Serie "Exaltad la cruz"
La cruz y la justificación de todos los hombres

Herbert Montgomery


Esta mañana querría compartir con vosotros lo que creo que es la verdad central enseñada en la Biblia. Comprobaréis que ese tema ha sido tratado en todas las predicaciones precedentes. Agradezco especialmente la elocuencia con que el hermano Peters lo ha expuesto. Ha puesto un buen fundamento para nuestro estudio en esta hora. Es una tentación el pensar así: puesto que ya se ha disertado sobre la justificación de vida para todo hombre, ¿no debiéramos avanzar, tal como nos animaba a hacer el esquema presentado por el hermano Peters, y predicar sobre el fuerte pregón y la lluvia tardía? Creo que el tema que voy a compartir con vosotros es lluvia tardía; es fuerte pregón; es elevar a Cristo ante el mundo, de la forma en que verdaderamente debe ser presentado: la última demostración de su carácter de misericordia.

Antes de comenzar, no obstante, hay un principio que hemos de comprender. Leemos en el Espíritu de Profecía que la justicia y la misericordia son hermanas gemelas. ¿Podéis conjugar ambas cosas? ¿Podéis concebir la justicia y la misericordia de la ley, como gemelas? No podéis separarlas. Son dos cosas diferentes, pero al mismo tiempo están identificadas unitariamente. Cuando leí esa declaración por primera vez, tuve que revisar la forma en la que hasta entonces había considerado la justicia y la misericordia. ¿No os sucedió algo parecido? La justicia y la misericordia de la ley de Dios se resumen en una sola palabra: amor. No es amor y justicia. El amor tiene dos dimensiones: justicia y misericordia. El carácter de Cristo -del cual la ley es una trascripción- tiene esas dos dimensiones. Todo lo que es cierto de la ley, ha de ser cierto de Dios. Se trata de sus pensamientos y sentimientos hacia nosotros, de su carácter. Su amor es justo y misericordioso. Quizá pueda pareceros que se contradicen, pero realmente no lo hacen.

Cuando hablamos de justicia, estamos hablando de los pensamientos y sentimientos de Dios -de su carácter- en relación con el pecado. Cuando hablamos de su misericordia, estamos contemplando sus pensamientos y sentimientos en relación con el pecador.

"Jesús ha revelado a los hombres que, si bien el odio de Dios hacia el pecado es tan fuerte como la muerte, su amor por el pecador es más fuerte que la muerte" (RH 21 oct 1902).

Permitidme que os explique por qué lo entiendo así. Buscad conmigo en Romanos 1:18, y os pido que penséis en esto: ¿contra qué va dirigida la ira de Dios? Es vital que comprendamos eso, como fundamento de lo que hemos de estudiar hoy:

"La ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres que detienen con injusticia la verdad"

¿Dice el texto que la ira de Dios se revela contra el impío y contra el injusto? ¿Es eso lo que dice? ¡No! Es contra la "impiedad e injusticia" de los hombres. Leamos ahora en Lucas 6:27:

"Pero a vosotros los que oís, os digo: Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os odian; bendecid a los que os maldicen y orad por los que os calumnian"

¿Cómo siente Dios hacia sus enemigos, según eso? ¿Qué siente por el pecador? "Amad a vuestros enemigos". Pero observad, ¿cuál es el tema básico de ese sermón de Jesús? ¡La ley! El Espíritu de Profecía nos declara que la justicia de la ley demandaba, no solamente que el pecado fuera perdonado, sino también que fuera pagada la penalidad:

"La justicia demandaba, no solamente que el pecado fuera perdonado; había de cumplirse la pena de muerte. El Salvador cumplió esa demanda. Su cuerpo quebrantado, su sangre derramada, satisfizo las demandas de la ley" (YI 16 abril 1903).

"La ley de Jehová es el árbol. El Evangelio está constituido por las fragantes flores y los frutos que lleva" (1 MS 249).

¿Lo comprendéis? Es la ley -la trascripción del carácter de Dios- lo que trajo el evangelio a la existencia. El evangelio es el fruto de los principios de la ley. El evangelio que predicamos expone la forma en la que Dios trata el problema del pecado. La justicia exige que el pecado -que hiere al pecador- sea erradicado, destruido (no tolerado). Pero ved el problema. Leamos en Romanos 5:12:

"Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron"

Hay una expresión que es equivalente a "todos los hombres". La encontramos en 2 Corintios 5:19:

"Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo..."

La encontramos también en Juan 3:16:

"De tal manera amó Dios al mundo..."

El "mundo" es este planeta, la raza humana, "todos los hombres". El pecado entró en nuestra carne. Lo podéis ver en Romanos 7:20:

"Y si hago lo que no quiero, ya no lo hago yo, sino el pecado que está en mí"

Debido a la caída de Adán, el pecado y los pecadores vinieron a hacerse uno. La manifestación de la justicia de Dios contra el pecado, ¿qué habría de significar para al pecador? La muerte, ni más ni menos. Pero la simple manifestación de la misericordia de la ley de Dios hacia el pecador, ¿qué habría hecho con el pecado? Lo habría inmortalizado. ¿Veis el problema? Solemos mirar a esas dos hermanas gemelas separadamente, y nos parece que una y otra están en contradicción. Pero en la cruz del Calvario, esas dos hermanas "se besaron". La justicia quedó satisfecha. ¿Cómo?

"Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado" (2 Cor. 5:21)

Jesús se identificó hasta tal punto con nuestro pecado, que la Escritura nos dice que fue hecho pecado por nosotros. Cuando Jesús estaba experimentando la segunda muerte, ¿qué es lo que Dios estaba destruyendo? ¡El pecado! Jesús estaba de tal forma identificado con los pensamientos y sentimientos de Dios hacia el pecado, que en medio de la experiencia de la cruz, ¿cómo sintió?

"Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?" (Mat. 27:46)

Sí. Dios estaba "abandonando" el pecado en su Hijo Jesucristo. Y al tercer día hubo otra cosa que Cristo tomó. No fue nuestro pecado. Recordad que el pecado se había hecho una sola cosa con nosotros, por lo tanto, ¿a quiénes estaba llevando cuando llevó nuestros pecados "en su cuerpo, sobre el madero"? A nosotros. Jesús nos había tomado a sí mismo, por consiguiente, cuando Jesús resucitó al tercer día, ¿quién resucitó con él? Nosotros (Efe. 2:5 y 6). En Cristo resultaron satisfechas la justicia y la misericordia, y el pecado fue destruido. Se dio vida al pecador. La justicia y la misericordia se besaron. Lo podéis ver en Romanos 5:12. ¿Qué fue lo que entró en el mundo? Había un problema. Para que Dios pudiera manifestar misericordia al "mundo", tenía que haber una cruz. El pecado tenía que ser destruido. El objetivo no era la simple destrucción del pecador, sino la erradicación del pecado. Lo que Cristo sufrió no es la ira de Dios contra el pecador, sino la ira de Dios contra el pecado. Ese es el carácter de Dios. Jesús experimentó eso, de forma que el pecado que había entrado en el mundo por la transgresión de Adán, ¿qué hizo Jesús con él? ¿Qué leemos en Juan 1:29?

"Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo"

Dice "pecado" en singular. ¿Qué pecado? El que "entró en el mundo por un hombre" (Adán). Jesús vino a separar, a quitar de este mundo, el pecado de Adán. Eso permitió que Dios se relacione con nosotros, nos trate, como si nunca hubiésemos pecado.

Leamos Romanos 5:18:

"Así que, como por la transgresión de uno vino la condenación a todos los hombres, de la misma manera por la justicia de uno vino a todos los hombres la justificación que produce vida"

¿Cómo sucedió que " por la transgresión de uno vino la condenación a todos los hombres"? El pecado entró en nosotros, ¿no es así? El pecado entró en el mundo. ¿Cómo siente Dios hacia el pecado? No os llaméis a engaño, la ira de Dios contra el pecado es algo digno de ser temido. Pero hemos dicho que no hemos de temer, dado que se trata de la ira de Dios contra el pecado, no contra nosotros. Cuando el pecado entró en nosotros, los sentimientos de Dios hacia el pecado vinieron a ser ciertamente sus sentimientos hacia nosotros, en el sentido de que nos habíamos hecho uno con el pecado. Vinimos a estar bajo condenación, y habríamos tenido que hacer frente a la misma ira de Dios contra el pecado. Pero la misericordia de Dios se manifestó en que, como dice la segunda parte del versículo 18, por la justicia de Uno, por su obediencia a Dios que lo llevó hasta la cruz del Calvario, Jesús triunfó en quitar del mundo ese pecado, de forma que ahora, el don gratuito vino sobre ¿cuántos? "vino a todos los hombres la justificación que produce vida".

Os haré ahora la pregunta que hizo A.T. Jones en 1895, y que hoy hemos de contestar nosotros. ¿Afectó la cruz de Cristo a tantos como afectó el pecado de Adán? ¿Cómo os parece que responde a esa pregunta Romanos 5:18? Si creéis que la cruz de Cristo afecta solamente a aquellos que lo reciben por fe -a los creyentes-, he de deciros que eso significa una cantidad de personas infinitamente más pequeña que las que resultaron afectadas por el pecado de Adán. La cruz de Cristo afecta a todos, de forma opuesta a como afectó a todos el pecado de Adán. Cristo vino a quitar el pecado del mundo, de forma que Dios no nos condenó, sino que nos justificó. Justificación (y condenación) son términos teológicos. ¿Qué queremos expresar por "justificación"? Algo muy sencillo: Que Dios trata al mundo como si nunca hubiese pecado.

