero y me asignaron un joven para ser mi asociado en este trabajo. Yo pensé que era un hombre convertido, porque decía “sí” a todo. No le pagaba la iglesia, sino que era una señorita en Suecia la que le pagaba para que él pudiera esparcir la obra entre los musulmanes. Así pues lo tomé y lo llevé en mi coche al pueblo donde él trabajaría, a nueve kilómetros de distancia. Fuimos a visitar al jefe del pueblo: ‘Queremos abrir aquí una escuela, y este hombre será el maestro’. Aquella población carecía de escuela, así que el jefe se alegró muchísimo y nos dijo: ‘Os daré un edificio’. Y le dije: ‘¡Gracias! Pero quiero ser sincero con usted: este hombre empleará la Biblia’ (recordad que era un poblado musulmán). Y él dijo: ‘Bueno, está bien. Con tal que tengamos una escuela, no me importa que se use la Biblia’. Así es que volví a casa con este joven y le dije: ‘No empieces con Cristo. Son musulmanes. Empieza con Abrahán primeramente, porque es el padre de los árabes tanto como lo es de los judíos. Empieza con Abrahán y gradualmente ve hacia Jesús. Mañana por la mañana trae al jefe a esta población...

El joven no quería ir en autobús, para no pagar “al mundo”. Decía: ‘Soy joven. Iré andando’. Le dije: ‘No te has de preocupar por el dinero del transporte: la iglesia lo pagará’. Pero insistió: ‘Prefiero ir a pie’. El siguiente día vino a mi casa con dolores en todas partes. Estaba muy cansado de aquellos nueve kilómetros, y le recordé que debiera haber empleado el autobús, pero nuevamente me dijo: ‘No. El autobús es una cosa del mundo. ¿Por qué no me compra una bicicleta?’ La “carne” es muy lista, muy astuta. Le dije: ‘No tengo presupuesto. No tengo dinero para comprarte la bicicleta’. Le pregunté: ‘¿Cómo fue la reunión?’ Me dijo: ‘Muy bien’. ‘¿Cuántos vinieron a la escuela?’ –le pregunté. Me respondió: ‘Cincuenta’. Y le dije: ‘¿Predicaste sobre Abrahán?’. Me dijo: ‘Sí’. El siguiente día vino todavía más dolorido. ‘¡Me tiene que comprar una bicicleta!’ Le dije: ‘Hablaremos en otra ocasión de eso. ¿Cómo fue la reunión?’ Me respondió: ‘Todavía mejor. Esta vez acudieron 70 personas’. Le dije: ‘¿De verdad?’ Me dijo: ‘Sí. También asistió el jefe. Le pregunté: ‘¿Sobre qué predicaste?’ Me respondió: ‘He predicado sobre Jesucristo’. Le pregunté: ‘¿Y cómo ha reaccionado el jefe?’ Me respondió: ‘Diciendo “Amén”’. Me pareció demasiado bueno, así que al tercer día fui personalmente a ver cómo iban aquellas reuniones. Llegué al edificio que nos había cedido el jefe y no había nadie, así es que fui al jefe y le dije: ‘¿Dónde está mi asociado?’ Me respondió: ‘No sé’. Le pregunté: ‘¿No ha estado aquí?’ Me respondió: ‘No. La última vez que lo vi es cuando usted lo trajo, cuando vinieron juntos’. Es decir, ni siquiera había ido allí. Me había estado mintiendo, así que cuando regresó al día siguiente todavía más dolorido, él no sabía que yo había ido allí. Esto era el miércoles antes de la reunión. Se trataba de una reunión de oración, y me dijo: ‘Me voy a levantar ante la reunión y a dar testimonio, porque hoy había 150 personas reunidas allí, y el jefe se convirtió a Cristo’. Le dije: ‘No, no. Hoy no hay testimonio. Mañana no vayas allí. Ven a mi despacho’. Él pensaba que yo le iba a decir: ‘¡Buen trabajo! Ahora sí que te compro la bicicleta...’ Pero en lugar de eso, le dije: ‘¿Qué habría de hacer con alguien que miente?’ Me respondió: ‘Hay que disciplinarlo. ¿Quién está mintiendo?’ (como dispuesto a aplicar la disciplina). Le dije: ‘Pues, tú’. Dijo: ‘¡Cómo! ¿Yo?’