El Reino de Dios
La gran controversia entre el bien y el mal

W.W. Prescott
 23-10-1895 (The Bible Echo, 17 y 24, 1896)

 

Venga tu Reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra (Mateo 6:10).

Este texto nos puede ayudar a entender nuestra propia relación con Dios, y lo que significa servirle, lo que significa realmente la religión, al estudiar el hecho de que la cruz de Jesucristo alcanza mucho más allá del simple ámbito de esta tierra. Adoptamos posturas demasiado limitadas sobre el plan de Dios de la salvación, si es que lo confinamos a este mundo nuestro.

En la petición leída en Mateo 6:10: “Venga tu Reino”, se pone en contraste el cielo con la tierra, y la petición consiste en que la voluntad de Dios sea hecha en la tierra lo mismo que es hecha en el cielo. El hecho de que la voluntad de Dios reina suprema allí —en el cielo—, lo hace ser lo que es. De igual forma, debido a que la voluntad de Dios no es cumplida aquí en la tierra, hace de este mundo lo que es.

 

El universo, interesado en el plan de la salvación

Observemos primeramente dos o tres textos que llaman nuestra atención al pensamiento de que el cielo quedó afectado, y todavía lo sigue estando, por el plan de la salvación de Dios. El pecado afectó a más de lo que representa este mundo, y el plan de la salvación de Dios abarca mucho más que lo relacionado con este mundo. Pablo escribió en su epístola a los efesios:

Él nos dio a conocer el misterio de su voluntad, según su beneplácito, el cual se había propuesto en sí mismo, de reunir todas las cosas en Cristo, en el cumplimiento de los tiempos establecidos, así las que están en los cielos como las que están en la tierra (Efesios 1:9-10)

Porque al Padre agradó que en él habitara toda la plenitud, y por medio de él reconciliar consigo todas las cosas, así las que están en la tierra como las que están en los cielos, haciendo la paz mediante la sangre de su cruz (Colosenses 1:19-20)

A primera vista parece extraño que hubiera algo en los cielos en necesidad de ser reconciliado por la sangre de su cruz, pero eso es lo que dice el texto. El plan de Dios de la salvación va mas allá que simplemente reconciliar lo que está en la tierra. Hay algo que ha de ser reconciliado, en relación con cosas que están en el cielo.

 

Rebelión en el cielo

Entonces hubo una guerra en el cielo: Miguel y sus ángeles luchaban contra el dragón. Luchaban el dragón y sus ángeles (Apocalipsis 12:7).

En este texto se nos dice que hubo una gran batalla en el cielo. Estamos acostumbrados a la idea de que la tierra es el único lugar en el que se ha declarado la rebelión, pero la escritura dice que también hubo guerra en el mismísimo cielo. Miguel y sus ángeles luchaban contra el dragón, y el dragón luchaba contra los ángeles de Dios.

Hubo una guerra en el cielo: Miguel y sus ángeles luchaban contra el dragón. Luchaban el dragón y sus ángeles. Pero no prevalecieron ni se halló ya lugar para ellos en el cielo. Y fue lanzado fuera el gran dragón, la serpiente antigua, que se llama Diablo y Satanás, el cual engaña al mundo entero. Fue arrojado a la tierra y sus ángeles fueron arrojados con él. Entonces oí una gran voz en el cielo que decía: “Ahora ha venido la salvación, el poder y el reino de nuestro Dios y la autoridad de su Cristo, porque ha sido expulsado el acusador de nuestros hermanos, el cual los acusaba delante de nuestro Dios día y noche” (Apocalipsis 12:7-10).

Miguel y sus ángeles luchaban. Miguel es Cristo mismo. Tres textos lo demuestran:

Cuando el arcángel Miguel luchaba con el diablo disputándole el cuerpo a Moisés, no se atrevió a proferir juicio de maldición contra él, sino que dijo: “El Señor te reprenda” (Judas 9).

Aquí encontramos a Miguel citado como arcángel.

El Señor mismo, con voz de mando, con voz de arcángel y con trompeta de Dios, descenderá del cielo (1 Tesalonicenses 4:16).

Hemos leído que el Señor mismo descenderá con voz de arcángel.

De cierto, de cierto os digo: Viene la hora, y ahora es, cuando los muertos oirán la voz del Hijo de Dios, y los que la oigan vivirán (Juan 5:25).

