EL CALVARIO EN EL SINAÍ
La ley y los pactos en la historia
de la
Iglesia adventista del séptimo día
pastor Paul Penno
Traducción: http://www.libros1888.com
1. Los pactos en el
temprano pensar adventista
3.
La revista The Gospel Sickle
4.
Ley en Gálatas según George Butler
5.
Evangelio en Gálatas según Waggoner
8.
Vindicación del pastor Butler
9.
La “conspiración de California”
10.
El evangelio en el libro de Gálatas
11. Asamblea de 1888
en Minneapolis
12.
1890: de nuevo Minneapolis
13. Ellen White respalda
el pacto
14.
Justificación por la fe: mensaje del tercer ángel
15. La ley ha sido
nuestro pedagogo
16.
El mensaje del tercer ángel
17.
Los dos pactos
Los pactos en el temprano pensar adventista
(índice)
Muchos de los pioneros adventistas guardadores del sábado en el
siglo XIX sostenían una tipología dispensacionalista sobre el pacto según la
cual el nuevo pacto sucedía cronológicamente al antiguo a partir de la cruz (“tipología
dispensacionalista sobre el pacto” no es una expresión peyorativa, sino la
descripción de un aspecto de la verdad bíblica relativa a los dos pactos). Los
pioneros sostuvieron la posición de que existen dos leyes. Los Diez
Mandamientos eran evidentemente distintos de las leyes ceremoniales del tipo.
Por consiguiente, las leyes ceremoniales que habían sido ordenadas bajo el
antiguo pacto fueron abolidas en la cruz, mientras que los Diez Mandamientos
tenían un carácter perpetuo.
Los protestantes evangélicos se opusieron a la posición de los
guardadores del sábado sobre la perpetuidad de los Diez Mandamientos, basándose
en el supuesto de que había una sola ley. Los evangélicos argumentaban que
tanto las leyes morales como las ceremoniales del Antiguo Testamento tenían un
origen Mosaico. Según ellos, la única ley existente resultó abolida en la cruz
junto con el antiguo pacto.
Así describió Uriah Smith la teoría evangélica de una sola ley:
La otra posición: la de que había
solamente una ley previamente a la muerte de Cristo, que fue abolida en aquel
momento, haciendo necesaria una nueva proclamación de sea cual fuere la ley que
rija desde aquel momento, es contraria a los claros principios del gobierno de
Dios, enfrenta a la Biblia con ella misma y es rematadamente execrable respecto
a las conclusiones a las que llega (Uriah Smith, The Two Laws —continued. The
Advent Review and Sabbath Herald 60, 3, 16 enero 1883, 40).
Los evangélicos tenían una concepción dispensacionalista de los
pactos. Ese era el punto de convergencia entre los adventistas del séptimo día
y los evangélicos. En consecuencia, los adventistas guardadores del sábado
concedían una inmensa ventaja a sus oponentes sin ser conscientes de ello.
Uriah Smith expresó así su dispensacionalismo en un escrito de
1877, en el contexto de la enseñanza sobre el santuario:
El santuario
del antiguo pacto tiene que mantener la misma relación con el santuario
del nuevo pacto, que la relación que mantiene el antiguo pacto con el nuevo...
Todos están de acuerdo en que uno es el tipo y otro el antitipo. El primero era
la sombra y tipo; este otro, el antitipo y sustancia. El santuario de aquella
dispensación era el tipo; el santuario de esta es el antitipo (Uriah Smith, The Sanctuary and the Twenty-three Hundred
Days of Daniel VIII, 14 -Battle Creek, Michigan: Steam Press of the
Seventh-day Adventist Publishing Association, 1877, 181; original
incluye cursivas).
Uriah Smith comprendía el santuario terrenal del tipo como estando
asociado al antiguo pacto, mientras que el santuario celestial o antitipo
estaba asociado al nuevo pacto. Eso lo llevó a aceptar un dispensacionalismo
tipológico de carácter secuencial: antiguo pacto à nuevo pacto.
La comprensión tipológica de la Escritura propia de los pioneros les llevó a la
conclusión de que el antiguo pacto era un tipo del nuevo pacto (por
consiguiente, el nuevo era el antitipo del antiguo).
E.J. Waggoner estudió esa tipología bíblica del sistema ceremonial
en el Antiguo Testamento. Vio que señalaba a Cristo, quien era el antitipo que
cumplía el tipo:
Es posible encontrar en la obra de
Cristo el antitipo de la parte que sea de la ley ceremonial, lo que no ocurre
con la ley moral (E.J. Waggoner, The Sabbath of the Decalogue, Signs of the
Times 11, 31; 13 agosto, 1885, 489).
Pero observó también una dimensión de experiencia práctica en la
que ciertos textos de la Biblia distinguían entre los pactos antiguo y nuevo.
Los pioneros no habían prestado atención a ese aspecto.
La comprensión tipológica de la Escritura que sostuvieron los
pioneros les llevó a concluir que el propio antiguo pacto era un tipo
del nuevo pacto antitípico. Puesto que la ley ceremonial de los tipos
del Antiguo Testamento se había cumplido en Cristo —el antitipo— en la dispensación del Nuevo
Testamento, muchos de los pioneros concluyeron que el tipo, el antiguo
pacto —durante la dispensación del Antiguo Testamento— se había cumplido en el antitipo
del nuevo pacto, en la dispensación del Nuevo Testamento.
La Biblia estaba dividida en Antiguo, y Nuevo Testamentos. La
relación tipológica entre los sacrificios y ceremonias de la antigua
dispensación apuntaba al superior sacrificio de Cristo presentado en la nueva
dispensación. Ellen White escribió: “El Cristo que está tipificado en la
primera dispensación es el Cristo que se revela en la dispensación evangélica”
(Review and Herald, 2 marzo 1886). Cristo unió los dos testamentos. La
promesa del Antiguo Testamento se complementó con el cumplimiento del Nuevo
Testamento. “En la vida y muerte de Cristo brilla una luz que alumbra el
pasado, dando significado a todo el sistema judío y convirtiendo a la antigua y
nueva dispensación en un todo” (Review and Herald, 2 marzo 1886).
Esos dos sistemas (o economías) eran comparables a Adán y Eva,
quieres fueron creados “a imagen de Dios”. De forma aislada, el varón Adán no
era a imagen de Dios. Tampoco lo era Eva sin Adán. Los dos juntos representaban
aquella imagen de Dios. El santuario del Antiguo Testamento junto a sus
sacrificios, sacerdocio levítico y múltiples ceremonias, quedó obsoleto como
forma de adoración al cumplirse en Cristo, en el Nuevo Testamento. No obstante,
permanece a modo de luz en el pasado, habiendo resultado clarificado mediante
la “vida y muerte de Cristo”. Esas dos economías de las dispensaciones antigua
y nueva fueron secuenciales: la nueva sucedió a la antigua. Ambas constituyeron
una revelación divina del evangelio.
Junto a lo anterior había una comprensión igualmente bíblica de
las dispensaciones del antiguo y nuevo testamento (o pacto). El antiguo y el
nuevo pacto comprendidos como una experiencia del corazón era algo que había
pasado desapercibido para los primeros pioneros. Esas diferentes experiencias
de uno y otro de los dos pactos constituían dos dispensaciones paralelas que se
habían manifestando de forma concurrente, tanto en tiempos del Antiguo, como
del Nuevo Testamento. El antiguo pacto y el nuevo pacto constituían dos
experiencias opuestas que, por así decirlo, discurrieron paralelamente desde el
tiempo de Caín y Abel hasta la llegada de la marca de la bestia y el sello de
Dios de los que leemos en Apocalipsis.
El foco que los pioneros colocaron en las dos economías del
Antiguo y Nuevo Testamentos los llevó sin duda a perderse la dimensión bíblica
del antiguo y nuevo pactos comprendidos como dos experiencias distintas del
corazón. El propósito del presente estudio es demostrar a partir de la historia
adventista del séptimo día cómo sucedió tal cosa.
Podemos también ver el propósito divino de corregir aquella
comprensión deficiente y traer a la atención de la iglesia luz relativa al
antiguo y nuevo pactos como siendo dos experiencias diferentes del corazón. Eso
era de importancia crucial, puesto que el pacto eterno (o nuevo pacto) es el
mensaje del tercer ángel. El mensaje del tercer ángel es la razón para la
existencia y misión de la Iglesia Adventista del Séptimo Día.
Aquel dispensacionalismo tipológico del santuario del Antiguo Testamento
y su antitipo del santuario celestial del Nuevo Testamento, junto a la teoría
de las dos leyes: la ceremonial y la moral (los Diez Mandamientos), vino a ser
la comprensión de las Escrituras propia de los primeros pioneros adventistas respecto
a la dispensación del antiguo pacto antes de la cruz y la del nuevo pacto
después de ella.
La historia de la interpretación que hicieron los pioneros de
Gálatas 3 es esencial para comprender la crisis a la que se vio enfrentada la
iglesia en la asamblea de la Asociación General de 1888 en Minneapolis. Antes
de 1857 algunos pioneros adventistas como J.N. Andrews habían comprendido la “ley”
en Gálatas como siendo los Diez Mandamientos:
Si es que la ley hubiese resultado
abolida en la muerte de Cristo, no habría podido ser el pedagogo muchos años
después para llevar a los gálatas a Cristo (J.N. Andrews, Discourse with
Brother Carver, Review and Herald 2, 4, 16 septiembre 1851, 29).
El ayo (o pedagogo) pone ante él
los justos requerimientos de la ley de Dios con severidad inexorable, y dado
que es incapaz de cumplirlos, le lleva a exclamar: “Miserable hombre de mí…”
Queda ahora convencido de que no puede ser justificado por las obras de la ley,
y en su desesperación corre a Jesucristo” (J.N. Andrews, The Perpetuity of the
Law of God, Review and Herald 1, 5, enero 1851, 34).
J.H.
Waggoner [padre de E.J. Waggoner] sostuvo esa posición en su libro The Law
of God (J.H. Waggoner, The Law of God: An Examination of the Testimony
of Both Testaments –Rochester, N.Y.: Advent Review Office, 1854, 81). Stephen Pierce
sostuvo que la ley en Gálatas era “el sistema de la ley” (Stephen
Pierce, Answer to Bro. Merriam’s
Questions Respecting the Law in Gal. iii, Review and Herald 10, 23, 8
octubre 1857, 180). En referencia al “tutor” (ayo, o pedagogo) del que habla Gálatas
3, Pierce explicó:
No tenemos evidencia de que fuera
únicamente la ley moral la que sea nuestro pedagogo para llevarnos a Cristo. Es
cierto que es mediante esa ley por la que tenemos conocimiento del pecado, pero
no podemos explicar la forma en la que nos lleva a Cristo. Fue por la
ministración de su ley mediante los tipos y sombras, el cuerpo de las cuales es
Cristo, como los hombres eran llevados a Cristo en aquella dispensación; así es
en la ministración del evangelio —de su enseñanza— como son llevados a Cristo
los hombres en esta dispensación (Stephen Pierce, Answer
to Bro. Merriam’s Questions Respecting the Law in Gal. iii, Review
and Herald 10, 23, 8 octubre 1857, 181).
Es claro que Pierce comprendió el “pedagogo” de Gálatas 3 como
siendo la ley de los tipos y sombras de la antigua dispensación, cuya misión
era llevar a los hombres a Cristo. Incluyó a la ley moral en todo aquel sistema
de ley, pero fue incapaz de explicar de qué forma la ley moral llevaba a los
hombres a Cristo en la antigua dispensación. La ministración de todo el sistema
de la ley bajo la antigua dispensación y su enseñanza ya no eran necesarios en
la nueva dispensación —“ministración del evangelio”— para llevar a los hombres
a Cristo. Pierce interpretaba Gálatas 3:24 tipológicamente, más bien que desde
el punto de vista de una experiencia del corazón. Había ciertamente mayor
verdad por descubrir a partir de Gálatas 3.
Recordando aquellos tres días de discusión en Battle Creek, Uriah
Smith escribió a W.A. McCutchen:
El hermano W
[Waggoner, padre] tomó la posición (o bien la sostenía en su libro) de que la
ley en Gálatas era la ley moral. El hermano Pierce argumentó que se refería al
sistema de la ley, “incluyendo la ley ceremonial”. Por entonces yo era muy
joven en la verdad, y dado que esas reuniones eran nuevas para mí, tanto yo
como el hermano y la hermana White nos convencimos de que el hermano Pierce
tenía la postura correcta, mientras que J.H.W. estaba equivocado. La señora
White, poco tiempo después, tuvo una visión en la que se le mostró esta
cuestión de la ley, y escribió inmediatamente a J.H.W. acerca de que su
posición sobre la ley era errónea, y correcta la del hermano Pierce. Entonces
el hermano White retiró de la circulación el libro del hermano [J.H] Waggoner,
pues todos consideramos zanjado el asunto (Carta de Uriah Smith a W.A.
McCutchen, 8 agosto 1901, Manuscripts and
Memories of Minneapolis —Pacific Press Publishing Association, Boise,
Idaho: 1988, 305).
Posteriormente, en 1887, la hermana
White lamentó con frustración no ser capaz de recordar lo que se le había
mostrado. No lograba recordar el contenido de la visión concerniente a la
comprensión de J.H. Waggoner y la ley.
Me
perturba no ser capaz de recordar lo que se me mostró en referencia a las dos
leyes. No recuerdo cuál fue la amonestación y advertencia dadas en relación con
el pastor [J.H.] Waggoner. Quizá fuera una amonestación a no hacer prominentes
sus ideas por aquel tiempo, pues había gran peligro de desunión (Carta de E.G.
White a G.I. Butler y U. Smith, 5 abril 1887, Basel, Suiza. The Ellen
G. White 1888 Materials —The
Ellen G. White Estate: Washington, D.C.: 1987, 32).
Ellen White se puso a la obra de buscar el
manuscrito, pero este nunca apareció. Existían unas cuantas ideas diferentes
respecto a la ley en Gálatas 3 entre los adventistas en la década de 1850, y
establecer una de ellas como la dominante podía llevar a la desunión (Tim Crosby, “Using the Law to No Profit” Review and Herald 163, 20, 15 mayo 1986,
525).
La citada visión que Ellen White tuvo hacia el 1857 relativa a las
discusiones que sostuvieron J.H. Waggoner y Stephen Pierce, vino a ser la base
sobre la que Uriah Smith y George I. Butler sustentaron —previamente a la
asamblea de 1888— su conclusión de que Gálatas 3 trataba exclusivamente de la
ley ceremonial.
¿Cuál era la relación entre la cruz y el antiguo y nuevo pactos en
la temprana teología adventista? Su mejor representación era una cruz en el
vértice de la gran división cronológica entre la antigua y nueva dispensación —entre
el pacto antiguo y el nuevo—. Así, existía un dispensacionalismo tipológico
adventista que concebía los pactos como estando confinados a períodos concretos
en el tiempo. Las dos dispensaciones del antiguo y nuevo pacto siendo dos distintas
experiencias del corazón estaba todavía pendiente de descubrimiento por parte
de los pioneros adventistas.
Alberto Timm reconoció esa característica de la teología temprana
adventista sobre los pactos. Escribió:
Se
consideraba a los pactos de la Biblia como la base de la relación salvadora de
Dios con su pueblo. Se entendía que la muerte del Hijo de Dios como “testador”
(Heb 9:15-17), señalaba la transición del antiguo pacto al nuevo. Eso lo
establecía como “mensajero” (Mal 3:1) y “mediador” (Heb 8:6) del nuevo
pacto”. (Alberto Ronald Timm, The Sanctuary and
the Three Angels’ Messages, 1844-1863: Integrating Factors in the Development
of Seventh-day Adventist Doctrines, 407; original sin cursivas).
Por descontado que la observación de Timm era correcta.
Ese era el punto en el que la teología adventista sobre los pactos
convergía de forma evidente con la de sus oponentes dispensacionalistas que hablaban
de una abolición de la ley en la muerte de Cristo. Para los evangélicos, los
dos pactos eran secuenciales y ligados al tiempo. Por ejemplo, un bautista
contemporáneo, Robert Howell (1801-1868), escribió:
…no ofreceré
más que otra explicación de los “dos pactos”, que servirá igualmente para
mostrar la abrogación de la ley y el carácter independiente y efectivo del
evangelio…
Así, hemos visto que el antiguo pacto: la ley, quedó cumplido y sobrepasado por
el nuevo pacto: el evangelio de nuestro Señor Jesús (Robert Boyte C. Howell, The
Covenants, Southern Baptist Publication Society: Charleston: 1855, 104-105).
Aquí Howell recurre al modelo dispensacionalista de los dos pactos
para declarar abolida la ley junto con el antiguo pacto, y traer en su lugar el
evangelio de Cristo con el nuevo pacto.
El modelo tipológico adventista del antiguo pacto sucedido por el
nuevo creaba un problema para interpretar Gálatas 3, que trata de la
experiencia del corazón según el nuevo pacto. En su modelo tipológico de los
dos pactos siendo de naturaleza secuencial, si el “pedagogo” era la ley moral,
entonces los adventistas tenían que estar de acuerdo con los antinomianistas en
que la ley quedó abolida en la cruz. Pero si el “pedagogo”, la ley que fue
“añadida” (Gál 3:19) representaba la ley ceremonial instituida en el antiguo
pacto, entonces podía ser abolida en la cruz. Esta última posición fue la
interpretación preferida sobre la ley en Gálatas 3 para algunos adventistas. En
1850 existía en el pensar adventista diversidad de posturas al respecto.
La ley según Waggoner
(índice)
Hacia 1884 E.J. Waggoner estaba defendiendo que Gálatas 3 se
refería a la ley moral. En referencia al “ayo” o “pedagogo” de Gálatas 3:24,
Waggoner escribió: “Hay que observar que la ley no señala a Cristo —ese oficio
no le está encomendado—, sino que nos lleva, nos atrae y empuja hacia él como
nuestra única esperanza” (E.J. Waggoner, Under the Law –continued, Signs of
the Times 10, 35, 11 septiembre 1844, 553-554). Los Diez Mandamientos
convencen de pecado, pero la ley no puede salvar. Por consiguiente, la ley
lleva a Cristo al pecador.
Ese artículo representaba el germen de la comprensión de E.J.
Waggoner sobre la ley en Gálatas (la serie de artículos se extendió desde el 28
de agosto al 18 de septiembre de 1884). Posteriormente exploraría más
ampliamente el tema de los pactos. Por el momento no ocasionó controversia
alguna.
Se podría pensar que E.J. Waggoner tomó su comprensión sobre la
ley en Gálatas de su padre, J.H. Waggoner. No obstante, su posición sobre la
relación de la ley moral con los pactos era muy diferente a la de su padre.
E.J. Waggoner coincidía con su padre en que la “guía” (“ayo” o “pedagogo”)
en Gálatas 3 era la ley moral. Pero ahí terminaban las coincidencias. Joseph
Waggoner [el padre] enseñó que el antiguo pacto terminó con Cristo, momento en
el que él instituyó el nuevo. Había escrito: “Sabemos que el Nuevo Testamento (o
pacto) comenzó con la muerte del Testador, que es el preciso momento en el que
cesó el primer pacto” (J.H. Waggoner, The New Covenant, Review and Herald,
26 mayo 1853). Eso era dispensacionalismo tipológico que ponía el foco
primariamente en el elemento cronológico, en el tiempo de las dos economías del
Antiguo y Nuevo Testamento.
Su hijo, E.J. Waggoner reconocía el elemento de tiempo en las dos
economías del Antiguo y Nuevo Testamento. Tan tempranamente como en 1881 se
refirió a la “dispensación cristiana” (E.J. Waggoner, Precept and Practice, Signs
of the Times 7, 22, 9 junio 1881, 259). Hablando del sábado, se refirió a
ambas dispensaciones: “Si en el paraíso se observó el séptimo día, también los
patriarcas debieron guardarlo, y fue el sábado reconocido bajo toda la
dispensación mosaica. Es sólo en la era cristiana cuando se perdió, tal como más
adelante vamos a considerar” (E.J. Waggoner, A Definite Sabbath, Signs of
the Times 7, 36, 22 septiembre 1881, 427). Al menos en una ocasión se
refirió a la dispensación mosaica como siendo el antiguo pacto:
Fue en virtud del segundo o nuevo
pacto como se aseguraba el perdón a quienes ofrecían los sacrificios prescritos
en las ordenanzas del servicio divino en el antiguo o primer pacto (E.J.
Waggoner, Lección 19, Hebreos 9:1-7, Review and Herald 67, 4, 28 enero
1890, 62).
Pero incluso en tal caso vio los tipos de la dispensación mosaica,
no como medios para el perdón, sino como una expresión de la fe en
Cristo, el Redentor que perdona los pecados. Para E.J. Waggoner, la
necesidad de la experiencia del nuevo pacto estaba disponible para todos antes
de la cruz, tanto como después de ella.
Cuando Waggoner enseñó más tarde (en 1893) la postura bíblica
relativa a los dos pactos como siendo dos experiencias diferentes en relación
al plan de la salvación, lo hizo en estos términos:
…la “dispensación cristiana”
comenzó para el hombre, al menos, tan pronto como en la caída. Hay ciertamente
dos dispensaciones: una dispensación de pecado y de muerte, y otra de justicia
y vida, pero esas dos dispensaciones han venido corriendo paralelas desde la
caída. Dios trata a las personas como individuos, no como a naciones, y tampoco
dependiendo del siglo en el que vivan. Sin importar en qué período de la
historia de este mundo, todo hombre puede siempre pasar de la antigua
dispensación a la nueva (E.J. Waggoner, The Day of Rest, The Present Truth
9, 23, 7 septiembre 1893, 356).
E.J. Waggoner enseñó que desde la perspectiva del evangelio, los
dos pactos se comprenden más adecuadamente en términos de la condición del
corazón de la persona. El adventismo estaba en necesidad de prestar atención a
esa perspectiva bíblica. El dispensacionalismo tipológico del antiguo y nuevo
pactos era también una perspectiva bíblica, pero no la única.
E.J. Waggoner era plenamente consciente del potencial de
controversia que su posición sobre la ley y los pactos podía tener en la
denominación. W.C. White (1890) refirió una conversación privada que sostuvo
con E.J. Waggoner al respecto. W.C. White escribió en estos términos a Dan T.
Jones, secretario de la Asociación General:
Referente a
la controversia sobre la ley en Gálatas, nunca he tomado parte, ni en favor de
la posición de la que el hermano Butler me supone partidario, ni de la que
pareces atribuirme [Dan T. Jones] a tenor de las afirmaciones de tu carta. En
la primavera de 1885, en una caminata por el bosque con el pastor [E.J.]
Waggoner, él me habló de dos puntos que le causaban perplejidad. El primero era
la evidente necesidad de tomar posición en su obra como redactor, que vendría a
entrar en conflicto con los escritos del hermano Canright. El segundo se
refería al asunto objeto de controversia entre los pastores Smith, Canright y
mi padre [James White] de una parte, y los pastores [J.H.] Waggoner y [J.N.]
Andrews de la otra. Expresé libremente mi opinión consistente en que él y los
redactores de Signs debían enseñar lo que ellos creían que era la
verdad, aunque estuviera en conflicto con algo de lo escrito por el hermano
Canright y otros...” (Carta de W.C. White a Dan T. Jones, 8 abril 1890).
A la luz de aquella conversación que el pastor W.C. White mantuvo
en 1885 con E.J. Waggoner es evidente que los pastores Uriah Smith, Dudle M.
Canright y James White sostenían la postura de la ley ceremonial en Gálatas 3,
mientras que los pastores J.H. Waggoner (padre de E.J. Waggoner) y J.N. Andrews
sostenían la posición de la ley moral.
En la década de 1880 existían en el pensar adventista puntos de
vista divergentes respecto a cuál era la ley representada por el “pedagogo”,
“tutor” o ley “añadida” de Gálatas 3. Esa tensión había existido desde la
década de 1850 como un asunto sin resolver. Ese problema que se había ido
arrastrando durante décadas vendría a convertirse en una crisis a final de los
años 1980.
La revista The Gospel Sickle
(índice)
La posición de E.J. Waggoner sobre la ley moral en Gálatas 3 en
los artículos de Signs of the Times (del 28 de agosto al 18 de
septiembre de 1884) no pasó desapercibida a la dirección eclesiástica en Battle
Creek, Michigan. La primera salva de lo que vendría después a convertirse en
una guerra abierta sobre la ley en Gálatas y los pactos, fue la creación de una
nueva revista en Battle Creek [The Gospel Sickle: la hoz del evangelio].
La siguiente acción fue una visita del propio presidente de la Asociación General,
el pastor George I. Butler, quien viajaría al seminario de Healdsburg, en
California, para conocer de primera mano lo que estaba sucediendo en la clase
donde E.J. Waggoner enseñaba.
En Battle Creek [epicentro de la dirección eclesiástica] se
publicó The Gospel Sickle, que estaba en competición con The Signs of
the Times, publicada en Oakland, California [de la que E.J. Waggoner era
editor]. Ellen White detectó la naturaleza competitiva de las revistas y
escribió a sobre ello E.J. Waggoner y A.T. Jones:
The
Sickle comenzó en Battle Creek, pero no ha de ocupar el lugar de The
Signs, y no veo su necesidad real. The Signs of the Times es
necesaria, y hará lo que The Sickle no puede hacer. Sé que si The
Signs continúa estando llena de preciosos artículos, alimento para el
pueblo, toda familia debiera tenerla. Pero me produce dolor de corazón cada vez
que veo The Sickle. Afirmo que no se conforma a la voluntad de Dios. Si
Satanás logra introducir la disensión entre nosotros como pueblo, estará
exultante de gozo (Carta de Elen White a E.J. Waggoner y A.T. Jones, 18 febrero
1887, Basel, Suiza; The Ellen G. White 1888 Materials, 25).
Los pastores George Butler, Uriah Smith y Dudle M. Canright eran
contribuyentes habituales a The Gospel Sickle, revista que empleaban
como medio de promocionar sus posiciones sobre la ley y los pactos en oposición
a las publicadas por E.J. Waggoner en The Signs of the Times. Por tanto
tiempo como fue publicada The Sickle —desde el 1 de febrero de 1886
hasta diciembre de 1888— Ellen White pudo detectar allí “disensión”.
El pastor Dudley M. Canright, uno de los principales
contribuyentes de The Sickle, definía así su concepto acerca de los
pactos:
¿Qué
es un pacto? Webster lo define así: “Un acuerdo mutuo entre dos o más personas
para realizar o abstenerse de realizar alguna acción o cosa; un contrato, un
documento escrito conteniendo los términos del acuerdo o contrato entre las
partes”. Es fácil ver que ese acuerdo tomado entre Dios e Israel en Éxodo 19 es
un pacto en el más pleno sentido del término (D.M. Canright, The Law to the
Gentiles. —Why God Made a Covenant with Israel, and How the Gentiles Were to
Come into It, The Gospel Sickle 1, 5,
1 abril 1886, 37-38).
Canright tomó del diccionario Webster su definición para
comprender el significado de pacto en la Biblia.
La terminología que Canright empleó posteriormente evidenciaba
cuáles eran sus premisas:
Algunos
sostienen que todo cuanto Dios requería bajo la antigua dispensación era
simplemente la obediencia externa a su ley... En la antigua dispensación tenían
el Espíritu de Dios... La voluntad de Dios era que su
pueblo fuera tan espiritual durante la era del antiguo pacto, como ahora
(D.M. Canright, The Law to the Gentiles. —God Required Spiritual Service of His
People During the Jewish Age, The Gospel
Sickle 1, 7, 1 mayo 1886, 52-53).
Canright asociaba “la era del antiguo pacto” con “la antigua
dispensación”. Asumía que el Espíritu Santo participaba en el cumplimiento del
antiguo pacto. No comprendía que el pacto eterno de Dios (el nuevo pacto) era
el único pacto que el Espíritu Santo prometió. Es cierto que “la voluntad de
Dios era que su pueblo fuera tan espiritual durante” “la antigua dispensación”.
Pero eso resulta imposible bajo el “antiguo pacto”. Una vez más se hacía
evidente que el dispensacionalismo tipológico bíblico era dominante en el
pensar de Canright, en detrimento del paradigma igualmente bíblico de las dos
experiencias diferentes del antiguo y nuevo pactos.
