EL EVANGELIO DEL ESPÍRITU SANTO
Jack Sequeira
Vichy, 19 al 22 Sep. 2002
Tema nº
2
Os voy a relatar algo que sucedió hace un mes aproximadamente. Prediqué en una iglesia en Nueva York, me llevaron al lugar de las dos torres que cayeron y me sorprendió mucho que el arquitecto, que es japonés, había edificado las torres con la directiva explícita de que fuesen capaces de resistir el impacto de un avión. Tenían 110 pisos. Desde la parte superior todos los otros edificios se veían pequeños. El más alto de los edificios que las rodeaban tenía 50 pisos, pero hoy todo cuanto queda es dos grandes agujeros de las dimensiones de un campo de fútbol.
¿Sabéis? Lo que el hombre edifica no es nunca indestructible, y desde el once de septiembre el mundo no es el mismo. Creo que la venida del Señor se acerca, pero tenemos una obra que hacer y quiero compartir esta preocupación con vosotros.
Ayer consideramos el Espíritu Santo de forma general; vimos la parte que juega en el plan de la redención; vimos que el Padre es el director del plan de la salvación; vimos que Jesucristo es el Salvador, y vimos también que la obra del Espíritu Santo es comunicar a la raza humana la salvación completa y perfecta lograda en Cristo.
Así pues, cuando llegamos a experimentar lo que es el poder del Evangelio, hemos de depender del Espíritu Santo. El Espíritu Santo es el que lo hace real en nuestra experiencia personal, y hoy vamos a prestar una atención más centrada en ese aspecto.
Quiero comenzar con la misión del Espíritu Santo hacia el mundo. ¿Cuál es esa misión? Cuando Jesús dio la gran comisión a sus discípulos, les dijo:
Pero Jesús sabía que los discípulos carecían del poder para poder realizarlo, así que les dijo:
Y hoy hemos de depender del Espíritu Santo para poder terminar la obra. Pero el Espíritu Santo trabaja a través nuestro, de forma que mi primer objetivo hoy es considerar la misión del Espíritu Santo de cara al mundo. Ved en Juan 16:8 lo que Jesús dijo a los discípulos:
Se refiere al Consolador, al Espíritu Santo.
Así que el mundo tiene que ser convencido de tres cosas: (1) de pecado, (2) de justicia y (3) de juicio. Estudiemos más en detalle estas tres cosas.
Primeramente convencer al mundo de pecado. Os pregunto: ¿Qué es el pecado? Veamos cómo definió Jesús el pecado (Vers. 9):
Algunas veces tenemos un conocimiento demasiado limitado de lo que constituye el pecado. En el Antiguo Testamento, que estaba escrito en hebreo, hay doce palabras diferentes que se traducen como “pecado” en nuestras Biblias. En el Nuevo Testamento, que se escribió en griego, hay cinco palabras diferentes que traducimos siempre como pecado. Combinando el Antiguo con el Nuevo Testamentos, resultan siete categorías de pecado. De todas estas categorías de pecado, Jesús nos salva de seis. Pero hay un tipo de pecado que es el pecado imperdonable de la incredulidad, y este es el pecado del cual el mundo necesita especialmente ser convencido.
Lo que está diciendo aquí Jesús es que el pecado que privará a la persona de la salvación, es el pecado de la incredulidad. No hemos de confundir el verbo creer con el sustantivo incrédulo. Creer o no creer es un verbo, expresa una acción; la palabra incrédulo define la condición de una persona. Digámoslo de esta forma: no todos los incrédulos se han instaldo definitivamente en la incredulidad. Cometer el pecado de la incredulidad es rechazar a Jesús de forma deliberada, persistente y final. Cuando se instaló definitivamente esa incredulidad, podemos hablar del pecado imperdonable.
Jesús nos dice aquí que el Espíritu Santo ha de convencer a las personas de que están perdidas, no porque sean malas, sino porque están sin Cristo. Si estáis sin Cristo, ¡no hay salvación posible!
Digámoslo de esta otra forma: Hay algunos que os dirán: ‘No necesito hacerme cristiano. Soy tan bueno como tú que eres cristiano; soy honrado en los negocios, ayudo a los necesitados, hago buenas obras...’ Pero no importa lo bueno que seas: si estas sin Cristo, estás sin esperanza. No hay cielo para ti, porque hay una sola forma de ir al cielo: Jesucristo.