Deducimos, por lo tanto, que Miguel es el arcángel. El Señor descenderá con voz de arcángel, y esa voz, la del Señor, es la que llama a los muertos de sus tumbas.

Fue lanzado fuera el gran dragón, la serpiente antigua, que se llama Diablo y Satanás, el cual engaña al mundo entero. Fue arrojado a la tierra y sus ángeles fueron arrojados con él (Apocalipsis 12:9).

Hubo guerra en el cielo, y esa serpiente antigua, la que causó el problema en el Edén, está aún hoy causando aquí en la tierra el mismo problema. Inició la rebelión, inició la lucha, y fue arrojada a la Tierra.

 

Conflicto en el cielo

¿Podemos saber cuál fue el origen de ese problema en el cielo? Creo que lo podemos saber fácilmente al observar la interacción de Cristo con Satanás, cuando Cristo estuvo aquí en esta tierra:

Reunidos, pues, ellos, les preguntó Pilato: ‘¿A quién queréis que os suelte: a Barrabás o a Jesús, llamado el Cristo?’ (porque sabía que por envidia lo habían entregado) (Mateo 27:17-18).

Fue la envidia de parte de Satanás hacia Cristo, lo que causó la guerra o el problema en el cielo en primer lugar. Y aquellos que se oponen a Cristo manifestarán hoy esa misma disposición.

Hablando de la experiencia de aquellos que fueron convertidos, y de lo que habían sido antes, dice Pablo en Tito 3:3:

Nosotros también éramos en otro tiempo insensatos, rebeldes, extraviados, esclavos de placeres y deleites diversos, viviendo en malicia y envidia, odiados y odiándonos unos a otros.

La envidia es característica del corazón natural, como podemos ver en Romanos 1:29:

Están atestados de toda injusticia, fornicación, perversidad, avaricia, maldad; llenos de envidia, homicidios, contiendas, engaños y perversidades.

El texto dice “llenos de envidia”. Fue la envidia lo que hizo que se levantara oposición contra Cristo cuando estuvo aquí en la carne. Simplemente el desarrollo de ese mismo sentimiento fue lo que causó la guerra en el cielo.

 

La envidia

Es el deseo de ocupar una posición más exaltada a resultas de compararse con otro. Es el sentimiento de engrandecimiento de uno mismo. El amor nunca siente así. El amor no tiene envidia, como leemos en 1 Corintios 13. La Escritura señala muy claramente cuál fue el sentimiento que embargó a Satanás, por el cual surgió el conflicto en el cielo. Ese sentimiento no fue otro que la envidia.

¡Cómo caíste del cielo, Lucero, hijo de la mañana! Derribado fuiste a tierra, tú que debilitabas a las naciones. Tú que decías en tu corazón: ‘Subiré al cielo. En lo alto, junto a las estrellas de Dios levantaré mi trono y en el monte del testimonio me sentaré, en los extremos del norte; sobre las alturas de las nubes subiré y seré semejante al Altísimo (Isaías 14:12-14).

Descubrimos el principio del “yo”: “[el yo] que debilitabas a las naciones, tú [el yo] que decías en tu corazón: [yo] subiré  al cielo... [yo] levantaré mi trono, y [yo] seré  semejante al Altísimo”, etc.

Hijo de hombre, entona lamentaciones sobre el rey de Tiro, y dile: “Así ha dicho Jehová, el Señor: Tú eras el sello de la perfección, lleno de sabiduría, y de acabada hermosura. En Edén, en el huerto de Dios, estuviste. De toda piedra preciosa era tu vestidura: de cornerina, topacio, jaspe, crisolito, berilo y ónice; de zafiro, carbunclo, esmeralda y oro. ¡Los primores de tus tamboriles y flautas fueron preparados para ti en el día de tu creación! Tú, querubín grande, protector, yo te puse en el santo monte de Dios. Allí estuviste, y en medio de las piedras de fuego te paseabas. Perfecto eras en todos tus caminos desde el día en que fuiste creado hasta que se halló en ti maldad. A causa de tu intenso trato comercial, te llenaste de iniquidad y pecaste, por lo cual yo te eché del monte de Dios y te arrojé de entre las piedras del fuego, querubín protector. Se enalteció tu corazón a causa de tu hermosura, corrompiste tu sabiduría a causa de tu esplendor; yo te arrojaré por tierra, y delante de los reyes te pondré por espectáculo” (Ezequiel 28:12-17).