¿Qué nos permite llegar a esa conclusión? Leed conmigo 2 Cor. 5:19:

"Dios estaba en Cristo reconciliando el mundo a sí, no imputándole sus pecados"

Hemos leído "reconciliando el mundo". Si Dios no imputa al mundo sus pecados, ¿qué le está imputando? ¡Su justicia! ¿No veis que ha de ser una de las dos cosas? Si Dios no nos tiene por pecadores, ¿por qué nos tiene? ¡Por justos! Se tomó una decisión. Él nos escogió en Cristo antes de la fundación del mundo (Efe. 1:4), a fin de que fuésemos santos y sin mancha ante sus ojos. Aún incluso si habíamos pecado, debido a que Cristo es el Cordero inmolado desde el principio del mundo, a pesar de merecer Adán la muerte eterna e instantánea -tras haber pecado-, siguió viviendo. Y hoy el mundo sigue vivo porque Dios, gracias a Jesucristo, continua tratando a este mundo como si fuese santo y sin mancha ante sus ojos. Eso puede ser así porque en su Hijo lo es. ¿A quién imputó Dios nuestros pecados? [Congregación: ‘A Cristo’]. ¿Qué le sucedió a Cristo cuando le fueron imputados esos pecados? [Congregación: ‘Murió’]. ¿Cuántos de vosotros estaríais hoy vivos, de no haber sucedido lo anterior? Si alguna vez estáis tentados a sentir que Dios os está tratando de acuerdo con lo que merecéis, sólo tenéis que hacer una cosa bien sencilla: Respirad. Si estáis vivos, eso es la clara demostración de que no os trata conforme a lo que merecéis. ¡Os trata como si nunca hubieseis pecado! ‘Eso es peligroso’, dirá alguien. ¿Qué es lo que transforma al pecador en un cristiano obediente, dispuesto a sacrificar su yo abnegadamente? [Congregación: ‘El amor de Cristo nos constriñe’]. ¿Cómo tiene el amor de Cristo ese poder para transformarnos a su imagen, para hacernos gozar en el servicio voluntario? Porque ¿sabéis?, una de las expresiones del amor en el ser humano, el matrimonio, puede ser la mayor bendición, y también la mayor maldición. Hasta incluso el cristianismo puede ser la mayor bendición en el mundo, pero también la peor maldición. Lo que hace toda la diferencia en ambos casos es esto: la presencia o ausencia de amor. Ahora, una pregunta de importancia crucial: ¿Dónde se muestra el amor de Dios hacia nosotros? Leed conmigo en Romanos 5:8:

"Dios muestra su amor para con nosotros en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros"

Si hemos leído bien, ese texto nos dice que el amor de Dios se muestra, no por su forma de tratarnos después que hemos confesado, nos hemos arrepentido y creído. El amor de Dios se muestra por la forma en que nos trata, en lo que él hace por nosotros, en lo que hizo, antes de que nos arrepintiéramos, antes de que confesáramos, antes de que creyéramos. "Siendo aún pecadores". No son buenas nuevas ‘peligrosas’, sino que es el concepto más lleno de poder en todas las Escrituras. Es el corazón, el núcleo central, lo que nos proporciona la energía. Y al comprenderlo, nos hace servir a Dios, no ya porque haya algún beneficio que esperemos obtener, sino porque hemos sido transformados contemplando la insondable bondad de Dios en su trato con nosotros "siendo aún pecadores"; porque es digno de ser servido. Necesitamos ver la bondad de Dios. Como leemos en Romanos 2:4, "su benignidad te guía a arrepentimiento". ¡No es nuestro arrepentimiento el que despierta su benignidad!

Consideremos hechos en la vida de Cristo que demuestran ese concepto. Pablo lo predicó con poder, pero la mayor revelación se encuentra en los cuatro evangelios, especialmente en el de Juan. Leamos primero en 1 Juan 5:10 y 11:

"El que cree en el Hijo de Dios tiene el testimonio en sí mismo; el que no cree a Dios lo ha hecho mentiroso, porque no ha creído en el testimonio que Dios ha dado acerca de su Hijo. Este es el testimonio: que Dios nos ha dado vida eterna y esta vida está en su Hijo"

De acuerdo con el texto, ¿cuál es la diferencia entre un creyente y un incrédulo? Creyente es aquel que cree el testimonio que Dios ha dado de su Hijo, e incrédulo es el que no lo hace. Así, en la cronología de los acontecimientos, ¿cuándo viene el testimonio al creyente, antes, o después que cree? ¡Antes, naturalmente! ¿Habéis leído en qué consiste el testimonio? "Este es el testimonio: que Dios nos ha dado vida eterna y esta vida está en su Hijo". ¿Dice el versículo que nos dará vida eterna? No. Dice que nos la ha dado, y que esa vida está en su Hijo. ¿Cuándo nos llegan las nuevas de que Dios nos ha dado ya vida eterna; antes, o después que creemos? ¡Antes, puesto que eso es precisamente lo que hemos de creer! ¿Qué es sinónimo de "Jesucristo", o de "su Hijo"? "Vida eterna", puesto que según el versículo 12, tener al Hijo significa tener la vida. Leamos ahora en Juan 1:12:

"Mas a todos los que lo recibieron, a quienes creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios"

Según el versículo, ¿qué es sinónimo de creer? [Congregación: ‘Recibirlo’]. La "potestad", el poder, es el resultado de ello. ¿Qué habíamos visto que era sinónimo de "su Hijo"? [Congregación: ‘Vida eterna’]. ¿Y sinónimo de creer? [Congregación: ‘Recibirlo’]. Vamos a buscar uno de los textos más conocidos en toda la Escritura, aunque quizá uno de los menos comprendidos: Juan 3:16. Vale la pena que lo leamos, aún sabiéndolo de memoria:

"De tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree no se pierda, sino que tenga vida eterna"

En vista de lo anterior, podemos parafrasearlo así, sustituyendo algunas expresiones por sus equivalencias:

‘De tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito [la vida eterna], para que todo aquel que en él cree [todo aquel que lo reciba] no se pierda, sino que tenga vida eterna’. ¿Qué viene primero, la dádiva, o su recepción? ¡La dádiva! ¿No os parece simple, no os parece razonable? ¡Necesitaréis mucha "exégesis" para hacer que la recepción venga antes que la dádiva! ¿Creéis que podéis recibir aquello que todavía no se os ha dado? ¿Cómo lo comprendió Juan Bautista? Podéis avanzar en ese capítulo hasta el versículo 27, en el que leemos:

"Respondió Juan: No puede el hombre recibir nada a menos que le sea dado del cielo"

¿Qué viene antes de la recepción? La dádiva, el don. A veces necesitamos recordar las cosas más sencillas: No podemos recibir nada, a menos que se nos haya dado primeramente.

Muchos defienden la teoría de que Dios ha dado a todos vida limitada, y a algunos -los que creen-, vida eterna. ¿Es así? ¿Responde esa diferencia a dos dones diferentes de parte de Dios, o a una elección de parte del ser humano?

¿Qué tendríamos, como paga del pecado? [Congregación: ‘La muerte’]. ¿Qué nos ha dado Dios en lugar de ello? [Congregación: ‘Vida’]. Jesús no nos salvó solamente de una muerte que deberíamos experimentar en el futuro; Jesús salvó al mundo de una muerte que el mundo debiera haber experimentado ya en el pasado. Nos ha dado vida. Si eliges guardar ese don, ¿por cuánto tiempo vas a disfrutar ese don? [Congregación: ‘Por la eternidad’]. Si eliges despreciar el don, ¿por cuánto tiempo disfrutarás de esa vida? [Congregación: ‘Por un tiempo limitado’]. ¿Depende eso de Dios? ¿Acaso ha dado Dios a unos vida limitada, y a otros vida eterna? Dios ha dado VIDA, la vida que él posee. El eterno sacrificio de Cristo, que mantiene hoy con vida al pecador que no cree, es exactamente el mismo sacrificio que permite que aquel que cree disfrute eternamente de la vida. Puedes elegir guardarla, o rechazarla, pero Dios, en Cristo, ha dado la VIDA, una sola vida: la suya.

Jesús enseñó eso, tal como leemos en el capítulo 6 del evangelio de Juan. Jesús acababa de alimentar a los cinco mil. Al día siguiente lo buscaban para pedirle una señal (vers. 30). Leemos las palabras de Jesús en el versículo 33:

"Porque el pan de Dios es aquel que descendió del cielo y da vida al mundo"

La dádiva de Jesús, la dádiva del pan del cielo al mundo, le otorga vida. ¿Lo comprendéis? Jesús es la razón por la cual estamos vivos hoy, y está vivo el mundo. Versículo 51:

"yo soy el pan vivo que descendió del cielo; si alguien come de ese pan..."

Es decir, si alguien lo recibe, si alguien lo aprecia, se aferra a él, lo guarda...

"...vivirá para siempre"

La intención de Dios al darnos vida, es que no tenga nunca un final. Nos dio vida, y vida sobreabundante. Hemos leído que el pan de Dios "da vida al mundo". La intención de Dios es que esa dádiva lo sea por la eternidad. Pon tu voluntad de acuerdo con la suya. Él desea que lo guardes por siempre. Sea que creas o que lo rechaces, él está haciendo todo lo posible, te está dando vida y luz, contendiendo con su Espíritu para ganar tu corazón. Ningún perdido podrá argüir que se perdió porque Dios no le dio a él algo que dio a otros (los salvos).