Un día tenia que predicar en un seminario de Nairobi, en Kenia. Nairobi tiene un problema: es muy difícil encontrar aparcamiento para un coche. Después de buscarlo durante media hora, y no encontrarlo, vi una zona de la calle donde estaba prohibido aparcar, pero había un coche aparcado. Era el coche de un embajador, y me dije: ‘Según Pablo, nosotros los cristianos, somos embajadores’, así que aparqué el coche detrás de aquel otro que lucía la bandera diplomática, y fui a la reunión. Cuando regresé había un policía sentado encima del capó de mi coche, esperándome.
Le vi a la distancia. Entonces me dije: ‘Mejor voy a esperar’ ¡No quería pagar la multa! Pero por toda apariencia ese guardia tenía la paciencia de los santos, así que finalmente tuve que ir al coche. Cuando llegué allí se puso en pie y me dijo: ¿Es este su coche? ‘Sí’, -le contesté. Me dijo: Usted ha transgredido la ley, y le voy a poner una multa. El coche del embajador todavía estaba allí, así que le dije: ‘¿Le va a poner también una multa a este otro coche?’ Me dijo: ‘A él no’. Le pregunté: ‘¿Por qué no?’ Me respondió: ‘Porque él tiene inmunidad diplomática: es el coche de un embajador’. Le dije entonces al policía: ‘Ha de saber que también yo soy embajador’. Mi coche, un Peugeot muy viejo, estaba lleno de abolladuras y ciertamente parecía cualquier cosa, excepto el coche de un embajador, pero aún así el policía fue a la parte posterior del coche para examinar la placa de la matrícula. Me dijo: ‘Si usted es embajador, ¿por qué tiene una placa de matrícula sin distintivo diplomático?’ Le respondí: ‘Es porque mi embajada no pertenece a este mundo’. Él vio entonces la Biblia en mis manos y exclamó: ‘¡Ah, es usted un reverendo!’ Le dije: ‘No: soy un pecador como usted, salvado por la gracia, pero soy pastor’. Se acercó mucho a mí y me dijo: ‘Si me hace un gran favor, le perdonaré por haber aparcado aquí’. Así que le dije: ¿Qué puedo hacer por usted? Me dijo: ‘¿Podríamos entrar en su coche?’ Le dije: ‘Sí’. Y esto es lo que me dijo angustiado: ‘Yo soy católico romano. He cometido un pecado mortal. Si muero, me estaré quemando en el infierno por toda la eternidad, pero tengo miedo de explicarle a mi sacerdote lo que cometí, porque él tiene un alto concepto de mí. Pero usted no me conoce, así es que puedo confesarle a usted mi pecado y usted me lo perdona, porque como usted es sacerdote me lo puede perdonar’. Os confieso que sentí tentaciones de decirle aquello de ego te absolvo... pero tenía mejor conocimiento del Evangelio que ese, y le dije: ‘Hay un solo Hombre que tiene el derecho legal de perdonarlo, porque él murió por sus pecados. Ese hombre es Jesucristo’. Y le llevé a 1ª de Timoteo 2:5, donde dice:
Él me dijo: ‘¿Puedo acudir directamente a Cristo?’ Le respondí: ‘Sí. Él es el único Hombre que tiene derecho a perdonarle’. Su semblante cambió. Rebosante de felicidad, me dijo: ‘No es sólo que le perdonaré por haber aparcado aquí, sino que estoy encargado de esta área y cada vez que usted venga aquí, puede aparcar con toda tranquilidad’.
Sí hermanos. Somos embajadores, y el Espíritu Santo obra a través nuestro para testificar del Evangelio. La primera cosa que hemos de decir a la gente es que están perdidos. No porque han trasgredido la ley, sino porque están sin Cristo. Os daré algún texto al respecto: Marcos 16:15 y 16. Observad la gran comisión que Jesús dio a sus discípulos:
¿Qué es el Evangelio? No son buenos consejos, sino Buenas Nuevas. Lo analizaremos más adelante.
Pero hay un “pero”...
Así, ¿por qué será condenado el que sea condenado? Porque haber rechazado el don de Jesucristo. “El que no crea, será condenado”.
Juan 3:16. Lo conocéis bien:
Pero leamos ahora los dos versículos que siguen:
¿Por qué? ¿Cuál fue la razón por la cual Dios envió a su hijo al mundo? Para salvar ¿a quién? Al mundo. ¿Quién es el mundo? Todos. El que cree en él, no es condenado. Pero el que no cree, ya es condenado, porque no creyó en el Nombre del único Hijo de Dios.