Uriah Smith armonizaba con esa comprensión dispensacionalista
tipológica de Canright en la que el factor tiempo era lo determinante para
diferenciar entre antiguo y nuevo pactos, como demuestra su afirmación: “El
nuevo pacto remplazó al antiguo cuando Cristo lo ratificó en la cruz con su
propia sangre” (U. Smith, The Sanctuary, The Gospel Sickle 1, 8, 15 mayo
1886, 58).
Canright insistió:
El nuevo pacto o evangelio, por
consiguiente, comenzó siendo predicado por Jesucristo... El mediador del nuevo
pacto había venido ahora a sustituir al antiguo pacto; pero Jesús fue
cuidadoso en ofrecer el nuevo pacto sólo a los judíos, dado que el Señor había
prometido que ese nuevo pacto se habría de establecer con la casa de Israel
(D.M. Canright, The New Covenant, The Gospel Sickle 1, 10, 15 junio 1886, 76-77. Cf. Anónimo, The New Covenant Made with the Jews, The Gospel Sickle 1, 1 julio 1886, 81; original sin cursivas).
Canright sostenía esa secuencia del antiguo pacto seguido del
nuevo. Era evidente que pensaba que el antiguo pacto era el plan de salvación
de Dios para los judíos, que al venir Jesús fue reemplazado por el nuevo. Eso
parece apuntar a un nuevo método y medio de salvación, a un cambio fundamental
en el trato de Dios con el hombre o a ambas cosas, ocasionado por esa
transición basada en el tiempo entre antiguo y nuevo pactos. Esa mentalidad
crearía posteriormente complicaciones desagradables a Canright, impidiéndole
mantener la integridad de enseñanzas básicas de la Biblia tales como el sábado.
Ley en Gálatas según George Butler
(índice)
Hacia mediados de abril de 1886 George I. Butler, presidente de la
Asociación General, se encontraba en Healdsburg, California. Lo que descubrió en
la costa oeste no le resultó tranquilizador. En el detallado informe que dio a Ellen
White de su visita a California, se puede leer:
He de hablar
de otra cosa que me disgusta: cuando estuve en la costa supe, mediante
averiguaciones de los que asistieron al seminario en Healdsburg y mías [sic.],
que E.J. Waggoner y A.T. Jones se habían esforzado sobremanera por dejar en las
mentes de los estudiantes de teología la impresión de que la ley de Gálatas 3 y
la ley que es nuestro “tutor” para llevarnos a Cristo, es la ley moral de los
mandamientos.
Los mismos
argumentos están apareciendo de forma más o menos ocasional en The Signs.
Algunos de esos estudiantes vinieron a recabar mi opinión al respecto. No habrá
olvidado que esa cuestión fue causa de considerable agitación en el pasado.
Estoy
convencido de que la inmensa mayoría de nuestro pueblo y pastores sostienen la
posición de que la ley que fue añadida [Gálatas 3:19] a causa de la
transgresión de la ley moral, es el sistema restaurador típico que señala a Cristo, y que la ley objeto de discusión del
apóstol en su epístola a los Gálatas, es la ley ceremonial.
El pastor
J.H. Waggoner siempre se opuso a esa posición, y pienso que los jóvenes
hermanos en la editorial [se refiere a E.J. Waggoner y A.T. Jones] comparten
sus sentimientos. Su esposo [James White], el hermano Smith, Canright, yo mismo
y muchos otros, hemos sostenido esa posición [la ley aludida en Gálatas 3:19
siendo la ley ceremonial]. Pero algunos de nosotros hemos sentido que debíamos
guardar cierta discreción sobre el tema, sabiendo que no existía una opinión
unánime entre nuestros hermanos dirigentes. Pero cuando sabemos que la posición
opuesta y minoritaria es promocionada con tesón en uno de nuestros seminarios
entre nuestros estudiantes de la Biblia, y publicada al mundo en The Signs,
confieso que no me entusiasma. He escrito al hermano Jones al respecto, y he
hablado con el hermano Brownsberger y E.J. Jones. Saben que es cierto, y el
profesor Brownsberger lo lamentó mucho. Hace años alguien me insinuó que usted recibió
luz respecto a la ley añadida [Gál 3:19], en el sentido de que se refería al
sistema restaurador y no a la ley moral. Opino que de alguna forma esa cuestión
se debiera abandonar. Sería un trago bien amargo para muchos de nuestros
hermanos dirigentes el verse obligados a contemplar cómo se enseña de forma
general la idea de que la ley añadida a causa de las transgresiones es la
propia ley moral.
Creemos que
esa ley ha existido siempre, pero que su transgresión hizo necesaria la
introducción de otra ley debido al pecado, a modo de remedio para el pecado. Así,
vino la ley de los tipos y las
sombras, que conduce a Cristo (Carta de G.I. Butler a Ellen White, 20 junio
1886, Madison, Wisconsin, Manuscripts and Memories of Minneapolis, 18-19).
Así expresó el pastor Butler su postura sobre la ley ceremonial en
Gálatas 3.
Él mantenía su posición sobre la ley ceremonial en Gálatas 3
debido a su creencia de que Ellen White había recibido luz al respecto (G.I.
Butler, Carta a Ellen White, 23 agosto 1886, Mount Vernon, Ohio). Creía que la
única ley que pudo ser “añadida” (Gálatas 3:19) en el Sinaí era la ley
ceremonial, dado que los Diez Mandamientos habían existido siempre. No le
complacía la visión alternativa que E.J. Waggoner publicaba en The Signs of
the Times, y que A.T. Jones enseñaba en el seminario Healdsburg.
Evangelio en Gálatas según Waggoner
(índice)
Las lecciones de Escuela Sabática se publicaron en The Youth’s
Instructor. Desde abril a julio de 1886 el tema fue “la ley”. El autor de
las lecciones fue E.J. Waggoner. El pastor Butler escribió a Ellen White al
propósito:
...el
pastor Underwood y otros me han comentado el efecto que han tenido los
artículos en The Signs y en las lecciones de Escuela Sabática en varios
lugares, y sobre la ley en Gálatas. Las posiciones tomadas están suscitado un
gran debate, y han fomentado un espíritu de discusión, controversia y agitación
(Carta de G.I. Butler a Ellen White, 23 agosto 1886, Mount Vernon, Ohio; original
incluye cursivas).
Las lecciones de Escuela Sabática tenían el formato de pregunta y
respuesta dada por el texto bíblico. Waggoner preguntó:
1. ¿De qué nos ha redimido Cristo?
Gál 3:13, primera parte.
2. ¿En qué consiste guardar los
mandamientos? 1 Juan 5:3
3. Si guardar los mandamientos es amar,
¿puede al mismo tiempo ser la maldición de la que Pablo habla?
4. ¿Sobre quiénes recae la
maldición de la ley? Gál
3:10...
(E.J. Waggoner, The Sabbath-School. 3er sábado de julio.
Lección 13. Redimidos de la maldición de la Ley, The Youth’s Instructor 34, 26, 30 junio 1886, 103).
En su sucesión de preguntas, Waggoner identificaba la ley en
Gálatas 3 como los Diez Mandamientos. Dado que toda la iglesia estudió aquellas
lecciones, tuvieron mayor repercusión que lo publicado en The Signs of the
Times. De ese modo fueron causa de considerable discusión y colocaron al
pastor Butler en una situación en la que sentía que debía emprender alguna
acción.
Pero si algo fue especial causa de controversia, fue la serie de
nueve artículos que Waggoner escribió en The Signs of the Times sobre la
ley en Gálatas 3 (desde el 8 de julio al 2 de septiembre de 1886). Esa fue la
primera exposición detallada que publicó sobre dicho capítulo. Él creía que la
ley en Gálatas 3 era la ley moral. “Probablemente no haya otra porción de la
Escritura que supuestamente preste tanto apoyo a los enemigos de la ley de
Dios, como el tercer capítulo de Gálatas” (E.J. Waggoner, Comments on Galatians
3, nº 1, Signs of the Times, 8 julio 1886, 406). Pero tranquilizaba a
sus lectores asegurándoles que si prestaban atención descubrirían allí un firme
baluarte en defensa de la ley de Dios.
Abraham fue el padre de todos los fieles creyentes en Cristo. El
apóstol Pablo escribió:
Sabed,
por tanto, que los que tienen fe, estos son hijos de Abraham. Y la Escritura,
previendo que Dios había de justificar por la fe a los gentiles, dio de
antemano la buena nueva a Abraham, diciendo: “En ti serán benditas todas las
naciones”. De modo que los que tienen fe son bendecidos con el creyente Abraham
(Gál 3:7-9).
Así explicó Waggoner esos versículos:
Habiendo
mostrado que ni siquiera Abraham había sido justificado ante Dios por sus
propias obras, Pablo señala que la promesa se dirige exclusivamente a los hijos
de Abraham; y puesto que solamente son hijos de Abraham los que poseen la misma
fe que él tuvo, sólo los que son de la fe reciben la promesa (E.J. Waggoner,
Comments on Galatians 3, nº 1, Signs of the Times, 8 julio 1886, 406).
Waggoner citó entonces Gálatas 3:10, que Butler, Canright y Smith
aplicaban a la ley ceremonial: “Todos los que dependen de las obras de la ley
están bajo maldición, pues escrito está: ‘Maldito sea el que no permanezca en
todas las cosas escritas en el libro de la ley, para cumplirlas’”. Waggoner
señaló entonces la evidencia bíblica que identifica la ley referida en el
versículo, explicando: “Esas palabras son una cita de Deuteronomio 27:26 y de
Jeremías 11:2-4, pasajes ambos que se refieren indiscutiblemente a los Diez
Mandamientos” (Id.)
El apóstol Pablo explicó en qué consistía la maldición de la ley:
“Cristo nos redimió de la maldición de la ley, haciéndose maldición por
nosotros (pues está escrito: ‘Maldito todo el que es colgado en un madero’),
para que en Cristo Jesús la bendición de Abraham alcanzara a los gentiles, a
fin de que por la fe recibiéramos la promesa del Espíritu” (Gál 3:13-14). La
maldición de la ley caía sobre el pecado y la desobediencia, resultando en la
muerte. Cristo fue hecho pecado por nosotros, de forma que por la fe pudiéramos
recibir la bendición de Abraham.
Waggoner era plenamente consciente de la posición controvertida
que estaba tomando sobre la ley en Gálatas 3. Declaró: “Dado que algunos... han
supuesto que Gálatas 3 se refiere principalmente a la ley ceremonial, quizá sea
apropiado mostrar brevemente por qué es imposible que la ley ceremonial sea el
objeto de la disertación en ese capítulo” (E.J. Waggoner, Comments on Galatians
3, nº 9, Signs of the Times 12, 34, 2 septiembre 1886, 534).
Para
empezar, las ordenanzas (ley ceremonial) nunca condenaban a nadie. Enseñaban el
evangelio en la “época judía”. En segundo lugar, ni de nosotros hoy, ni de los
gentiles de Galacia se puede decir que hayamos sido redimidos de la ley
ceremonial. Por el contrario, nosotros, los gentiles, estamos bajo la
condenación de la ley moral y encerrados bajo ella. [Esa ley] revela a todo
hombre que es un pecador (Id.).
El apóstol Pablo explicó la relación entre la ley y la promesa: “Esto,
pues, digo: El pacto previamente ratificado por Dios para con Cristo, la ley
que vino cuatrocientos treinta años después, no lo abroga, para invalidar la
promesa” (Gál 3:17).
Waggoner señaló que la ley “era la base” o “fundamento de la
promesa”, “uno de los términos del pacto”. En ese particular estaba de acuerdo
con otros escritores adventistas. Más adelante dijo: “De igual forma en que los
mandamientos eran la condición del pacto Abrahámico, lo son también de lo que
se conoce por ‘segundo pacto’, que es en todo respecto el mismo que se hizo con
Abraham. Ver Jeremías 31:33 y Hebreos 8:10”. (E.J.
Waggoner, Comments on Galatians 3, nº 2, Signs of the Times 12, 27, 15
julio 1886, 422-423).
Por los anteriores comentarios podemos ver que Waggoner no
concibió el nuevo pacto como comenzando en la primera venida de Cristo. El
nuevo pacto fue ratificado por la sangre de Cristo. Pero “el pacto fue
confirmado a Abraham en Cristo... anticipadamente” (Id.).
Los Mandamientos eran la condición
del pacto Abrahámico. Cristo enseñó la obediencia a la ley… Mat 5:17-19 y
19:17; Luc 16:17 (Id.).
La siguiente exposición de Waggoner trató de Gálatas 3:15: “...un
pacto, aunque sea hecho por un hombre, una vez ratificado, nadie lo invalida ni
le añade”. Waggoner explicó: “Hasta los antinomianistas aceptan que la ley de
Dios estaba en plena vigencia hasta la muerte de Cristo; por lo tanto, Gálatas
3:15 debiera convencerlos de que hoy sigue estando en plena vigencia” (Id.). Así,
Waggoner no era dispensacionalista respecto a los pactos, y tampoco
antinomianista a pesar de que, igual que los antinomianistas, creía que la ley
en Gálatas 3 se refería a los Diez Mandamientos. En marcado contraste con E.J.
Waggoner, los antinomianistas procuraban despreciar la ley debido a su concepto
dispensacionalista respecto a los pactos.
En lo que verdaderamente se diferenciaba Waggoner de los teólogos
adventistas de sus días, era en ver el pacto hecho con Abraham como el nuevo
pacto “en todo respecto”. El antiguo pacto, por el contrario, lo hizo Israel
al prometer a Dios en Sinaí. Empleando la fraseología de Gálatas 3:17,
Waggoner preguntó:
¿Cuál
fue el pacto que fue “previamente ratificado por Dios en Cristo”?...
La
promesa hecha a Abraham consistía en que “sería heredero del mundo” (Rom 4:13),
y que en su simiente serían benditas todas las naciones. La condición era que
debía andar delante de Dios y ser perfecto (Gén 17:1-8). Pero no fue ese el
pacto que se estableció con los israelitas en Horeb. Este último pacto no
contenía referencia alguna a Cristo, ni provisión alguna para el perdón de los
pecados; pero el pacto hecho con Abraham fue confirmado “en Cristo” (Gál 3:17),
y no fue establecido bajo la condición de que habían de ser rectos por sus
propios esfuerzos, sino de que poseyeran la justicia de la fe. Compárese
Romanos 4:11 con 3:22-25. Eso incluía, desde luego, el perdón de los pecados; y
así vemos que el pacto hecho con Abraham (pacto al que hace referencia este
capítulo) fue exactamente el mismo que “el segundo pacto” hecho con nosotros.
El pacto establecido en Horeb, llamado “primer pacto” —aunque hecho con
posterioridad al establecido con Abraham— tuvo por objeto, tal como ya hemos
visto, mostrar al pueblo la necesidad del auxilio prometido en el pacto
Abrahámico, o segundo pacto (Id.).
Para Waggoner, la condición del nuevo pacto dado a Abraham era la
ley de Dios. Fue Cristo quien cumplió esa condición, permitiendo así “que por
la fe recibiéramos la promesa del Espíritu” (Gál 3:14). Había una sola
condición para la salvación. Dijo Waggoner: “La fe en Cristo es la única
condición para la salvación” (E.J. Waggoner, Comments on Galatians 3, nº 3, Signs of the Times 12, 28, 22 julio
1886, 438).
¿Para qué, pues, la ley? Waggoner planteó la cuestión en el
presente: “Si somos salvos por la gracia, ¿qué necesidad tenemos de la ley?” (Id.).
El apóstol Pablo responde: “Fue añadida a causa de las transgresiones, hasta
que viniera la descendencia a quien fue hecha la promesa; y fue dada por medio
de ángeles en manos de un mediador” (Gál 3:19).
George Butler ya se había comunicado con Ellen White a propósito
de la ley “añadida”. Le había escrito en estos términos:
Sería
un trago bien amargo para muchos de nuestros hermanos dirigentes el verse
obligados a contemplar cómo se enseña de forma general la idea de que la ley
añadida a causa de las transgresiones, es la propia ley moral (Carta de G.I.
Butler a Ellen White, 20 junio 1886, Madison, Wisconsin).
Butler estaba persuadido de que si se renunciaba a la
interpretación de la ley ceremonial en Gálatas 3, toda la iglesia se
precipitaría en el antinomianismo (desprecio a la ley).
La idea de la ley moral como siendo “añadida”, dejaba la impresión
de que hubiera comenzado a existir en el monte Sinaí. Ningún adventista
defensor de la ley querría oír hablar de algo así. La creencia era que la ley
era consustancial con Dios. No era pues de extrañar que Butler y otros
concibieran la ley “añadida” como el sistema restaurador, el tipo dado a
Moisés.
Pero Waggoner señaló que “proclamada”, “pronunciada” o
“enfatizada”, eran traducciones más adecuadas que “añadida”, como figuraba en
la versión King James al uso (Gál 3:19).
“Fue proclamada a causa de la transgresión”. Waggoner
afirmó: “...la ley existía ya previamente, y era conocida por el hombre, si
bien solamente por tradición; pero ahora el Señor la añadió en forma escrita” (Id.).
Un pasaje paralelo al que Waggoner recurría era Romanos 5:20: “La
ley, pues, se introdujo para que el pecado abundara”. Waggoner explicó: “La ley
se ‘introdujo’ en el Sinaí. ¿Con qué finalidad? Para que abundara el pecado u
ofensa que existía previamente” (Id.). Ese fue el primer uso que atribuyó
Lutero a la ley. La ley fue engrandecida en Sinaí, de forma que fueron
obligados a reconocer la rematada pecaminosidad de ellos. “...era necesario que
los hombres reconocieran la naturaleza real del pecado, a fin de que pudieran
buscar la gracia que está en Cristo, el único que puede quitar el pecado” (Id.).
D.M. Canright estaba representando la posición de los hermanos del
este [Butler, Smith] cuando escribió a propósito de la ley “añadida”:
...la
segunda ley fue añadida para señalar a la Descendencia prometida hasta el
momento en que llegara... ¿Por qué se dio esa ley?... “Fue añadida a causa de
las transgresiones, hasta que viniera la descendencia”. Por lo tanto no
se trataba de la ley moral, puesto que esa no señala a Cristo, ni dice cosa
alguna relativa a la venida de la descendencia [o simiente], mientras que la
ley de los sacrificios, tipos y sombras se relaciona plenamente con esa
descendencia prometida (D.M. Canright, The
Two Laws, Review and Herald, Battle Creek, Michigan, 1886, 9-10; original
incluye cursivas).
Es evidente que Canright veía la ley de Gálatas 3 como siendo la
ley ceremonial. Además interpretó la venida de la descendencia como la primera
venida de Cristo a la que apuntaban los sacrificios y tipos. Haciendo así,
negaba la función de la ley moral de llevarnos a Cristo, única solución para el
problema del pecado.
Waggoner, por el contrario, mantuvo presente el pleno alcance de
la promesa que Dios hizo a Abraham. La cruz tenía importancia estratégica en
cuanto a ratificar el pacto, pero su cumplimiento último no sería completo
“...hasta que viniera la descendencia a quien fue hecha la promesa” (Gál 3:19).
¿En qué consiste la venida de la descendencia? No en última
instancia la primera venida de Cristo —replicó Waggoner. Dios había prometido a
Abraham: “Tu descendencia se adueñará de las puertas de tus enemigos” (Gén
22:17). Los enemigos de Cristo y el propio Satanás no serían quitados hasta la
segunda venida (Apoc 19:11-21) (E.J. Waggoner, Comments on Galatians 3, nº 4, Signs
of the Times, 12, 29, 29 julio 1886, 454).
El apóstol Pablo continuó así: “Pero antes que viniera la fe,
estábamos confinados bajo la ley, encerrados para aquella fe que iba a ser
revelada” (Gál 3:23). Waggoner observó: “La idea de la confinación o encierro
siempre está relacionada con el pecado. El pecado es un amo cruel” (E.J. Waggoner, Comments on Galatians 3, nº
8, Signs of the
Times 12, 33, 26 agosto 1886, 518). La ley encierra a quien la
transgrede. Hace que quede “detenido” de forma preventiva. La única forma de
escapar es “la fe” de Jesús, que trae la gozosa liberación de una muerte
segura. Waggoner vio en este pasaje de Gálatas 3 una descripción de la acción
de la ley en el corazón del pecador individual. No lo interpretó según el
paradigma tipológico dispensacionalista de un antiguo pacto sucedido por el
nuevo en el tiempo, por más bíblico que dicho paradigma pudiera ser (ver, por
ejemplo, 2 Cor 3; Heb 9:1).
Waggoner aseveró que la ley no se refería aquí a las ceremonias,
pues estas nunca precedían la fe en Cristo. El pecador creía primeramente en
Cristo como su Salvador del pecado, y después, por fe en su Sustituto, traía el
sacrificio prescrito. La ley ceremonial nunca confinaba al pecador, pero era
posible que lo hiciera la ley moral, a fin de llevarlo después a la fe de
Cristo (E.J. Waggoner, Comments on Galatians 3, nº 9, Signs of the Times 12, 34, 2 septiembre 1886, 534).
Waggoner dirigió entonces la atención al versículo 24: “De manera
que la ley ha sido nuestro guía para llevarnos a Cristo, a fin de que fuéramos
justificados por la fe” (Gál 3:24).
Waggoner explicó así Gálatas 3:24: la ley funcionaba como el
oficial de la prisión correccional. Encerraba al que la había violado. Además,
la ley, bajo la convicción del Espíritu Santo, llevaba al pecador literalmente
a Cristo. La ley confinaba al pecador mediante la culpabilidad personal, sin
proveer recurso alguno para lograr la libertad. El pecador aprendía de Cristo —quien
era la perfecta encarnación de la ley— cómo caminar en justicia y en la
consecuente libertad.
El apóstol Pablo habló sobre la venida de la “fe”. “Pero ahora que
ha venido la fe, ya no estamos bajo un guía” (Gál 3:25). En Cristo estaba la
perfecta ley de la libertad. En Cristo, el pecador perdonado caminaba en
libertad. Por lo tanto, el creyente no estaba más bajo la ley, sino bajo la
gracia. Gracias a Cristo, caminaba en perfecta armonía con la ley. Cuando el
pecador perdonado y purificado caminaba en armonía con la ley de Cristo, no
estaba ya “bajo un guía”. La ley no tenía nada contra alguien que andaba en
armonía con ella.
En referencia a que “la ley ha sido nuestro guía”, Waggoner
comentó:
El
tiempo verbal pasado puede ser empleado aquí solamente en referencia a los que
han venido a Cristo y han sido justificados por la fe, tal como muestra Pablo
en el versículo siguiente. Puesto que la ley fue nuestro guía para llevarnos a
Cristo, tiene que seguir siendo una guía (pedagogo) para los que aún no
están en Cristo, y ha de retener esa función hasta que haya sido llevado a él
todo aquel que vaya a aceptar a Cristo. Por lo tanto, la ley [moral] será una
guía para llevar a los hombres a Cristo mientras dure el tiempo de prueba. La
ley levítica, en contraste, perdió su vigencia hace cientos de años; por lo
tanto, no puede ser la ley a la que se refiere el texto (E.J. Waggoner,
Comments on Galatians 3, nº 9, Signs of
the Times 12, 34, 2 septiembre 1886, 534).
Según la comprensión de Waggoner, Gálatas 3:24 no es un texto que
se refiera a la tipología dispensacionalista de los pactos. No dice que
la ley fuera abolida en la cruz. Lo que sí dice es que para el cristiano
la función de la ley —como guardián de la prisión— terminó al ser liberado por
Cristo, el Salvador del pecado. Así, nuestro “guía” ha tenido un papel en la
vida de todo pecador, sea que haya vivido en la antigua o en la nueva
dispensación.
“Una asamblea terrible”
(índice)
Hacia agosto del 1886 el pastor Butler pedía encarecidamente a Ellen
White —quien estaba en Suiza— que resolviera aquella discusión sobre la ley en
Gálatas que afectaba a la iglesia.
Por
supuesto, sería muy chocante para mí, habiendo estudiado la cuestión por tanto
tiempo y habiéndome parecido tan clara, si a usted se le mostrara que la
posición que sostengo es errónea. Pero estoy seguro de que lo aceptaría, y al
menos guardaría silencio en el caso de no ser capaz de comprenderla
claramente...
Que
el Señor la guíe, mi querida hermana, y si tiene luz que me ayude a actuar
sabiamente, me sentiré muy agradecido (Carta de G.I. Butler a Ellen G. White,
23 agosto 1886, Mount Vernon, Ohio, Manuscripts and Memories of Minneapolis, Pacific Press
Publishing Association, Boise, Idaho 1988, 21-23).
No habiendo obtenido respuesta a sus repetidas demandas, Butler se
quejó a Ellen White en estos términos:
Pero
cuando el Dr. Waggoner publicó en nuestra revista pionera los nueve extensos
artículos que presentaban el tema de forma explícita, sentí que eso no podía
continuar, de forma que le escribí varias veces sin que usted me respondiera
(Carta de G.I. Butler a Ellen White, 31 marzo 1887, Battle Creek, Michigan).
Teniendo en el horizonte cercano la sesión de la Asociación
General en Battle Creek del 18 de noviembre de 1886, el pastor Butler escribió
una carta abierta a E.J. Waggoner, titulada ‘La ley en el libro de Gálatas’
(George I. Butler, The Law in the Book of
Galatians: Is It the Moral Law, or Does It Refer to that System of Laws
Peculiarly Jewish?, Battle Creek, Michigan: Review and Herald Publishing
House, 1886). Se distribuyó a todos los delegados de la Asamblea. Dos días
antes de comenzar, G.I. Butler escribió a Ellen White en tonos sombríos:
Tenemos
la intención de llamar a nuestros buenos hermanos de Signs a que den
explicaciones acerca de la forma en que han actuado en relación con algunos de
los puntos discutidos de nuestra fe: la ley en Gálatas. Han estado publicando
una cantidad de artículos en Signs expresando su posición, presentándola
en nuestra publicación pionera como siendo la posición de esta denominación
(Carta de G.I. Butler a Ellen White, 16 noviembre 1886, Battle Creek, Michigan.
Manuscripts and Memories of Minneapolis,
30).
El pastor Butler procuraba mantener un control estricto del
contenido teológico de la publicación periódica denominacional The Signs of
the Times. Decidió manejar el conflicto designando un comité teológico que
discutiera la cuestión y redactara una recomendación a la sesión general.
Butler explicó a Ellen White lo que ocurrió en dicho comité:
Llegó
el hermano E.J. Waggoner... pertrechado para el conflicto. Se convocó el comité
teológico. Yo tenía que actuar como presidente, pero decliné debido a que representaba
una determinada posición en el debate, y se podría suponer que favorecería a
una parte. Fue elegido el hermano Haskell como presidente y se estableció el
comité. Cuatro de los componentes: Haskell, Whitney, Wilcox y Waggoner, eran
favorables a la posición de Signs. Cinco: Smith, Canright, Covert, J.H.
Morrison y yo mismo sosteníamos la posición contraria. Mantuvimos una discusión
de varias horas, pero ninguna parte convenció a la otra. La cuestión era ahora
si debíamos o no llevar el tema a la asamblea de la Asociación y tener un gran
debate público al respecto. No podía aconsejar que se lo llevara, me sentí mal
previendo que resultaría sólo en acaloramiento y disputa. Hice recomendaciones
y dispuse preámbulos y resoluciones aplicables a nuestro curso de acción, en relación
con la manifestación pública de esos temas” (Carta de G.I. Butler a Ellen
White, 16 diciembre 1886, Plainfield, Wisconsin. Manuscripts and Memories of Minneapolis, 43).
Aquella división en el comité impidió que Butler obtuviera el
resultado esperado.
El pastor S.N. Haskell, presidente de la Asociación de California,
presidió el comité. El pastor Butler resultó frustrado por la actitud de
Haskell:
Pero
llegó el hermano Haskell y se alojó en mi hogar, gozando de la hospitalidad de
mi familia durante la reunión junto al hermano B.L. Whitney, quien estaba
igualmente dominado por ese espíritu de oposición. Ellos eran conscientes de la
perplejidad y angustia mental que me habían ocasionado esos asuntos, a pesar de
lo cual su influencia fue en la dirección de apoyar al Dr. Waggoner de toda
forma posible a lo largo del encuentro. El gran esfuerzo de ambos consistió en
evitar que el Dr. Waggoner fuera censurado, y en ayudarle hasta donde les fue
posible (Carta de G.I. Butler a Ellen White, 1 octubre 1888, Battle Creek,
Michigan. Manuscripts and Memories of
Minneapolis, 96).