. Le dije: ‘Sí. ¡No has estado nunca en la escuela!’ Y me dijo: ‘Sí. He estado allí todos los días’. Entonces le expliqué cómo había estado allí, y había estado hablando con el jefe. Me respondió: ‘Es que hacía mucho calor, y no fuimos a la escuela sino que fuimos bajo las copas de los árboles, a la sombra, y seguramente no se pudo entender bien con el jefe porque él habla mal el inglés’. Le dije: ‘Bien. Veamos lo que dice la Biblia. Tomemos dos o tres testigos: el primer anciano y el diácono’. Y me dijo: ‘No, no’. Le pregunté: ‘¿Por qué no?’ Me dijo: ‘No tenemos que dar a nuestros miembros la impresión de que estamos en desacuerdo’. No quería, así que le llevé yo mismo y vinieron de aquella área aquellos que hablaban el mismo lenguaje e interrogaron al jefe en su propia lengua, quien confirmó lo mismo que ya me había manifestado a mí. Regresé, y el domingo decidí ir a verlo para despedirlo. Fui a su casa y no estaba allí, pero tenía una hija de tres años, a la que pregunté: ‘¿Dónde puedo ver a papá?’ Me dijo: ‘En la iglesia’. Yo no comprendía nada. Exclamé: ‘¡Acabo de salir de la iglesia y no está allí! Me dijo: ‘No, no. Está en la otra iglesia’. Le pregunté: ‘¿Qué otra?’ No me lo podía creer. Parecía imposible, pero era cierto: Había estado “trabajando” para dos denominaciones al mismo tiempo, sin que ninguna de ellas supiera que también trabajaba para la otra: para la Iglesia Adventista los sábados, y los domingos para la Iglesia Luterana. Así tenía dos sueldos... y posiblemente la ansiada bicicleta. Fui a la Iglesia Luterana. Fui a la clase. Abrí la puerta y ¡allí estaba! No se alegró mucho al verme por allí. Informé de la situación a los dirigentes de aquella Iglesia Luterana. Naturalmente, lo despedimos como obrero de la misión, y también lo hicieron los luteranos. Entonces él me puso un juicio, me acusó judicialmente. Mintió también al juez, pero no pudo evitar que éste lo descubriera. Expliqué al juez que había mentido, que todos pensaban que era un buen pastor, así que el juez me dijo: ‘Puedo ver que ha mentido, pero usted sabe que en Etiopía es muy difícil encontrar trabajo. ¿Por qué no lo emplea como vigilante, como guarda?’ Le dije: ‘En la iglesia de Dios, hasta el vigilante tiene que ser un hijo de Dios. Pero si a usted le da pena y lamenta que se quede sin trabajo, su gobierno tiene mucho más dinero que mi iglesia. ¿Por qué no lo emplea su gobierno?’ Me respondió: ‘Mi gobierno no da empleo a los mentirosos’. Le dije: ‘Tampoco la Iglesia Adventista’. Pero externamente era un excelente actor, ¡y decía “sí” a todo!

Solamente el Espíritu Santo puede leer nuestro corazón.

Cuando Jesús, en Marcos 16:15, dijo

Id por todo el mundo, y predicad el evangelio a toda criatura. El que crea y sea bautizado, será salvo

No estaba refiriéndose al bautismo visible que administra el pastor. No sólo a esa señal exterior, sino también y especialmente al bautismo del Espíritu Santo.

1 Corintios 12:13. No todos los que se bautizan de manos de un pastor reciben igualmente el bautismo del Espíritu Santo.

Porque por un Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo, sean judíos o griegos, siervos o libres. Y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu

Cuando obedecemos al Evangelio de todo corazón, cuando aceptamos a Cristo plenamente como a nuestro Salvador personal, el Espíritu Santo hace morada en nosotros, y venimos a ser cristianos nacidos de nuevo.