Lo que dice Jesús aquí es que no hay condenación para los que creen en Cristo. Pero si no creéis, si rechazáis el don de la salvación en Cristo, entonces ya estáis condenados. ¿Por qué “ya”? Hemos nacido ya condenados en Adán; pero ahora estamos condenados, no por culpa de lo que hizo Adán, sino porque hemos rechazado el don de Dios en Jesucristo.
En Juan 3:36 encontramos un dialogo que Jesús mantuvo con Nicodemo:
Así que no nos perdemos por el hecho de ser pecadores, puesto que todos nacimos pecadores, y Dios no nos culpa por la forma en que nacimos. Pero nos culpará si rechazamos el don de Jesucristo que él nos ha dado.
Ved ahora Juan 17:4. Quiero que prestéis atención a la oración que elevó Jesús. Jesús oraba al Padre. Jesús estaba ante la cruz, y dijo a su Padre:
Lo habéis oído. Jesús en la cruz acabó la obra que Dios le había asignado. En otras palabras: en la cruz, Jesús salvó a la raza humana. Veamos lo que dice Juan 19:30. ¿Recordáis lo que hicieron los judíos a Cristo? Lo crucificaron, y él exclamó antes de morir:
¿Qué es lo que fue consumado? Nuestra salvación, así que no hay excusa para que nadie se pierda. Estas son las Buenas Nuevas, y el Espíritu Santo convence al mundo de que si rechazáis esta obra consumada, entonces no hay forma ninguna en la que podáis ir al cielo. Esto es lo primero: el Espíritu Santo ha de convencer al mundo de pecado.
Vamos ahora al segundo punto. Volvemos a Juan 16:8 donde leemos:
¿Qué significa convencer de justicia? ¿Qué quiso decir Jesús? Ved el versículo 10:
¿Qué tiene que ver el que Jesús vaya al Padre, con la justicia? Os voy a preguntar esto: ¿Quién envió a Jesús a este mundo? El Padre. ¿Para qué? ¿Lo envió para hacer turismo? No. No vino para visitar los monumentos de esta tierra. ¿Por qué vino Jesús? ¿Por qué envió el Padre a su Hijo Jesús? Para salvarnos. Para redimir la raza humana.
Cuando Dios comienza una obra, no se detiene hasta haberla terminado. Vedlo en Juan 16:28:
¿Por qué dijo Jesús: “regreso al Padre”? Porque su obra de redención estaba completa, estaba acabada.
¿Cuántos días dedicó Jesús a crear este mundo? Seis. ¿Qué hizo el día séptimo? Reposó. ¿Por qué? ¿Estaba cansado? No. ¿Necesitaba un descanso?, ¿estaba fatigado? No. Descansó porque su obra estaba completa, acabada. Era perfecta.
En la cruz, el mismo Jesús, en un sexto día, acabó nuestra redención. Fue perfecta, completa. No le podéis añadir nada. ¡No la podéis mejorar! ¿Qué día fue, el día que murió en la cruz? También un sexto día, viernes. ¿Qué hizo el sábado? Reposó en la tumba. ¿Por qué? Porque su obra era completa. Este es el significado del sábado: señala la obra completa de la redención en Jesucristo. El primer día de la semana Jesús resucitó de los muertos. ¿Quién fue la primera persona que lo vio? María. ¿Sabéis lo que hizo María? Se aferró a él, le sujetó fuertemente. -‘No te dejaré partir’. Y Jesús le dijo: ‘No me retengas, María, porque todavía no he ido al Padre’. ¿Qué estaba diciendo Jesús? ‘Tengo que ir al Padre para saber si mi obra ha sido completa y perfecta’. Y fue al Padre. ¿Y sabéis lo que hizo el Padre? Vedlo en Mateo 28:18 porque Jesús regresó -como sabéis-, volvió a los discípulos:
¿Qué significa esto? ‘El Padre ha aceptado mi sacrificio. Me ha dado la autoridad plena para llevar a las personas al cielo y para que aquellos que están ya en el cielo, Moisés, Elías y Enoc puedan permanecer allí, porque he hecho una obra, y esta obra tiene la aprobación del Padre’. Y entonces añadió:
¿Qué significa eso? Su regreso al Padre es la prueba de que su obra fue completa, perfecta, consumada. Si su obra no hubiese sido completa, el Padre le habría dicho: ‘No. Regresa y termina la obra’. Pero no le dijo eso. El Padre le dio potestad, autoridad, para tomarte a ti, para tomarme a mí, para tomar a todo el que lo desee y llevarlo al cielo -a todo el que acepte el Don.