En todos estos textos podemos ver que fue un sentimiento de envidia por parte de Lucifer, lo que le llevó a aquella rebelión en el cielo, a aquel grave problema.

Como unigénito Hijo de Dios, Cristo podía entrar plenamente en los concilios de Dios, y siendo que Lucifer no podía hacerlo como Cristo, se entregó de corazón a la envidia. Entonces comenzó a exaltarse a sí mismo, empezó a gestar su rebelión y a decir: ‘Dios es arbitrario’. Comenzó también a reunir simpatizantes en torno a sí. Les dijo: ‘Estamos en esclavitud, y yo tengo un mejor plan para el gobierno. Elegidme a mí como gobernador, exaltadme, y yo os exaltaré a todos vosotros’. ¿Veis ese mismo principio que ha estado siempre presente en el mundo desde la caída? El principio es este: ‘Tú me exaltas a mí, y yo te exalto a ti’.

 

Deslealtad de Satanás

Satanás logró reunir un número suficiente de seguidores como para iniciar una rebelión en el cielo. Habiendo sido arrojado de allí, determinó establecer su reino en esta tierra, mostrando así al universo que podía regir un gobierno. Extendería gradualmente su gobierno hasta poder quitarle a Dios el dominio, y entonces llegaría a ser “como el Altísimo”. Comenzó precisamente de la misma manera en que había comenzado en el cielo: creando descontento. Dijo a la mujer: ‘Dios sabe que el día que comas del árbol del conocimiento serás como Dios. La razón por la cual Dios no os ha permitido que comáis del árbol, no es la que os ha dado. Os ha dicho que moriríais, pero no es así. Es al contrario: viviréis para siempre y seréis como él. El problema es que él no quiere que experimentéis eso; por consiguiente, os ha dicho que no lo hagáis. Pero si me oís y coméis, seréis como dioses.’ Y Adán cayó. En ello demostró ser infiel a Dios, y lo traspasó todo a manos de Satanás.

 

Adán y su dominio

Adán era de una forma especial el hijo de Dios. Vedlo en Lucas 3:37-38:

Hijo de Matusalén, hijo de Enoc, hijo de Jared, hijo de Mahalaleel, hijo de Cainán, hijo de Henos, hijo de Set, hijo de Adán, hijo de Dios.

Adán era hijo de Dios en un sentido diferente al que lo somos nosotros. Dice la Escritura:

Amados, ahora somos hijos de Dios (1 Juan 3:2)

Nosotros somos hijos de Dios por re-creación. Adán era hijo de Dios por creación. Él fue puesto aquí para tener dominio sobre esta parte del universo como representante de Dios, quien había dicho:

Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza... y tenga el hombre dominio sobre los peces del mar, sobre las aves de los cielos, y sobre todo mamífero y reptil que se arrastra sobre la tierra (Génesis 1:26).

Dios hizo a Adán su primer ministro, y puso el dominio en sus manos, reconociéndolo como a su representante en esta tierra.

 

El dominio, usurpado de forma fraudulenta

El diablo, tras ser expulsado en aquella guerra en el cielo, llega a esta tierra, y mediante el engaño induce a Adán, representante de Cristo, a que entregue en sus manos el dominio de esta tierra. Toma posesión de ella mediante la mentira y el fraude. Determina desarrollar aquí aquello que fracasó en realizar en el cielo. Es un hecho reconocido por la Escritura.

No hablaré ya mucho con vosotros, porque viene el príncipe de este mundo y él nada tiene en mí (Juan 14:30).

Esto es, entre los incrédulos, a quienes el dios de este mundo les cegó el entendimiento, para que nos les resplandezca la luz del evangelio de la gloria de Cristo (2 Corintios 4:4)

Satanás se refiere a ese hecho en a tentación de Cristo en el desierto:

Luego lo llevó el diablo a un monte alto y le mostró en un momento todos los reinos de la tierra. Le dijo el diablo: “A ti te daré todo el poder de estos reinos y la gloria de ellos, porque a mí me ha sido entregada y a quien quiero la doy. Si tú, postrado, me adoras, todos serán tuyos” (Lucas 4:5-7).