Cuando comencé a ver esa verdad, me sorprendió el gran poder que encierra, y la claridad con la que se la encuentra en todas las Escrituras. Dios ha dado vida. En Juan 5 leemos el episodio de la curación del paralítico en el estanque de Betesda. "Los judíos perseguían a Jesús e intentaban matarlo" por haber sanado a aquel hombre en sábado. Estaban rechazando las buenas nuevas, el evangelio, porque les parecía que iba en contra de la ley. Jesús declaró entonces:

"Mi Padre hasta ahora obra, y yo obro" (vers. 17)

Si Jesús y su Padre guardasen el sábado tal como los judíos creían que debía guardarse, ¡cada sábado moriríamos todos! Si obrar el bien es transgredir el sábado, Dios dejaría de darnos vida y moriríamos inmediatamente, creyentes e incrédulos. Dice el registro que "los judíos aún más intentaban matarlo" (vers. 18). Entonces Jesús comenzó a desplegar ante ellos estos conceptos. Vers. 19:

"De cierto, de cierto os digo: No puede el Hijo hacer nada por sí mismo, sino lo que ve hacer al Padre"

¿Os resulta posible amar y perdonar a los demás, sin haber comprendido cómo os ha amado y perdonado el Padre? Cristo, al tomar sobre sí nuestra humanidad, se colocó en la misma posición que nosotros, que somos incapaces de obrar el bien, excepto habiendo visto el amor del Padre por este mundo. Vers. 20:

"Porque el Padre ama al Hijo y le muestra todas las cosas que él hace; y mayores obras que estas le mostrará, de modo que vosotros os admiréis"

Leemos en el versículo 21:

"Como el Padre levanta a los muertos y les da vida, así también el Hijo a los que quiere da vida"

No dice que el Padre resucitará a los muertos, sino que "levanta a los muertos y les da vida", que lo está haciendo en aquel momento. ¿Quiénes son los muertos? ¡Somos todos nosotros! Somos como vivos de entre los muertos, por la gracia o favor inmerecido de Dios. Dios trata a este mundo como si nunca hubiese pecado. Estaba y está dando vida al mundo, a "justos" y "pecadores", está haciendo salir el sol, y dando la lluvia a ambos. ¿Qué significa en ese contexto que "el Padre a nadie juzga"? (vers. 22). ¿Qué significa juzgar? Significa establecer una distinción entre el inocente y el culpable. Pues bien, lo que nos dice el texto es que el Padre no está haciendo esa distinción ahora: está tratando a unos y otros de igual manera. No juzga a nadie. Nos está tratando, a los que creemos y a los que no creen, como si nunca hubiésemos pecado.

Veamos ahora el evangelio según Lucas. Lo encontramos también en Mateo 5, pero Lucas nos lo da en mayor detalle. Lucas 6:27:

"Pero a vosotros los que oís, os digo: Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os odian; bendecid a los que os maldicen y orad por los que os calumnian"

No se trata simplemente de una lista de cosas que Dios nos ordena hacer con nuestros enemigos, sino que se trata de su carácter, de cómo es él, una descripción de la forma en que él trata a sus enemigos. Eso significa que incluso si decidieras que a partir de ahora vas a ser enemigo de Dios, ¿sabes lo que él siente por ti? Te ama, porque Dios ama a sus enemigos. Incluso si decidieras odiar a Dios por el resto de tus días, ¿sabes que hace Dios por ti? El bien, porque Dios nos está tratando de acuerdo con su carácter, no de acuerdo con el nuestro. ¿Qué significa "justificación", aplicada al mundo? No necesitamos verlo como un complicado término teológico: significa simplemente que él ama al mundo aunque sea su enemigo, que le hace el bien, aún recibiendo el odio del mundo a cambio. Aunque lo maldigas, él te bendice, debido al amor que tiene por ti. "Él es benigno para con los ingratos y malos" (vers. 35). "Orad por los que os calumnian". Cristo está orando por los que reciben su gracia en vano (2 Cor. 6:1), está intercediendo por ellos. ¿No es eso lo que leemos en 1 Juan 2:1 y 2?

"Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis. Pero si alguno ha pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo, el justo"

Solemos leer el texto, e inconscientemente nos lo aplicamos a nosotros como creyentes. ¿Sabéis lo que dice el versículo siguiente?

"Él es la propiciación por nuestros pecados, y no solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo"

Eso significa que cualquier persona que en el mundo esté pecando, tiene un abogado para con el Padre. Esa es la razón por la que no está muerto.

"Al que te hiera en una mejilla, preséntale también la otra" (Luc. 6:29).

¿Recordáis la parábola de la viña? Dios envía a labradores, quienes son maltratados. Finalmente envía a su Hijo. ¿Qué hacen los obreros de la viña? Se dicen, ‘este es el heredero: matémoslo y quedémonos con la heredad’. ¿Qué hace Jesús? Pone su vida, para que puedan tener su heredad. Les dice: ‘así podréis estar en mi lugar’. Ese es el corazón de Dios. Él pone su otra mejilla, y es a la luz de ese amor, de esa gracia, de esa divina influencia, como gana nuestro corazón, y llegamos a ser siervos abnegados y humildes a partir de ese día. A algunos les parece un concepto "peligroso". No es peligroso: es la manifestación de la ley. Es la norma más alta que puede existir: que perdones a aquellos que no te piden perdón, que "no lo merecen". Dios hace eso. Sólo comprendiendo eso podemos alcanzar el ideal de la ley.