Esto es lo que significa “voy al Padre”. Significa que esa justicia que él ha obrado para nosotros, es una justicia perfecta, completa. Esas son las Buenas Nuevas, así que cuando predicamos el Evangelio, no hemos de decirle a la gente: “Si crees en Jesús, confiesas tus pecados y te arrepientes, entonces Dios te pondrá en Cristo y te salvará”. Esto no son propiamente Buenas Nuevas, sino más bien buenos consejos. Las Buenas Nuevas son otra cosa: “Mientras tú estabas desvalido, mientras eras impío, mientras eras un pecador, mientras que eras y eres enemigo de Dios, Dios te ama y te amó de tal forma que te puso en Cristo, te redimió, te cambió tu estatus de la condenación a la justificación, y Dios te dice: ‘En mi Hijo amado te doy todo esto como un don’”. La fe es aceptar ese don. La fe es decir a Dios: ‘Gracias Señor, por tu maravilloso don de la salvación en Jesucristo’. La fe no nos salva. No es nuestra salvadora. La fe es aceptar lo que nuestro Salvador hizo ya hace 2.000 años en nuestro favor.
Un día me dijo un africano en Uganda: ‘¿Es usted salvo?’ Yo le respondí: ‘Salvo ¿de qué?’. Me dijo: ‘¿Es usted salvo del pecado?’ Entonces yo le pregunté lo mismo: ‘¿Es usted salvo?’ Y levantando los brazos me dijo: ‘Alabado sea el Señor, ¡fui salvo hace tres meses!’ Le dije: ‘¿Cómo? ¿Hace tres meses?’ Me dijo: ‘Creí en Jesucristo hace tres meses’. Le dije: ‘Joven, tengo que corregirte: no fuiste salvo hace tres meses. ¡Al menos hace 2.000 años que fuiste salvo! Otra cosa es que aceptaras tu salvación hace tres meses’.
En ninguna parte encontramos en la Biblia que seamos salvos gracias a nuestra fe. La Biblia tiene dos expresiones: ¿Somos salvos gracias a la fe, o por medio de la fe? La fe es solamente el canal o el instrumento por medio del cual recibimos una salvación que ha sido ya obtenida para nosotros hace 2.000 años, así que el Espíritu Santo ha de convencer al mundo de que en Jesucristo, Dios ha obtenido ya en favor de la raza humana salvación plena y completa: una perfecta justicia.
Así pues, sin Cristo no hay salvación, pero con Cristo tenemos salvación plena y completa, y esto nos lleva al tercer punto: Juan 16:8, donde dice:
Convencerá al mundo “de juicio”. Leed ahora el versículo 11:
¿Qué significa esto? ¿Qué tiene que ver? ¿Quién es el príncipe de este mundo? -Satanás. Expliquémoslo: Cuando Dios creó este mundo ¿a quien otorgó el dominio de este mundo? A la raza humana en Adán. Pero cuando Adán pecó, este dominio lo pasó a Satanás. Lucas 4:5 y 6. Prestad atención a la segunda tentación de Jesús en el desierto:
¿Cuántos reinos debió mostrarle el diablo a Cristo? Todos. ¿Y qué dijo el diablo? Versículo 6:
Satanás especifica que le fueron entregados a él. Jesús no negó eso. El propio Jesús se refirió repetidas veces al diablo como al Príncipe de este mundo. Lo que el diablo estaba diciendo a Jesús es: ‘¡No hace falta que mueras en la cruz para redimir al mundo! Este mundo me pertenece. Yo te lo puedo dar’. Eso es lo que el diablo quería de Jesús: que lo adorase.
Juan 12:31:
¿Quién es el príncipe de este mundo? -Satanás. ¿Cuándo fue echado fuera? ¿Qué quiere decir Jesús al decir: “ahora”? “Ahora” es la fecha de este mundo. Versículos 32 y 33:
Queridos amigos, en la cruz Jesús nos llevó, nos redimió: redimió al mundo. Satanás ya no es más el príncipe de este mundo, el poseedor legal del mundo. Fuimos comprados por la preciosa sangre de Cristo, pero debido a que Dios nos creó con libre albedrío, con libertad de elección, tenemos el privilegio de aceptar o rechazar esta nueva compra, y Jesús dice: ‘¿Creéis en mí? Si es así, habéis pasado de muerte a vida’.
