Centinela nocturno
Señor, esta noche me aflijo por ti.

Soy un hijo privilegiado; duermo seguro, satisfecho;

Nada amenaza, ninguna llaga de abandonado doliente

en solitario lecho, quiebra mi tranquilo bienestar;

No respiro la angustia aterradora del corazón herido de muerte.

Ningún pobre africano ensucia mi ventana

con sus enfangadas manos, ni mira al interior

con ojos enfermos de hambre y desamor.

¡Pero los hay a miles alrededor de tus ventanas!

Ningún maldito desheredado de casa y familia

me reclama el césped para hacer su cama esta noche.

Ningún sollozo desconsolado me estremece desde antros de vicio,

ni me alarma el gélido lamento del suicida en su último gesto,

No me aflige el jadeo de ningún soldado herido lejos de su tierra.

No me perturba el ruido del frenazo, el choque, y el silencio

que sigue, en la calle ensangrentada. Ni siquiera llego a imaginar

la razón de las lágrimas tras la puerta de enfrente!

Pero durante las horas que las estrellas velan, tú no puedes dormir.

Tú no puedes pasar a la otra acera, ni mirar hacia el otro lado.

Tú recoges cada punzada de dolor, y cuentas nuestros suspiros.

Tuya es la agonía torturadora de sentir nuestra tragedia universal.

Señor, esta noche me aflijo por ti.

Pero ¿qué debo hacer yo? ¿cuál es mi parte?

–Robert J. Wieland

 

Esta poesía forma parte del libro: 'Sé pues celoso y arrepiéntete, pueblo mío'

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