Satanás había tomado la posesión de este mundo, y había establecido su reino. Hoy se dice a sí mismo: ‘Soy rey’.

 

¿De qué lado estamos?

¿De quién somos? ¿Con quién estamos simpatizando en la gobernanza de esta tierra? Desde ese punto de vista la religión se resuelve en esta simple cuestión: ¿Seré leal a Dios en esa gran controversia que comenzó en el cielo y que ahora se ha trasladado a esta tierra?, ¿o bien serviré a Satanás? ¿De quién seré súbdito en esta gran controversia?

 

Naturaleza de los dos reinos

Satanás estableció su reino mediante el fraude y la usurpación, y lo mantiene por la fuerza. Esas son sus características. Pero Dios es amor. Su reino se fundamenta en el amor. Y el único poder que emplea en su reino es el poder del amor.

La acusación que Satanás lanzó contra Dios consistió en que era arbitrario, que estaba determinado a seguir su conveniencia y que no amaba a su pueblo. Satanás prometió que si los ángeles lo seguían, él establecería un reino mejor. Su desafío está pendiente de demostración. Aunque Dios puede ver el final desde el principio, no sucede así con los seres creados. Si Dios hubiese aplastado la rebelión por la fuerza en primera instancia, si la hubiese suprimido por la mera acción de la fuerza, habría permanecido todavía en la mente de los seres creados un gran interrogante en cuanto a la justicia de Dios. Por lo tanto, Dios permite que Satanás lleve adelante su plan, a fin de que todo el universo pueda contemplar el contraste entre el plan de Satanás y el de Dios.

 

El mundo: escenario del drama

Y este mundo es el campo de batalla en el que el drama se desarrolla. Es el centro de atención de todo el universo.

Queridos amigos, se nos llama a ser protagonistas en este drama, y la cuestión a decidir es: ¿Cuál es el buen plan de gobierno? ¿El de Satanás o el de Dios? ¿A cuál de los dos planes darán su lealtad los seres creados por Dios?

Cuando Dios envía a sus siervos, ¿cuál es la obra que les es encomendada?

Librándote de tu pueblo y de los gentiles, a quienes ahora te envío para que abras sus ojos, para que se conviertan de las tinieblas a la luz, y de la potestad de Satanás a Dios; para que reciban, por la fe que es en mí, perdón de pecados y herencia entre los santificados (Hechos 26:17-18).

Es una cuestión de lealtad a Dios. Esto puede ayudarnos a comprender el significado de algunas cosas que quizá hayan sido difíciles de entender hasta ahora.

 

Job

El caso de Job es digno de mención. Probablemente ha estado en la mente de todo aquel que haya tomado la Biblia en sus manos alguna vez.

Un día acudieron a presentarse delante de Jehová los hijos de Dios, y entre ellos vino también Satanás (Job 1:6).

Ese versículo sienta la base para la lectura de los siguientes.

¿Qué derecho tenía Satanás a estar allí? Estos hijos de Dios eran representantes de Dios de las diferentes partes del universo.

Adán era hijo de Dios, y había sido puesto en la Tierra para administrarla bajo el dominio de Dios. Pero Adán traicionó ese dominio. Satanás intervino y tomó su lugar. Tomó el lugar de Adán. De esta forma, cuando se convocó el concilio para reunir a los representantes de Dios procedentes de todas partes del universo, Satanás vino también. Se abrió el libro, y cuando se preguntó por la Tierra, se oyó: ‘¡Sí. Aquí. Yo represento a la tierra!’ No era la voz de Adán, sino la de Satanás. Y el Señor dijo a Satanás:

¿De dónde vienes? Respondiendo Satanás a Jehová dijo: de rodear la tierra y andar por ella (Job 1:7).

Ved la imagen de Satanás andando por la tierra. Satanás dijo: “Vengo de rodear la tierra y de andar por ella”. Recordad:

Sed sobrios y velad, porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar (1 Pedro 5:8).

El Hijo del hombre no vino a destruir las vidas de los hombres, sino a salvarlas. Anduvo haciendo bienes. No ocurre así con Satanás, quien, como león rugiente, sigue aún andando y buscando a quien devorar.

