Entrevista a Jorge D. Pamplona Roger

Doctor en Medicina y Cirugía, Máster en Salud Pública por la Universidad de Loma Linda, y autor de varias obras publicadas por Editorial Safeliz

 

 

¿Qué es lo que más te preocupa en cuanto a la salud en la Iglesia?

 

Dos cosas: en primer lugar, lo fácil que resulta engañar a algunos adventistas seduciéndolos con modas dietéticas más o menos desequilibradas que no siguen ni la ciencia ni los principios bíblicos ni los del Espíritu de Profecía. ¿Cómo es eso posible, teniendo nuestra Iglesia un mensaje tan completo y reconocido, un mensaje de salud que ha sido inspirado divinamente? ¿Será por desesperación, por ingenuidad, o por desconocimiento?

Y en segundo lugar, el intrusismo profesional. Todos podemos y debemos ser agentes de prevención y de educación sanitaria; pero el diagnóstico y la prescripción de un tratamiento específico para un caso concreto son labor exclusiva del médico.

La tendencia de algunos miembros de iglesia a invadir el terreno del médico o de otros profesionales de la salud no es nueva; ya en tiempo de Elena White, hace más de 120 años, ella tuvo que elevar su voz “contra los novicios que aseveran tratar las enfermedades…”

 

 

¿De qué depende la salud?

 

No nos cansaremos de repetir que la salud no depende del azar, sino que es consecuencia de la obediencia a las leyes naturales. La ley de la causa y el efecto se acaba cumpliendo siempre. A veces resulta difícil descubrir la causa de la enfermedad, pero siempre la hay: en el propio paciente, en su herencia, o en su entorno. Indagar los factores causales que puedan ser modificados y corregir los hábitos nocivos es labor del paciente y de su médico.

 

 

¿Realmente podemos mejorar nuestra salud modificando el estilo de vida, tal como preconizamos?

 

Si no fuera así, nos estaríamos engañando. El mensaje de salud adventista, la Reforma de la salud que proclamamos, sirve sobre todo para prevenir la enfermedad. La ciencia moderna confirma que la prevención de la enfermedad es un hecho real. Cientos de estudios científicos avalan el efecto protector del estilo de vida adventista para evitar enfermedades. Pero una vez que la enfermedad aparece, pueden hacer falta tratamientos más enérgicos que los simples remedios naturales. El organismo responde algunas veces, pero otras hace falta el “cuchillo”. Por eso la Iglesia Adventista del Séptimo Día tiene hospitales en todo el mundo.

 

 

¿Fumar es pecado?

 

Efectivamente; así lo vieron ya los pioneros adventistas, para quienes los hábitos adictivos como el de fumar suponen una violación de al menos dos mandamientos: del primero “No tendrás dioses ajenos delante de mí” y del sexto “No matarás”. Las leyes de la vida y de la salud también son leyes divinas, al igual que los diez mandamientos.

 

 

¿Existe alguna relación entre el cuidado de la salud y la vida espiritual?

 

Desde luego que sí. La constatación de esta relación es una de las grandes aportaciones de Elena White y del adventismo, y contribuye a hacer de nuestra Iglesia un referente mundial en la promoción de la salud. De hecho, el cuidado de la salud, el respeto a las leyes del cuerpo y de la mente, son un marcador o un indicador del nivel espiritual de una persona.

Se espera de los creyentes que alcancemos la victoria total y definitiva sobre el hábito de fumar al igual que sobre otros que dañan la salud. Los adventistas no nos conformamos con repetir indefinidamente el ciclo frustrante de tentación-caída-recuperación, sino que aspiramos a una victoria total y definitiva sobre nuestras tendencias negativas, heredadas o adquiridas. “Hay que cortar el rabo al perro de una sola vez”, decimos en los cursos para dejar de fumar. Sabemos bien que, por nosotros mismos, eso es imposible. Pero “pedid y se os dará”, decimos; pues contamos con un Poder infinito que viene de afuera y de arriba.

 

 

¿Es posible no ceder a la tentación?