Juan 5:24. Es Jesús quien habla:
Esta palabra que dice aquí: “condenado”, es lo contrario de pasar de muerte a vida. Así, ¿de qué convence el Espíritu Santo al mundo? De que si vosotros deliberadamente, persistentemente y de forma final rechazáis este don –la salvación en Cristo-, entonces os tendréis que ver junto a Satanás en el lago de fuego.
Os quiero recordar un texto que ha confundido a muchos. Se trata de Hebreos 10:26. Muchos adventistas están algo desconcertados con este texto y no lo pueden comprender, pero es el privilegio de todos entenderlo, cuando se lee en su contexto.
“Si voluntariamente seguimos pecando”... Muchos adventistas automáticamente decimos: ‘Si transgredimos la ley voluntariamente, ya no hay esperanza ninguna de redención’. Pero no es esto lo que el texto quiere decir. En el capitulo 9 y 10 de Hebreos, el escritor, Pablo, establece el contraste entre los sacrificios levíticos y el sacrificio de Cristo, y dice esto: ‘Los sacrificios de animales no pueden limpiarnos de nuestros pecados. Sólo el sacrificio de Cristo ha quitado nuestros pecados’. Leed Hebreos 10:14:
Y en el versículo 26 dice:
Es decir, si rechazamos el Evangelio, si deliberadamente rechazamos el sacrificio de Cristo en la cruz, entonces no queda ningún otro sacrificio que pueda quitar nuestros pecados.
¿Qué queda entonces? Versículo 27:
Versículo 28:
Así que si transgredís la ley de Moisés, decía Pablo, se os apedrea hasta la muerte, pero ved ahora el 29:
Veis amigos: si pecáis contra la ley de Dios, hay esperanza de perdón porque Cristo murió por vuestros pecados; pero si pecáis contra la gracia, si deliberadamente rechazáis a Cristo, ¿quién os va a salvar? No hay esperanza, solamente una horrenda esperanza de juicio.
Hebreos 2:1-4. Ved lo que dijo Pablo a los creyentes judíos del Nuevo Testamento:
En otras palabras, tenemos que prestar mucha más atención al mensaje del Evangelio
Escaparemos ¿A qué? -Al juicio de condenación.
Así pues, hay tres cosas de las cuales las personas en el mundo están en necesidad de ser convencidas.
(1) Si están sin Cristo, están sin esperanza: es el pecado de la incredulidad.
(2) En Jesucristo, Dios ha obtenido una justicia que nos cualifica perfectamente, plenamente, para el cielo. Ahora y en el juicio, en Jesucristo Dios ha obtenido a favor nuestro una salvación, una justicia que nos cualifica plenamente para el cielo ahora y en el juicio. Este es el segundo punto.
(3) Si rechazáis ese don, no hay ninguna forma en la que podáis ser salvos. Habréis de morir con el diablo. No porque seáis pecadores, sino porque habéis rechazado el don.
Cuando Jesús venga dividirá a la raza humana solamente en dos grupos. No hay tres grupos ni cuatro. Los dos grupos son los creyentes y los incrédulos: las cabras y las ovejas. Aquellos que edificaron su casa sobre la roca y los que lo hicieron sobre la arena de la justicia propia. Al venir Jesús pondrá en una parte las ovejas y en otra las cabras. Oíd los que dice a las ovejas, aquellas que pone a su derecha. Mateo 25:34 y siguientes:
¿Desde cuándo? ¿Cuándo fue preparado para nosotros?
Así que nuestras buenas obras, nuestras buenas cosas no tienen mérito alguno ni parte en esto, porque aún no existíamos en “la fundación del mundo”.
En Efesios 1:4 leemos que Dios nos eligió en Cristo
Esto es lo que Cristo dice a las “ovejas” (a los creyentes):
Ved ahora en Mateo 25:41 lo que dice a los incrédulos:
¿Para quién? ¿Qué dice vuestra Biblia? ¿Para quién estaba preparado? ¿Preparado para nosotros? ¿Fue preparado para los hombres?