Jehová dijo a Satanás: “¿No te has fijado en mi siervo Job, que no hay otro como él en la tierra, varón perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal?” Respondiendo Satanás a Jehová, dijo: “¿Acaso teme Job a Dios de balde? ¿No le has rodeado de tu protección, a él y a su casa y a todo lo que tiene? El trabajo de sus manos has bendecido, y por eso sus bienes han aumentado sobre la tierra. Pero extiende ahora tu mano y toca todo lo que posee, y verás si no blasfema contra ti en tu propia presencia” (Job 1:8-11).

Esta es la característica de Satanás. Hemos leído que Dios le dice a Satanás: ‘Mi siervo Job, si bien está en tu territorio, no obstante permanece leal a mí’. Es el desafío de Dios a Satanás. ‘Oh, sí’, dice Satanás, ‘pero eso no prueba nada; cualquiera haría eso en vista de lo que tú has hecho por él. Eso no es amor; no es amor lo que liga a Job contigo. Job te sirve por la recompensa, por el interés; cualquiera haría eso mismo’. Y sigue diciendo Satanás: ‘Has puesto un muro de protección alrededor de él. Eso es injusto. Está en mi dominio; cualquiera puede ser fiel así, en esas condiciones tan favorables’. Queridos amigos, ha de quedar clara una cosa: eso fue dicho en un concilio en el cual estaban todos los representantes del universo. Satanás hizo en ese concilio la misma acusación que había hecho en el cielo. Y en lugar de decidir allí la problemática de forma arbitraria, el Señor dijo:

Todo lo que tiene está en tu mano; solamente no pongas tu mano sobre él (vers. 12).

Y sabéis lo que sucedió luego: una tras otra, posesiones, pertenencias, y al final hasta los hijos… Desapareció todo, hasta que Job quedó completamente solo. Y entonces se lo tentó a que cediera a la incredulidad, pero la Biblia declara: “En todo esto no pecó Job” (vers. 22).

 

Satanás comparece de nuevo ante Dios

Otro día acudieron a presentarse delante de Jehová los hijos de Dios, y entre ellos vino también Satanás para presentarse delante de Jehová. Dijo Jehová a Satanás: “¿De dónde vienes?” Respondiendo Satanás a Jehová dijo: de rodear la tierra y andar por ella’. Jehová dijo a Satanás: “¿No te has fijado en mi siervo Job, que no hay otro como él en la tierra, varón perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal? ¡Todavía mantiene su integridad, a pesar de que tú me incitaste contra él para que lo arruinara sin causa! (Job 2:1-3).

Uno desearía pensar que los sufrimientos por los que pasó Job, según hemos leído en los versículos anteriores, habrían puesto fin a la controversia, pero eso no se puede decir cuando se trata de Satanás.

Respondiendo Satanás a Jehová, dijo: “Piel por piel, todo lo que el hombre tiene lo dará por su vida. Pero extiende su mano, toca su hueso y su carne, y verás si no blasfema contra ti en tu misma presencia”. Dijo Jehová a Satanás: “Él está en tus manos; pero guarda su vida” (vers. 4-6).

 

La integridad de Job

¿Recordáis la experiencia de Job después de todo esto, cómo su esposa lo incitó a que maldijera a Dios y muriera? Pero sin embargo, Job no cedió:

Aunque él me mate, en él esperaré. Ciertamente defenderé delante de él mis caminos…

¡Vive Dios, que ha quitado mi derecho, el Omnipotente, que ha amargado mi alma, que todo el tiempo que mi alma esté en mí y que haya hálito de Dios en mis narices, mis labios no hablarán iniquidad ni mi lengua pronunciará mentira! ¡Nunca acontezca que yo os de la razón! ¡Hasta la muerte yo mantendré mi integridad! Aferrado estoy a mi justicia, y no cederé; mientras viva, no me reprochará mi corazón (Job 13:15; 27:2-6).

 

La lección

¿Qué significó todo esto? Significó una demostración, no simplemente ante los pocos que pudieran conocer el caso de Job, ni para quienes pudieran simplemente leer su experiencia, sino que se demostró ante todo el universo que el poder del amor de Dios es suficiente para mantener a un hombre en su integridad, incluso si sus posesiones, sus hijos y todo lo demás desapareciera por completo. El amor que Dios tenía por él, y el amor que surgió en su corazón hacia Dios eran suficientes para mantenerlo fiel. Y así, Job pudo decir: ‘Mientras viva seré leal a Dios’. Job estaba demostrando ante el universo expectante cuánto poder hay en el amor de Dios.