Quiero ser muy claro en esto. Leed en Romanos 6:17 y veréis lo que el Evangelio requiere de nosotros:

Pero gracias a Dios, que aunque fuisteis esclavos del pecado, habéis obedecido de corazón a aquel modelo de enseñanza al cual estáis entregados

La fe es la obediencia de corazón al Evangelio. Fe es decir: ‘Acepto mi muerte en Cristo, a cambio de su vida’. Y cuando esto sucede, el Espíritu Santo hace morada en nosotros y experimentamos el nuevo nacimiento. Somos entonces una nueva criatura. Todas las cosas son hechas nuevas, las cosas viejas pasaron. Por nuestra fe, por nuestra obediencia -la obediencia de la fe-, comienza ahora una nueva obra, comienza un nuevo camino. Os haré una pregunta: Cuándo nacen los niños, ¿tienen dos piernas? -Sí. ¿Pueden caminar? -No. Cuando empiezan a aprender a caminar, ¿se caen alguna vez? -Sí. Así que cuando recibimos el Espíritu Santo y comenzamos a caminar -al principio- nos caemos, aún teniendo dos piernas. No porque queramos caernos, sino porque estamos aprendiendo una nueva vida, una nueva forma de vivir.

Como cristianos tenemos dos naturalezas, tenemos dos vidas: la primera es la naturaleza que nos viene de Adán. Por la fe le hemos dicho adiós, pero todavía está ahí. Le llamamos la carne, y la carne no se convierte. No se va hasta que venga Jesús en su segunda venida, cuando esto corruptible sea hecho incorruptible. Sigue estando ahí. Solamente está muerta por la fe. En realidad solamente está muerta en Cristo, por la obediencia de la fe, y la fe ve con el ojo espiritual. Lo vemos por la fe, pero no lo vemos “por la vista”.

Tenemos dos naturalezas: la carne y el espíritu. Y estas dos naturalezas están la una en contra de la otra. La carne quiere hacer el pecado, y el espíritu quiere producir la justicia de Cristo en nosotros. Aquí esta la batalla que describe Gálatas 5:17. Pero ni la carne ni el espíritu pueden cumplir sus deseos sin el consentimiento de nuestra mente, así es que el campo de batalla está en nuestra mente. Hay una especie de guerra civil dentro de nosotros. Leed Gálatas 5:16 y 17. Pablo hace esta afirmación, dirigida a los creyentes:

Digo pues: Vivid según el Espíritu, y no satisfaréis los deseos malos de la carne. Porque la carne desea contra el Espíritu, y el Espíritu contra la carne. Los dos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisierais

Solamente si caminamos bajo el Espíritu venceremos a la carne. Si procuráis vencer a la carne en vuestra propia fuerza, os encontrareis invariablemente con el fracaso, porque la carne es más fuerte que vuestras promesas y que vuestra fuerza humana. Pedemos decir que hay dos clases de “cristianos”. Los dos nacieron de nuevo, pero unos caminan en la carne y los otros caminan en el Espíritu. Ambos nacieron de nuevo, pero aquellos que caminan en la carne son unos malos testigos de Jesús; traen desgracia a la causa de Dios. Os daré un ejemplo:

Sabéis que la iglesia de Corinto era una iglesia carnal. Antes de que os de los versículos, quiero recordaros el contexto histórico de esta iglesia. La iglesia de Corinto fue una iglesia que se convirtió bajo la obra del apóstol Pablo. Él fue el evangelista que medió en la conversión de los corintios. Diez años después les escribió esta carta. No es una carta agradable de leer para ellos, porque esos cristianos no habían crecido espiritualmente. Oíd esto, empezando por 1 Corintios 3:1:

Así, hermanos, no pude hablaros como a espirituales, sino como a carnales, como a niños en Cristo

Dicho de otra forma: ‘Cuando vine a vosotros primeramente y os convertisteis a Cristo, no os pude alimentar con la vianda firme, con el alimento sólido, porque erais bebés en Cristo; por lo tanto, os di a beber leche’. Versículo 2:

Os di a beber leche, y no alimento sólido

¿Habéis intentado alguna vez alimentar a un bebe de tres meses con alimento sólido? No es lo apropiado. Se supone que lo habéis de alimentar con leche, porque el bebé no tiene la capacidad de asimilar el alimento sólido. Pero ved la siguiente frase del versículo 2:

Porque aún no podíais soportarlo, ni aun podéis ahora

Seguís sin poder asimilar este alimento sólido. En diez años no habéis crecido espiritualmente. Seguís siendo bebés, y tengo que seguir dándoos leche. Versículo 3:

Porque todavía sois carnales, pues habiendo entre vosotros celos, contiendas y disensiones, ¿no sois carnales y andáis a lo humano?