El pastor Butler esperaba poder censurar públicamente al hermano
Waggoner. Pero logró sólo un compromiso. La sesión de la Asociación General
aprobó una resolución que iba obviamente dirigida a Jones y Waggoner. Afectaba
a redactores y personal docente del sistema de enseñanza adventista. Esa
resolución era como una bofetada para Jones y Waggoner. Decía que los comités,
dirigentes de Escuela Sabática y redactores de publicaciones:
…no
debían permitir que formaran parte de la instrucción pública de nuestras
escuelas, o que aparecieran en nuestras publicaciones denominacionales puntos
de vista doctrinales que no fuesen sostenidos por una gran mayoría de nuestro
pueblo... sin haber sido previamente examinados y aprobados por los hermanos
dirigentes de experiencia (Review and Herald,
14 diciembre 1886, 779).
Era palpable la tensión creada entre los hermanos a propósito de
las divergencias teológicas.
El pastor Butler recordó la asamblea de la Asociación de 1886 como
una de las peores experiencias de su vida. Le hizo literalmente enfermar.
Escribió así a Ellen White:
Mi
mente ha estado absorta con estos temas y no puedo evitar que me alteren en
gran manera debido a que todo ese asunto me parecía tan injusto e
inconsistente; pero después de estar enfermo por dos meses, por fin pude
asistir a esa terrible asamblea [1886] que tuvimos aquí, la última en
Battle Creek (Carta de G.I. Butler a Ellen White, 1 octubre 1888, Battle Creek,
Michigan; original sin cursivas).
La respuesta de Ellen White evidencia su acuerdo con él en un
punto:
Habla,
querido hermano, de esa terrible asamblea, la última tenida en Battle
Creek mientras yo estaba en Suiza. Dicha asamblea me fue presentada en la
noche. Mi guía dijo: “Sígueme. He de mostrarte ciertas cosas”. Me llevó como
espectadora de las escenas que tuvieron lugar en aquella asamblea. Se me mostró
la actitud de algunos pastores en esa reunión, la suya en particular, y puedo
decir con usted, mi hermano, que fue una asamblea terrible (Carta de Ellen
White a George I. Butler, 14 octubre 1888, Minneapolis, Minnesota. The
Ellen G. White 1888 Materials, 92-93; original sin
cursivas).
El Cielo había registrado los eventos sucedidos en la iglesia, y
se los estaba revelando a Ellen White, quien estaba en la distante Europa.
Las animosidades y rencores que florecieron con posterioridad en
la asamblea de la Asociación General de 1888 surgieron a partir de la asamblea
de Battle Creek de 1886, primariamente en relación con la ley en Gálatas 3.
D.M. Canright
(índice)
El pastor Butler sufrió un golpe devastador el 17 de febrero de
1887. Sería la primera secuela de aquella “terrible asamblea”. Butler vio como
su viejo amigo y colega, Dudley Canright, solicitaba ser desfraternizado de la
iglesia de Otsego, Michigan. Butler informó a Ellen White sobre la razón de
aquella decisión de Canright.
Estuvo
hablando quizá tres cuartos de hora o más. Dijo en esencia que no podía
continuar con los adventistas del séptimo día, que había dejado de creer que la
ley siguiera vigente, y que no esperaba guardar ningún otro sábado... (Carta de
G.I. Butler a Ellen White, 17 febrero 1887, Otsego, Michigan).
Evidentemente, la gota que colmó el vaso fue la asamblea de 1886 y
su experiencia en aquel comité teológico. Tal como informó Butler,
le
disgustó extraordinariamente el camino que tomaron algunas cosas con ocasión de
nuestra última asamblea de la Asociación General. Algunas de las cuestiones
teológicas que surgieron, y la forma en que algunos de nuestros hermanos
actuaron en relación con él, le hicieron sentirse mal y le hicieron
recapacitar, de forma que manifestó que iba a estudiar esta cuestión de la ley,
y eso le llevó a las conclusiones que ahora expone (Id, 4).
Canright era uno de los nueve que formó parte del comité teológico
que había discutido la ley en Gálatas en la asamblea de 1886. Aquella discusión
en el comité teológico llevó a Canright a pensar que los puntos de vista que
había sostenido eran incorrectos. Gálatas se refería a la ley moral. Por
lo tanto, Canright razonó que si nuestro “guía” eran los Diez Mandamientos,
entonces verdaderamente quedaron abolidos en la cruz, y eso incluía al sábado.
Canright tenía una visión dispensacionalista del viejo y nuevo
pactos, lo mismo que Butler y otros. Esa concepción de los pactos fue la
responsable de la errónea comprensión de Canright acerca de la relación entre
la ley y los pactos en Gálatas 3, que trata el problema del estado del corazón
respecto a la fe, la ley y el pacto. Dado que estamos en la nueva dispensación,
se sintió compelido a abandonar la ley de los Diez Mandamientos.
Canright escribiría posteriormente:
Ningún
tema produce tanta perplejidad a los adventistas como los pactos. Temen
abordarlo. Han procurado explicarlo de diversas maneras, pero no son
satisfactorias ni siquiera para ellos mismos. Yo he estado allí, y lo sé. La
abolición del pacto sinaítico conlleva la abolición del sábado judío de forma
tan completa, que no se puede encontrar legítima traza de él de este lado de la
tumba de nuestro Salvador resucitado.
El
pastor Smith dice: “Si los diez mandamientos constituyen el antiguo pacto,
entonces quedan abolidos para siempre”. Por lo tanto, esa viene a ser una
cuestión probatoria (D.M. Canright, Seventh-day
Adventism Renounced, New York: Fleming H. Revell Company, 1889, 350).
Una de las razones principales por la que el pastor Canright
abandonó la Iglesia Adventista del Séptimo Día es su creencia de que en la
muerte de Cristo la ley quedó abolida junto con el antiguo pacto. Fue incapaz
de ver conexión alguna entre la ley y el nuevo pacto como una experiencia del
corazón. En su visión dispensacionalista, el sábado tenía que resultar abolido
junto con el pacto sinaítico. Esa era para él una conclusión lógica, una vez
que había abrazado el paradigma cronológico [secuencial] de un antiguo pacto
sucedido en el tiempo por otro nuevo tras la cruz. Canright compartía con los
pastores Butler y Smith esa visión dispensacionalista de los pactos.
Vindicación del pastor Butler
(índice)
El hermano Butler había escrito numerosas cartas a Ellen White (quien
estaba en Europa) sobre los problemas domésticos en relación con la ley en
Gálatas 3. No había recibido respuesta de ella durante el año 1886. El 18 de
febrero de 1887 llegó por fin la carta esperada. Se trataba de la copia de una
carta que había enviado a E.J. Waggoner y A.T. Jones, en la que amonestaba a
los hermanos de la costa oeste.
Ellen White urgió a Waggoner y Jones a que fueran cuidadosos al
respecto de que
...esas
conocidas diferencias que se han publicado en artículos de nuestras revistas,
nunca debieran haber seguido el curso que les ha dado, tanto en las ideas que
presentaron ante nuestros estudiantes en el seminario, como en Signs...
No
dudo en afirmar que en esto han cometido un error... No es conforme a la
voluntad de Dios.
...Dios
ha revelado claramente que no se debiera proceder así...” (Ellen White, Carta a E.J. Waggoner y A.T.
Jones, 18 febrero 1887, 22).
Ellen White tenía claramente una admonición para esos hermanos.
La carta en la que Waggoner respondió a la amonestación de Ellen
White estuvo caracterizada por la sumisión. Él expresó su “gratitud a Dios, en
vista de que su Espíritu aún contiende conmigo, señalándome errores a los que
estoy tan sujeto...” (Carta de E.J. Waggoner a Ellen White, 1
abril 1887, Oakland, California. Manuscripts and Memories of Minneapolis, 71).
Waggoner tenía una motivación subyacente para reformar la
enseñanza de la Iglesia Adventista del Séptimo Día. Su deseo era que hubiera
unidad en sus filas.
Deseo
ardientemente que pronto llegue el momento en el que todo nuestro pueblo pueda
ver las cosas de la misma manera. En mi inconsciente autosuficiencia supuse que
podía hacer mucho por lograr ese fin. He aprendido que Dios cumplirá su obra a
su propio modo, y que los mayores esfuerzos en la buena causa son inútiles a
menos que estén motivados solamente por el amor a Dios...” (Id.).
Existía ciertamente una rivalidad sectorial entre Review and
Herald Publishing House y Pacific Press. Waggoner podía apreciarla. “Lamento
verdaderamente el sentimiento que ha existido y existe entre las dos
instituciones”. Waggoner creía que “existía una incomprensión de parte de” los
hermanos de la Review. Sin embargo, Waggoner asumía también su culpa, ya
que “sé bien que se ha permitido aquí la existencia de un sentimiento de
criticismo, y no pienso en nadie fuera de mí mismo” (Id. 71-72).
Cuando el pastor Butler recibió aquella carta que Ellen White
escribió el 18 de febrero de 1887, la consideró como una vindicación plena de
su propio curso de acción. La regañó amablemente por no haberle respondido
antes. Él era bien consciente de que Waggoner y Jones habían estado enseñando
durante unos “dos o tres años” en Healdsburg la postura consistente en que
Gálatas se refiere a la ley moral.
Esto fue lo que realmente exasperó al pastor Butler en la asamblea
de la Asociación General de 1886:
...cuando
el Dr. W.[aggoner] llegó a la asamblea bien pertrechado para el combate, y
obtuvo un respaldo tan pleno del hermano Haskell, B.L. Whitney, Wilcox y otros,
de forma que él y el hermano Whitney suscitaron pequeños grupos de nuestros hermanos
a fin de adoctrinar hasta donde fuera posible de forma silenciosa... (G. I. Butler, Carta a Ellen White, 31 marzo 1887,
Battle Creek, Michigan. Manuscripts
and Memories of Minneapolis, 69).
El pastor Butler se sentía ahora exultante en la seguridad de que Ellen
White había vindicado su posición.
Me
alegra sobremanera... después de este largo tiempo, comprobar que usted no
respalda el curso de acción que han seguido los dos hombres jóvenes... Su carta
les va a sorprender... Lo siento por ellos, pues siempre compadezco a quienes
sufren el amargo chasco (Id. 69-70).
Ella había manifestado que la posición de J.H. Waggoner [el padre]
sobre la ley en Gálatas era incorrecta. Eso resultaba “muy satisfactorio” para
Butler.
No obstante, lo que él estaba realmente esperando era una
declaración categórica de ella a propósito de cuál era la ley “añadida” de
Gálatas 3:19
...la
ley añadida, o bien es la ley moral, o la del sistema ceremonial. Usted dice en
esencia que la posición del pastor Waggoner [padre] no era correcta. La
posición que él sostuvo consistía en que la ley añadida era la ley moral, por
lo tanto, ha de ser cierto lo contrario. Si nuestro pueblo pudiera saber que
usted tiene luz al respecto de que la ley moral no era la ley añadida, la
cuestión podría quedar rápidamente zanjada. Eso es precisamente lo que nuestro
pueblo está deseando saber ansiosamente. No le estoy urgiendo a que haga
ninguna afirmación, pero estoy seguro de que después de todo el debate habido
sobre este asunto, la confusión va a continuar hasta que se conozca su opinión.
Verá como es así [sic] (Id. 70).
Butler sentía como si Ellen White sólo le hubiera dado la mitad de
lo que esperaba. Cierto, era preferible esa mitad a no tener nada.
Ellen White envió otra carta, esta vez a los pastores Butler y
Uriah Smith. Le había disgustado el artículo de Butler del 1 de marzo de 1887
en la Review, referente al “Cambio en la fe del hermano Canright”, y su
carta abierta de réplica a E.J. Waggoner a propósito de La ley en Gálatas.
Le reprochó que violara los mismos principios que pretendía que otros respetaran
respecto a sacar a la luz pública asuntos doctrinales controvertidos.
Ellen White le aconsejó así: “Si usted hubiera evitado aquello que
me confirma haber efectuado, habría estado más de acuerdo con la luz que Dios
ha tenido a bien darme” (Ellen White, Carta a G. I. Butler y U. Smith, 5 abril
1887, Basel, Switzerland, titulada Giving Exposure to Differing Doctrinal
Viewpoints; Disapproval of D. M. Canright’s Actions, op. cit., 33). Ellen
White supo que Butler había empleado la copia de aquella carta que envió a
Waggoner y Jones [del 18 de febrero de 1887] en contra de ellos, y le escribió
lo que sigue:
[La
copia de la carta dirigida a Waggoner y Jones] no se la envié para que la
empleara como un arma contra los hermanos mencionados, sino con el objeto de
que usted ejerciera la misma cautela y prudencia a fin de preservar la armonía,
tal como usted desearía que ejercieran ellos...
No quisiera que las cartas que le he enviado le lleven a deducir que todas sus
ideas son correctas, y todas las del Dr. Waggoner y el hermano Jones
incorrectas (Id. 32).
Ellen White continuó con una reprensión a Butler por su polémica
carta abierta La ley en Gálatas. “Los principios a los que se refiere
son correctos... pienso que es demasiado incisivo” en su trato hacia el Dr.
Waggoner.
Le habló entonces sobre “ciertos sueños impresionantes” que había
estado recibiendo referentes a Butler y al insatisfecho Canright como navegando
en la misma barca.
...usted
no está cabalmente en la luz. El hermano [D.M.] Canright estaba presentando sus
ideas sobre la ley, y nunca había oído una confusión como aquella. Ninguno de
ustedes parecía ver o comprender a dónde conducirían sus argumentaciones (Id.
33).
Canright aparecía sentado entre las oscuras sombras de una “barca
carcomida” que tenía “las cuadernas podridas”, y Butler estaba allí con él. “El
pastor Canright estaba apagando más y más la luz”. Alguien dijo entonces: “Es
la obra de Satanás” (Id.). Ellen White expresó su inequívoca desaprobación
hacia “el curso de acción del pastor Canright”.
Advirtió al efecto de “que se suprimieran sus libros,
especialmente el que trata de la ley... Si esa obra es lo que yo creo que es,
quemaría en el fuego cada copia antes de que pudiera llegar a nuestro pueblo” (Id.
34).
El libro de Canright The Two Laws se había vuelto a
publicar justo antes de la asamblea de la Asociación General de 1886,
evidentemente con el objeto de dar soporte a la posición de Butler referente a
la ley ceremonial en Gálatas 3.
El pastor Butler no quería una discusión abierta sobre la ley en
Gálatas. Buscaba controlar el flujo de información. Pero Ellen White escribió:
“No quiero ver fariseísmo entre nosotros. El asunto se ha presentado ahora tan
plenamente ante nuestro pueblo, tanto por su parte como por parte del Dr.
Waggoner, que se lo debe abordar con franqueza en una discusión abierta” (Id.
35).
Lejos de poner fin a toda discusión, Ellen White creía que la
iglesia debía estar abierta a la Palabra de Dios. Cristo iba a dirigir a la
Iglesia Adventista del Séptimo Día mediante la enseñanza de la Escritura.
El pastor Butler reaccionó negativamente a la correspondencia de Ellen
White. Replicó:
Hermana
White, he sido incapaz de ver la justicia de su carta del 5 de abril de 1887, y
no espero verla nunca... Pensé en no contestar nunca esa carta, sino más bien
en soportar pacientemente y en silencio aquello que me parecía injusto (Carta
de G.I. Butler a Ellen White, 1 octubre 1888, Battle Creek, Michigan. Manuscripts and Memories of Minneapolis,
82).
Continuó así:
En
su carta del 5 de abril de 1887 parecía preocuparle que yo pudiera sacar
ventaja de la carta de reprensión que había escrito a los pastores Waggoner y
Jones relativa al curso de acción de estos al avanzar sus puntos de vista sobre
Gálatas, y también porque yo pudiera llegar a la conclusión de tener la postura
correcta sobre el tema. Al propósito permítame decirle que hasta haberme
escrito [de nuevo] jamás empleé su artículo de la forma que sugiere, y que no tenía
intención alguna de hacer tal cosa (Id. 83).
El pastor Butler protestó en estos términos:
...con
respecto a mi propia actitud. Se me culpabiliza en los anteriores párrafos...
Parece difícil sostener... que quien ocupa la posición de presidente de la
Asociación General debiera guardar silencio mientras que se están haciendo
esfuerzos persistentes por sacar a la luz pública un punto controvertido que
antes se había silenciado...
Y
ahora me censura por haber escrito un pequeño folleto sobre el tema de la ley
en Gálatas... Usted sostiene que he puesto en circulación mi folleto, y que es
de justicia que el Dr. Waggoner tenga idéntica oportunidad de hacer lo mismo.
Mi querida hermana, me perdonará si le digo que ese lenguaje me parece bien
extraño (Id. 93 y 98).
Había algo que el pastor Butler lamentaba:
...cuando
esos argumentos de Waggoner defendiendo el otro punto de vista aparecieron en
las lecciones del Instructor y en Signs of the Times... que el
hermano Smith y yo no los abordáramos, poniéndolos en evidencia por todos los
medios posibles (Id. 99).
Entonces expresó a Ellen White su argumento definitivo:
De
haberse dado un movimiento como ese en los días de la administración del pastor
James White, me pregunto si acaso esos hombres jóvenes no habrían sentido
truenos y rayos. Si en caso de haber estado él presente no los hubiese hecho
estremecer, es que he olvidado la forma en que solía proceder. No he olvidado
la forma en que manejaba los asuntos de esta índole. Si es que él no los hubiera
abordado en público y en privado haciendo que lamentaran su atrevimiento, es
que juzgo equivocadamente (Id.).
Eso ponía enfermo al hermano Butler. Estaba comenzando a dudar de
los Testimonios. Había llegado la hora de tomar medidas contra esos “jóvenes
novatos” que acababan de acceder al “sillón de la redacción”, y darles una
lección (Id. 100 y 99). Esas palabras eran un son de guerra.
En los días que siguieron, Uriah Smith insistiría a través de las
páginas de la Review en la forma de dispensacionalismo tipológico de los
pactos al que se adhería. Escribió:
A
ese pacto con Israel se lo llamó “el primer pacto”, y se extendió hasta la
primera venida de Cristo. Habiendo llegado con dicha venida el tiempo para que
fuera concedida la bendición mayor que había sido prometida mediante la
descendencia de la mujer, Dios estableció un nuevo pacto con Israel y Judá (U.
Smith, What Does God Write? Review and Herald
64, 31, 2 agosto 1887, 488).
Insistir en esa línea de dispensacionalismo tipológico del pacto
sin reconocer el modelo de los dos pactos como una experiencia del corazón contribuyó
a la ruina de la fe de Thomas Preble, Moses Hull y Dudley M. Canright respecto
a los Diez Mandamientos y el sábado.
El pastor Smith fue todavía más explícito:
Por
lo tanto, la conclusión es inequívoca: esos dos pactos representan dos
grandes divisiones en la obra que el Cielo ha efectuado para la redención
del hombre, y abarcan dos dispensaciones especiales dedicadas al
desarrollo de la obra (U. Smith, The Two Covenants, Bible Echo, and Signs of the Times 2, 11, noviembre 1887, 162; original
sin cursivas).
El pastor Smith, como tantos otros, recurrió al diccionario de
Webster para su definición de pacto bíblico. Se trataba de un acuerdo entre las
partes respecto a cumplir ciertas condiciones. Smith concluyó:
...todo
pacto que Dios haga con el hombre ha de estar basado en la condición de la
obediencia a su ley por parte del hombre. Por consiguiente, la definición
teológica... es correcta según Webster, al poner la obediencia como el primero
de los términos bajo el que han de ser aseguradas las promesas (U. Smith, God’s
Covenants with Men, Review and Herald
64, 37, 13 septiembre 1887, 584).
Según esa comprensión del pacto eterno de Dios, su promesa era
condicional a la obediencia de la ley por parte de las personas.
E.J. Waggoner estaba de acuerdo en que la condición del pacto de
Dios eran los Diez Mandamientos. No obstante, el pecador era incapaz por sí
mismo de rendir una obediencia como esa; por lo tanto, Dios prometió que Cristo
sería el auténtico substituto y garante del hombre. El pacto de Dios, por
consiguiente, era su promesa en Cristo. Waggoner observó:
El
Señor le hizo [a Abraham] una promesa que habría sobrecogido a la mayoría de
las personas, tan grande e incomprensible parecía... Abraham dijo: “Creo”; y el
Señor, en respuesta a esa fe sencilla, declaró perdonados sus pecados...
¿En
qué tuvo fe Abraham?... En la muerte y resurrección de Cristo (E.J. Waggoner, The Commentary. Call of Abraham. Lección
8. Sábado 25 febrero, Signs of the Times 14, 7, 17 febrero 1888, 106).
Abraham creyó en la Palabra [Verbo] de Dios. Abraham dijo ‘Amén’ a
lo que Dios le acababa de prometer, y fue tenido por justo.
Los Diez Mandamientos eran la “base” de ambos pactos. En ese punto
el pastor Waggoner estaba de acuerdo con el pastor Smith. Pero Waggoner
disentía claramente de la siguiente afirmación categórica de Butler y Smith:
Los
dos grandes pactos que Dios ha hecho –uno para cada dispensación... el pacto de
la antigua dispensación, y el otro para el pacto de la nueva (Comité editorial:
Uriah Smith y George Butler, Notes and Comments, The Gospel Sickle 2, 21, 1 noviembre 1887, 161).
Waggoner comprendía que ese tipo de afirmaciones no tomaba en
cuenta la plena revelación de la Escritura respecto a dos diferentes
experiencias del corazón: la del viejo, y la del nuevo pacto.
El pastor Smith se preguntaba: “¿Cuándo se hizo el nuevo pacto?” Y
respondía: —Cuando Cristo murió en la cruz.
En
la cruz terminó el sistema judío y comenzó la dispensación cristiana. Esa era
la línea divisora entre ambos... A partir de ese momento estuvo vigente el
nuevo pacto (U. Smith, God’s Covenants with Men, Review and Herald 64, 42, 25 octubre 1887, 664. Reimpreso en: U. Smith, God’s Covenants with Men, The Gospel Sickle 3, 1, 1 enero 1888, 2).
La idea implícita era que la salvación estaba confinada a los
judíos hasta la muerte de Cristo en la cruz.
El pastor Smith estaba de acuerdo con la interpretación del pastor
Butler a propósito de Gálatas 3:17, versículo que citaba intercalando sus
propios comentarios:
...el
pacto previamente ratificado por Dios en Cristo [el pacto Abrahámico], no lo
podía anular la ley [el pacto que hizo en Horeb con Israel] que vino
cuatrocientos treinta años después; eso habría invalidado la promesa, porque si
la herencia [la tierra prometida a Abraham, Rom 4:13] viniera por la ley [hubiera
de ser asegurada mediante la realización de las ceremonias y servicios del
sistema Mosaico], ya no sería una promesa [no descansaría simplemente sobre la
promesa de Dios]; pero Dios se la concedió a Abraham mediante la promesa (Id. original
incluye frases entre corchetes).
Según la comprensión de Smith, “la ley que vino cuatrocientos
treinta años después” de Abraham, era “las ceremonias y servicios del sistema
Mosaico”.
Según él, además del pacto abrahámico, Dios “añadió” una
disposición subordinada… se estableció un nuevo pacto… “con Israel” (Id.).
...hasta que viniera Cristo, la
Descendencia prometida...” Si los judíos “hubieran seguido los dictados de aquel
‘pedagogo’, de aquel ‘ayo’, no habrían rechazado al Mesías... (Id. 618. Comparar con: “... La ‘ley
de Moisés,’ ... [fue] ‘añadida a causa de las transgresiones, hasta que viniera
la descendencia a quien fue hecha la promesa’, y fue ‘nuestro guía’ simplemente
en el sentido de enseñarnos los rudimentos de la fe hasta que viniera
Cristo...” Comité editorial: Uriah Smith y George Butler, Notes
and Comments, The Gospel Sickle 2, 16,
15 agosto 1887, 121).
Para Smith, el “pedagogo” de Gálatas 3:24 era la ley ceremonial.
De hecho, los judíos estaban tan atrapados en la observancia rigurosa del
sistema ritual como para que no los llevara a Cristo cuando él vino. Hasta
cierto punto, rechazaron al Mesías debido a su perversión de la ley ceremonial.
El pastor Smith creía que la defensa del sábado dependía de la
distinción entre las dos leyes (“El mejor punto de ataque en la cuestión del
sábado, están llegando a pensar nuestros oponentes, es la posición que
sostenemos a propósito de la distinción entre las ‘leyes llamadas morales’ y
las que son de naturaleza ceremonial y correctora” U. Smith, The Two Laws and
the Sabbath, The Gospel Sickle 3, 10,
15 mayo 1888, 75). No estaba dispuesto a admitir que la ley en Gálatas 3 fuese
la ley moral. Defendía enérgicamente su postura:
...nuestros
opositores se esfuerzan por demostrar que en los días de Moisés, toda la ley...
“era un sistema gravoso”, un “yugo de servidumbre”, un “guía con la utilidad
exclusiva de llevarnos a Cristo”... y por lo tanto, fue “clavada en la cruz”
(Id.).
Smith creía que el guía, tutor o ayo era la ley ceremonial. Ceder
en ese punto habría significado para él hacer una concesión a los
antinomianistas.
La discusión sobre la ley en Gálatas 3, además de los dos pactos,
se configuraba como el gran tema para los años que seguirían. Al respecto había desunión entre la Review and Herald, The
Gospel Sickle y The Signs of the Times.
La “conspiración de California”
(índice)
Esa expresión entrecomillada en el título es una cita de George R.
Knight, From 1888 to Apostasy: The Case of A.T. Jones (Review and Herald
Publishing Association, Washington, D.C.: 1987, 31-32).
Al aproximarse la asamblea de la Asociación General de 1888, la
delegación de la Asociación de California consideró conveniente organizarse.
Anticiparon que se suscitarían ciertos temas en la asamblea. Uno de los
principales iba a ser la ley en Gálatas 3.
Los delegados se reunieron en “Camp Necessity”, cerca de Oakland,
el 25 y 26 de junio de 1888. Los presentes fueron E.J. Waggoner, A.T. Jones,
C.H. Jones (administrador de Pacific Press); W.C. White (hijo de Ellen White y
miembro del comité ejecutivo de la Asociación General), junto a algunos otros.
W.C. tomó notas sobre las deliberaciones. El 26 de junio de 1888
consideraron Gálatas 3:23 y 4:21. Se determinó que la palabra “añadida”,
referida a la ley —en Gálatas 3:19—, significaba “pronunciada”, al compararla
con Deuteronomio 5:22 y Hebreos 12:19. Ambos textos “se refieren en el original
a la ley moral, en términos similares a Gálatas 3:19… En ningún caso se aplican
a la ley ceremonial” (W.C. White, Camp Necessity, 25-26 junio 1888, Manuscripts and Memories of Minneapolis,
419). Se recordó que J.N. Andrews sostuvo esa misma posición sobre la ley moral
en Gálatas en sus primeros escritos en la Review. Se evocaron también
los sermones de Wesley” (Id. 418; manuscrito 439).
El pastor White recordó posteriormente aquella reunión en “Camp
Necessity” al escribir en estos términos a Dan Jones, secretario de la
Asociación General:
Se
propuso que los redactores de Signs, junto a C.H. Jones y a mí mismo,
así como todos los pastores de California que pudiéramos hacer venir con
nosotros, acudieran a las montañas y dedicaran unos pocos días al estudio de la
Biblia... El pastor McClure estuvo con nosotros parte del tiempo. Dedicamos...
un día al examen de La ley en Gálatas, de Butler, y a otros temas
relacionados con esa cuestión, al final de lo cual el pastor Waggoner leyó
algunos manuscritos que había preparado como respuesta al folleto del pastor
Butler... Al finalizar nuestro estudio, el pastor Waggoner nos preguntó si nos
parecía correcto que él publicara su manuscrito y lo pusiera en manos de los
delegados en la próxima asamblea de la Asociación General, tal como el pastor
Butler había hecho con el suyo. Nos pareció bien que procediera así, y le
animamos a que imprimiera quinientas copias del manuscrito. No hicimos de eso
ningún secreto ni nos dolieron prendas en hacerlo público (Carta de W.C. White
a Dan T. Jones, 8 abril 1890, Boulder, Colorado. Manuscripts and Memories of Minneapolis, 167-168).
E.J. Waggoner preparó su escrito de respuesta a La ley en
Gálatas (de Butler). Lo tituló El evangelio en Gálatas.