Muchas veces hemos experimentado aquello que no podemos comprender, y nos preguntamos: ‘¿Por qué esta o aquella aflicción? ¿Por qué esta pérdida? ¿Por qué este problema?’ Job estuvo ante todo el universo como un hombre en quien se podía confiar para revelar el poder del amor de Dios para mantenerlo en fidelidad inquebrantable, demostrando que hay poder suficiente en su amor como para resistir la prueba.

Ahora, cambiando de personaje, ¿no os habéis preguntado nunca por qué Juan Bautista terminó decapitado? ¡Era un gran profeta! Sin embargo, terminó su vida en prisión. Fue decapitado. Sus discípulos tuvieron que enterrar su cuerpo sin cabeza. Esos mismos discípulos vinieron a Jesús. ¿Qué significó eso para Jesús? Significó lo mismo que para todo el universo expectante: que había un hombre que había sido fiel hasta el punto de resistir hasta la muerte.

No temas lo que has de padecer. El diablo echará a algunos de vosotros en la cárcel para que seáis probados, y tendréis tribulación por diez días. ¡Sé fiel hasta la muerte y yo te daré la corona de la vida! (Apocalipsis 2:10).

Las páginas de la historia están llenas de ejemplos como ese. Los mártires de todas las edades han testificado del poder del amor de Dios, y hemos de entender que los mártires se pueden encontrar en cada familia sencilla, en cada hogar humilde. No ha de ser siempre en los palacios de los grandes donde tengan lugar los hechos heroicos. Dios y su universo contemplan a estos testigos de su amor en los lugares más sencillos de la tierra. El Señor y sus ángeles comprueban que estos fieles no abandonan su integridad debido a las sofisterías y las maquinaciones de Satanás, sino que son fieles hasta la muerte.

 

La falsa acusación de Satanás, desenmascarada por el don de Cristo

En la experiencia de Cristo mismo en esta tierra tenemos un ejemplo del desarrollo del plan de gobierno de Dios. La acusación que Satanás formuló al principio fue que Dios era arbitrario, que estaba determinado a hacer su propia conveniencia, y que en realidad no amaba a nadie. Y cuando Satanás logró hacer que el hombre perdiera el camino de la verdad, lo sujetó a sí en esclavitud. Por contraste, “Dios amó de tal manera al mundo, que dio a su Hijo Unigénito, para que todo aquel que en el crea, no se pierda, mas tenga vida eterna”. Mediante el don de su Hijo, Dios demostró que el amor rige en su gobierno, y que es por amor, por lo que él desea que sea hecha su voluntad.

Manifestó el amor a sus seres creados dando a su Hijo único para posibilitar que su voluntad fuese hecha en la tierra. Cristo vino a esta tierra para desarrollar ese plan, para que todo aquel que así lo decidiera pudiese ser leal a Dios.

 

El clímax

De esta manera podemos ver que la venida de Cristo significó el clímax de la gran controversia entre él y Satanás. Si Satanás es de alguna forma capaz de vencer a Cristo, el postrer Adán, el representante de la raza humana, entonces triunfará y establecerá aquí su reino. Sobre Cristo se ejerció toda posible tentación, y todo el poder de la maldad que durante miles de años había desarrollado Satanás. Y a fin de lograr su propósito siguió a Cristo a cada paso en el camino desde el pesebre hasta la cruz, puesto que el enemigo estaba determinado a que Cristo no permaneciera leal a Dios mientras estuviera en su dominio.

Cuando Cristo llegó a la experiencia de la cruz, Satanás instigó en los hombres toda la malignidad que pudo ingeniar. Los espoleó a fin de vencer su naturaleza humana y lograr que se desviara del camino de la lealtad. Intentó sobornarlo. Le dijo: ‘Reconoce mi derecho a los reinos de esta tierra, y te los daré todos ellos’. Pero Cristo no podía aceptar tal cosa, ya que ese era precisamente el punto central de la gran controversia.

Llegamos al clímax de la lucha en la muerte de Cristo. La acusación de Satanás había consistido en que el gobierno de Dios era arbitrario e implacable, mientras que él daría a sus súbditos un mejor gobierno. El universo contemplaba el desarrollo de los acontecimientos con expectación. Sobre esta tierra descansaba la maldición de la desobediencia, pero Cristo vino a redimirla.