¿Cuál era la prueba de que eran carnales? Que había celos. Había luchas, disputas, contiendas. Había desacuerdos. ¿Sabéis sobre qué estaban disputando? Vedlo en el versículo 4:

Cuando uno dice: "Yo soy de Pablo", y el otro: "Yo de Apolo", ¿no procedéis a lo humano?

Y en el versículo 5 añade:

¿Qué es Apolo? ¿Y qué es Pablo?  Siervos por los cuales habéis creído, y eso según ha concedido el Señor a cada uno

Así que cesad de discutir en cuanto a individuos. ‘Yo soy de Sequeira, yo de Standish, yo de éste, yo de aquel... Eso es carnalidad. Eso es ser carnales. Todos debemos ser de Cristo. La naturaleza carnal es consubstancial con la disputa en la iglesia. La iglesia de Corinto era carnal. Algunos dirían: ‘Quizá es que no estaban verdaderamente convertidos’. Pero ved el versículo 16:

¿No sabéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios habita en vosotros?

¿Eran cristianos nacidos de nuevo? Pues sí, pero estaban caminando en la carne, así que eran unos pésimos testigos de Cristo. Si seguís leyendo veréis que esta iglesia tenía muchos problemas. Unos llevaban a juicio a otros. Había inmoralidad sexual, y Pablo les escribe reprendiéndolos. Capítulo 6:9 y 10:

¿No sabéis que los injustos no heredarán el reino de Dios? No erréis, que ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los homosexuales, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los maldicientes, ni los estafadores, heredarán el reino de Dios

Versículo 11:

Eso erais algunos. Pero habéis sido lavados

En el original está claramente expresado en tiempo pasado

Habéis sido santificados, habéis sido justificados en el Nombre del Señor Jesús, y por el Espíritu de nuestro Dios

En mi Biblia está en presente, pero en el original está expresado en tiempo pasado. ‘Sí. En otro tiempo fuisteis una banda de pecadores, pero ahora que habéis aceptado el Evangelio, ahora que habéis sido limpiados, ahora que habéis sido lavados, santificados, justificados, dejad de comportaros como erais antes. Comportaos como cristianos. Es decir: andad en el espíritu’.

Recordad, pues, que la iglesia de Corintio era una iglesia problemática. Había mucho desacuerdo, y cierto día escribieron una carta a Pablo haciéndole algunas preguntas. Desafortunadamente no tenemos esa carta, pero tenemos la respuesta de Pablo. Y una de las preguntas que le hacían se refiere sin duda al Espíritu Santo. Empieza en el capítulo 12. Ved cómo empieza:

Acerca de los dones espirituales…

Está respondiendo a una pregunta que se le había formulado, relativa a los dones espirituales

No quiero, hermanos, que estéis en ignorancia.  Sabéis que cuando erais gentiles, erais llevados a los ídolos mudos

Pero ahora estáis convertidos –dice-, y a cada uno de vosotros el Espíritu Santo ha dado dones. Versículo 4:

Sin embargo, hay diversos dones, pero el Espíritu es el mismo

Versículo 5:

Hay diversos ministerios, pero el Señor es el mismo

Entonces añade:

Algunos de vosotros pensáis que vuestro don es superior a los dones que tienen otros, y Pablo dice: ‘No. No hay tal cosa. Todos los dones son importantes’. Versículo 12:

Porque así como el cuerpo es uno, y tiene muchos miembros, y todos los miembros del cuerpo, siendo muchos, son un solo cuerpo, así también Cristo

Y el versículo 13 dice:

Porque por un Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo, sean judíos o griegos, siervos o libres. Y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu

Versículos 14 y siguientes:

Además, el cuerpo no es un solo miembro, sino muchos. Si el pie dijera: "Como no soy mano, no soy del cuerpo". ¿Por eso no sería del cuerpo? Y si la oreja dijera: "Como no soy ojo, no soy del cuerpo". Por eso, ¿no sería del cuerpo?