Mucho tiempo después, el pastor A.T. Jones escribió sus memorias
de aquel encuentro en la carta que escribió a C.H. Holmes en 1921:
Algún
tiempo antes de que comenzara aquella asamblea pastoral, C.H. Jones, director
general de Pacific Press, W.C. White y algunos otros pidieron al hermano
Waggoner y a mí que los acompañáramos en una salida de unos días a fin de
estudiar juntos las Escrituras a propósito de esas cuestiones “heréticas” que
estaban seguros que surgirían en la asamblea pastoral y en el encuentro de la
Asociación. El viento llevó las noticias de aquella inocente y breve reunión
hasta los hermanos en Battle Creek, como confirmó posteriormente el hecho de
que dieran por sentado que el hermano Waggoner y yo, no contentos con nuestro plan
de revolucionar la doctrina de la denominación, estábamos convenciendo a otros
hermanos y atrayéndolos a nuestra posición, de forma que pudiéramos llegar a la
asamblea ministerial y a la de la Asociación General en Minneapolis con las
fuerzas necesarias para consumar nuestro plan. No fue sino hasta después de
haber concluido el encuentro ministerial y la asamblea, cuando supimos que los
responsables de la Asociación General en Battle Creek albergaban esos
pensamientos sobre nosotros, y no habiendo podido imaginar jamás algo así,
llegamos al encuentro ministerial y la asamblea tan ignorantes sobre lo que
pensaban ellos, como sobre lo que ellos creían que nosotros pensábamos. Y así, llegamos
al encuentro en total inocencia, no esperando otra cosa excepto el estudio
sincero de la Biblia a fin de conocer la verdad (Carta de A.T. Jones a C.H.
Holmes, 12 mayo 1921, Washington D.C. Manuscripts and Memories of Minneapolis,
328).
Entonces sucedió algo inesperado en el encuentro campestre de
California de septiembre del 1888. Según el pastor White:
Se
suscitó en algunos un espíritu muy amargo contra los pastores Waggoner y Jones,
instigado en parte —creo— por las alusiones personales contenidas en el folleto
del hermano Butler, y en parte a un viejo resentimiento de familia contra el pastor
Waggoner padre. Tuvimos una asamblea pastoral en la que se criticó casi cada
una de las expresiones de esos hermanos relacionadas de forma directa o remota
con la cuestión de Gálatas, pero los hermanos que se oponían a las enseñanzas
de ellos no estuvieron dispuestos, ni a examinar imparcialmente el tema, ni a
dejarlo de lado. Preferían dedicarse a su disección... (Carta de W.C. White a
Dan T. Jones, 18 marzo 1890, Boulder, Colorado. Manuscripts and Memories of Minneapolis, 170).
W.C. White y Ellen White desvelaron con posterioridad cuál fue el
“viento [que] llevó las noticias” de aquella reunión pastoral en California a
los responsables de la Asociación General en Battle Creek.
W.M. Healey era pastor y evangelista en la Asociación de
California. El pastor W.C. White escribió:
Ignoro
qué fue lo que el pastor Healey escribió al pastor Butler, pero aparentemente
le dejó con la impresión de que estábamos tramando un plan secreto, siendo que
nosotros suponíamos estar obrando en perfecta armonía con los planes del pastor
Butler (Id.; original sin cursivas).
Ellen White escribió al pastor W.M. Healey lo que sigue:
Sus
suposiciones respecto a la posición y obra de los pastores A.T. Jones y E.J.
Waggoner fueron incorrectas. Sus cartas al pastor Butler para prevenirle sobre
algo fueron totalmente engañosas. Él quemó esas cartas para que nadie pudiera
conocer la fuente de su información. El resultado de esas cartas ha sido
retardar en años la obra de Dios, y convertir mi labor en severa y extenuante.
Tenemos
bastante con una experiencia como la de Minneapolis, a resultas de sus cartas
insensatas. Esa experiencia ha dejado su impronta para el tiempo y la
eternidad. Mi hermano, le ruego por causa de Cristo que sea cuidadoso en
implantar semillas de incredulidad en otras mentes, y producir resultados tan
tristes como los que hemos visto en el pasado (Carta de E.G. White a W.M.
Healey, 21 agosto 1901, Los Angeles, California. The Ellen G. White 1888
Materials, 1759 y 1760).
Ellen White había dicho a Healey con anterioridad: “Debido a que
llegué desde la costa del Pacífico, dedujeron que había sido influenciada por
W.C. White, Dr. Waggoner y A.T. Jones” (Ellen White, Carta a W.M. Healey, 9
diciembre 1888, Battle Creek, Michigan, op. cit. 186). Explicó que como
resultado de lo que Healey escribió al presidente de la Asociación General,
ella misma había venido a ser considerada como sospechosa de haber sido
influenciada por el trío.
Butler y Smith habían concluido que Ellen White estaba siendo
influenciada por E.J. Waggoner, A.T. Jones y el propio hijo de ella. Se
arrojaba así una duda en cuanto a la fuente de sus consejos a la iglesia. De
esa forma los hermanos de Battle Creek llegaron a creer en la existencia de una
“conspiración de California” (“Algunos habían llegado pensando que había una
conspiración de parte de los californianos para imponer sus doctrinas en la
iglesia mediante su sesión previa a Minneapolis...” Carta de Dan T. Jones a
J.H. Morrison, 17 marzo 1890, Battle Creek, Michigan).
Ellen White confirmó la existencia de ese sentimiento en la
asamblea de Minneapolis y antes de ella:
Se
me representó como si hubiera faltado a la verdad cuando hice la declaración de
que no había intercambiado ni una palabra, o sostenido conversación con los
hermanos Jones y Waggoner ni con mi hijo Willie a propósito de la ley en
Gálatas. Si hubieran sido tan francos conmigo como lo fueron al hablar unos con
otros en mi contra, podría haberles aclarado todo al respecto. Repetí esto
varias veces, porque vi que estaban determinados a no recibir mi testimonio.
Pensaban que habíamos venido todos a la asamblea en perfecta compenetración y
acuerdo para defender la ley en Gálatas (Carta de Ellen White a Dear Children
of the Household, 12 mayo 1889. The Ellen G. White 1888 Materials, 310-311).
Los dirigentes hicieron oídos sordos a los llamamientos de Ellen
White a que se investigara la Escritura y se discutiera abiertamente en la
próxima asamblea de la Asociación General. A partir de la información que recibían
dedujeron que ella estaba siendo influenciada por los hermanos de la costa del
Pacífico.
La Asociación General estaba procurando excluir del encuentro la
discusión sobre la ley. Les parecía que los llamamientos de Ellen White a
mostrarse abiertos beneficiaban a Waggoner, Jones y W.C. White. Este último
había escrito al pastor Butler respecto a tener una asamblea pastoral en la que
pudieran discutirse asuntos doctrinales. Todo parecía encajar. La dirección de
la iglesia estaba convencida de que iba a tener lugar un esfuerzo concertado
para sabotear doctrinalmente la asamblea.
Las voluntades estaban resueltas. Daban crédito a la teoría de la
conspiración. Ellen White dijo en referencia a los hermanos de Battle Creek:
Anticipaban
que se suscitaría la ley en Gálatas, y acudirían pertrechados y dispuestos a
resistir cualquier cosa vieja o nueva que procediera de esos hombres de la
costa del Pacífico (Id. 308).
Uriah Smith confirmó que ese era su estado mental al acudir a la
asamblea de 1888. Posteriormente (1890) escribiría a Ellen White:
El
siguiente paso desafortunado, creo, fue cuando se reunieron los hermanos en
California justo antes de la asamblea de Minnesota [Minneapolis], e hicieron
sus planes para plasmar y llevar sus puntos de vista sobre los diez cuernos y
la ley en Gálatas a aquella asamblea. Sólo por una carta procedente de
California fuimos informados de ello unos pocos días antes que comenzara la
asamblea. Me costaba creer que fuera así, pero una vez que llegamos allí el
informe resultó pronto confirmado. El hermano Haskell acudió a mí preguntándome
cómo creía que sería mejor presentar esas cosas. Le dije que en mi opinión lo
mejor era no presentarlas en absoluto; que no traerían más que confusión a la
asamblea, y que sólo harían mal y no bien. Pero él me dijo que los hermanos de
California estaban decididos a presentarlas, y así sucedió. Tal como temía,
casi arruinaron la asamblea. De no haberse presentado esas cuestiones
perturbadoras, no veo por qué no hubiéramos podido disfrutar de una asamblea
tan placentera y bendecida como las que siempre habíamos gozado (Carta de Uriah
Smith a Ellen White, 17 febrero 1890, Battle Creek, Michigan. Manuscripts and Memories of Minneapolis,
154).
A.T. Jones afirmó ignorar totalmente que las mentes de los
hermanos albergaran aquellas sospechas. “Llegamos al
encuentro en total inocencia, no esperando otra cosa excepto el estudio sincero
de la Biblia a fin de conocer la verdad” (Carta de A.T. Jones a C.H.
Holmes, 12 mayo 1921, Washington D.C. Manuscripts
and Memories of Minneapolis, 328).
W.C. White dijo:
Llegué
al encuentro de Minneapolis con la inocencia de una paloma, mientras que mis
viejos amigos en B.C. [Battle Creek] e incluso mis propios parientes estaban
diciendo las cosas más amargas contra mí... (Carta de W.C. White a Dan T.
Jones, 8 abril 1890, Boulder, Colorado. Manuscripts
and Memories of Minneapolis, 171).
El pastor W.C. White acudió a Minneapolis convencido de que se
habían dispuesto las cosas con el pastor Butler de modo que pudiera haber una
discusión sobre la ley en Gálatas en la asamblea ministerial.
El pastor Waggoner vino preparado con sus “libros de referencia”.
Lo que encontró fue una oposición decidida. Tal como describió el pastor White:
Nunca
pudimos comprender por qué nuestros hermanos de B.C. [Battle Crek] tuvieron que
oponerse a ese tema, y aducir que la propuesta de discutir esas cuestiones les
venía totalmente por sorpresa, siendo que por sus mismas acciones podíamos
apreciar que no les venía por sorpresa (Id. 170).
El pastor Rupert distribuyó entre los delegados “varios cientos”
de copias del folleto escrito por el pastor Butler La ley en Gálatas, lo
que demuestra que los hermanos de Battle Creek habían anticipado las
discusiones.
En los tres años precedentes el pastor Butler había enfermado en repetidas
ocasiones. Manifestó que su resistencia se había visto mermada por el estrés
derivado de sus pesadas responsabilidades como presidente de la Asociación
General. Creía que aquel asunto de la ley en Gálatas era un mal “innecesario e
injustificable” (Carta de G.I. Butler a Ellen White, 1 octubre 1888, Battle
Creek, Michigan. Manuscripts and Memories
of Minneapolis, 80). Llegó incluso a culpar a Ellen White por su estado de
enfermedad entre mayo y agosto de 1888. Le escribió: “Nunca he dudado de que la
causa de esta enfermedad que dura ya cuatro meses es la tristeza de corazón que
me produjo la posición que usted tomó” (Id. 82).
Ellen White no había respondido —desde Suiza— a las peticiones de
ayuda que Butler le hiciera durante el año 1886 para contrarrestar a Waggoner y
Jones. La carta que Ellen White escribió el 18 de febrero de 1887 a los hombres
jóvenes era lo que Butler estaba esperando para condenar la posición de ellos.
Escribió a Ellen White:
Han
existido simplemente dos posiciones sobre este tema de la ley añadida: la que
sostuvo el pastor Waggoner de que la ley se refiere a los diez mandamientos
morales, y la otra consistente en que la ley añadida se refiere a las leyes
particularmente judías... Esos son los puntos sobre los que se centra todo el
asunto que ha venido siendo objeto de debate y controversia durante años (Id.
88).
El pastor Butler protestó con vehemencia cuando Waggoner publicó sus
lecciones de Escuela Sabática en Youth Instructor durante el verano de
1886 (Id. 91). A finales de aquel mismo verano se publicó la “larga serie” de
artículos sobre Gálatas 3 en The Signs of the Times, que llegó a unos veinte
mil lectores (Id. 92). Eso lo percibía como un desafío directo al liderazgo y
autoridad doctrinal de la iglesia. Era deber del presidente pronunciarse. El pastor
Butler se quejó a Ellen White en estos términos: “Nunca me respondió palabra
sobre ello, ni prestó la más mínima atención a esas cosas...” (Id. 94).
Sentía que todas aquellas preocupaciones le habían hecho enfermar hasta
el punto de que ahora estaba presto a deponer sus responsabilidades. No podría
asistir a la asamblea de Minneapolis. Otros habrían de defender la causa.
Debería quedarse en casa (en Battle Creek) y dedicarse al cuidado de su propia
salud y la de su esposa. Pero urgió a los leales a que “permanecieran en
los hitos”.
Ellen White de modo alguno aceptó la acusación de ser la culpable
de la enfermedad de Butler:
Si
es que mi carta tuvo en usted consecuencias tan importantes como causarle los
cinco meses de enfermedad, no se me debe tener por responsable de ello, ya que
si usted la hubiera recibido con el espíritu adecuado no habría producido esos
resultados. Le escribí con espíritu angustiado respecto a su curso de acción en
la asamblea de la Asociación General de hace dos años [en 1886]. Ese encuentro
no complació al Señor. Su espíritu, mi hermano, no fue el debido. La forma en
que manejó el caso del Dr. Waggoner fue quizá según usted dispuso, pero no según
dispone Dios (Id. 96-97).
Al llegar el tiempo de la asamblea de Minneapolis en 1888, había
tales sospechas por parte de los hermanos de Battle Creek respecto a los
delegados de California, que llegaron a creer que tenían preparada una
conspiración para secuestrar la denominación respecto a la ley en Gálatas 3.
Los hermanos de California ignoraban aquellas sospechas. Ese fue
el contexto de la fatídica asamblea de 1888.
El evangelio en el libro de Gálatas
(índice)
Había dos documentos clave en la discusión que mantenían los
pastores George I. Butler y Ellet J. Waggoner. George Butler había preparado
una carta abierta dirigida a los delegados de la asamblea de la Asociación
General de 1886, titulado La ley en el libro de Gálatas. La respuesta de
E.J. Waggoner se tituló El evangelio en el libro de Gálatas (la carta de
Waggoner a Butler estaba fechada a 10 de febrero de 1887, pero evitó publicarla
hasta la asamblea de la Asociación General de 1888 en Minneapolis. R. Dewitt
Hottell estaba leyendo El evangelio en Gálatas y La ley en el libro
de Gálatas tras el encuentro de Minneapolis, el 10 de noviembre de 1888. Clinton L. Wahlen, Andrews University Seventh-day Adventist Theological
Seminary, 1988, 70-77). Los respectivos títulos revelaban mucho acerca de lo que cada uno
de los dos autores consideraba el tema central de la epístola a los Gálatas.
Butler enfatizaba la ley, mientras que Waggoner se centraba en el evangelio. Aquellos
dos documentos enmarcaron los asuntos discutidos en la asamblea de la
Asociación General de 1888 en Minneapolis.
El pastor Butler decía respecto a Gálatas 3:
La ley “añadida a causa de las
transgresiones” apunta inconfundiblemente al sistema reparador, temporal en su
duración, “hasta que viniera la descendencia”. Se hace referencia a la ley
moral como siendo la ley transgredida, pero la ley “añadida” de la que habla
Pablo hacía figurativamente provisión para esas transgresiones hasta que
tuviera lugar el Sacrificio real (G.I. Butler, The Law in the Book of
Galatians: Is It the Moral Law, or Does It Refer to that System of Laws
Peculiarly Jewish? Review and
Herald Publishing House, Battle Creek, Michigan, 1886, 44).
El pastor
Waggoner replicó:
Si bien la ley existía en toda su
fuerza antes del éxodo, no obstante, “vino”, “entró”, fue pronunciada o
“añadida” en aquel tiempo. ¿Con qué propósito? “para que el pecado abundara”
(Rom 5:20); es decir, “a fin de que el pecado, por medio del mandamiento,
llegara a ser extremadamente pecaminoso” (Rom 7:13), para que aquello que era
pecado se pudiera ver de forma clara que lo era. Así, [la ley] entró, o fue
añadida “a causa de las transgresiones” (Gál 3:19). De no haber sido por las
transgresiones, no habría sido necesario que la ley entrara en Sinaí. ¿Por qué
entró a causa de las transgresiones? “Para que el pecado abundara” (Rom 5:20),
para hacerlo más evidente que nunca antes, de forma que los hombres pudieran
ser llevados a la sobreabundante gracia de Dios manifestada en Cristo. De esa
forma fue una guía —un pedagogo— para traer a los hombres a Cristo a fin de que
fueran justificados por la fe y hechos justos por Dios en Cristo. Por
consiguiente, más delante se afirma que la ley no va contra las promesas de
Dios. Obra en sintonía con la promesa, ya que en ausencia de ella, [la ley]
quedaría sin efecto. Eso da testimonio de la perpetuidad de la ley de la forma
más enfática (E.J. Waggoner, The Gospel in the Book of Galatians. A
Review, Pacific Press, Oakland, California: 1888, 26-27).
Butler había afirmado respecto al pedagogo:
… aquel sistema de ley
provisional, temporal, en el que los judíos y prosélitos estaban “encerrados”,
“confinados” hasta que fuese derribada la “pared intermedia de separación” (Efe
2:14). Se trataba de un sistema “severo”, de un “yugo de servidumbre” que no
podían soportar, que iba “contra” ellos, que les era “contrario” (G.I. Butler,
op. cit., 53).
Algunas declaraciones de Butler mostraban insinuaciones sutiles respecto
a planes de salvación diferentes en una dispensación y en la siguiente. Por
ejemplo: “Pero la ley ‘añadida’ de la que habla Pablo, hacía figurativamente
provisión para esas transgresiones hasta que tuviera lugar el Sacrificio real”.
Según eso, el perdón de los pecados no era una realidad para los hebreos del
Antiguo Testamento, sino algo figurativo. Butler caminaba en el filo de aquella
sutileza:
Por consiguiente no era apropiado
continuar manteniendo aquella pared de separación entre ellos y los demás.
Ahora estaban todos en un mismo nivel a la vista de Dios. Todos debían
acercarse a él mediante el Mesías que vino al mundo; sólo por él podía el
hombre sr salvo (G.I. Butler, op. cit. 10).
El pastor Waggoner detectó dos sistemas de salvación en el esquema
del pastor Butler: uno mediante el sistema reparador para los judíos antes de
la primera venida de Cristo, y otro mediante el Mesías para judíos y gentiles
después de la cruz. Waggoner respondió sin rodeos a Butler:
Sus palabras parecen indicar que
antes de la primera venida, los hombres se acercaron a Dios mediante la ley
ceremonial, y que después de ella lo hicieron mediante el Mesías; pero hemos de
ir fuera de la Biblia para encontrar respaldo a la idea de que alguien haya
podido jamás acercarse a Dios, excepto mediante Cristo. Amós 5:22, Miqueas
6:6-8 y muchos otros textos muestran de forma concluyente que por ella misma la
ley ceremonial nunca podía lograr que las personas se llegaran a Dios (E.J.
Waggoner, op. cit. 12).
El pastor Butler se refirió a un perdón figurado de los pecados,
previamente a la primera venida.
Se hace referencia a la ley moral
como siendo la que se transgredió. Pero la ley “añadida” de la que habla Pablo
hacía provisión para el perdón de esos pecados en figura, hasta tanto no
fuera ofrecido el auténtico sacrificio (G.I. Butler, op. Cit. 44; original
sin cursivas).
Waggoner expresó su consternación ante la declaración de Butler.
…lamento apreciar que la cita a la
que acabo de aludir contiene una idea que últimamente se ha venido enseñando en
cierta medida. Consiste en que el perdón de los pecados era solamente figurado
en la así llamada dispensación judía. Sus palabras indican claramente que no
existía perdón real de los pecados hasta que fuera ofrecido Cristo, el
auténtico sacrificio (E.J. Waggoner, op. cit. 29).
Waggoner se dio cuenta de que la teología de Butler restringía la
salvación solamente a la generación que vivió tras la primera venida.
Pero usted sostiene que el apóstol
está razonando acerca de dispensaciones, y no acerca de experiencias personales,
y que llevarlos a Cristo tiene el sentido de llevarlos hasta su primera venida
y al “sistema de fe que entonces quedó inaugurado”. Pero esa es la posición más
débil de cuantas podía tomar, ya que si el significado fuera ese, la conclusión
obligada es que la ley cumplió su propósito solamente en favor de la generación
que estaba viva en la primera venida de Cristo. Jamás vino ninguna otra
[generación] a Cristo en el sentido en el que usted emplea el término. A fin de
que la ley pudiera llevar a los hombres a Cristo según el sentido que usted le
da a esa expresión —su primera venida—, se habría tenido que prolongar la vida
de ellos. Adán habría tenido que vivir al menos cuatro mil años. Permítame
repetirlo: el texto no dice que la ley fuera un pedagogo con la misión de
señalarles a Cristo; dice que tenía que llevarlos a él (E.J. Waggoner, Ibid. 44).
La postura de Butler consistente en que el “pedagogo” o guía era
la ley ceremonial durante la antigua dispensación, forzaba a Gálatas 3:24 a que
dijera que aquellos rituales “llevaban” a quienes los observaban al Cristo de
la nueva dispensación. Una comprensión del texto dispensacionalista como esa,
fuerza a un literalismo que es manifiestamente absurdo. Para que se cumpliera
el texto, Adán, quien sacrificó un cordero por sus pecados, habría tenido que
vivir mediante la ley hasta la venida de Cristo. Pero si se comprende Gálatas
3:24 en referencia a las “experiencias personales”, entonces no es un texto
dispensacionalista, sino descriptivo de la experiencia del corazón una vez que
la ley moral lo convence de pecado y de justicia en Cristo.
El pastor Butler aceptaba la justicia por la fe, pero en su agenda
lo más importante era guardar la ley y el sábado. Según él, Dios dio a Israel
la ley ceremonial bajo el antiguo pacto a fin de apartarlo del resto del mundo
como su especial pueblo escogido. Si obedecían aquellas ordenanzas, vivirían.
En la teoría de Butler los dos pactos eran casi dos métodos de
salvación, dado que enfatizaba el propósito del símbolo o tipo, en detrimento
de la propia experiencia del corazón de la que debiera atestiguar. El antiguo
pacto se aplicaba a Israel antes de Cristo, y el nuevo a los israelitas
espirituales después de Cristo. Es como si la salvación por las obras fuera
sólo para los judíos en la antigua dispensación. Fueron elegidos por encima de
todos los demás.
El pastor Waggoner vio la ley moral como habiendo sido ordenada
para vida. Cuando el hombre pecó, cayó bajo su condenación y penalidad. Los
diez mandamientos fueron “añadidos” o “pronunciados” en el Sinaí, debido a que
los hijos de Israel, a diferencia de Abraham, no reconocieron su pecaminosidad.
Dios dio prominencia a la ley moral a fin de traer a Israel a Cristo, su
justicia. La ley no tenía una función dispensacionalista. Los diez mandamientos
siempre han servido el propósito de llevar a los pecadores culpables a
los pies de la cruz, de forma que puedan ser salvos por la fe de Jesús.
El antiguo sistema reparador de los sacrificios era la forma en la
que se expresaba la fe en Cristo. Había existido antes del Sinaí para Abel, Noé
y Abraham. Aquellos patriarcas se valieron de él. Los sacrificios no eran el
medio para obtener el perdón de los pecados. Únicamente Cristo perdonaba
los pecados. Quienes participaban en las ordenanzas por la fe en Cristo
demostraban en ello que era genuina su fe en el futuro sacrificio de su
Salvador. Ese sistema perdió el significado como expresión personal de fe, una
vez que Cristo murió en la cruz.
Waggoner llegó a su comprensión de la justificación por la fe a
partir de su comprensión de los pactos. El viejo pacto consistía esencialmente
en “obedece y vive”. Consistía en la promesa autosuficiente del pueblo: “Haremos
todo lo que Jehová ha dicho” (Éxodo 19:8). Aquella proclama pretenciosa no
tenía presente la pecaminosidad del ser humano. Situaba a quien se había
comprometido a cumplir su promesa en un penoso yugo de esclavitud, ya que por sí
mismo carecía de poder para obedecer la ley. La mentalidad del viejo pacto era
una condición del corazón, por consiguiente, el viejo pacto no podía estar
ligado al tiempo histórico (a una dispensación). Todos los que alberguen una
mentalidad semejante en su relación con Dios están igualmente bajo el yugo del viejo
pacto sin importar en que época vivan.
En contraste, el nuevo pacto se basa enteramente en la promesa de
Dios, quien dio su salvación a todos los que creyeran en Cristo. La condición
para la salvación es la perfecta obediencia a la ley de Dios. Cristo satisfizo
dicha condición. Esa fue la promesa que Dios hizo a Abraham, Isaac y Jacob.
Dios la renovó a Israel en el Sinaí, pero su pueblo —en su mayor parte— la
rechazó por su incredulidad.
El pacto eterno existía tan ciertamente en los tiempos del Antiguo
Testamento, como en los que siguieron a la primera venida de Cristo y a su
muerte en la cruz. La ratificación del nuevo pacto no tuvo lugar hasta ser
derramada la sangre de Cristo. No obstante, la efectividad de la salvación no
era menos real antes de la cruz. Después de la cruz los creyentes disfrutan de
la realidad de la confirmación del nuevo pacto y pueden mirar
retrospectivamente con fe a lo sucedido en el Calvario de igual forma en que
los creyentes del Antiguo Testamento lo podían mirar de forma prospectiva por
la fe (Juan 8:56).
Aquellas dos cartas abiertas sobre Gálatas escritas por G.I.
Butler y E.J. Waggoner son una fuente primaria que permite determinar cuáles
fueron los asuntos discutidos en la asamblea de la Asociación General de
Minneapolis en 1888. Dicho de forma sucinta: el tema fue la justicia por la fe
en su correcta relación con la ley de Dios. Waggoner vio la justificación por
la fe como siendo el gran tema en el asunto del viejo y nuevo pacto.
En la teología de Waggoner los diez mandamientos eran el “ayo”, el
guía o pedagogo que llevaba al pecador “a Cristo, a fin de que fuéramos
justificados por la fe” (Gál 3:24).
Asamblea de 1888 en Minneapolis
(índice)
El encuentro pastoral comenzó el miércoles 10 de octubre, y duró
hasta el día 16. Tuvo lugar en la iglesia de la 4ª Avenue
South and Lake Street, Minneapolis, Minnesota (según cronología de Clinton
Wahlen, Selected Aspects of Ellet J.
Waggoner’s Eschatology and Their Relation to His Understanding of Righteousness
by Faith, 1882-1895. Andrews University Seventh-day Adventist Theological Seminary,
1988. 71-77). Las reuniones tuvieron lugar en el sótano de la iglesia.
Continuaron hasta la primera reunión de la asamblea de la Asociación General,
el 17 de octubre.
Al inicio del encuentro, Ellen White escribió a su nuera Mary
White en relación con la carta que le envió el hermano Butler conteniendo
aquellas diatribas hacia ella:
El
pastor Butler me ha enviado una larga carta, una curiosa retahíla de
acusaciones y cargos contra mí, pero esas cosas no me alteran... Los pastores
Smith y Butler son muy contrarios a que se hable de la ley en Gálatas, pero no
veo la forma en que eso pueda evitarse... Mañana al mediodía se presentará y
discutirá la ley en Gálatas (Carta de Ellen White a Mary White, 9 octubre 1888,
Minneapolis, Minnesota. The Ellen G. White 1888 Materials, 66-68).
La noche del sábado 13 de octubre se leyó una larga carta del pastor
Butler a los delegados, que les hizo permanecer allí hasta las diez. Ellen
White escribió a Mary White: “La carta del pastor Butler ha sido una buena manera
de iniciar esta cuestión, así que estamos en ello” (Id. 68).
El lunes 15 de octubre, E.J. Waggoner comenzó una serie de nueve
presentaciones sobre la ley y el evangelio. Dio su séptima presentación el
jueves 18 de octubre a las 9 de la mañana. Habló sobre la ley en Gálatas (R.
Dewitt Hottel, Diary of R. Dewitt Hottel, Quicksburg, VA-1888, The Ellen G.
White 1888 Materials, 506).