La cruz de Cristo no creó amor en el corazón del Padre. La cruz de Cristo fue necesaria al entrar el pecado, a fin de mostrar cuál es el corazón de amor del Padre, de forma que el hombre pueda ser salvo, sin que el pecado quede inmortalizado. Ese es el corazón de Dios. Nos trata con amor, porque Dios es amor. No nos trata como merecemos. Sabemos que Dios nos disciplina. ¿Es que acaso merecemos ser disciplinados? No: ¡merecemos la muerte! Esa disciplina no es más que un don inmerecido de Dios, una expresión de su misericordia.

No es que Dios sea ciego a nuestro pecado, pero él nos trata como si no hubiéramos pecado. Dios ama al pecador y odia al pecado. Nosotros no podemos entender eso. Por naturaleza amamos el pecado y odiamos al pecador, pero Dios hace lo inverso. Él puede tratar al pecador como si nunca hubiera pecado, mientras se ocupa del pecado que afecta a ese pecador. ¿No os gustaría que esa pudiera también ser la forma en que tratáis a las personas que os rodean?

¿Cuál es nuestro mensaje evangelístico? Recordad el episodio de Jesús y la mujer junto al pozo de Jacob. Soy un guardador del sábado. Creo en la importancia de la verdadera doctrina sobre el estado de los muertos, creo en la importancia de la eternidad de la ley, creo en la importancia del santuario celestial, de la reforma pro-salud. Creo en la importancia de todas esas cosas, pero ¿cuál es nuestro mensaje evangelístico? ¿Son todas esas cosas? ¿Qué exclamó la mujer samaritana?

"Venid, ved un hombre que me ha dicho todo lo que he hecho" (Juan 4:39)

Si viniera alguien y dijera todas las cosas –malas- que habéis hecho, ¿os sentiríais entusiasmados y deseosos de que los demás lo supieran? ¿Cuál fue la causa del entusiasmo de esa mujer? Que Cristo le revelo: ‘lo conozco todo sobre ti, pero te trato como si no hubiera sido así’. Cuando ella comprendió ese amor, esa condescendencia, se sintió de tal forma agradecida, que no le importó perder la compostura en su explosión de gozo. El amor de Cristo nos constriñe. Ojalá que podamos también ver en Dios a quien lo conoce todo sobre nosotros, pero rehúsa condenarnos. Él tiene el perfecto conocimiento de una cantidad infinita de pecados en nosotros por los que podría condenarnos, sin embargo, por el amor que nos tiene, elige no condenarnos. Eso es lo que toca el corazón, es lo que las personas necesitan comprender. No se trata de conceptos teológicos complicados, sino de lo que E. White llamó "el amor perdonador de Dios".

"El resultado de gustar el amor perdonador de Dios es resultar perfectamente reconciliado con la voluntad de Dios" (Charla matinal de E. White en Minneapolis, el 11 oct 1888, MS 6. The Ellen G. White 1888 Materials, 71).

Dios perdona antes de que se le pida perdón.

"Y a vosotros, estando muertos en pecados y en la incircuncisión de vuestra carne, os vivificó juntamente con él, perdonándoos todos los pecados" (Col. 2:13).

Eso fue lo que tocó y transformó el corazón de Simón. Simón, mediante la parábola que Jesús le refirió, comprendió que Jesús lo sabía todo sobre él, que él era un pecador más grande que María, a quien había inducido a una vida de pecado, y cuando se sintió ante la omnipresencia de Alguien que, a pesar de saberlo todo sobre él, lo trataba con ese amor, como si de hecho Simón no hubiera hecho nada de lo que hizo, eso hizo de él un humilde y abnegado discípulo de Jesús por el resto de sus días. Esa verdad mueve el corazón a amar a los demás, de la forma en que nos sentimos amados.

Hay otra historia que os invito a leer en Mateo 26:24 y 25:

"A la verdad el Hijo del hombre va, tal como está escrito de él, pero ¡ay de aquel hombre por quien el Hijo del hombre es entregado! Bueno le fuera a ese hombre no haber nacido. Entonces, respondiendo Judas, el que lo iba a entregar, dijo: -¿Soy yo, Maestro? Le dijo: -Tú lo has dicho"

Jesús sabía de antemano lo que Judas iba a hacer. ¿Sabía Judas que Jesús lo sabía? No. Ahí se hizo consciente de que Jesús sabía lo que él estaba por realizar. Y en el versículo 26 leemos:

"Mientras comían, tomó Jesús el pan, lo bendijo, lo partió y dio a sus discípulos, diciendo: -Tomad, comed; esto es mi cuerpo"

Luego tomó la copa. ¿Qué había en la copa? Vers. 28:

"Esto es mi sangre del nuevo pacto que por muchos es derramada para perdón de los pecados"

¿Qué había en esa copa? Perdón. Volvemos al versículo 27:

"Y tomando la copa, y habiendo dado gracias, les dio, diciendo: -Bebed de ella todos"

¿Incluyendo a Judas? "Todos". Judas sabía ya que Jesús conocía su pecado, y aún así, Jesús le estaba dando el perdón. Cuando los discípulos estaban disputando acerca de cuál sería el mayor, ¿sabéis a quién fue al primero al que Jesús sirvió, lavándole los pies? A Judas. Jesús estaba lanzando rayos de misericordia y perdón al corazón de Judas, pero su orgullo estaba tan arraigado que no quiso entregarse, y dispuso su corazón contra esa misericordia. Si eso no es capaz de tocar el corazón de las personas, no perdáis el tiempo tratando de hacerlo a base de fuego y azufre, o de las calles de oro. El amor de Cristo es la fuerza más poderosa en el universo para ganar el corazón de las personas.

¿Qué podemos aprender de la experiencia de Pedro? ¿Qué fue lo que Pedro vio en Jesús, que le hizo seguir un curso opuesto al de Judas? ¿Qué apreció en la mirada de Jesús, después que el gallo hubiera cantado tres veces? ¿Vio condenación? Nos dice el Espíritu de Profecía que vio el perdón. Pero ¿había confesado Pedro ya su pecado? No. ¿Se había arrepentido ya? No. Dios no nos transforma para perdonarnos, sino que nos perdona para transformarnos: nos transforma mediante su perdón. Tras resucitar al tercer día, Jesús habló así a María: ‘Ve, di a mis discípulos que he resucitado, y –llamándolo por su nombre- no olvides a Pedro’ (Mar. 16:7). Es como si le estuviese diciendo: ‘Pedro necesita saber que continúo amándolo’. Eso tocó tan profundamente el corazón de Pedro, que cuando divisó a Jesús desde la orilla del lago, no pudo esperar, ¡se echó al agua para ir hacia él! Si te cuesta acercarte a Jesús, es posible que no hayas comprendido cuánto te ha perdonado, cuánto te ama, cuáles son sus pensamientos y sentimientos hacia ti.

"Vuélvete a mí, porque yo te redimí" (Isa. 44:22).

Estando en el huerto del Getsemaní, Jesús hizo saber a sus discípulos que lo abandonarían. Les dijo: ‘Esta noche vais a traicionarme, pero dentro de tres días me volveré a reunir con vosotros. Volveré a vosotros, a pesar de que me traicionéis’. En El Deseado leemos que Jesús estaba intentando comunicarles algo muy importante: Estaba procurando darles la seguridad del perdón. ¿Antes de que se arrepintieran? ¡Antes incluso de que hubieran cometido el pecado! Pensad en eso, porque es ese perdón lo único que, de haberlo comprendido, les habría podido guardar de pecar. Lo que nos guarda de pecar es la constatación de que Dios no está airado contra nosotros, sino en paz con nosotros. Eso es lo que transformó a los discípulos, e hizo posible que "revolucionaran" el mundo (Hech. 17:6). Cuando Esteban era apedreado, ¿qué fue lo que convirtió a Saulo, el perseguidor? ¿Recordáis lo que dijo Esteban en sus momentos finales? ‘No les tengas en cuenta este pecado’. ¿No fue Jesús quién oró a su Padre pidiéndole, "perdónalos, porque no saben lo que hacen"? Cuando una persona es capaz de elevar esa oración a favor de alguien que lo persigue –y que aún no se ha arrepentido-, es porque ella misma ha experimentado el perdón, ha sido perdonada. Cuando alguien en nuestra iglesia nos persigue porque presentamos esa verdad de la justificación universal, ¿la tratamos como si nunca hubiese pecado contra nosotros?

Lo que os voy a decir, quizá no se aplique a vosotros. Si es así, dejadlo ir, pero la mayor causa de ateísmo, no es la ciencia, sino los cristianos que entran en el santuario y pretenden ser cristianos, pero cuando salen de él, su vida lo contradice. Podría ser que uno de los mayores obstáculos hoy, para que la iglesia y el mundo reciba el mensaje de 1888, seamos los que profesamos creerlo, mientras que en nuestras vidas no revelamos esos grandes principios que decimos creer. ¿Sabéis cuál era uno de los mayores obstáculos para que la gente acudiera a Cristo? Aquellos que lo rodeaban. Ojalá que más bien que conocimiento teológico, podamos obtener la regeneración de nuestra mente, que nuestras vidas puedan cambiar de acuerdo con la verdad que conocemos y creemos. Ojalá que nuestras vidas manifiesten esos principios, y justifiquemos a otros, los perdonemos, los tratemos como si nunca hubieran pecado, antes incluso de que nos digan ‘lo siento’.