Cada miembro, cada parte, es importante por igual. Cada uno necesita al otro. Demos un ejemplo: Supongamos que mi estómago siente hambre. Digamos que no he podido desayunar, y siento hambre. Mi estómago lo nota. ¿Qué hace el estomago? Envía un mensaje al cerebro, que despierta la alarma del hambre. El cerebro dice a los pies, ‘Lleva este cuerpo a la despensa’. Las piernas dicen: ‘No. ¡Yo no tengo hambre! Si el estómago tiene hambre, que se vaya él a la despensa’. ¿Qué sucedería? Qué grave problema, ¿verdad? No; las piernas obedecen al cerebro y llevan al cuerpo a la despensa. Entonces el cerebro dicta a los brazos: ‘Abre la despensa’. Que os parece si la mano dijera: ‘Como no soy yo quien tiene hambre, sino el estómago, que él abra la despensa’. ¿Puede el estómago abrir la despensa? -No puede. ¿Necesita las manos? -Sí. No hay miembro en el cuerpo que no sea importante.

Cuando era joven, jugaba a fútbol en la escuela. En aquellos días no teníamos dinero para calzado: jugábamos descalzos. Un día, mientras jugaba descalzo, en lugar de darle un puntapié a la pelota, encontré una piedra y me arranqué la uña del dedo gordo. Me hacía bastante daño, y aún lo recuerdo. Rápidamente el dedo informó al cerebro de la lesión que había sufrido. El cerebro mandó a las manos: ‘Id a ayudar al pie’. ¿Qué sucedería si las manos dijesen: ‘No, que el pie está muy polvoriento. No me apetece ayudarle. Que se las arregle como pueda...’ -No.

La iglesia de Corintio tenía problemas en cuanto a los dones espirituales. Cuando leáis sobre los dones espirituales en Corinto, recordad el contexto: Pablo intentaba corregir esta situación desafortunada en la iglesia.

En el capítulo 13, Pablo se refiere al don supremo del Espíritu Santo, por encima de todos los dones para todo creyente. ¿Sabéis cuál es el don supremo? El amor. Versículo 4 y siguientes: la palabra que usa el original es “ágape”. Si este amor es el que nos controla, estamos bajo su influencia, pues:

El amor es sufrido, es benigno. El amor no siente envidia. El amor no es jactancioso, no se engríe, no es rudo, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor; no se alegra de la injusticia, sino que se alegra de la verdad. Todo lo sufre. Todo lo cree. Todo lo espera. Todo lo soporta

El amor “ágape” nunca falla, nunca deja de ser. ¿Os podéis imaginar una iglesia controlada por el amor “ágape” en la que no existan los celos, en la que no exista la crítica, en la que no exista la disputa? Id ahora a Juan 13:35. Jesús afirma:

En esto conocerán todos que sois mis discípulos,

‘En que guardáis el sábado’… ¿Dijo eso Jesús? -No.

En esto conocerán todos que sois mis discípulos si os amáis unos a otros

Si os amáis de la misma forma en que Cristo nos ama. Así que la iglesia de Corinto era una iglesia problemática, y uno de los problemas era el hablar en lenguas. Volved a 1 Corintios 14. Ved cómo empieza:

Seguid el amor, y procurad los dones espirituales, pero sobre todo que profeticéis. Porque el que habla en alguna lengua, no habla a los hombres, sino a Dios; porque nadie lo entiende, aunque en su espíritu hable misterios. Pero el que profetiza, habla a los hombres para edificar, exhortar y consolar. El que habla en otra lengua, a sí mismo se edifica; pero el que profetiza, edifica a la iglesia