No hay duda posible en cuanto al tema que Waggoner expuso en las
presentaciones. Consistía en la relación entre la justificación por la fe y la
ley moral. Más adelante relacionó la ley y los pactos de Gálatas 3 con la
justificación. La adecuada comprensión de lo anterior constituía el mensaje del
tercer ángel de Apocalipsis 14:12.
El viernes 19 de octubre, en su séptima presentación, Waggoner
citó Gálatas 3:17:
Esto,
pues, digo: El pacto previamente ratificado por Dios para con Cristo, la ley
que vino cuatrocientos treinta años después, no lo abroga, para invalidar la
promesa.
A continuación comparó “el pacto hecho con Abraham con el segundo
pacto” (W.C. White, Notes Made at Minneapolis, Minnesota, octubre 1888, The
Ellen G. White 1888 Materials, 424). Su implicación era que el “pacto
eterno” era el mismo que la promesa del “segundo pacto” que Dios hizo con
Abraham mediante Cristo.
El sábado 21 de octubre, Waggoner presentó su octavo tema:
A
las 9 de la mañana el pastor Waggoner continuó sus presentaciones sobre la ley
y el evangelio. Las Escrituras objeto de consideración fueron el capítulo quince
de Hechos, y el segundo y tercero de Gálatas, que comparó con Romanos cuatro y
otros pasajes en Romanos. Su propósito fue mostrar que el punto principal de
controversia era la justificación por la fe en Cristo, fe que nos es contada
por justicia tal como sucedió con Abraham. El pacto y promesas hechas a Abraham
son el pacto y promesas que se nos hacen a nosotros (Third Day’s Proceedings, viernes
19 octubre 1888, General Conference Daily
Bulletin
2, 1, 21 octubre 1888, 1).
En cierto punto de su presentación, Waggoner abordó la alegoría de
Sara y Agar en Gálatas 4:21, y sostuvo que el viejo pacto (Agar) era una
condición de salvación por las obras que seguía coexistiendo juntamente
con el nuevo pacto (tal como afirmó en The Glad Tidings —Oakland, California:
Pacific Press Publishing Co., 1900, 184). Según refieren las notas recogidas
por R.T. Nash (Carta de R.T. Nash a Ellen G. White Estate, 25 junio 1955;
Document File 189), quien era delegado en 1888, el pastor Morrison refutó a
Waggoner señalando que los adventistas siempre habían creído en la
justificación por la fe, y que eran hijos de la libre según la alegoría de
Gálatas cuatro.
El lunes 22 de octubre, el pastor Waggoner presentó su noveno
tema. Consistió en “una discusión sobre la ley en Gálatas, o justificación por
la fe, que duró hora y media” (They Are for Temperance, Minneapolis Tribune, 23
octubre 1888, 5. The
Ellen G. White 1888 Materials, 557). “El pastor Waggoner habló en la
primera sesión matinal sobre el tema de ‘los dos pactos y su relación con la
ley’” (“Sabbath Disclosures,” St. Paul
Pioneer Press, 22 octubre 1888, 6. The Ellen G.
White 1888 Materials, 582).
El martes 23 de octubre se asignó un tiempo de réplica a Uriah
Smith, R.M. Kilgore y J.H. Morrison, quienes disertaron sobre la ley en
Gálatas. El pastor Morrison había sido comisionado por la Asociación General
para presentar la posición tradicional sobre la ley en Gálatas. Para Ellen
White aquel sería un día decisivo.
El pastor R.M. Kilgore hizo aquel día ciertas declaraciones a las
que Ellen White se referiría en su “sermón matinal” del 24 de octubre en estos
términos:
Si
el hermano Kilgore hubiese estado caminando en estrecha unión con Dios, jamás
hubiera recorrido el terreno por el que transitó ayer ni hubiera hecho la
afirmación que hizo en relación con el asunto objeto de investigación. Dijo que
a pesar de haber estado años manejando constantemente la Palabra de Dios, no
deben traer ninguna luz nueva ni presentar ningún argumento nuevo. No obstante,
no están dispuestos a dar razón de la esperanza que tienen, debido a estar
ausente cierto hombre. ¿Acaso no hemos estado todos considerando este tema? (Ellen
White, Morning Talk, 24 octubre 1888. The
Ellen G. White 1888 Materials, 151).
Ellen White explica cómo el hermano Kilgore afirmaba que el pastor
E.J. Waggoner no debía presentar aquella “nueva luz” de la ley moral en Gálatas
3, debido a que no estaba presente el pastor Butler.
Las notas de W.C. White sobre la asamblea de 1888 proveen ciertos
detalles adicionales respecto a las aseveraciones del hermano Kilgore. En
representación de la Asociación General, Kilgore dijo:
Me
opongo a que se considere la cuestión, especialmente tras haberse dicho que el
Dr. W [Waggoner] fue falsamente representado. He considerado que es
desafortunado traer aquí este asunto. Si W [E.J. Waggoner] hubiera estado
enfermo, me hubiera opuesto igualmente. [no hacer así] Es un acto de cobardía.
Nunca ha existido una oportunidad como la que ha tenido el Dr. W [Waggoner]. Me
preocupa otra cosa: la experiencia habida hace 16 años. El informe “Examen al pastor
[J.H.] Waggoner” (W.C. White, Notes Made at Minneapolis,
octubre 1888. The Ellen G. White 1888
Materials, 424).
El pastor Kilgore creía que no estando presente el pastor Butler,
la discusión relativa a la ley en Gálatas estaba fuera de lugar. De haber sido
el pastor E.J. Waggoner quien hubiera estado ausente por enfermedad, habría
objetado igualmente que el tema se discutiera en aquella asamblea. Sostenía que
el proceder que se había seguido concedía una ventaja injusta al pastor
Waggoner al permitirle airear sus creencias entre los delegados. Además, ¿no
habían denunciado ya los Testimonios la interpretación de la ley moral en
Gálatas que hizo el pastor J.H. Waggoner dieciséis años antes?
El miércoles 24 de octubre Ellen White se dirigió a los delegados
en relación con el intento del hermano Kilgore de aprobar una resolución en la
asamblea que pusiera fin a la discusión de la ley en Gálatas. Ellen White dijo:
…y
entonces tomar la posición de que debido a que el pastor Butler no estaba allí,
no se debía abordar ese tema. Sé que eso no viene de Dios...
Alguien
me dirá: “Sus oraciones y su discurso van por el camino del Dr. Waggoner”. Os
quiero decir, mis hermanos, que no he tomado posición alguna; no he tenido
conversación alguna con el doctor ni con ningún otro sobre ese tema, y no estoy
aún en disposición de decantarme... Si las posiciones del pastor Waggoner
fueran incorrectas, ¿qué derecho tiene alguien para levantarse y decir lo que dijo
ayer aquí? Si tenemos la verdad, se sostendrá. ¿Es necesario que venga el pastor
Butler a decirnos en qué consisten estas verdades que hemos manejado por años?
...pastor
Kilgore, quedé más consternada de lo que puedo expresar cuando le oí hacer esa
declaración, y he perdido la confianza en usted (Ellen White, Morning Talk, 24
octubre 1888. The Ellen G. White 1888
Materials, 151-153).
Ellen White expresó claramente su confianza en la habilidad de
Dios para conducir a su pueblo cuando este se confiaba a las Escrituras, y no a
las opiniones de siquiera los hombres más eminentes.
Después siguió una refutación por parte del experto en debates
J.H. Morrison, presidente de la Asociación de Iowa. R.T. Nash recordó lo que
sigue: “La oposición eligió a un hombre para hablar a sus mentes en esa
línea... El pastor J.H. Morrison era su portavoz”
(R.T. Nash, An Eyewitness Account. The
Ellen G. White 1888 Materials, 352). Morrison puso una pizarra en la que aparecían escritas las dos
propuestas en conflicto:
1. “Se aprueba
que la ley en Gálatas es la ley ceremonial” Firmado, J.H. Morrison.
2. “Se aprueba
que la ley en Gálatas es la ley moral”.
Esperaba que el Dr. Waggoner firmara esa segunda propuesta, pero
él rehusó entrar en ese juego aduciendo que no había venido a debatir (LeRoy E.
Froom, Movement of Destiny, Washington,
D.C.: Review and Herald Publishing Association, 1971, 243).
El pastor Morrison “se opuso a la presentación del tema por la
razón de que no había nadie entre los presentes que lo hubiera estudiado especialmente”
(The Ellen G.
White 1888 Materials, 424). Entonces abordó directamente el
tema de “la ley en Gálatas. Se trata de si confiamos en guardar la ley que se
debe guardar, o bien en una que no debe guardarse” (Id. 425). Para Morrison, la
ley a la que se refería Pablo en Gálatas como “una que no debe guardarse”, era
la ley ceremonial. “¿Cuál es el tema en Gálatas? La ley de Moisés...” (Id.). En
cierto momento afirmó que la ley aludida en Gálatas 5:3 era “otra ley global,
de la que la circuncisión es una parte” (Id.).
Según informan las notas manuscritas que W.C. White tomó en la
ocasión, el pastor J.H. Morrison dijo en relación con Gálatas 3: “El argumento
de Pablo en el capítulo 3 [de Gálatas]... Yugo de servidumbre, la ley
ceremonial...” (Id. 426). Morrison lideraba la posición de la ley ceremonial en
Gálatas 3.
El pastor J.H. Morrison habló sobre Gálatas 5:1. “¿Qué significa
yugo de servidumbre y ley de libertad? El yugo no era la ley de los Diez
Mandamientos, sino los preceptos ceremoniales” (Id.).
A propósito de las disertaciones de los pastores R.H. Kilgore, U. Smith
y J.H. Morrison, Ellen White escribió:
Cuando
llegaron por la mañana a la reunión me sorprendió oír al pastor Kilgore dar ese
tipo de discurso que presentó ante una gran audiencia de creyentes e
incrédulos, un discurso que sabía que no podía venir dictado por el Espíritu
del Señor. Le siguió el pastor Smith, quien había hecho afirmaciones similares
antes que el hermano Morrison iniciara su discurso. Todo eso estaba calculado
para ganar las simpatías, y yo sabía que no era según Dios. No era divino, sino
humano. Y por primera vez comencé a pensar que al fin y al cabo quizá no
estábamos sosteniendo puntos de vista correctos sobre la ley en Gálatas, ya que
la verdad no necesita de un espíritu como ese para sostenerse (Ellen White,
Looking Back at Minneapolis, diciembre 1888. The Ellen G. White 1888 Materials,
221; original sin cursivas).
Eso revela que hasta entonces Ellen White había sostenido el punto
de vista tradicional sobre la ley ceremonial en Gálatas 3. Fueron los discursos
peyorativos de Kilgore, Smith y Morrison —calculados para ganar “las simpatías”
del auditorio— los que le hicieron cuestionarse por primera vez si era correcta
la interpretación de la ley ceremonial en Gálatas 3.
Fue el espíritu manifestado en aquellos discursos lo que la llevó
a reconsiderar su posición. Pasaría algún tiempo antes que apoyara la posición
de Waggoner sobre la ley moral en Gálatas 3, pero allí tuvo su punto de
inflexión. Comenzó entonces a dudar de la posición sostenida por los
tradicionalistas sobre la ley en Gálatas, debido al espíritu que manifestaron
Kilgore, Smith y Morrison al defenderla.
¿Cuál fue el espíritu manifestado por E.J. Waggoner en sus
presentaciones? Ellen White dijo: “Insistí en la necesidad de que hubiera un
espíritu correcto, que se manifestara un espíritu cristiano tal como el que
demostró el pastor E.J. Waggoner en todas las presentaciones de sus puntos de
vista” (Ellen White, Looking Back at Minneapolis, Ms 24, 1888. op. cit., 219).
Es evidente que Waggoner no prejuició a su audiencia mediante una actitud
cuestionable.
El domingo 4 de noviembre, el último día de la asamblea, Ellen
White escribió a su nuera Mary White:
Ha sido un encuentro muy fatigoso,
ya que Willie y yo hemos tenido que estar alerta en todo momento a fin de que
no se emprendieran acciones o aprobaran resoluciones que fueran en detrimento
del futuro de la obra (Ellen White, Carta a Mary White, 4 noviembre 1888,
Minneapolis, Minnesota. op. cit., 182).
W.C. White señaló que en varias ocasiones se intentó tomar un
voto:
…casi existe locura por la
ortodoxia. En la reunión del seminario se propuso una resolución consistente en
que no se presentara ninguna doctrina nueva hasta no haber sido adoptada por la
Asociación General. Mi madre [Ellen White] y yo la sofocamos tras una intensa
lucha (W.C. White, Carta a Mary White, 3 noviembre 1888, Minneapolis,
Minnesota. The Ellen G. White 1888
Materials, 123).
La evidencia indica que Waggoner presentó la justificación por la
fe en el contexto del pacto eterno y la ley en Gálatas, Romanos y Hebreos. Si
bien no se tomó registro de las presentaciones de Waggoner, hubo testigos
presenciales que tomaron notas, tales como W.C. White. Hay también reportes publicados
en revistas, así como el “Daily Bulletin” de la Asociación General, que
confirman esa conclusión (Clinton Wahlen, What Did E.J. Waggoner Say at
Minneapolis? Adventist Heritage 13, 1, invierno 1988, 22-37). Además, los
artículos de The Signs of the Times y The Gospel in Galatians,
escritos inmediatamente antes de la asamblea de Minneapolis, indican que ese
fue el mensaje que se presentó.
El mensaje de la justicia por la fe que presentó E.J. Waggoner estaba
basado en su comprensión de la ley y los dos pactos. Malinterpretar, descontar
o rechazar un elemento de ese trío, equivale a distorsionar el mensaje de 1888.
La ley en Gálatas quizá no pueda considerarse un hito, pero era crucial en la
comprensión del plan de Dios de la salvación por los siglos.
En Minneapolis muchos dirigentes de la Iglesia Adventista del
Séptimo Día rechazaron el mensaje del verdadero propósito de la ley a la que
alude Gálatas 3 en el marco de la justicia por la fe. Ellen White se mostró
abierta al asunto, en espera de un estudio de las Escrituras. Lo mismo es
cierto respecto a su comprensión de los pactos. No obstante, apoyó plenamente
el mensaje de la justicia por la fe.
Veo … la belleza de la verdad en
la presentación de la justicia de Cristo en relación con la ley, tal como el
doctor la ha presentado ante nosotros. Armoniza perfectamente con la luz que
Dios ha tenido a bien darme a lo largo de los años de mi experiencia (Ellen
White, “To Brethren Assembled at General Conference” noviembre 1888, op. cit.,
164).
En una carta escrita al pastor U. Smith fechada el 6 de junio de
1896, Ellen White escribió:
“La Ley ha sido nuestro guía para
llevarnos a Cristo, a fin de que fuéramos justificados por la fe” (Gálatas
3:24). El Espíritu Santo está hablando especialmente de la ley moral en este
texto, mediante el apóstol. La ley nos revela el pecado y nos hace sentir
nuestra necesidad de Cristo y de acudir a él en procura de perdón y paz
mediante el arrepentimiento ante Dios y la fe en nuestro Señor Jesucristo. La
falta de voluntad para renunciar a opiniones preconcebidas y aceptar esta
verdad fue la principal base de la oposición manifestada en Minneapolis contra
el mensaje del Señor expuesto por los hermanos [E.J.] Waggoner y [A.T.] Jones (Mensajes
selectos vol. 1, 275-276).
1890: de nuevo Minneapolis
(índice)
Las “Lecciones de Escuela Sabática sobre la carta a los Hebreos” fueron
una nueva oportunidad para educar a la membresía de iglesia respecto al mensaje
de 1888 y los pactos. Se publicaron entre el 5 de octubre de 1889 y el 21 de
junio de 1890. El pastor J.H. Waggoner había sido el autor de las lecciones de
los tres trimestres precedentes, pero murió súbitamente el 17 de abril de 1889
sin haber completado su asignación (J.N. Loughborough, Elder J.H. Waggoner, The
Signs of the Times 15, 19, 20 mayo 1889, 294). Se pidió entonces al pastor
E.J. Waggoner que completara la edición. Ellen White mencionó que E.J. Waggoner
fue el autor de las lecciones para la Escuela Sabática del primer trimestre de
1890 (Carta de Ellen White a Willie y Mary White, 13 marzo 1890, Battle Creek,
Michigan. The Ellen G. White 1888
Materials, 627. Se discute también sobre ellas en una Carta de Dan T. Jones
a E.W. Farnsworth, 9 febrero 1890, Battle Creek, Michigan).
Bien valía la pena el estudio de aquellas lecciones. Refiriéndose
al pacto de Horeb, Waggoner preguntó: “¿En qué respecto era defectuoso el
primero [pacto]? Respuesta: —En las promesas” (Heb 8:6-7) (Sabbath-School Lessons on the Letter to the
Hebrews for Senior Classes. 4 enero a 29 marzo 1890, Oakland, California: International
Sabbath-School Association, 1889, 10). “Por consiguiente, el primer pacto fue
una promesa de parte del pueblo, al efecto de que ellos mismos se harían
santos” (Id. 11). Eso era una imposibilidad.
Waggoner continuó el estudio con la pregunta:
¿Cuál
es la gran diferencia entre el primer pacto y el segundo? Respuesta: —En el
primer pacto, el pueblo prometió santificarse a sí mismo; en el segundo, Dios
declara que hará esa obra por ellos (Id. 13).
Esa
justicia cubre todos los pecados pasados y se manifiesta en la vida mediante
buenas obras (E.J. Waggoner, Letter to the Hebrews. Capítulo 8:8-13. The
Signs of the Times 16, 1, 6 enero 1890, 10).
Citando Gálatas 4:24, Waggoner señaló que el viejo pacto “engendra
hijos para esclavitud”. [Según los términos de ese antiguo o primer pacto] el
hombre estaría obligado a obedecer la ley a fin de poder ser liberado de los
“pecados pasados” y poder caminar en libertad. Pero dado que es incapaz de lograr
tal cosa, el primer pacto, en el que es el hombre quien promete, no proporciona
más que esclavitud (Id.).
Dios nunca hizo un pacto con los gentiles (Efe 2:12). Los pactos
fueron hechos con los judíos (Rom 9:4). Si los gentiles creían en el Redentor,
se hacían depositarios de las bendiciones de los pactos [dejando entonces de
ser gentiles] (Efe 2:13-20) (E.J. Waggoner, Letter to
the Hebrews. Capítulo 8:8-13. The Signs of the Times 16, 2, 13 enero
1890, 26).
Si no había perdón de los pecados bajo el viejo pacto, ¿cómo se
salvaban? La circuncisión era una señal de que Israel podía disfrutar las
bendiciones del pacto de Dios con Abraham [que es el pacto eterno, segundo o
nuevo pacto, Rom 4:11].
Ese
era un pacto de fe, confirmado ya previamente en Cristo por la palabra y el
juramento del Señor —el Descendiente [Simiente]— y no quedaba anulado por
ninguna disposición posterior (Gál 3:15-17) (Sabbath-School Lessons on the Letter to the
Hebrews for Senior Classes. 4 enero a 29 marzo 1890, Oakland, California:
International Sabbath-School Association, 1889, 17).
El antiguo pacto tenía ordenanzas y un santuario (Heb 9:1). “Pero
se trataba de añadidos que de ningún modo eran necesarios para el pacto, si
bien lo eran como tipos del sacrificio y sacerdocio del nuevo pacto” (E.J.
Waggoner, Letter to the Hebrews. Capítulo 8:6-13. The Signs of the Times
16, 3, 20 enero 1890, 42). Eran de naturaleza típica. No había en ellos
perdón inherente. Eran símbolos [no medios] que señalaban al nuevo
pacto. Las personas se habían de valer de ellos como expresión de su fe en el
pacto eterno.
Waggoner continuó así:
Todas
las transgresiones cometidas bajo ese pacto que fueron perdonadas, lo fueron en
virtud del segundo pacto del que Cristo es mediador. Aunque la sangre de Cristo
no fue derramada sino cientos de años después que se hiciera el primer pacto,
los pecados fueron perdonados allí donde se confesaron (E.J. Waggoner, Letter
to the Hebrews. Capítulo 9:8-14. The Signs of the Times 16, 3, 3 febrero
1890, 74).
Dios había confirmado ya su pacto con Abraham mediante su propia
promesa y juramento.
Esas “dos cosas inmutables, en las cuales es imposible que Dios
mienta” (Heb 6:17-18), hicieron el sacrificio de Cristo tan eficaz en los días
de Abraham y de Moisés como en los nuestros (Id.).
El viejo pacto, tal como fue formulado en Sinaí, no existía de por
sí, dado que el nuevo o segundo pacto lo precedió, y siendo un pacto eterno,
existía ya cuando se hizo el viejo pacto. Waggoner escribió:
El
llamado “segundo pacto” existía virtualmente antes del pacto hecho en Sinaí, ya
que el pacto hecho con Abraham fue confirmado en Cristo (Gál 3:17), y es
solamente en Cristo como cobra valor el llamado segundo pacto (E.J. Waggoner,
Letter to the Hebrews. Capítulo 8:6-13. The Signs of the Times 16, 3, 20
enero 1890, 43).
Después que la denominación hubiera estado estudiando las
lecciones durante todo un mes, el pastor Smith publicó en la Review una
renuncia a las mismas.
Respecto
a las muchas preguntas que nos están escribiendo en relación con la nueva
deriva teológica en las lecciones de Escuela Sabática ... la Biblia ... es
nuestra única regla de fe...
...no
hay que suponer necesariamente que la Review ... apoye todo lo que
puedan contener...
...no
es sólo el privilegio, sino la obligación de todos los que detecten que [esas
lecciones] están en desacuerdo con las Escrituras, el rechazarlas sin
escrúpulos y sin reservas” (U. Smith, Review and Herald 67, 4, 28 enero
1890, 64).
Lo anterior es la respuesta de Smith a la gran cantidad de cartas recibidas
objetando las lecciones de Escuela Sabática desde todas las partes del país,
incluyendo Iowa, Nebraska, Idaho, Michigan e Indiana. Dan Jones informó así al pastor
Olsen:
Todo
se está desarrollando bien, excepto en relación con las lecciones de Escuela
Sabática. Entiendo que hay un considerable aluvión de preguntas respecto a la
cuestión del pacto. Es objeto de continuas discusiones en las diferentes clases
de maestros” (Carta de Dan T. Jones a O. A. Olsen, 16 enero 1890. Battle Creek,
Michigan, párr. 3).
Dan Jones era maestro en una clase de Escuela Sabática en el
tabernáculo de Battle Creek. Le inquietaban mucho las lecciones de las que E.J.
Waggoner era autor. Escribió al pastor George I. Butler:
Me
refiero especialmente a las recientes lecciones de Escuela Sabática en las que
se ha presentado el tema del pacto de tal forma, que jamás en toda mi vida me
había sucedido algo que me afectara de ese modo. Me sentí tan contrariado por
ese asunto, que a duras penas supe cómo reaccionar. Nos llegó como el relámpago
inesperado procedente de un cielo despejado... Pero de una u otra forma el
asunto se ha ido complicando hasta estar ahora en pleno apogeo (Carta de Dan T.
Jones a George I. Butler, 13 febrero 1890. Battle Creek, Michigan).
El mismo Dan Jones informó en estos términos a E.W. Farnsworth:
Acaban
de llegar las lecciones de Escuela Sabática, y hay en ellas mucho que no puedo
apoyar acerca del tema del pacto, así es que dimití como maestro de Escuela
Sabática y dejé de asistir por dos semanas (Carta de Dan T. Jones a E.W.
Farnsworth, 9 febrero 1890. Battle
Creek, Michigan, 2, párr. 2. General Conference of Seventh-day Adventist
Archives).
Aquellas lecciones precipitarían la revisión de todo el tema de la
ley y los pactos. La denominación no había resuelto esos puntos en 1888.
Habrían de continuar siendo puntos álgidos que generarían tensiones una y otra
vez. Era como una repetición de Minneapolis.
La asamblea de 1888 en Minneapolis estuvo centrada en la ley, los
pactos y la justicia por la fe. La asamblea pastoral del 5 de noviembre al 25
de marzo de 1890 se centró de nuevo en los pactos (“La asamblea pastoral se desarrolló
a lo largo del invierno de 1890... Los pactos fueron el tema central del debate
teológico. Las lecciones de Escuela Sabática de Waggoner habían reavivado
recientemente ese debate” George R. Knight, A
User-Friendly Guide to the 1888 Message, Review and Herald Publishing Association, Hagerstown,
Maryland, 1998, 120).
A.T. Jones presentó los pactos en la asamblea pastoral. Un
estudiante presente en aquellas clases, el pastor E.P. Dexter, escribió
posteriormente:
Desde
que asistí a las clases del hermano [A.T.] Jones he dedicado un considerable
estudio a los pactos, y si bien he aceptado gozosamente la luz acrecentada
que ha acompañado su exposición de este tema, no puedo ser ciego al hecho de
que nuestro pueblo no la comprende plenamente. Esa deficiencia y falta
de armonía quedó evidenciada en las lecciones de Escuela Sabática sobre
Hebreos. Desde entonces tengo la impresión de que se ha evitado hablar sobre
este tema (Carta de E.P. Dexter a Ellen White, 11 marzo 1891. Dexter dijo que
“El hermano A.T. Jones [estuvo] en la asamblea pastoral, Battle Creek,
1888-89...”; original sin cursivas).
No pudiendo permanecer hasta la llegada del nuevo año, A.T. Jones
se vio obligado a ir a la ciudad de Nueva York antes de la Navidad de 1889 para
atender sus obligaciones en The American Sentinel. E.J. Waggoner fue el
relevo de A.T. Jones. Dan Jones informó a H.E. Robinson que “hubo una gran
resistencia a que el Dr. Waggoner fuera designado para ocuparse del resto de la
serie” (Carta de Dan T. Jones a H.E. Robinson, 3 enero 1890, Battle Creek,
Michigan, 1, párr. 3). E.J. Waggoner estaba dando un curso sobre el libro de
Isaías a finales del año 1889 (Carta de Dan T. Jones a M. Larson, 2 enero 1890,
Battle Creek, Michigan, 2, párr. 1), pero a principios de año anunció un cambio:
enseñaría sobre los pactos.
En ausencia de su titular —el profesor W.W. Prescott, quien había
tenido que salir en viaje de negocios, Dan T. Jones, secretario de la
Asociación General, tenía a su cargo supervisar el seminario. El pastor Dan T.
Jones escribió a propósito de lo sucedido:
Supe
que el Dr. Waggoner había anunciado en su seminario que abordaría el tema del
pacto la mañana del lunes siguiente... Pensé en ello por algún tiempo, y decidí
ir a hablar al respecto con el hermano White y el doctor, intentando prevalecer
sobre ellos a fin de que no se abordara ese tema, al menos hasta que pudieran
estar de regreso el profesor Prescott y el pastor Olsen (Carta de Dan T. Jones
a E.W. Farnsworth, 9 febrero 1890, 2, párr. 2).
Dan Jones pensaba que dado que Waggoner no había consultado con el
“comité de dirección del seminario o con los otros miembros de la facultad,
habría causado un descontento considerable y general” (Carta de Dan T. Jones a
C.H. Jones, febrero 1890, 3, párr. 1).
Dan Jones refirió primeramente el problema al pastor W.C. White,
quien le aconsejó hablar con el Dr. Waggoner. El viernes, Dan Jones habló con
Waggoner con el propósito de diferir la enseñanza de los pactos a los pastores
hasta que el profesor Prescott y el pastor Olsen pudieran tomar una decisión.
Dan Jones y Waggoner hablaron durante un par de horas sobre el problema.
Waggoner ya había hecho sus planes para comenzar el curso el lunes, y no estaba
dispuesto a cambiar su esquema.
El lunes sobre las seis de la tarde, el Dr. Waggoner entregó a Dan
Jones una carta de renuncia respecto a la hora de clase prevista para la
enseñanza de los pactos. Eso dejó a Dan Jones sin saber qué hacer. El martes
intentó que el Dr. Waggoner lo reconsiderase, pero ninguno de los dos estuvo
dispuesto a llegar a un compromiso en su posición. Dan Jones y W.C. White
decidieron entonces que fuera Uriah Smith quien diera la clase.