Cristo nos redimió de la maldición de la ley, haciéndose maldición por nosotros (pues está escrito: “Maldito todo el que es colgado en un madero”) (Gálatas 3:13).

Satanás instigó a los judíos a que le quitaran la vida a Jesús, y así Satanás quedó desenmascarado como el asesino del Hijo de Dios. Mediante su don al mundo, Dios mostró que deseaba que su voluntad —la ley de amor con su obediencia filial— fuese hecha en la tierra lo mismo que en el cielo, y a fin de posibilitarlo estuvo dispuesto a entregar a su propio Hijo a la muerte. Satanás mostró que deseaba seguir sus propios caminos hasta el punto de asesinar, si fuera necesario, al Hijo de Dios. Y todo eso se desarrolló ante la mirada de todo el universo. ¿Cómo le afectó?

 

El gobierno de Dios, vindicado ante el universo

Había ciertos griegos entre los que habían subido a adorar en la fiesta. Estos, pues, se acercaron a Felipe, que era de Betsaida de Galilea, y le rogaron, diciendo: Señor, queremos ver a Jesús. Felipe fue y se lo dijo a Andrés; entonces Andrés y Felipe se lo dijeron a Jesús. Jesús les respondió diciendo: “Ha llegado la hora para que el Hijo del hombre sea glorificado...”; “Ahora es el juicio de este mundo; ahora el príncipe de este mundo será echado fuera. Y yo, cuando sea levantado de la tierra, a todos [literal: “todo” —no antropos, sino pantos] atraeré a mí mismo” (Juan 12:20-23 y 31-32).

Jesucristo, elevado entre el cielo y la tierra sobre una cruz, atrajo a sí a ambos: el cielo y la tierra. Mediante la muerte destruyó al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo. No sucede con frecuencia que un rey conquiste su reino muriendo, pero Jesucristo ganó ambos, su reino y sus súbditos, muriendo, y destruyó a su enemigo mediante su muerte.

 

La cruz selló la suerte de Satanás

 Ahora es el juicio de este mundo; ahora el príncipe de este mundo será echado fuera (Juan 12:31).

Cuando Cristo fue elevado en la cruz y dijo: “Consumado es”, dio su espíritu. Todo el universo lo contempló. Y en cualquier rincón en el que hubiese podido quedar en las mentes de los habitantes de este universo el pensamiento de la rebelión y algún vestigio de simpatía hacia Satanás, esa escena de la crucifixión del Hijo de Dios les mostró que el gobierno de Satanás significa estar determinado a que nada ni nadie se interponga ante un propósito, significa estar dispuesto incluso a asesinar al Hijo de Dios por llevar ese propósito a cabo. De esta manera el universo fue atraído a Dios y llevado a él por su gran amor.  Allí quedó sellada la suerte de Satanás, fue echado fuera, y quedó demostrado que Dios es amor, que su gobierno está regido por el poder del amor.

 

En conclusión

Si Satanás no dudó en quitarle la vida al Hijo de Dios, ¿dudará en quitárosla a vosotros? ¿Creéis que sus planes de gobierno para vosotros son hoy en algún respecto mejores que los de Dios? ¿Comprendéis que es un asunto de lealtad a Dios o a Satanás? No hay término medio: o estamos bajo el liderazgo de Satanás y consciente o inconscientemente luchamos contra Cristo, o bien estamos bajo el liderazgo de Cristo y conscientemente luchamos contra el gobierno de Satanás.

¿De qué lado estás? ¿En qué parte de la contienda te vas a situar? Dice la Escritura:

Sois hechos espectáculo al mundo, a los ángeles y a los hombres (1 Corintios 4:9).

Hermanos, ¿en cuál de los dos libros están escritos vuestros nombres? ¿Estáis enrolados como soldados bajo la bandera ensangrentada del Cordero de Dios como súbditos leales? ¿O lo estáis bajo la negra bandera de Satanás, luchando contra el gobierno de Dios?