No es que Pablo esté contra el don de las lenguas, sino que está en contra del beneficio personal, del egoísmo. ¿Qué significa aquí con esto de “lenguas”? Tenéis que tener presente que la iglesia de Corinto era una iglesia cosmopolita. Estaba formada por muchos. Muchas naciones estaban allí representadas, como sucede con la iglesia que yo llevo en Washington: hay 42 nacionalidades: de Europa, de Oriente Medio, del Lejano Oriente, de China, Corea, Sudamérica... ¿Qué sucedería si todos hablaran en lenguas diferentes en la iglesia? Los brasileños en portugués. ¿Quién los comprendería? -Sólo los brasileños. Si los franceses hablaran sólo en su idioma, ¿quién los comprendería? -Sólo los que hablan en francés. Así pasaba en Corinto. Cada uno quería hablar en su propia lengua, y en la iglesia reinaba la confusión. Leed todo el capítulo 14 cuando podáis. Veréis que lo que Pablo quiere decir, es: ‘Cuando habléis a la iglesia, hablad en una lengua que todo el mundo entienda, que todos comprendan’.

Pero quiero que veáis un versículo muy importante, el versículo 22. Esta es la conclusión de Pablo:

Así, las lenguas sirven de señal, no a los creyentes, sino a los incrédulos

Así que las lenguas no deberían emplearse en la iglesia para los creyentes: es una señal para los incrédulos. ¿Qué significa esto? ¿Qué quiere decir aquí Pablo? Expliquémoslo: En el Pentecostés vino el Espíritu Santo y hablaron en lenguas. ¿Correcto? En plural, en varias lenguas. Los que venían allí a oír venían de muchos países distintos, pero cada uno oía a los discípulos en su propia lengua. Había quince lenguas o quizás más. No estaban hablando como los pentecostales de hoy, sino que hablaban de forma que cada uno lo entendía en su propia lengua. No se trataba de una jerga incomprensible. Era perfectamente comprensible. Es como si yo os hablara en francés. Los franceses me entenderíais, ¿verdad? Lo que pasa es no he aprendido nunca a hablar en francés. Si os pudiera hablar en francés, ¿qué estaría demostrando? Que hay algún poder sobrenatural que me estaría controlando. Esto es lo que sucedió en Pentecostés. Cada uno oía al predicador hablando en su propia lengua, y decían: ‘¿Pero cómo son estos capaces de hablar en nuestra lengua si no han estudiado, si vienen de Galilea? ¡Son pescadores!’ Así que Dios empleó las lenguas como un elemento impactante, además de como una necesidad. Lo empleó para atraer a la gente, y predicaron el Evangelio de forma que todos lo entendieran.

Hay otro problema: los discípulos no creían que los gentiles pudieran ser salvos. Así, ¿qué tuvo que hacer Dios para mostrar a los discípulos que los gentiles podían ser salvos igualmente? Concedió el don de lenguas también a los gentiles. La concesión del don de lenguas era la demostración que Dios daba de que también ellos estaban bajo el control de un poder sobrenatural. Versículo 22:

Así, las lenguas sirven de señal, no a los creyentes, sino a los incrédulos; pero la profecía, no a los incrédulos, sino a los creyentes

Así que la iglesia no es el lugar parta emplear las lenguas. Es la profecía, la predicación, lo que edifica la iglesia. Cuando leáis esto de las lenguas en 1 Corintios 14, recordad el contexto al que se refiere. Se trataba de la iglesia de Corinto, una iglesia carnal, una iglesia con problemas, que estaba dando un empleo inadecuado al don de lenguas, y Pablo está corrigiendo eso.

Ahora os explicaré algo: Cuando os convertís, el Espíritu Santo hace morada en vosotros. Se trata del nuevo nacimiento. No tenéis que confundir esto con el hecho de que el Espíritu Santo os controle. Es posible -tal cual os he mostrado- que aún habiendo nacido de nuevo por el Espíritu Santo, y habiendo morado en vosotros el Espíritu Santo, sin embargo -como Corinto- decidáis caminar en la carne. Pero cuando el Espíritu Santo os controla al cien por cien, entonces estáis llenos del Espíritu Santo. Estáis bautizados con el Espíritu Santo. Esto es lo que Dios espera y quiere de nosotros.

Quiere que su iglesia esté controlada al cien por cien por el Espíritu Santo. Entonces el Espíritu Santo reproducirá la vida de Cristo. Y esta es nuestra meta, ese es nuestro objetivo.