Entonces, Dan Jones y Uriah Smith
acordaron
suavizar el incidente tanto como fuera posible ante la clase, diciéndoles que
se había creído mejor que viniera el hermano Smith a presentar alguna de sus
líneas de trabajo para el momento, dejando aparcada la cuestión del pacto por
el momento, debido a que el Dr. Waggoner tenía exceso de trabajo y necesitaba
descanso, motivo por el cual se había considerado la ayuda del hermano Smith en
el seminario bíblico, etc. Entonces me encomendaron a mí presentar el asunto
ante la clase. Tras haber tomado la decisión, teníamos sólo diez minutos antes
que comenzara la hora de clase asignada al hermano Smith. Así, llegué junto al
hermano Smith unos minutos antes de que el Dr. terminara su clase. Después que
hubo terminado, [el Dr. Waggoner] dijo: “A veces sucede lo inesperado, y a mí
me ha sucedido algo muy inesperado. Para mi gran sorpresa se han presentado
objeciones a mi enseñanza sobre el pacto en este seminario, y no lo voy a
abordar por ahora. El hermano [Dan T.] Jones les explicará el cambio que se ha
efectuado’. Eso echó por tierra completamente la pequeña explicación que había
preparado, así es que todo cuanto pude decir es que se había considerado más
oportuno posponer la cuestión del pacto, al menos por el momento, y que el
hermano Smith abordaría el tema del santuario (Carta de Dan T. Jones a George
I. Butler, 13 febrero 1890. Battle Creek, Michigan).
Parece que el hermano Dan Jones no fue demasiado sincero con los
estudiantes a propósito de lo que impidió que Waggoner presentara aquella
clase.
El domingo 16 de febrero por la mañana, en la capilla anexa del este
del tabernáculo de Battle Creek (Carta de Dan T. Jones a J.O. Corliss, 16
febrero 1890, Battle Creek, Michigan, 2, párr. 1), Smith presentó una breve
reseña de su posición sobre los pactos. Describió el plan de la salvación a
través de los pactos dados a Adán, Abraham e Israel. Smith dijo que Israel
estaba “bajo el pacto Adánico y bajo el pacto Abrahámico” (Uriah Smith, Remarks
of Eld. Uriah Smith at the Bible-School, 16 febrero 1890, 3). Si “le obedecían,
si guardaban sus leyes y mandamientos”, entonces haría de ellos una gran
nación. Smith concluyó:
Por
lo tanto, entiendo que los dos pactos fueron las dos dispensaciones mediante
las cuales Dios obró para llevar a cabo su plan establecido originalmente con
Abraham (Id. 4).
Cuando el Dr. Waggoner hizo su presentación el lunes 17 de
febrero, tomó dos horas (se tomaron notas de las presentaciones de Uriah Smith
y R.C. Porter, pero no hubo notas disponibles de las presentaciones de E.J.
Waggoner). Dan Jones hizo la observación:
No
hubo nada de lo presentado a lo que el hermano Smith o cualquiera que estuviera
al corriente de los pactos pudiera objetar, hasta llegar al final de la última
sesión, momento en el que el Dr. Waggoner trazó un paralelismo entre el viejo y
nuevo pactos, mostrando que cada uno de ellos tenía tres objetivos:
primeramente la justicia; en segundo lugar la herencia de la tierra, y en
tercero, un reino de sacerdotes. Pero en el primer pacto todo dependía de la
obediencia del pueblo, mientras que en el segundo —o nuevo pacto— Dios lo hace
por el pueblo (Carta de Dan T. Jones a R.A. Underwood, 18 febrero 1890, Battle
Creek, Michigan, 2).
Dan Jones objetaba a la idea de que el viejo y el nuevo pacto
fueran dos pactos diferentes.
Según Dan Jones, había acuerdo entre Waggoner y Smith en lo
referente a los objetivos de ambos pactos: la necesidad de justicia, la
restauración de la tierra y el sacerdocio de los creyentes.
El pastor O.A. Olsen estuvo presente cuando Waggoner presentó los
pactos. Dijo: “Creo que el Dr. Waggoner ha traído una verdad muy importante
sobre este tema” (Carta de O.A. Olsen a T.L. Waters, 17 marzo 1890, Battle
Creek, Michigan).
El pastor U. Smith continuó su presentación formal el miércoles 19
de febrero de 1890. Edson White tomó notas de sus aseveraciones. Smith dijo que
todo estaba en armonía en lo referente a la justificación por la fe. Continuó
así:
Pero
en este tema de los pactos hay ciertos puntos, algunas escrituras donde parece
haber una diferencia de opinión concerniente a la aplicación dada (Uriah Smith,
Remarks of Uriah Smith, Bible-school, 19 febrero 1890).
...creo
que la promesa hecha a Abraham comenzó allí mismo, pasó a su posteridad
inmediata y se extendió a través de la descendencia literal [es decir, el pacto
era para los descendientes directos], y mediante la descendencia literal vino a
resultar en un más amplio desarrollo del plan, alcanzando la consumación final:
la redención del hombre, la renovación de la tierra y la posesión final de la
herencia. Y en el desarrollo de esa promesa, entiendo que Dios ha dispuesto dos
dispensaciones, dos etapas –por así decirlo— en el desarrollo de esa obra.
En el cumplimiento de esa promesa que hizo a Abraham hubo dos etapas, dos
dispensaciones, y mediante cada una de ellas estaba llevando adelante la
misma idea, buscando el mismo fin; y ambas fueron un paso adelante en el
desarrollo del plan: la promesa, primeramente, que abarcaba la descendencia
literal, asegurándoles muchas de las bendiciones y privilegios a disfrutar
temporalmente en este mundo en su estado mortal; pero la promesa hecha a
Abraham era de tal naturaleza que todos no podían resultar asegurados en su
estado mortal —en esta tierra, en su actual condición— y por lo tanto se
extendía hasta la resurrección final de los muertos, a la inmortalidad eterna
en la tierra nueva como plenitud final de la promesa, pero teniendo lugar en
esas dos etapas. Ahora nos sentimos capaces de comprender lo que
implican algunas escrituras y ver la armonía existente entre ciertas
afirmaciones del registro sagrado que no podríamos armonizar si tomáramos la
promesa hecha a Abraham como siendo simplemente una promesa que se le hizo a
él, para pasar después directamente a Cristo, dejando excluidos a todos los que
hubo entre Abraham y Cristo. Es mi parecer que la promesa hecha a Abraham
abarcó todo el período entre él y Cristo; y cuando llegó a Cristo, por supuesto
cumplió todo cuanto había de realizarse por medio de él (Id. original
sin cursivas).
La implicación de la enseñanza del pastor Smith era que el primer
pacto [del Sinaí] era una continuación del pacto Abrahámico, que se aplicaba a
sus descendientes literales.
Explicó lo que Dios había realizado “al hacer ese pacto con el
pueblo cuando los sacó de Egipto: primeramente, cumpliendo la promesa de
Abraham en lo que correspondía a aquel tiempo” (Id.). No vio distinción entre
el pacto Sinaítico hecho con Israel, y el pacto Abrahámico. “Me parece que este
pacto está íntimamente relacionado con aquel pacto Abrahámico” (Id.).
Según Smith, el pacto del Sinaí había de preservar la pureza de
los israelitas respecto a las otras naciones. Cristo podría entonces trazar su
genealogía —como Mesías— desde el propio Abraham, a quien fue dado el pacto.
La impresión que dejaba Smith era que la salvación, bajo el viejo
pacto, era sólo figurada. Se trataba de un perdón figurado de los
pecados, que según Smith no era real hasta la venida de Cristo. El pacto
Abrahámico podía solamente señalar a Cristo, quien era la realidad.
Smith explicó:
Así,
en Cristo se cumplieron las provisiones del pacto Abrahámico, y fueron puestas
a la luz la vida y la inmortalidad mediante el evangelio, y otorgadas a las
personas. Y finalmente serían llevadas a la expiación, momento en el que los
pecados serían absolutamente perdonados; y eso, para nadie —ni siquiera en
favor de Abel— antes de que la expiación fuera efectuada aquí, en la expiación
de Cristo, llevando a su pleno cumplimiento la promesa de salvación hecha a
Abraham (Id.).
Según el punto de vista del pastor Smith, hasta la muerte de
Cristo ninguno de los patriarcas que vivió por la fe recibió la expiación por
sus pecados. Solamente se le aplicaba un perdón figurado en anticipo de la
cruz.
Pero no se puede obviar que Moisés enseñó que Abraham “creyó a
Jehová y le fue contado por justicia” (Gén 15:6). Cristo dijo a los judíos: “Abraham,
vuestro padre, se gozó de que había de ver mi día; y lo vio y se gozó” (Juan
8:56). Es seguro que tanto Moisés como Abraham, puesto que conocieron a Cristo
por la fe, experimentaron la bendita seguridad del perdón de sus pecados.
El apóstol Pablo afirmó: “Decidme, los que queréis estar bajo la
Ley: ¿no habéis oído la Ley?, pues está escrito que Abraham tuvo dos hijos: uno
de la esclava y el otro de la libre” (Gál 4:21). El pastor Smith interpretaba aquí
la ley ateniéndose al texto: “De Jerusalén habían venido ciertos maestros
inquietándolos, y declarando que debían circuncidarse y guardar la ley de
Moisés” (Id.).
Smith sostenía que el apóstol Pablo estaba abordando un problema que
existía en su día con el antiguo pacto, relativo a los judaizantes y a los
cristianos de Galacia. Estos estaban queriendo regresar a la circuncisión a fin
de ser salvos tal como se supone que lo fueron los israelitas bajo la antigua
dispensación. Según eso, Pablo no estaría hablando en términos negativos del
antiguo pacto durante el período de tiempo de Israel para el que fue
instituido. Era una buena cosa que Dios había dispuesto para la salvación de
ellos, aunque careciendo de valor después de la cruz.
Pero lo cierto es que Pablo en esa escritura afirmó que la
mentalidad y experiencia del viejo pacto persistía hasta ese día en los judíos
de Jerusalem que le eran contemporáneos. “Es una alegoría, pues estas mujeres
son los dos pactos; el uno proviene del monte Sinaí, el cual da hijos para
esclavitud; este es Agar, pues Agar es el monte Sinaí, en Arabia, y corresponde
a la Jerusalén actual, ya que esta, junto con sus hijos, está en esclavitud”
(Gál 4:24-25). Es evidente que los que habitaban en Jerusalem en los días de
Pablo continuaban en la experiencia del antiguo pacto.
Un pastor que participaba en la asamblea pastoral, S.A. Whittier, calificó
de este modo la idea de Smith sobre los pactos:
No
me ha parecido clara nuestra posición sobre los dos pactos (Carta de S.A.
Whittier a O.A. Olsen, 22 enero 1890, Battle Creek, Michigan, 1, párr. 3).
El presidente, pastor O.A. Olsen, calificó de “pintoresca” la
posición de los dirigentes sobre los pactos:
He
tenido ocasión de recabar de los hermanos dirigentes cuáles son sus posiciones
respecto a los pactos, y la verdad es... que no he encontrado a dos de ellos
que sostengan particularmente los mismos puntos de vista. Ello me ha llevado a
concluir que nuestros hermanos no tienen claro el tema ni poseen la plena luz
al respecto (Carta de O.A. Olsen a R.A. Underwood, 16 febrero 1890,
Coopersville, Michigan, 1-2, párr. 3).
Lo anterior es indicativo del estado de confusión existente entre
los dirigentes en lo relativo a los pactos.
Pocos días después de la presentación del pastor Smith, el lunes
24 de febrero, habló el pastor R.C. Porter, de la Asociación de Minnesota (el
comité de la Asociación General trajo al hermano Porter estando ya iniciado el
Instituto Bíblico. Había de ejercer como profesor en el seminario. Dan Jones
refiere que el comité creía que “el hermano Porter tenía ciertas
cualificaciones naturales que le harían encajar bien en esa línea de la
obra...” Carta de Dan T. Jones a Allen Moon, 3 enero 1890, Battle Creek, Michigan.
Cf. Carta de Dan T. Jones a R.C. Porter, 2 enero 1890, Battle Creek, Michigan).
El pastor Porter expresó su tesis con estas palabras: “Entiendo
que el pacto Abrahámico abarca ambos, el antiguo y el nuevo pactos...” (R.C. Porter, Remarks of Eld. R.C. Porter, at the Ministers’
Bible-school, 24 febrero, 1890. General Conference of Seventh-day Adventist Archives. Edson White
tomó notas de la presentación de Porter “que dio el invierno pasado en el
instituto bíblico sobre la cuestión de los pactos”. Carta de Dan T. Jones a
R.C. Porter, 5 mayo 1890, Battle Creek, Michigan).
Continuó así: “El llamado antiguo pacto se estableció a fin de llevar
a cabo el pacto hecho con Abraham...” (Id.). Porter no hizo distinción alguna
entre el pacto antiguo y el nuevo. El uno no era sino la extensión del otro.
El pastor Porter repitió varias veces una afirmación que
aparentaba replicar a lo que el Dr. Waggoner había venido enseñando. “El Señor
no esperaba que el pueblo guardara ese [viejo] pacto con sus propias fuerzas” (Id.).
Repitió varias veces que Dios proveyó ayuda divina para guardar el viejo pacto:
“Se les dio allí mismo la promesa de ayuda divina a fin de capacitarlos para
cumplir las especificaciones del viejo pacto” (Id.). Waggoner había dicho que
no había en el viejo pacto una promesa tal de ayuda o perdón divinos. Porter
intentaba rebatir a Waggoner en ese punto.
Según la comprensión de Porter, el viejo pacto incluía una
provisión divina para que las personas fueran justas.
El
Señor deseaba ver justicia en ese pueblo; y ciertamente no la habría esperado a
no ser que hubiera provisto un camino mediante el cual pudieran obtener esa
justicia que el Señor esperaba de ellos (Id.).
Evidentemente se trataba de afirmaciones hechas con la intención
de refutar a Waggoner.
A continuación, atacando la premisa básica de la comprensión del
Dr. Waggoner sobre el viejo pacto —un pacto fundamentado en las promesas del
pueblo—, el pastor Porter dijo: “Las condiciones bajo las cuales se estableció
ese [viejo] pacto consistieron en obediencia real, no en promesas de
obediencia” (Id.). La implicación era que Israel debía obedecer los
mandamientos como condición del viejo pacto. Y podrían obedecer, ya que Dios
les ayudaría. Según él, el viejo pacto no era la promesa de obedecer que hizo
el pueblo. No cabía una refutación más calculada del mensaje de Waggoner sobre
los pactos.
Finalmente, el pastor Porter dio fe de su acuerdo con el hermano
Smith en lo relativo al dispensacionalismo: “El pacto abrahámico es el pacto
eterno; y los dos pactos no son sino los medios, en las diferentes
épocas, de lograr el cumplimiento de ese plan” (Id.; original
sin cursivas).
Pacto Abrahámico equivalía según él a pacto viejo más pacto nuevo. Los pactos
antiguo y nuevo eran los mismos medios en “diferentes épocas” para
restaurar al pecador, devolviéndolo “al favor para con Dios”.
Waggoner estaba de acuerdo en que las dos dispensaciones eran dos
períodos históricos diferentes con símbolos y tipos distintos del plan de la
salvación, pero Porter y Smith convertían los símbolos en los medios del
pacto eterno, más bien que en expresiones de la fe en Cristo. Aquella
era la esencia de la experiencia del viejo pacto que Waggoner estaba poniendo
en contraste con la experiencia del nuevo pacto de la justicia por la fe. El
propósito primario de cada uno de los símbolos era expresar la fe en Dios,
quien cumpliría su promesa en Cristo. El propio Cristo era el único medio
o camino a la salvación.
La reacción de Ellen White a la presentación de Porter fue un
rechazo señalado. “Hermano Porter... usted no camina en la luz. No le sorprenda
que rehúse entrevistarme con usted, siendo que está en las tinieblas” (Ellen
White, Sermón, 8 marzo 1890, Battle Creek, Michigan. The Ellen G. White 1888
Materials, 595).
El trío formado por Dan Jones, Uriah Smith y R.C. Porter estaba unido
en su oposición a la presentación de Waggoner sobre los dos pactos. Estaban
confundidos respecto a los pactos, pero no reconocían su confusión. No eran
receptivos a lo que Waggoner estaba enseñando a partir de la Biblia. El
liderazgo de ellos tres haría que su postura tuviera un impacto duradero en la
asamblea pastoral de 1890. Se debe resaltar que de modo alguno hacían eso con
intención maliciosa. Creían sinceramente estar defendiendo la verdad de Dios.
Este es otro ejemplo de cómo Dan Jones actuó solapadamente para
menoscabar la influencia del Dr. Waggoner. El pastor N.W. Allee le escribió
pidiéndole consejo acerca de los oradores para una asamblea en la Asociación de
Missouri. Era obvio que Allee quería que vinieran A.T. Jones y E.J. Waggoner
como oradores invitados, pero Dan Jones le advirtió en contra. Escribió en
estos términos a Allee:
No
tengo mucha confianza en la forma que tienen de presentar las cosas. Ellos
procuran hacerlo todo a su manera y no admiten que sus posiciones puedan ser
objeto del más mínimo criticismo. Dicen: “Es verdad; ¡todo cuanto habéis
de hacer es estudiarlo como yo he hecho, y lo comprenderéis!”... Pero
nuestros hombres más competentes, los pastores Smith, Littlejohn, Corliss, Gage
y otros, no están de acuerdo con ellos en muchas de las posiciones que toman
sobre... los pactos, la ley en Gálatas... No obstante, allí donde van ellos,
hacen prominentes esas cosas... en las que existe una diferencia de opinión con
nuestros hermanos dirigentes. No creo que quiera introducir ese espíritu en la
Asociación de Missouri” (Carta de Dan T. Jones a N. W. Allee, 23 enero 1890, 4-5,
párr. 1. Ibid, 5).
Dan Jones remató su consejo a Allee calificando la teología de Waggoner
como “una teoría presuntuosa que nunca ha funcionado, y que no funcionará nunca
en ninguna parte” (Id, 5).
Algunos han analizado la historia denominacional de la Iglesia
Adventista del Séptimo Día en la década de 1890, llegando a la conclusión de
que se ganó una victoria: “Hubo gloriosos resultados” (LeRoy Edwin Froom, Movement of Destiny Washington, D.C.:
Review and Herald Publishing Association, 1971, 343. Rising Tide of 1890’s
Followed by Temporary Recession). No obstante, el pastor J.S. Washburn, quien
siguió presencialmente los acontecimientos, expresó una opinión más sobria al
respecto:
Fui
uno de los que el comité de la Asociación General dispuso que asistiera a la
asamblea pastoral en Battle Creek el invierno pasado, pero no pude ir debido a
diversas enfermedades en la familia. No obstante, algunos de los informes me
hacen pensar que hasta cierto punto se trató de una repetición de “Minneapolis”.
Tengo la impresión de que Dios está reteniendo de nosotros una gran bendición;
que está esperando a que estemos dispuestos a recibirla antes de otorgárnosla,
y que dicha bendición es verdadera santidad, y cuando nos entreguemos a
nuestros deberes y privilegios al respecto, nuestra obra avanzará con un “fuerte
pregón” (Carta de J.S. Washburn a Ellen White, 17 abril 1890, Clarinda, Iowa. The Ellen G. White 1888 Materials, 174).
Posteriormente en ese mismo año (19 mayo 1890), R.C. Porter estaba
de regreso en Minnesota y recibió una carta de Dan Jones que continuaba
expresando su negación del mensaje del pacto. Dan Jones le escribió:
Constato que la agitación sobre la
cuestión del pacto y la justificación por la fe, lejos de haber perdido fuerza
al esparcirse por diferentes regiones del campo, se ha fortalecido y ha asumido
rasgos objetables, hasta haber llegado hoy a verla en una luz mucho peor de la
debida (Carta de Dan T. Jones a R.C. Porter, 5 mayo 1890, 3-4).
En resumen, la asamblea pastoral bíblica de 1890 estuvo centrada
en el tema de los pactos. Cuando E.J. Waggoner intentó abordar ese tema en una
clase, Dan Jones pensó que asuntos tan controvertidos como ese requerían la
aprobación del responsable del seminario. Waggoner renunció entonces a enseñar
en esa franja de tiempo que se le había asignado.
Cuando llegó por fin el director del seminario, el profesor W.W.
Prescott, se permitió que hubiera presentaciones de ambas partes sobre el tema.
La evidencia indica que respecto al tema de los pactos había confusión en las
mentes de los pastores y también en las de algunos dirigentes.
Ellen White abogó por una discusión abierta e imparcial de esa
cuestión del pacto por parte de los pastores. Expresó su desaprobación a la
posición tradicional que presentó el pastor R.C. Porter (Ellen White, Sermón, 8
marzo 1890, Battle Creek, Michigan, The Ellen G. White 1888 Materials,
595).
La evidencia indica que ciertos dirigentes de la Asociación
General —Dan Jones, Uriah Smith y R.C. Porter— se oponían a Waggoner y al
mensaje de los pactos. Ellen White dijo que se estaban haciendo maniobras bajo
mano. La forma en la que Dan Jones intentó disuadir a la Asociación de Missouri
de traer a A.T. Jones y E.J. Waggoner como predicadores invitados es un ejemplo
de ese tipo de proceder.
Ellen White respalda el pacto
(índice)
La iglesia no resolvió el tema de los pactos en la asamblea
pastoral de 1890. Continuaría siendo objeto de contención en los años que
siguieron. Pero Ellen White hizo durante la asamblea un anuncio público respecto
a dónde descansaba la autoridad divina. Las Escrituras eran la base para la
doctrina y la práctica. La Biblia habría de resolver el asunto.
Hubo unos pocos, entre ellos el pastor J.O. Corliss, que
estudiaron la Biblia y armonizaron con E.J. Waggoner sobre la ley y los pactos.
D.T. Bourdeau fue claramente otro de ellos, puesto que presentó junto a
Waggoner una predicación favorable a ese superior punto de vista.
Para Ellen White el asunto de la ley en Gálatas tenía importancia
secundaria. Ciertamente no era un “hito”; no era una doctrina pionera de la
iglesia. Debido a eso, no podía comprender cómo había causado una
“incomprensible crispación” de semejante magnitud en Minneapolis (Carta de
Ellen White a Mary White, 4 noviembre 1888, Minneapolis, Minnesota, The
Ellen G. White 1888 Materials, 182). Pero respecto al tema de los pactos
estaba a punto de romper su silencio.
Desde la asamblea de Minneapolis Ellen White había estado animando
al estudio de la Biblia sobre ese aspecto de la verdad. Ni la palabra de E.J.
Waggoner ni la de Uriah Smith debían tomarse por la verdad. Procuró mantenerse ella
misma al margen de la controversia, evitando tomar posición sobre la ley en
Gálatas o sobre los pactos.
Ahora era el momento de manifestarse. Había llegado luz de lo
alto. El jueves 6 de marzo de 1890, le fue mostrado a Ellen White el tema de
los pactos. El siguiente sábado —8 de marzo— escribió una carta al pastor
Smith:
Anteanoche
se me mostró que las evidencias en relación con los pactos eran claras y
convincentes. Usted mismo, el hermano Dan Jones, el hermano Porter y otros
están malgastando sus capacidades de investigación al intentar sostener una
posición sobre los pactos distinta a la que ha presentado el hermano Waggoner.
Si hubieran recibido la verdadera luz que brilló, no habrían imitado ni seguido
la misma forma de interpretar y tergiversar las Escrituras que caracterizó a
los judíos. ¿Qué los hizo tan celosos? ¿Por qué estaban pendientes de las
palabras de Cristo? ¿Por qué lo acecharon espiando sus palabras? Para poder
repetirlas, malinterpretarlas y tergiversarlas de forma que significaran lo que
querían hacerlas significar sus mentes no santificadas. De esa forma engañaron
al pueblo. Suscitaron falsedades. Manejaron aquellas cosas de forma que
pudieran usarlas como medios para entenebrecer y confundir las mentes. El
asunto del pacto es una cuestión clara, y será recibida por toda mente sincera
que esté libre de prejuicios; pero fui llevada allí donde el Señor me dio una
comprensión en este tema. Ustedes han vuelto la espalda a la clara luz, porque
temían verse obligados a aceptar la cuestión de la ley en Gálatas. En cuanto a
la ley en Gálatas, no me preocupa ni me ha preocupado nunca (Carta de Ellen
White a Uriah Smith, 8 marzo 1890, Battle Creek, Mich., Carta 59, 1890. The
Ellen G. White 1888 Materials, 604).
Eso significaba el apoyo inconfundible de Ellen White a los
pactos, tal como los presentó E.J. Waggoner. No hay duda de que el Señor conocía
la gran desunión existente entre el liderazgo de la iglesia. Estaba procurando
llevarlos a la unidad en la verdad tal como es en Jesús, con tal que estuvieran
dispuestos a andar en la luz que la Escritura presenta.
Una ilustración particularmente vívida que Ellen White extrajo de
la Biblia a propósito de su respaldo a la teología de Waggoner sobre el pacto,
fue la comparación entre los judíos de los días de Cristo y el liderazgo de la
iglesia en el presente. Afirmó que tenían ideas confusas que desconcertaban a
los miembros.
En el contexto de los pactos, los judíos creían que el pacto
Sinaítico consistía en la elección irrevocable de Dios hacia el pueblo hebreo.
En consecuencia, rechazaron a Cristo cuando afirmó ser el Mediador del pacto de
Dios.
De forma análoga, el pastor Smith había presentado una comprensión
del antiguo pacto que representaba a Israel como al pueblo elegido de Dios en
virtud del pacto de Abraham. La condición del corazón y la fe ejercida en
Cristo eran temas secundarios respecto a la elección divina. Su postura sobre
el antiguo pacto tenía un cierto regusto a predestinación. Presentando sus
puntos de vista confusos y sosteniendo que el nuevo pacto no era más que una
continuación del antiguo, el pastor Smith estaba actuando tal como hicieron los
judíos en los días de Cristo, quienes cazaban sus palabras y lo representaban
con falsedad ante el pueblo.
Ellen White advirtió así al pastor Smith:
Si
rechaza un rayo de luz por temor a tener que aceptar posiciones que no está
dispuesto a recibir, esa luz se convierte para usted en tinieblas, de forma que
si está en el error sostendrá sinceramente que es la verdad (Id. 605).
Efectivamente, el pastor Smith tenía ese preciso temor: el de que
si cedía en el asunto de la distinción entre ambos pactos se vería obligado a
aceptar la cuestión de la ley moral en Gálatas 3.
El pastor Smith acababa de escribir a Ellen White el 17 de febrero
de 1890 sobre ese tema. En aquella mano misteriosa escribiendo sobre la pared
podía ver la dirección en la que Ellen White estaba avanzando, lo que le
perturbaba grandemente. Su divergencia con Ellen White fue tal, que estaba llegando
a cuestionar los Testimonios. Si caía una sola ficha en el dominó de su teoría,
todo el montaje se vendría abajo. El pastor Smith había escrito a Ellen White
concerniente a Waggoner:
...posición
sobre Gálatas, que yo considero errónea... él [E.J. Waggoner] tomó su posición
sobre Gálatas, la misma que usted condenó en su padre [J.H. Waggoner] (Carta de
Uriah Smith a Ellen White, 17 febrero 1890, Battle Creek, Michigan. The Ellen G. White 1888 Materials, 154).
El significado que U. Smith daba a ese asunto quedó claro cuando
dijo sin ambigüedades a Ellen White:
Es
mi parecer que después de la muerte del hermano [James] White, la mayor
calamidad que jamás nos haya acontecido fue cuando el Dr. Waggoner publicó en Signs
sus artículos sobre el libro de Gálatas. Supuse que la cuestión de la ley en
Gálatas había sido ya resuelta en 1856... Me sorprendieron los artículos,
puesto que me parecía entonces —y me lo sigue pereciendo— que contradicen de
forma tan directa lo que usted escribió a J.H. Waggoner... (Id. 152-153. Los artículos de E.J.
Waggoner a los que se refería el pastor Smith, eran la serie de nueve Comments
on Galatians 3, The Signs of the Times
12, 8 julio - 2 septiembre 1886).
Smith se oponía rotundamente a la distinción que hacía Waggoner
entre los dos pactos debido a la posición que sostenía sobre la ley ceremonial
en Gálatas 3.