Esta cuestión de los dos gobiernos va en progreso hasta que Cristo regrese a la tierra a tomar su reino. Estamos ya muy cerca de ese momento. Para saber que el momento está cerca, todo cuanto uno tiene que hacer es leer la Escritura y las señales de los tiempos. El día del Señor se acerca; está a las puertas. La controversia está en su punto más álgido. Hay un poder férreo que se está ejerciendo a fin de mantener sujetos a los súbditos de Satanás. Él está dando a las gentes todo tipo de placer engañoso para mantenerlos atados en sus cadenas de pecado, para alejar sus mentes de la realidad de cuán cerca está el regreso de Cristo, y a cambio proporcionarles todo placer y complacencia del “yo”.

Pero Cristo está a la obra en la tierra, y hoy está seleccionando a quienes le serán leales. ¿Qué significa ser leales a Jesús?

 

Significa obedecer las leyes de su reino

Cristo ha proclamado las condiciones para ser súbdito de su reino, ha enviado a sus siervos por todo el mundo, diciendo:

Id por todo el mundo, y enseñad a las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a obedecer todas estas cosas que yo os he mandado (Mateo 18:19-20).

Estos siervos están predicando hoy que se acerca la venida de su reino, y están reuniendo a los que serán fieles a Dios.

Ser hoy fiel a Dios tiene un cierto costo. Lo tuvo para Job. Pero en Cristo hay poder para sostenernos. Hay algo en su amor que satisfará a toda alma anhelante, que llenará a cualquiera que acuda a él. El llamado es hoy: “Salid de en medio de ellos, y separaos”.

Ambos reinos no pueden coexistir. Sin embargo, hay una tendencia que intenta hacerse un sitio, y que pretende que los dos reinos pueden unirse e ir paralelos. Tal cosa es imposible. Están en perfecta oposición el uno con el otro. La luz y las tinieblas no se mezclan. El amor y el odio son características opuestas, y jamás se pueden juntar. La cruz de Cristo produjo la separación entre los que se arrepienten y los que no, y hoy hace la misma división.

 

Un mensaje especial

Dios está enviando hoy un mensaje especial de lealtad a su ley. Hoy llama a cada uno que esté dispuesto a obedecer las leyes de su reino. Y hay más: ha establecido una maravillosa señal de lealtad en esta última generación. Hay un llamado especial a esa porción de su ley que ha sido dejada de lado:

Santificad mis sábados, y sean por señal entre mí y vosotros, para que sepáis que yo soy Jehová, vuestro Dios (Ezequiel 20:20).

En esta generación el Señor ha separado el sábado como la señal especial de que él creó los cielos y la tierra, con todo lo que en ella hay, mediante Jesucristo:

En el principio era el Verbo, el Verbo estaba con Dios y el Verbo era Dios. Este estaba en el principio con Dios. Todas las cosas por medio de él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho fue hecho (Juan 1:1-3).

El sábado se ha establecido como una señal especial de lealtad a Dios, de obediencia a sus leyes, y de nuestra creencia en el poder creador y re-creador de la divinidad de Jesucristo nuestro Señor. ¿Lo elegiremos a él como a nuestro Señor? ¿Saldremos del reino de las tinieblas, hacia el reino de la luz?

Jesús regresa pronto. Cuando él venga, reinará Aquel que tiene derecho a reinar. Él ha redimido la tierra, y salvará a todos quienes hayan sido obedientes a sus leyes, y que se hayan identificado a sí mismos con Cristo, su Dirigente.

Entonces vi el cielo abierto, y había un caballo blanco. El que lo montaba se llamaba Fiel y Verdadero, y con justicia juzga y pelea. Sus ojos eran como llama de fuego, en su cabeza tenía muchas diademas y tenía escrito un nombre que ninguno conocía sino él mismo. Estaba vestido de una ropa teñida en sangre y su nombre es así: La Palabra de Dios. Los ejércitos celestiales, vestidos de lino finísimo, blanco y limpio, lo seguían en caballos blancos. De su boca sale una espada aguda para herir con ella a las naciones, y él las regirá con vara de hierro. Él pisa el lagar del vino del furor y de la ira del Dios Todopoderoso (Apocalipsis 19:11-16).

¿Es Jesús nuestro Rey y Señor? Los que lo reconozcan hoy como su Rey de reyes y Señor de señores, cuando él se manifieste estarán preparados para decir:

¡He aquí, este es nuestro Dios! Le hemos esperado, y nos salvará. ¡Este es Jehová, a quien hemos esperado! Nos gozaremos y nos alegraremos en su salvación (Isaías 25:9).

 

 

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