Tenemos que aprender diariamente a caminar en el Espíritu. ¿Es fácil? -Pues no. Requiere una lucha. Tenemos que disciplinarnos. Cada día nos tenemos que decir: ‘No yo, sino Cristo’. Hemos de permitir que el Espíritu Santo guíe nuestra mente, y sólo entonces podemos vencer a la carne, porque veis que la carne tiene en ella misma la ley del pecado.

La palabra ley significa una fuerza constante. La ley de la gravedad, por ejemplo. ¿Es que la ley de la gravedad está haciendo que esta Biblia tienda a caer hacia abajo? [sosteniendo una Biblia con el brazo extendido]. -Sí. Está haciendo fuerza hacia abajo. ¿Por qué no cae? Porque aunque actúe la ley de la gravedad, la estoy sujetando aquí arriba. ¿Estoy desafiando la ley de la gravedad? -Sí. La estoy desafiando. ¿Qué estoy empleando para desafiarla? Mi propia fuerza, la fuerza de mis músculos. Ahora bien, tened en cuenta que eso es una fuerza, pero no es una ley. ¿Qué quiero decir con esto? A veces es fuerte y a veces es muy débil. ¡No es constante! La ley sí lo es. Siempre actúa. Pero la fuerza a veces actúa, y a veces no. ¿Veis la diferencia? ¿Podré estar aguantando esta Biblia así por siempre? -No, ¿verdad que no? Ya estoy notando cómo me falla la fuerza, y la Biblia finalmente acabaría cayendo. Predominaría la ley de la gravedad, que no se cansa nunca.

La voluntad humana, el poder de elección, es una fuerza pero no es una ley. Mi voluntad a veces es fuerte, y a veces muy débil. ¿También la vuestra? Por lo tanto, podemos desafiar la ley del pecado, pero no la podemos vencer.

Dado que no puedo oponerme a la ley del pecado con mi fuerza, necesito otra ley para hacerle frente: la ley del Espíritu. La ley del Espíritu y la ley del pecado, ambas son dos principios constantes. ¿Dónde se encontraron? En Jesús, cuando él tomó nuestra naturaleza. Y la ley del Espíritu venció a la ley del pecado. En cada momento, porque la ley del Espíritu es más fuerte que la ley del pecado. Eso es lo que dice Romanos 8: La ley del Espíritu venció a la ley de la carne. La ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús, nos ha librado de la ley del pecado (Romanos 8:2).

La ley del Espíritu habita en nosotros, y cuando aprendamos a caminar en el Espíritu, someterá a la carne, la vencerá. Esto es lo que Pablo clarificó cuando dijo: “Andad en el Espíritu y no satisfaréis los deseos de la carne”.

Esta debiera ser nuestra meta. Tenemos que aprender a caminar en el Espíritu. En eso consiste el crecimiento cristiano. Cuando un bebé aprende a andar, se cae muchas veces, pero las piernas van cogiendo fuerza, el cerebro aprende a coordinar y cada vez cae menos. Decidme: ¿Qué os parece si vuestros hijos, a los diez años, continuaran cayéndose al andar, a cada minuto? ¿Qué os parece si debierais seguir alimentándolos con papilla y con leche, a la edad de diez años? -No estaríais muy contentos.

No ha de ser nuestra preocupación el ir al cielo. El cielo ya es nuestro por el amor de Cristo. En Cristo, ya sea que seáis un bebé, que tengáis diez años -hablo en el sentido espiritual-, o que seáis adultos, el cielo es nuestro por lo que Cristo hizo, por lo que él nos dio. El deseo que debemos albergar, que nuestro corazón debe albergar, es el vivir para la gloria de Cristo. Y si morimos en este proceso antes de que él venga, es simplemente un sueño momentáneo. Mis amigos, los cristianos nunca mueren. Sólo descansan, sólo duermen, y cuando Cristo venga resucitarán para pasar la eternidad con nuestro Salvador. Tal es el poder del Evangelio.

Es mi oración que aprendáis a caminar en el Espíritu, para que el mundo ya nunca más pueda veros a vosotros, sino a Cristo viviendo en vosotros, la esperanza de gloria, como dice Colosenses 1:27.

Esta es mi oración en el nombre de Jesús. Amén.

 

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