 

De igual forma que aspiramos a una eliminación completa del hábito de fumar o de otras complacencias perjudiciales, y que no cabe esperar que un adventista ex-fumador caiga una y otra vez, aspiramos también a una victoria completa sobre todo pecado. Por eso la reforma de la salud adventista, con el cambio de estilo de vida que conlleva, constituye una preparación y una ayuda para la victoria del cristiano sobre su naturaleza caída. Porque se puede tener una naturaleza pecaminosa, como la tendremos hasta la traslación, y aun siendo tentado, no pecar. El Señor ha prometido que así será; nuestra parte es creerlo y aceptarlo. Él escribirá su ley en nuestro corazón, para que nos complazcamos en lo que es sano, bueno y santo.

 

¿No somos demasiado radicales?

 

Somos radicales, pero creo que no demasiado. Porque los creyentes no seguiremos fumando y dejando de fumar hasta que Cristo vuelva, no; igualmente, no seguiremos pecando y levantándonos indefinidamente.

La experiencia de la salvación no es solamente la de una justificación teórica, sino un cambio tan radical como el de un nuevo nacimiento. ¿O no es acaso radical el nacer de nuevo? Y ese cambio drástico tiene que ver con el carácter, pero incluye también los hábitos y los apetitos relacionados con la salud. Esperar a la resurrección para cambiar, es llegar tarde. El cambio de gustos y la santificación del apetito a la que somos llamados puede y debe producirse aquí y ahora.

La condescendencia con el pecado, sea este contra la ley natural o contra los mandamientos, es ciertamente más popular que el mensaje de la victoria total, pero debilita la salud física y espiritual. Por el contrario, presentar el ideal de forma radical, como lo hacemos al propugnar la abstinencia total del tabaco o de las bebidas alcohólicas, le otorga coherencia y fortaleza a nuestro mensaje.

 

 

¿Por qué los que esperamos la pronta venida de Jesús nos ocupamos de la salud?

 

¡Buena pregunta! Algunos podrían pensar que no vale la pena cuidarse si este cuerpo mortal va a ser pronto transformado. Pero no deja de resultar curioso que sean precisamente los adventistas, la denominación cristiana que más énfasis hace en la Segunda Venida, los que han desarrollado un mensaje de salud más abarcante. Y esto es así porque entendemos el cuidado de la salud como una forma de honrar a nuestro Creador, como un medio y como una ayuda en la preparación para el encuentro con Jesús.

Los que esperamos la pronta venida de Jesús en nuestra generación no nos estamos preparando para dormir en el polvo, sino para recibir el don de la vida eterna sin pasar por la muerte. No deseamos ser los más sanos del cementerio, sino que nos preparamos para ser arrebatados al son de la trompeta. Como Enoc, deseamos caminar con Dios cumpliendo sus leyes, que incluyen las de la salud; y esto no por nosotros, sino por el poder del Espíritu divino habitando en nosotros. Este es el valor añadido del mensaje de salud adventista respecto a cualquier otro programa secular de promoción de la salud; y también la razón de su éxito.

 

 

¿Qué queda por hacer en relación a la salud en nuestra Iglesia?

 

Ante todo, creer:

 

-      Creer que Jesús es poderoso para salvarnos, y también para transformarnos.

-      Creer que mis gustos y apetitos pueden ser cambiados por otros más saludables por el poder de Su Espíritu, y que al hacerlo mejora nuestro discernimiento mental y espiritual.

-      Creer que ese milagro es posible, pues lo hemos visto tantas veces; por ejemplo en ex-fumadores que ahora detestan lo que antes les atraía.

-      Creer que no hay que rebajar el ideal por miedo a ser criticados de radicales.

-      Creer que un cristiano coherente y hasta exigente consigo mismo, pero amante y no crítico con los demás, es un testimonio del poder de Dios para la salvación.

-      Creer que la salud depende, ante todo, de los hábitos y del estilo de vida.

-      Creer que tanto la buena salud física como espiritual pasan por vencer las malas tendencias y hábitos de nuestra vieja naturaleza.

-      Y creer que el mensaje de la reforma de la salud adventista forma parte del mensaje del tercer ángel, y que nos fue dado como preparación para el Gran Encuentro que esperamos ya pronto.

 

 

“Que el mismo Dios de paz os santifique por completo; y todo vuestro ser espíritu, alma y cuerposea guardado irreprochable para la venida de nuestro Señor Jesucristo. Fiel es el que os llama, el cual también lo hará.

1 Tesalonicenses 5:23-24