El domingo 9 de marzo, el día después de haber enviado al pastor
Smith su declaración de apoyo al asunto del pacto tal como lo presentaba
Waggoner, Ellen White hizo esta confidencia a su hijo W.C. White:
Ahora
no tengo ningún freno que poner. Me siento en perfecta libertad, llamando luz a
lo que es luz, y tinieblas a lo que son tinieblas. Ayer les dije que creo en la
posición sobre los pactos, tal como la presento en el volumen 1 [Patriarcas
y Profetas]. Si esa era la posición del Dr. Waggoner, entonces tenía la
verdad (Carta de Ellen White a W.C. White y Mary White, 9 marzo 1890, Battle
Creek, Michigan. The
Ellen G. White 1888 Materials,
617).
La dirección de la iglesia se había reunido juntamente con Ellen
White la tarde del sábado 8 de marzo en la capilla de la oficina de la Review
(Id.). El lunes escribió de nuevo a su hijo en estos términos:
Me
alegra muchísimo saber que el profesor Prescott está dando a los estudiantes en
su clase las mismas lecciones que ha estado dando el hermano Waggoner. Está
presentando los pactos... Desde que el pasado sábado hice la declaración acerca
de que la comprensión de los pactos tal como la ha enseñado el hermano Waggoner
es verdadera, parece haber habido un gran alivio para muchas mentes (Carta de
Ellen White a W.C. White y Mary White, 10 marzo 1890, Battle Creek, Michigan. The Ellen G. White 1888 Materials, 623).
El domingo 9 de marzo Ellen White informó acerca de lo sucedido en
la reunión de la tarde de aquel sábado:
Estaba
presente un gran número de personas. Los pastores Olsen y Waggoner dirigieron
la reunión. Vino sobre mí la bendición del Señor; todos supieron que
descansaron sobre mí el Espíritu y el poder de Dios, y muchos resultaron
grandemente bendecidos. Hablé con fervor y decisión... (Carta de Ellen White a
W.C. White y Mary White, 9 marzo 1890, Battle Creek, Michigan. The Ellen G. White 1888 Materials, 617)
[Olsen informó: “...creo que probablemente esta cuestión del pacto abarca más
de lo que podemos ver en ciertos respectos. La hermana White ha intervenido muy
oportunamente”. Carta de O.A. Olsen a R.A. Underwood, 18 marzo 1890, Battle
Creek, Michigan].
Ellen White dirigió la atención de ellos a su declaración en Patriarcas
y Profetas (el “Volumen 1”) a propósito de los pactos, y afirmó que
armonizaba con el Dr. Waggoner. Esa resultó ser una reunión pública crucial, ya
que su aprobación al punto de vista de Waggoner sobre los pactos sólo se había
dado hasta entonces mediante cartas escritas a Uriah Smith, W.C. White y Mary
White. Ahora daba a conocer la “luz” en un acto público. Por desgracia, un
líder importante no se encontraba presente en aquella reunión. Por dos días,
Dan Jones se perdió aquella declaración crucial. Ellen White escribió a su hijo
W.C. White: “He sabido que el hermano [Dan T.] Jones ha llegado esta tarde a
casa”. Eso ocurría el 10 de marzo (Carta de Ellen White a W.C. White y Mary
White, 10 marzo 1890, Battle Creek, Michigan. The Ellen G. White 1888 Materials, 623. Había estado en Tennessee, en el enjuiciamiento al rey.
Carta de Dan T. Jones a R.M. Kilgore, 16 marzo 1890, Battle Creek, Michigan,
963. General Conference of Seventh-day Adventists Archives).
El sábado de tarde Ellen White tomó la palabra en la capilla de la
oficina. Les dijo cuál era exactamente la posición que sostenía en aquel
conflicto. Se refirió a la revelación recibida la noche del jueves 6 de marzo:
...la
luz que me vino anteanoche expuso una vez más claramente ante mí la influencia
que ha estado obrando, y a dónde conduciría... Estáis recorriendo precisamente
el mismo camino por el que anduvieron en los días de Cristo. Habéis conocido la
experiencia de ellos; pero Dios nos libre... Os habéis interpuesto directamente
en el camino de Dios. La tierra tiene que ser alumbrada por su gloria, y si
permanecéis donde hoy estáis podéis fácilmente decir que el Espíritu de Dios
era el espíritu del diablo...
...no
os aferréis al hermano Smith. Os digo en el nombre de Dios que no está en la
luz. No ha estado en la luz desde Minneapolis...
...Permitid
que la verdad de Dios venga a vuestros corazones; abrid la puerta. Os digo
ahora aquí ante Dios, que el asunto de los pactos, tal como ha sido presentado,
es la verdad. (Ellen White, Sermón, 8 marzo 1890, Battle
Creek, Michigan. The Ellen G. White 1888
Materials, 593-594 y 596).
Ellen White relacionó aquí la verdad de la distinción entre los
dos pactos, tal como la había presentado E.J. Waggoner, como siendo luz
procedente del Espíritu Santo.
Se trataba de esa misma luz del evangelio eterno que habría de
alumbrar la tierra con la gloria de Dios (Apoc 18:1). Rechazar la verdad de los
pactos era rechazar el Espíritu de Dios, llamándole espíritu del diablo. Era el
mismo trato que los judíos habían dado a la verdad que Cristo presentó.
Dar crédito a la postura sostenida por el pastor Smith sobre los
pactos significaba transitar por caminos de tinieblas. Su postura sobre los
pactos había sido objeto de análisis en numerosas ocasiones. En ese tiempo
debiera haberse podido diferenciar claramente entre la verdad y el error. No
había duda alguna en cuanto a la posición que tomó Ellen White sobre los
pactos: estaba de acuerdo con E.J. Waggoner. El pacto eterno era la luz de la
justificación por la fe. Era la luz que debía darse al mundo. Su recepción se
vería acompañada por la bendición del Espíritu Santo para terminar la obra.
A principios de 1890, Ellen White había estado ocupada en la
preparación del primer volumen de The Spirith of Prophecy. Cuando el 6
de marzo de 1890 recibió confirmación divina relativa a la posición de Waggoner
sobre los dos pactos, la incorporó en su edición revisada que llevó por título Patriarcas
y Profetas (Ellen White, The Law and the Covenants, The Patriarchs and Prophets
—Oakland, California: Pacific Press Publishing Company, 1890, 363-373. En
castellano, capítulo 32: ‘La ley y los dos pactos’. Patriarcas y Profetas,
378-390; CD: 331-343). Era una aportación de material completamente nuevo, y fue
una de las declaraciones más exhaustivas acerca de la relación entre los pactos
y la justicia por la fe (Tim Crosby, Ellen G. White and the Law in Galatians: A
Study in the Dynamics of Present Truth, 28). Patriarcas y Profetas se
publicó el 26 de agosto de 1890 (Ver Ron Duffield, El retorno de la
lluvia tardía, 409-412). Ellen White dijo:
El
pacto de la gracia se estableció primeramente con el hombre en el Edén…
Este
mismo pacto le fue renovado a Abraham en la promesa: “En tu simiente serán
benditas todas las gentes de la tierra” (Gén 22:18). Esta promesa dirigía los
pensamientos hacia Cristo. Así la entendió Abraham (véase Gál 3:8 y 16), y
confió en Cristo para obtener el perdón de sus pecados. Fue esa fe la que se le
contó como justicia. El pacto con Abraham también mantuvo la autoridad de la
ley de Dios...
La
ley de Dios fue la base de ese pacto, que era sencillamente un arreglo para
restituir al hombre a la armonía con la voluntad divina, colocándolo en
situación de poder obedecer la ley de Dios.
Otro
pacto, llamado en la Escritura el “antiguo” pacto, se estableció entre Dios e
Israel en el Sinaí, y en aquel entonces fue ratificado mediante la sangre de un
sacrificio. El pacto hecho con Abrahán fue ratificado mediante la sangre de
Cristo (Ellen White, The Patriarchs and Prophets, 370-371. En
castellano, Patriarcas y profetas, 387 [CD: 340]).
Ellen White distinguió entre dos pactos, en términos de cuándo y
cómo fueron ratificados. No confundía ambos pactos, tal como hacía el pastor
Porter. A continuación afirmó la validez del nuevo pacto en tiempos del Antiguo
Testamento:
Es
evidente que el nuevo pacto estaba en vigor en los días de Abrahán, puesto que
entonces fue confirmado, tanto por la promesa como por el juramento de Dios, “dos
cosas inmutables, en las cuales es imposible que Dios mienta” (Heb 6:18) (Id.
387-388; [CD: 341]).
Ellen White continuó sus observaciones relativas a los pactos:
Pero
si el pacto confirmado a Abrahán contenía la promesa de la redención, ¿por qué
se hizo otro pacto en el Sinaí? Durante su servidumbre, el pueblo había perdido
en alto grado el conocimiento de Dios y de los principios del pacto de Abrahán.
Al libertarlos de Egipto, Dios trató de revelarles su poder y su misericordia
para inducirlos a amarle y a confiar en él. Los llevó al mar Rojo —donde,
perseguidos por los egipcios, parecía imposible que escaparan— para que
pudieran ver su total desamparo y necesidad de ayuda divina; y entonces los
libró. Así se llenaron de amor y gratitud hacia él, y confiaron en su poder
para ayudarles. Los ligó a sí mismo como su libertador de la esclavitud
temporal.
Pero
había una verdad aún mayor que debía grabarse en sus mentes. Como habían vivido
en un ambiente de idolatría y corrupción, no tenían un concepto verdadero de la
santidad de Dios, de la extrema pecaminosidad de su propio corazón, de su total
incapacidad para obedecer la ley de Dios y de la necesidad de un Salvador. Todo
esto se les debía enseñar...
Los
israelitas no percibían la pecaminosidad de su propio corazón y no comprendían
que sin Cristo les era imposible guardar la ley de Dios, y con excesiva premura
concertaron su pacto con Dios. Creyéndose capaces de ser justos por
sí mismos, declararon: “Haremos
todas las cosas que Jehová ha dicho, y obedeceremos”
(Éxodo 24:7)... apenas unas pocas semanas después, quebrantaron su pacto
con Dios al postrarse a adorar una imagen fundida. No podían esperar el favor
de Dios por medio de un pacto que ya habían roto; y entonces viendo su
pecaminosidad y su necesidad de perdón, llegaron a sentir la necesidad del Salvador
revelado en el pacto de Abrahán y simbolizado en los sacrificios. De manera
que mediante la fe y el amor se vincularon con Dios como su libertador de la
esclavitud del pecado. Ya estaban capacitados para apreciar las bendiciones del
nuevo pacto.
Los
términos del “pacto antiguo” eran: Obedece y vivirás... El “nuevo pacto” se
estableció sobre “mejores promesas”, la promesa del perdón de los pecados, y de
la gracia de Dios para renovar el corazón y ponerlo en armonía con los
principios de la ley de Dios (Id. 388-389 [341-342]; original
sin cursivas).
Ellen White tomó incluso de Waggoner la expresión de que “no
podían esperar el favor de Dios” mediante un pacto [el pacto que ellos habían
hecho] que ya habían roto. Su pecaminosidad vino a quedar patente. Sintieron
“su necesidad de perdón”. Fueron llevados al Salvador según el pacto hecho con
Abraham. Ahora, en lugar de venir con sus promesas, se vincularon con Dios
mediante “la fe y el amor” verdaderos. Tenían ahora un nuevo aprecio de su
liberación de la “esclavitud” del pecado.
En las declaraciones de Ellen White encontramos reflejados los
términos exactos que Waggoner había empleado para describir las relaciones
existentes entre el viejo y el nuevo pacto. Si es que el Espíritu Santo aprobó
algún concepto de forma más clara que otro, es sin duda el pacto eterno del
mensaje de 1888.
Tal como había enseñado Waggoner, Ellen White enfatizó que el viejo
pacto era legalismo. Sólo la promesa del nuevo pacto proveía el perdón de los
pecados y la ayuda divina. La declaración de Patriarcas y Profetas es
uno de los comentarios más bellos y concisos acerca de las buenas nuevas del
pacto eterno, aparte de lo contenido en las Escrituras.
Los que recibieron la luz relativa a los pactos, presentaron esa
verdad al pueblo por diversos medios en la medida de sus posibilidades. Algunos
recibieron aquella luz.
Podemos resumir así brevemente los eventos significativos de
aquella asamblea pastoral:
El sábado 8 de marzo de 1890 Ellen White dio un testimonio a los
dirigentes de la iglesia. Había recibido una visión la noche del 6 de marzo,
confirmando que el hermano Waggoner tenía la luz sobre el tema del pacto. Lo
confirmó también mediante cartas enviadas a Uriah Smith y a W.C. White.
Si bien Dan Jones no estuvo presente el 8 de marzo al hacer Ellen
White la declaración pública de apoyo a la comprensión de los pactos de E.J.
Waggoner, con toda seguridad debió ser un tema de conocimiento general. A su
retorno a Battle Creek sin duda debió ser informado de lo que había expresado Ellen
White. A pesar de esa declaración pública, Dan Jones escribió:
Por
un tiempo parecía que la hermana White apoyaría plenamente la posición del Dr.
Waggoner sobre la cuestión del pacto, y me causó gran perplejidad cómo debía
abordar el asunto; pues a mí me parecía claro que sus posiciones no eran todas
correctas. Pero... el asunto doctrinal no era de ninguna manera el punto
importante. La hermana White y el Dr. Waggoner dijeron que no les preocupaba lo
que creyéramos sobre la ley en Gálatas o sobre los pactos (Carta de Dan T.
Jones a J.H. Morrison, 17 marzo 1890, Battle Creek, Michigan, 3).
Dan Jones asumió, pues, que ni Ellen White ni E.J. Waggoner
pensaban que la ley o los pactos fueran un tema crucial.
No obstante, la evidencia es sólida a propósito de que E.J.
Waggoner no abandonó nunca su posición sobre la ley referida en el tercer
capítulo de Gálatas o la distinción entre el viejo y el nuevo pacto. Por lo que
respecta a Ellen White, apoyó su comprensión de los pactos, si bien aún no se
había pronunciado sobre el asunto de la ley.
Otra falsa asunción sobre la que Dan Jones se basaba es la de que
Waggoner había renunciado a un punto clave de su enseñanza. Según Dan Jones,
Waggoner “había desistido en su posición de que en el viejo pacto las promesas
vinieran enteramente de parte del pueblo y no de parte de Dios” (Id. 4). No hay
evidencia alguna de una renuncia tal por parte de Waggoner.
Dan Jones parecía sentirse aliviado cuando escribió a J.H.
Morrison:
Yo
había pensado que eran de considerable importancia los puntos doctrinales
implicados en las cuestiones de la ley en Gálatas y los dos pactos (Id.).
Así, si no se trataba realmente de un asunto doctrinal, ¿dónde
radicaba el conflicto? La mente de Dan Jones había imaginado en qué consistía
el auténtico problema. Escribió lo que sigue a R.M. Kilgore:
[Ellen
White] objetó solamente contra el espíritu manifestado, espíritu del que el
hermano Waggoner estuvo exento. Ambos, la hermana White y el Dr. Waggoner,
declararon que los puntos doctrinales no eran el tema importante. Eso despeja
el asunto que preocupó a mi mente todo el tiempo (Carta de Dan T. Jones a R.M.
Kilgore, 16 marzo 1890, Battle Creek, Michigan, 2).
Se había autoconvencido de que la doctrina no era importante, de
forma que podía imaginar una apariencia de orden en su mente agitada por el
conflicto.
Pero esa esperanzada racionalización no le había traído mucha paz,
ya que escribió: “La asamblea pastoral está a punto de terminar. La
investigación sobre la cuestión del pacto terminó con la misma insatisfacción
que antes de comenzar” (Id.). La situación de Dan Jones era por demás
lamentable. Tras haber desechado el Espíritu de verdad, le resultaba más fácil
caminar en la luz de su propia lumbre. La verdad resultaba para él demasiado confusa.
El domingo 16 de marzo tuvo lugar otra reunión en la capilla de la
oficina. Se reunieron algunos de los hermanos dirigentes. Ellen White informó
sobre lo sucedido. Escribió así a W.C. White en relación con el evento:
Entonces
habló el hermano Dan Jones. Afirmó que se había sentido tentado a abandonar los
testimonios; pero si hacía tal cosa sabía que lo abandonaría todo, ya que había
considerado los testimonios como entretejidos con el mensaje del tercer ángel;
y habló sobre terribles escenas de tentación. Sentí auténtica pena por él
(Carta de Ellen White a W.C. Whitey Mary White, 16 marzo 1890, Battle Creek,
Michigan. The Ellen G. White 1888
Materials, 629).
Esa escena debió ser sin duda muy triste para ella. Ellen White se
refirió a la obstinada resistencia de algunos de los dirigentes hacia el
mensaje de Dios:
El
domingo de mañana, aunque agotada y casi desanimada, me aventuré a acudir a la
reunión... presenté ante ellos lo que habían hecho a fin de dejar sin efecto
aquello que el Señor había estado procurando realizar, y por qué. La ley en
Gálatas era su único argumento.
Les
pregunté: “¿Es vuestra interpretación sobre la ley en Gálatas más querida para
vosotros, y tenéis más celo por mantener vuestras ideas al respecto, que por
conocer las obras del Espíritu de Dios? Habéis estado midiendo cada precioso
testimonio enviado del cielo según vuestra propia escala, de acuerdo con
vuestra interpretación de la ley en Gálatas”. No os puede llegar nada
relacionado con la verdad y el poder de Dios a menos que lleve vuestra marca:
las preciosas ideas que habéis idolatrado sobre la ley en Gálatas.
Esos
testimonios del Espíritu de Dios, los frutos del Espíritu de Dios, carecen de
peso a menos que vengan estampados con vuestras ideas sobre la ley en Gálatas.
Temo por vosotros y por vuestra interpretación de cualquier escritura que se
manifieste en un espíritu tan anticristiano como el que habéis exhibido, y que
me ha costado tan innecesaria labor. Ya que sois tan cautos y críticos como
para temer recibir algo que no esté de acuerdo con las Escrituras, pido que
vuestras mentes vean esas cosas en la verdadera luz. Ejerced vuestra cautela en
considerar si no estáis cometiendo el pecado contra el Espíritu Santo.
¿Han considerado vuestras mentes críticas esa cuestión? Afirmo que si vuestras
posiciones sobre la ley en Gálatas y sus frutos, son del carácter que he
visto en Minneapolis y a partir de entonces hasta ahora, mi plegaria es que
pueda permanecer tan lejos de vuestra comprensión e interpretación de las
Escrituras como me sea posible. Temo cualquier aplicación de la Escritura que requiera
un espíritu tal y que lleve un fruto como el que habéis manifestado. Una cosa
es cierta: por tanto tiempo como Dios me conceda raciocinio, no armonizaré
jamás con ese espíritu.
Ahora
hermanos, no tengo nada que decir, ninguna preocupación sobre la ley en
Gálatas. Ese asunto me parece de importancia menor en comparación con el
espíritu que habéis traído a vuestra fe. Es exactamente de la misma clase
que el manifestado por los judíos en relación con la obra y misión de
Jesucristo. El testimonio más convincente que podemos dar a otros de que
tenemos la verdad, es el espíritu con el que se defiende esa verdad. Si
santifica el corazón de quien la recibe, si lo hace cortés, amable, perdonador,
verdadero y semejante a Cristo, entonces llevará cierta evidencia del hecho de
que posee la genuina verdad. Pero si actúa como hicieron los judíos cuando
fueron confrontadas sus opiniones e ideas, entonces no podemos ciertamente
recibir un testimonio tal, puesto que no produce los frutos de justicia. Sus
interpretaciones de la Escritura no eran correctas, sin embargo los judíos no
estarían dispuestos a recibir la evidencia de la revelación del Espíritu de
Dios, y al ver contradichas sus ideas llegarían a asesinar al Hijo de Dios
(Id. 631-633, original sin cursivas).
Resulta claro que el error trajo asociado un espíritu de
persecución. La verdad se evidenciaba mediante el Espíritu de Dios manifestado
en la vida. Ellen White tenía el don del discernimiento. No quiso tener nada
que ver con interpretaciones de la Biblia que conllevaran una actitud de maldad
tal, que de darles rienda suelta “llegarían a asesinar al Hijo de Dios”.
El Espíritu Santo estaba llevándolos a una verdad más profunda en
cuanto a los pactos y la justicia por la fe, pero estaban resistiendo la luz.
Aquella mañana de domingo, Ellen White habló ante la asamblea
pastoral, diciendo: “Sé que [Dios] tiene una bendición para nosotros. La tenía
en Minneapolis, y la tenía para nosotros con ocasión de la asamblea de la
Asociación General aquí. Pero no hubo recepción*. Algunos recibieron la luz
para el pueblo y se alegraron en ella. Hubo otros que le dieron la espalda, y
su posición ha dado confianza a otros para hablar incredulidad...” (The Ellen G. White 1888 Materials, 640).
(* En el lugar del asterisco va incluida esta anotación de A.L. White: “Las
palabras de esta frase son claramente deficientes, ya que aisladamente no está
en armonía con lo que sigue, ni con otras declaraciones a propósito de la
asamblea de la Asociación General de 1889”. “[Released in this form to combat a distorted use of a sentence in
public address. —A.L. White.]” Eso demuestra
hasta dónde están dispuestos a ir algunos en su defensa de la “teoría de la
recepción” de la justicia por la fe por parte de los dirigentes de la iglesia
inmediatamente después de 1888. Ver Manuscript Release nº 253, Ellen White Estate).
Si aceptaban los pactos tal como los enseñaba Waggoner, temían
tener que renunciar a sus ideas acariciadas sobre la ley ceremonial en Gálatas
3.
Hasta aquí, Ellen White no había tomado posición sobre la ley en
Gálatas. La había tomado —públicamente— sobre la distinción entre los dos
pactos, en armonía con la comprensión de Waggoner. Los hermanos seguían
aferrados a sus interpretaciones acariciadas sobre la ley en Gálatas 3. No
querían dar ningún paso en el tema de los pactos, por temor a lo que habrían de
hacer con el tema de la ley. Manifestaron un espíritu mezquino hacia los
mensajeros del Señor.
En ese contexto, Ellen White dijo: “La ley en Gálatas no es una
cuestión vital, ni lo ha sido nunca” (Id, 841). Aclaró qué era lo que
rechazaba: “Me veo forzada a decir, por la actitud que han tomado mis hermanos
y por el espíritu que han evidenciado: —Dios me libre de vuestras ideas sobre
la ley en Gálatas...” (Id.).
Ellen White estaba abandonando la posición que ellos mantenían
sobre la ley ceremonial. Discernió los trágicos resultados que estaba teniendo para
la iglesia. El Espíritu Santo y la verdad estaban siendo objeto de rechazo. Se
apercibió de que “vuestras ideas” no podían ser correctas.
Dejando
el espíritu de Cristo, tomando posiciones equivocadas en la controversia
sobre la ley en Gálatas —una cuestión que muchos no han comprendido plenamente
antes de tomar la postura equivocada—, la iglesia ha sufrido una gran
pérdida (Ellen White, Diary Entry, 27 febrero 1891. The Ellen G. White 1888
Materials, 894; original sin cursivas.
Para más detalles acerca del cambio de posición de Ellen White sobre la ley en
Gálatas, ver Ron Duffield, El
retorno de la lluvia tardía, capítulo 15: ‘Mantenerse en los
hitos’, a partir de 417).
El 27 de febrero de 1891 Ellen White sostenía ya con firmeza que
la posición de la ley ceremonial en Gálatas [la posición opuesta a la
presentada por E.J. Waggoner] era errónea.
Os
digo aquí ante Dios que la cuestión del pacto, tal como se la ha presentado, es
la verdad. Es la luz. Ha sido presentada ante mí en líneas claras, y aquellos
que han estado resistiendo la luz, os pregunto si han estado obrando por Dios o
por el diablo... Dije al hermano Dan Jones: “No voy a darle mi opinión, mi fe.
Profundice en la Biblia” (Ellen White, Sermón, 8 marzo 1890, The Ellen G. White
1888 Materials, 596-597).
Ellen White no le dio a Dan Jones su opinión. Lo que hizo
fue apoyar la luz que brillaba en la Biblia sobre los pactos. Además, le
preocupaba mucho el espíritu amargo que se estaba evidenciando, que relacionó
con los puntos de vista erróneos sobre la ley y los pactos que mantenían:
Esos
testimonios del Espíritu de Dios, los frutos del Espíritu de Dios, carecen de
peso a menos que vengan estampados con vuestras ideas sobre la ley en Gálatas.
Temo por vosotros y por vuestra interpretación de cualquier escritura que se
manifieste en un espíritu tan anticristiano como el que habéis exhibido, y que
me ha costado tan innecesaria labor... Afirmo que si vuestras posiciones sobre
la ley en Gálatas, con sus frutos, son del carácter que he visto en Minneapolis
y a partir de entonces hasta ahora, mi plegaria es poder mantenerme tan alejada
de vuestra comprensión e interpretación de las Escrituras como me sea posible.
Temo cualquier aplicación de la Escritura que requiera un espíritu como ese, y
que lleve un fruto como el que habéis manifestado. Una cosa es cierta: por
tanto tiempo como Dios me conceda raciocinio, no armonizaré jamás con ese
espíritu (Carta de Ellen White a W.C. White y esposa, 13 marzo 1890, The Ellen G. White 1888 Materials, 631-632. Estaba aquí refiriéndose a las actitudes
de los hermanos que se oponían a la enseñanza de Waggoner).
Ellen White identificó las doctrinas que sostenían como siendo el
origen del espíritu que manifestaban. La defensa de doctrinas falsas requería
un espíritu duro y dictatorial que reforzara su posición, puesto que no podían
demostrarla a partir de las Escrituras. Descontar la verdad disociándola de la
experiencia era un falso dilema. Ambas —verdad y experiencia— eran
absolutamente esenciales e inseparables en la conformación de una vida
semejante a la de Cristo.
Cuatro años más tarde (1 junio 1894) Ellen White dijo de ambos,
Butler y Smith, que habían “tomado su propio curso de acción” en lo relativo a
la luz de Dios.
La
obra de Dios necesitaba cada jota y tilde de la experiencia que había dado a
los pastores Butler y Smith; pero han tomado su propio curso de acción en
algunas cosas, al margen de la luz que Dios ha dado (Carta de Ellen White a
S.N. Haskell, 1 junio 1894. The Ellen G.
White 1888 Materials, 1248).
Eso matizó la validez de las confesiones que hicieran a la iglesia
los pastores Butler y Smith. Por más sinceros que fueran en sus disculpas, el
hecho es que continuaron oponiéndose al mensaje y a los mensajeros.
Jamás aceptaron los conceptos centrales sobre los pactos o la ley
en Gálatas que Ellen White apoyó. A.G. Daniells escribió años después (en 1902)
a W.C. White a propósito de ese hecho:
No
fueron solamente los veteranos quienes operaban cuando el hermano Butler,
Morrison y otros peleaban esta batalla, sino que algunos de los hombres jóvenes
que están llegando, están impregnados de esas viejas herejías procedentes de
los hombres en la obra que siguen aún sin convertirse a esta nueva luz (Carta
de A.G. Daniells a W.C. White, 14 abril 1902, Battle Creek, Michigan. The Ellen G. White 1888 Materials, 320).
Así fue como continuó por décadas la resistencia a la luz sobre la
justicia por la fe y su relación con los dos pactos.
El modelo de Waggoner fue claro y consistente a lo largo de todos
los años en sus escritos. No se podía limitar al paradigma de dos
dispensaciones ligadas al tiempo, grupos étnicos o naciones. No obstante,
abarcaba ambos modelos bíblicos.
En primer lugar, el primero o viejo pacto que se
ratificó con los sacrificios de animales, fue establecido con la nación de
Israel, y estaba fundamentado sobre la promesa del pueblo: “Haremos todo lo que
Jehová ha dicho” (Éxodo 19:8). En su misericordia, Dios aportó piezas añadidas:
el sacerdocio levítico, el santuario, los diez mandamientos escritos en tablas
de piedra y la ley de los sacrificios y fiestas, con el objeto de hacer ver a
Israel su necesidad de la promesa de Dios llena de gracia, que sólo se
encuentra en el pacto eterno.
En segundo lugar, Waggoner enseñó el modelo igualmente bíblico del
viejo y nuevo pactos como dos experiencias diferentes, particularmente
basadas en Gálatas 3 y 4. La experiencia del viejo pacto consistía en la
promesa autosuficiente del pueblo a propósito de que obedecería; en contraste,
la del nuevo pacto —o pacto eterno— consistía en una fe que dice ‘Amén’ a la
promesa unilateral que Dios hace.