Pablo y Silas estaban cantando en la prisión. ¿Por qué lo hacían? ¿Qué hacía que tuvieran esa felicidad invulnerable a las circunstancias adversas? Esa persecución que padecían les permitía revelar el amor de Dios. Por más que fueran tratados con odio, crueldad e injusticia, ellos tratarían a sus opresores como si nunca los hubieran maltratado a ellos, y se gozaban en ser participantes de la mente y de los sufrimientos de Cristo. ¿Recordáis lo que sucedió cuando el terremoto abrió las puertas, y hubieran podido escapar? El carcelero se disponía a clavarse su espada, porque sabía que morir así sería preferible a caer en manos de los romanos. Pero Pablo le dijo: ‘¡No lo hagas! ¡Estamos aquí! No vamos a escapar’. ¿Cuál fue el fruto de esa manifestación del amor que trata a los enemigos como si fueran amigos? El carcelero exclamó: "¿Qué es menester que yo haga para ser salvo?" Ese es el evangelio, hermanas y hermanos. Así es como el Señor te trata, y espera que trates a otros. Pero sólo puedes tratar de esa manera a otros cuando crees que el Señor los ha justificado –perdonado-, cuando crees que te trata y trata a todos como si nunca hubiesen pecado. Sólo es posible cuando comprendes que mereces la condenación, y sin embargo, él no te está condenando.

¿No nos habla claramente la Biblia de la justificación por la fe? ¿No leemos en El Camino a Cristo que cuando creemos, el carácter de Cristo viene a estar en lugar del nuestro, y que Dios nos ve como si nunca hubiésemos pecado? ¿No dice claramente que eso sucede una vez que hemos creído? Cuando Dios mira al registro de nuestra vida en los libros del cielo, él ve cada uno de nuestros pecados. Pero ¿nos trata de acuerdo con ellos? Él ve vuestros pecados, pero ¿os trata tal como merecéis, en vista de ellos? La justificación por la fe ocurre cuando percibimos que nos está tratando de la forma en que lo hace –como si nunca hubiéramos pecado-. Te das cuenta que Dios no te está condenando, sino justificando, no por la virtud que haya en tu aceptación de ese hecho, sino por su amor y misericordia, por su don inmerecido. Cuando lo comprendemos, eso le permite tomar esa vida perfecta de Cristo y ponerla en vuestra vida, de forma que ahora, al mirar al registro de vuestra vida, aparece la suya, y es como si no hubierais pecado. Anteriormente, el registro decía que habíais pecado, pero os trataba como si no lo hubierais hecho. La justificación por la fe tiene lugar cuando reconoces y crees esa verdad, y le permites que él cambie el registro de tu vida. Al recibir a Cristo, le permites que el registro de tu vida se corresponda con la forma en la que te ha venido tratando hasta ahora.

¿Qué diremos de la santificación por la fe? Es cuando le permites que tu conducta se corresponda con la forma en la que ya te estaba tratando –como si nunca hubieses pecado-. Y ¿qué diremos de la glorificación por la fe? La glorificación consiste en que él hará que nuestro cuerpo y naturaleza se correspondan con la forma en la que nos ha estado tratando –como si nunca hubiésemos pecado-. Pero el registro de tu vida, tu conducta y también tu naturaleza y cuerpo dependen de cómo estés percibiendo la forma en la que Dios te ha estado tratando –como si nunca hubieses pecado-.

Terminaremos con Juan 17:23:

"Yo en ellos y tú en mí, para que sean perfectos en unidad, para que el mundo conozca que tú me enviaste, y ..."

Dios quiere que el mundo conozca un a cosa:

"...que los has amado a ellos como también a mí me has amado".

Que el mundo conozca que Dios amó de tal manera al mundo... de la misma manera en que amó a su Hijo. ¿Por qué ama Dios a su Hijo? Porque Dios ES amor. Dios ama de forma incondicional. La cualidad del objeto de su amor no determina la forma en que lo ama. El Padre nos puede amar, y lo hace, en la misma plenitud con que amó a su Hijo. No porque lo merezcamos, ni porque creamos en él, sino porque Dios es amor. Necesitamos conocer eso para poder creerlo, y necesitamos ejercer esa fe que obra por el amor, manifestándolo en nuestras vidas.

Oremos:

Amante Padre celestial. Te agradecemos esta oportunidad de darte las gracias por tu gran bondad hacia nosotros. Haz que no nos sintamos satisfechos comprendiendo tu amor por nosotros, de la forma en que comprendemos el saber científico. Que sea para nosotros mucho más que una teoría. Que sea el anhelo de nuestro corazón hacia nuestro prójimo. Padre, gracias por tu amor que en lugar de condenarnos, nos trae el perdón en Cristo. Haz que penetre en nuestro corazón y que mediante nosotros, otros puedan sentir ese amor perdonador con que los amas. Gracias por tener en Jesús a un amante intercesor en el día de hoy. Te lo rogamos en su nombre. Amén.

 

"Los últimos rayos de luz misericordiosa, el último mensaje de clemencia que ha de darse al mundo, es una revelación de su carácter de amor" (PVGM 342)

"Nuestras ideas concernientes al amor, la bondad y la compasión de Dios son extrañamente limitadas" (AFC 368)

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