Si bien escrito tres años después de la asamblea pastoral, en su
artículo ‘El día de reposo’, Waggoner se refirió a esas dos diferentes
actitudes del corazón como siendo dos dispensaciones en la experiencia:
La
“dispensación cristiana” comenzó para el hombre al menos tan pronto como en ocasión
de la caída. Hay ciertamente dos dispensaciones: una dispensación de pecado y
muerte, y otra de justicia y vida; pero esas dos dispensaciones han venido
discurriendo de forma paralela desde la caída. Dios trata a los seres humanos
como personas y no como naciones; no las trata de forma distinta según el siglo
en el que hayan vivido. Sin importar en qué período de la historia del mundo
viva, uno puede pasar en cualquier momento de la antigua a la nueva
dispensación (E.J. Waggoner, The “Two Dispensations” PT 9, 23, 7 septiembre 1893, 356).
Waggoner escribió: “La ley y el evangelio estuvieron unidos en el
Sinaí, tal como siempre lo han estado. En el Sinaí brilló la gloria del
Calvario tan claramente como lo hace ahora” (Id, 357). “El Calvario en el
Sinaí” era una nueva revelación para muchos adventistas del séptimo día.
“Sinaí” incluía la ley y el evangelio combinados en Cristo.
Las dos dispensaciones eran dos caminos paralelos que han
discurrido uno al lado del otro desde la misma caída en el Edén. “La antigua
dispensación es el yo; la nueva, Cristo” (Id, 358).
Las dispensaciones eran, pues, dos principios antagónicos que
operan en el corazón del ser humano. Se trata de dos condiciones distintas del
corazón. Nada podía ser más claro, más simple ni más bello que el pacto eterno
de Dios.
Justificación por la fe: mensaje del tercer ángel
(índice)
Ellen White tuvo una alegría desbordante
cuando oyó el mensaje de A.T. Jones y E.J. Waggoner. Para ella, el mensaje claro
que estaban dando armonizaba con el de los tres ángeles: “Ha llegado la hora de
su juicio”, y nuestro Sacerdote está purificando el santuario celestial. Ellen
White comprendía que el mensaje del santuario era el camino que prepararía para
la segunda venida de Jesús. El borramiento de los pecados en su pueblo, y su
correspondiente borramiento en el santuario celestial constituía el
cumplimiento del pacto eterno: su perdón de nuestros pecados y la escritura de
su ley en nuestras mentes y corazones. El mensaje del pacto era un mensaje de
traslación.
Durante las semanas en que tuvo lugar la
asamblea pastoral de 1890 en Battle Creek, como si se tratara de un redoble de
tambor, Ellen White fue escribiendo en las columnas de la Review en ese
período de entusiasmo por el mensaje del pacto eterno que estaba oyendo
presentar.
Obsérvense sus palabras:
Estamos en el
día de la expiación y debemos actuar en armonía con la obra de Cristo de purificar
el santuario de los pecados del pueblo. Que nadie que desee encontrarse
ataviado con las vestiduras de boda resista a nuestro Señor en su obra. Tal
como él es, así serán sus seguidores en este mundo. Debemos presentar ahora
ante la gente la obra que por la fe vemos a nuestro Sumo Sacerdote desempeñar
en el santuario celestial (Ellen White, The Need of Complete Consecration, Review
and Herald 67, 3, 21 enero 1890, 33).
El gran tema subyacente son las bodas del
Cordero que tanto retraso han sufrido. Para el pueblo de Dios había llegado el
tiempo de despertar y comprender el tiempo en el que estaba viviendo. Había
llegado el momento para que su esposa estuviera preparada para la boda, al
recibir el don de su vestido nupcial. Esas vestiduras eran el mensaje de la
justicia de Cristo.
Una semana después, mientras que el asunto
del pacto era objeto de debate en la asamblea, en la portada de la Review
Ellen White dirigió una vez más la atención del pueblo al santuario.
Cristo está
en el santuario celestial, y está allí para hacer expiación por los pecados de
su pueblo … Está purificando el santuario de los pecados de su pueblo. ¿Cuál es
nuestra obra? Ponernos en armonía con la obra de Cristo. Por la fe debemos
obrar con él, estar unidos con él … tiene que haber un pueblo preparado para el
gran día de Dios (Ellen White, The Lord Must Be Our Light, Review and Herald
67, 4, 28 enero 1890, 49).
Cristo está
purificando el templo del cielo de los pecados del pueblo, y debemos obrar en
armonía con él aquí en la tierra, purificando el templo del alma de su
contaminación moral (Ellen White, The Danger of Talking Doubt, Review and
Herald 67, 6, 11 febrero 1890, 81).
El pueblo no
ha entrado en el lugar santo [santísimo] donde Jesús ha ido para hacer
expiación por sus hijos. Necesitamos el Espíritu Santo a fin de comprender las
verdades para este tiempo; pero en las iglesias existe una sequía espiritual
(Ellen White, Need of Earnestness in the Cause of God, Review and Herald
67, 8, 25 febrero 1890, 113).
Se debe observar que entrar por la fe con
Jesús al santuario del cielo en el día de la expiación significaba progresar en
la luz que Jesús estaba dando a su pueblo en la tierra. La verdad del pacto
eterno y la justificación por la fe que Jones y Waggoner estaban trayendo al
pueblo de Dios debía comprenderse en relación con el ministerio de Jesús en su
santuario en el día de la expiación.
El 4 de marzo de 1890 enfatizó de nuevo el
tema de la traslación:
Desde el
trono de Dios está brillando la luz, ¿con qué objetivo? Para que haya un pueblo
preparado para mantenerse en pie en el día de Dios (Ellen White, Draw Nigh to
God, Review and Herald 67, 9, 4 marzo 1890, 129).
Si todos
nuestros hermanos fueran obreros conjuntamente con Dios, no tendrían dudas
acerca de que el mensaje que nos ha enviado durante estos últimos dos años
proviene del cielo … Suponed que borráis el testimonio dado durante estos
últimos dos años proclamando la justicia de Cristo, ¿a quién podríais señalar
entonces como portador de luz especial para el pueblo? (Ellen White, The
Present Message, Review and Herald 67, 11, 18 marzo 1890, 161).
Aquel mensaje de la justificación por la fe era
en verdad el mensaje del tercer ángel, que proveía la fuerza y el poder a la
purificación del santuario.
Muchos hablaban todo el tiempo de la ley, y les
preocupaba que se hablara tanto de la justificación por la fe:
Los hombres
dirán: ‘Es cierto; estáis exaltados; estáis exagerando este asunto y no
prestáis la debida atención a la ley; habéis de pensar más en ella; no estéis
todo el tiempo concentrados en esa justicia de Cristo y dedicaos a la ley’.
Dejad que la
ley se cuide a sí misma. Nos hemos concentrado en la ley hasta llegar a estar
tan secos como los montes de Gilboa, privados de rocío y de lluvia (The
Ellen G. White 1888 Materials, 557).
Ridiculizaban, frivolizaban y denunciaban la
justificación como si fuera fanatismo. En cierta ocasión preguntaron a Ellen
White
si el mensaje de la justificación por la fe
era el mensaje del tercer ángel, y respondí: “Es el mensaje del tercer ángel en
verdad”. El profeta declara: “Vi otro ángel que descendía del cielo con gran poder,
y la tierra fue alumbrada con su gloria” [Apoc 18:1] (Ellen White, Repentance
the Gift of God, Review and Herald 67, 13, 1 abril 1890, 193-194).
Ellen White
identificó claramente “el mensaje del tercer ángel en verdad” con el ángel de
Apocalipsis 18:1. ¿Cuál era el significado de esa declaración? ¿Qué implicaba
esa expresión “en verdad”?
La justificación por
la fe en el contexto de la purificación del santuario era en verdad el
mensaje del tercer ángel. Preparaba el camino para el día grande y terrible del
Señor. Preparaba a un pueblo para resistir en la hora de la crisis, y para ser
trasladado en la segunda venida de Jesús sin pasar por la muerte. Era, y
continúa siendo, el mensaje que ha de zarandear a la iglesia de Laodicea. Traía
con él todo lo que está incluido en el fuerte pregón y la lluvia tardía del
Espíritu Santo.
La ley ha sido nuestro pedagogo
(índice)
El año 1896, Ellen White se pronunciaría sobre la ley que era el
“guía” o “tutor” (Gál 3:24). Instruyó a Marian Davis, su secretaria, para que
enviara por correo a Uriah Smith la declaración más definitiva sobre la ley en
Gálatas hasta aquel momento. Una vez más, fue en apoyo a la posición de E.J.
Waggoner consistente en que la ley aludida en la epístola a los Gálatas era la
ley moral.
Esta fue la declaración de Ellen White en su integridad:
“La
ley ha sido nuestro guía para llevarnos a Cristo, a fin de que fuéramos
justificados por la fe”. En esa escritura, el Espíritu Santo, mediante el
apóstol, está hablando especialmente de la ley moral. La ley nos revela
el pecado y hace que sintamos nuestra necesidad de Cristo, nos impulsa a correr
hacia él en busca de perdón y paz, al ejercer el arrepentimiento para con Dios
y fe hacia nuestro Señor Jesucristo.
La
falta de voluntad para abandonar opiniones preconcebidas y aceptar esta
verdad, está en el fundamento de gran parte de la oposición manifestada en
Minneapolis contra el mensaje del Señor a través de los hermanos Jones y
Waggoner. Suscitando esa oposición, Satanás tuvo éxito en expulsar de nuestro
pueblo, en gran medida, el poder especial del Espíritu Santo que Dios quería
impartirles. El enemigo impidió que obtuvieran esa eficiencia que podía haber
sido suya para llevar la verdad al mundo, tal como la proclamaron los apóstoles
desde el día de Pentecostés. Se resistió la luz que tenía que alumbrar toda la
tierra con su gloria, y la acción de nuestros propios hermanos la ha mantenido
en gran medida alejada del mundo (Ellen White, Carta a Uriah Smith, 6 junio
1896, Cooranbong, N.S.W. The Ellen G. White 1888 Materials, 1575; original
sin cursivas).
El primer párrafo presentó Gálatas 3:24 tal como lo había
explicado Waggoner a partir de la Biblia. La ley traía convicción al pecador
culpable. Dirigía entonces al pecador al único remedio posible. La justicia de
Cristo era el único remedio para la ley violada. La visión de Ellen White
confirmaba las investigaciones bíblicas de Waggoner.
El segundo párrafo es sobrecogedor. Afirma que las opiniones preconcebidas
sobre la ley en Gálatas suscitaron en Minneapolis la oposición al mensaje de
Jones y Waggoner que de otra forma se habría acompañado del poder del Espíritu
Santo. Se trataba del “mensaje del Señor” que el Espíritu Santo había dispuesto
para que toda la tierra resultara alumbrada por la gloria de Dios. La recepción
de la verdad habría ido acompañada por el derramamiento inicial del Espíritu
Santo tal como sucedió en el día de Pentecostés. Pero el enemigo logró evitar
que sucediera eso suscitando la oposición de los hermanos contra la verdad que
Dios quería enviar al mundo. Era inconfundible la referencia que hizo a
Apocalipsis 18:1:
Se
resistió la luz que tenía que alumbrar toda la tierra con su gloria, y la
acción de nuestros propios hermanos la ha mantenido en gran medida alejada del
mundo (Id.).
Se trataba del mensaje del poderoso cuarto ángel que se une con
los tres ángeles de Apocalipsis 14 para llamar, preparar y madurar la cosecha
del mundo para la venida del Señor. El poder de ese mensaje daría poder a los
mensajes de los tres ángeles precedentes.
En fecha tan temprana como 1856, Ellen White había visto que el
mensaje de Apocalipsis 18:1 se refería a un futuro próximo, y vendría como
refuerzo al mensaje del tercer ángel, convirtiéndolo en el “fuerte pregón”.
Después vi otro ángel poderoso, al
que se ordenó que bajase a la tierra y uniese su voz a la del tercer ángel para
dar fuerza y vigor a su mensaje. Ese ángel recibió gran poder y gloria, y al
descender dejó toda la tierra alumbrada con su gloria … La obra de este ángel
comienza a tiempo para unirse a la última magna obra del mensaje del tercer
ángel cuando este se intensifica hasta ser un fuerte pregón … este mensaje
parecía ser un complemento del tercer ángel, pues se le unía como el clamor de
media noche se añadió en 1844 al mensaje del segundo ángel (Ellen White, Primeros
escritos, 277).
Así era exactamente como Dios había dispuesto que sucediera.
Dios había dado a los mensajeros el mensaje que trajeron. Estaban
ordenados por el Espíritu Santo. Dios vino a sus amigos, los dirigentes de la
Iglesia Adventista del Séptimo Día. Les proporcionó luz acrecentada que era
absolutamente esencial para su misión. Si la hubieran aceptado, se habría
acompañado por el poder que habría cumplido la comisión. Sin embargo, “la
acción de nuestros propios hermanos” mantuvo “en gran medida” aquella luz
“alejada del mundo”.
En la investigación sobre el asunto de la ley en Gálatas durante
la década de 1890, es digno de mención que en 1887 A.T. Jones resumió con estas
palabras la razón por la que se escribió Gálatas:
El
libro de Gálatas se escribió para colocar la ley ceremonial, la ley moral y el
evangelio en sus verdaderas y correspondientes posiciones, y para aniquilar por
siempre el ceremonialismo (A.T. Jones, Editorial, Review and Herald 76,
33, 15 agosto 1899, 524).
Según la enseñanza de Jones, Gálatas trataba de ambas: la ley
moral y la ceremonial. Los gálatas estaban siendo seducidos a sumar la
circuncisión al evangelio como medio adicional de salvación. Ese legalismo o
ceremonialismo era un sustituto de la verdadera experiencia del corazón propia
del pacto eterno.
Ellen White confirmó que el ayo, el pedagogo o guía, era ambas
leyes: la moral y la ceremonial, si bien había especificado que era
“especialmente … la ley moral”. En algún momento durante el año 1900, Ellen
White dijo:
Se
me pregunta acerca de la ley en Gálatas. ¿Cuál ley es el ayo para llevarnos a
Cristo? Contesto: Ambas, la ceremonial y el código moral de los Diez
Mandamientos (Ellen White, Manuscrito 87, 1900, Mensajes Selectos, vol
I, 274, Review and Herald Publishing Association, Washington, D.C. 1958).
Esa era la posición que había tomado Stephen Pierce “en la década
de 1850, es decir... que el tutor era la ley en todas sus formas” (C. Mervyn
Maxwell, 27 febrero 1983, citado en: Tim Crosby, Ellen G. White and the Law in
Galatians: A Study in the Dynamics of Present Truth, 48). La ley, en Gálatas
3:24, se refería a ambas leyes, la moral y la ceremonial (Tim Crosby, The Law
of the Prophet, Review and Herald
163, 21, 22 mayo 1986, 549).
En ese sentido, A.T. Jones y Ellen White estaban edificando sobre
el fundamento puesto por E.J. Waggoner, de una forma en que Ellen White no
negaba lo que anteriormente había dicho respecto a J.H. Waggoner. Inicialmente,
E.J. Waggoner había limitado el “tutor” primariamente a la ley moral de Dios,
tal como había hecho su padre. Sin duda, eso fue lo que tenía in mente
el “guía” —en la visión— de Ellen White en 1888, cuando le inspiró a que
escribiera al pastor Butler:
Él
[el guía de Ellen White en aquella visión] extendió sus brazos hacia el Dr.
Waggoner y hacia usted, pastor Butler, y dijo en esencia lo siguiente: “Ninguno
de los dos tiene toda la luz sobre la ley; ninguna de las dos posiciones es
perfecta” (Carta de Ellen White a G.I. Butler, 14 octubre 1888, Minneapolis,
Minnesota. The Ellen G. White 1888
Materials, 93).
Waggoner estaba comenzando a recibir los rayos de la luz sobre la
justicia por la fe y sobre la ley, que vendrían a desarrollarse hasta
convertirse en el mensaje pleno que Dios tenía para su pueblo.
El mensaje del tercer ángel
(índice)
En 1891, E.J. Waggoner relacionó de este modo el pacto eterno con
el mensaje del tercer ángel de la justificación por la fe:
Debemos … predicar a “Cristo y
Cristo crucificado”, el resumen del “evangelio del reino”, o … mensaje del
tercer ángel … mostrarlo a partir del pacto que Dios hizo con Abraham, el
sacrificio de Cristo, la justificación por la fe (E.J. Waggoner, How Shall We
Reach the Jews? PT 7, 26, 17 diciembre 1891, 413).
Esa era la forma de alcanzar a los judíos: mostrarles lo que Dios
quería hacer con Israel al conducirlos de Egipto a la tierra prometida. Esa es
la misma obra que Dios haría al juntar a los suyos en todo el mundo para
llevarlos a poseer la herencia eterna.
En 1895, Ellen White relacionó el “mensaje preciosísimo” que
trajeron Waggoner y Jones con el mensaje del tercer ángel y con el pacto
eterno.
En su gran misericordia el Señor
envió un preciosísimo mensaje a su pueblo por medio de los pastores Waggoner y
Jones. Este mensaje tenía que presentar en forma más destacada ante el mundo al
sublime Salvador, el sacrificio por los pecados del mundo entero. Presentaba la
justificación por la fe en el Garante; invitaba a la gente a recibir la
justicia de Cristo, que se manifiesta en la obediencia a todos los mandamientos
de Dios … Es el mensaje del tercer ángel, que ha de ser proclamado en alta voz
y acompañado por el abundante derramamiento de su Espíritu…
El exaltado Salvador ha de
aparecer en su obra eficaz como el Cordero inmolado, sentado en el trono, para
dispensar las inapreciables bendiciones del pacto (Ellen White, Testimony to
the Battle Creek Church, Carta 57, 1 mayo 1895. Testimonios para los
ministros, 91-92).
Esos párrafos conectan el mensaje del tercer ángel con la justificación
por la fe y el pacto eterno.
W.W. Prescott fue el último de la generación que fue testigo
presencial de los eventos de 1888. Publicó una serie de artículos sobre los
pactos en la historia bíblica (W.W. Prescott, The Gospel of the Covenant, Review and Herald 113, 20 agosto—8
octubre 1936). Prescott reconoció cuán importantes son los pactos a fin de
comprender el mensaje de los tres ángeles. Escribió:
Se
nos ha instruido cabalmente al efecto de que la justificación por la fe “es el
mensaje del tercer ángel en verdad”, y teniendo en cuenta que tal como muestra
Gálatas 3:8 la justificación por la fe es la característica esencial del pacto
hecho con Abraham ... el pacto hecho con Abraham es la esencia misma del
mensaje del tercer ángel ... Debiéramos proclamar el pleno significado de ese
pacto desarrollado desde el tiempo de Abraham hasta ahora. Es el “evangelio
eterno” que ha de ser predicado a todo el mundo en preparación para la gran
consumación (W.W. Prescott, The Gospel of the Covenant. IV--The Doctrine of the Promise-Covenant, Review and Herald 113, 47, 10 septiembre
1936, 8).
La promesa que Dios hizo a Abraham contenía todo lo necesario para
preparar al cuerpo de Cristo para la traslación en la segunda venida de Cristo,
a partir de toda nación, tribu, lengua y pueblo. Ellen White, E.J. Waggoner y
W.W. Prescott relacionaron el mensaje del tercer ángel con el pacto eterno.
Los dos pactos
(índice)
En relación con los dos pactos, se han demostrado estos puntos:
1. La salvación
viene sólo mediante la promesa de Cristo según el pacto eterno.
2. Jamás se
salvó nadie mediante las promesas hechas por el hombre según el viejo pacto.
3. En ese
contexto, los dos pactos no son distintos métodos de salvación en distintos
períodos de tiempo (dispensaciones); no son secuenciales, no se suceden en el
tiempo el uno al otro ni están ligados a ninguna época en la historia.
4. Si bien las
expresiones de la fe en Cristo han cambiado según disposición divina, nunca han
cambiado los medios de la salvación en Cristo.
5. Los dos
pactos describen dos condiciones opuestas del corazón; son dos opciones que han
coexistido de forma paralela a lo largo de la historia de la humanidad.
6. El pacto
eterno es el mensaje del tercer ángel.
7. El viejo
pacto está basado en las promesas de obediencia que hace el hombre. Dios
permite ese pacto de “obedece y vive” a fin de que el hombre comprenda la
futilidad de obrar en su propio poder. Es un pacto de obras que lleva a la
“esclavitud”.
8. No se debe
confundir el viejo pacto con el pacto eterno. En este último, Dios escribe su
ley en nuestros corazones mediante la morada de Cristo en el templo del alma, proveyendo
la motivación del poder del amor en el corazón, para obedecer su ley.
¿Por qué el antiguo y el nuevo pacto son un gran misterio para
tantos cristianos? Porque la mayoría ha asumido que el antiguo pacto fue el
método por el que Dios salvó a las personas en el Antiguo Testamento. Ese error
básico de concepto, junto con la tendencia natural de la naturaleza humana al
ceremonialismo, que convierte el símbolo en el medio de salvación
(en lugar de ser la forma de expresar la fe), ha llevado a la confusión del
dispensacionalismo cronológico en la comprensión de los pactos, lo que significa
distorsionar gravemente el evangelio.
Pacto eterno es lo mismo que nuevo pacto (o segundo pacto). Son
las buenas nuevas del evangelio. Cristo crucificado es el sustituto y garante
del pecador. El pecador es incapaz de cumplir por sí mismo sus obligaciones con
respecto a la ley. Cristo, el Fiador del pacto, cumplió la justicia de la ley
en beneficio del pecador como su representante y sustituto.
En Cristo es ya completa y segura la restauración de lo que el
hombre perdió en la caída. Todo hombre, mujer y niño puede experimentar el
Calvario en el Sinaí por la fe, cuando Aquel que cumplió su pacto eterno
mediante Cristo escribe en nuestro corazón su gran ley de amor: los diez mandamientos.
El Calvario en el Sinaí
(índice)
De forma superficial podría parecer que la historia previa a la
asamblea de 1888 en Minneapolis, el propio encuentro y la subsiguiente asamblea
pastoral de 1890, fueron un conflicto eclesiástico sobre la ley, la
justificación por la fe y los pactos. En realidad, se trata de verdad que
conmueve el corazón por el amor de Dios al descender hasta la humanidad
pecaminosa, y que mediante la cruz y el ministerio sumo sacerdotal de Cristo en
el santuario celestial, efectúa una expiación que ha de resultar, de acuerdo
con la elección individual, en la constitución de un cuerpo unánime de
creyentes que fue puesto en armonía con Dios y con el fundamento de su
gobierno: los diez mandamientos. La ley y el evangelio, los mandamientos de
Dios y la fe de Jesús, forman una unidad. Son la promesa del pacto eterno. El
Calvario en el Sinaí expresa esa unidad.
Los años que precedieron al encuentro de 1888 en Minneapolis se
caracterizaron por una gran extensión de la obra misionera en la Iglesia
Adventista del Séptimo Día, tanto localmente como en países extranjeros. Los
cristianos evangélicos eran la audiencia principal, la diana de la acción
misionera. La relación entre la ley y el evangelio era un desafío constante. Los
evangélicos antinomianistas interpretaban las Escrituras de tal modo, que daban
por abolida la ley en la transición entre el antiguo pacto y el nuevo, es
decir, cuando Cristo murió en la cruz. Los predicadores defensores del
adventismo empleaban las Escrituras con un propósito: el de demostrar la
perpetuidad de la ley de los diez mandamientos incluso después de la cruz. Su
enseñanza típica consistía en el paradigma bíblico de la tipología
dispensacionalista sobre los pactos. La ley de los tipos y ceremonias, el
sacerdocio, los sacrificios, etc, quedaron abolidos junto al antiguo pacto
cuando Cristo murió en la cruz. Pero el nuevo pacto que Cristo instituyó tenía
por base la ley de los diez mandamientos. Esa comprensión doctrinal de la
relación entre los dos pactos y las dos leyes en la Escritura había surgido de
la polémica y tendía a llevar la denominación a una comprensión nomista del
pacto, es decir, al legalismo. Se había de preservar la ley al precio que
fuera.
La ley, desprovista del evangelio de Cristo, es legalismo. La ley,
sin la fe de Jesús, resulta en un corazón con la experiencia del viejo pacto. El
miedo es entonces el poder que mueve en el evangelismo. Cuando retrocede la
gran verdad del amor de Dios, llena el vacío la motivación del temor. Por
supuesto, el temor es la suerte común a toda la humanidad pecaminosa. Cuando se
pierde el foco en el evangelio, el mensaje queda tintado por la tóxica y
egocéntrica motivación del temor. Obedece y vive; desobedece y muere.
La crisis de la ley y los pactos de 1888 alcanzó al corazón mismo
del mensaje evangelístico de la Iglesia Adventista del Séptimo Día, y a la
propia experiencia del corazón respecto a ese mensaje. No era primariamente un
mensaje polémico centrado en la ley de Dios. La característica destacable del
mensaje era el evangelio de Jesucristo y su cruz. Los adventistas habían de ser
conocidos por ser los principales en proclamar la cruz y el ministerio expiatorio
de Cristo en el lugar santísimo del santuario celestial.
Ese cambio estaba comenzando a producirse en la era de 1888, con
el énfasis de E.J. Waggoner en el paradigma bíblico del viejo y nuevo pactos
como siendo dos experiencias diferentes del corazón. Él describió esas dos
experiencias como dos dispensaciones, la antigua y la nueva. Corrían paralelas
desde la caída del hombre en el pecado hasta la segunda venida de Cristo, sin
relación alguna con el tiempo o la época.
La justificación por la fe, que es la promesa de Dios en el pacto
eterno (o nuevo pacto) era lo que Jesús enseñó a Nicodemo: “Os es necesario
nacer de nuevo” (Juan 3:7). Esa comunión, ese compañerismo subjetivo,
continuado por toda una vida con Cristo, se traduce en una lealtad absoluta hacia
él.
Jesús había ministrado por mil ochocientos años en el lugar santo
del santuario celestial para el perdón de los pecados, siendo el fundamento su
sangre derramada en el Calvario. El ministerio de Jesús preparaba a aquellos
cristianos para la muerte, permaneciendo entonces en espera de la resurrección
de los justos en la segunda venida de Cristo.
Pero el ministerio sumo sacerdotal de Cristo en el lugar santísimo
del santuario celestial dese 1844 es el cumplimiento del pacto eterno, al poner
“mis leyes en la mente de ellos, y sobre su corazón las escribiré; y seré a
ellos por Dios y ellos me serán a mí por pueblo … seré propicio a sus
injusticias, y nunca más me acordaré de sus pecados ni de sus maldades” (Heb
8:10 y 12). De eso habló el apóstol Pedro en el día de Pentecostés, cuando
profetizó: “Arrepentíos y convertíos para que sean borrados vuestros pecados;
para que vengan de la presencia del Señor tiempos de consuelo, y él envíe a
Jesucristo, que os fue antes anunciado” (Hechos 3:19-20). Se debe observar que
esos hechos habían de ocurrir antes de que fuera enviado Jesús, una referencia
obvia a su segunda venida.
El borramiento de los pecados es la experiencia del día cósmico de
la expiación final en el que las personas se unirán espontáneamente en
arrepentimiento por el pecado, conformando el cuerpo de Cristo. El “tiempo de
consuelo” o “de refrigerio” tiene lugar cuando se produce ese arrepentimiento. Mediante
la ley de Dios, el Espíritu Santo trae convicción al corazón. Convence de
pecado; tanto de pecado conocido, como de aquel del que hasta aquí no habíamos
sido conscientes, de cualquier enemistad contra Dios que haya separado de él
nuestra alma. El corazón arrepentido se pone en armonía con el Espíritu Santo y
responde: ‘Prefiero a Jesús antes que al pecado. Toma mi corazón y límpiame de
toda injusticia’.
Una vez que Jesús ha llevado a cabo la expiación en los corazones
de las personas —lo que había sido la fuente de la contaminación en el
santuario celestial—, puede efectuar la purificación final del tabernáculo
cósmico. Esa es la experiencia de la justificación por la fe vivida en el
corazón de acuerdo con la promesa del pacto eterno. Es el mensaje motivador de
Apocalipsis 18 que tan esencial es para que el mensaje de los tres ángeles de
Apocalipsis 14 pueda completar su misión evangelística. Ellen White vio el
mensaje de Apocalipsis 18 como viniendo justo en el momento propicio,
añadiéndose al mensaje del tercer ángel.
Ojalá esté cercana esa unidad entre la ley y el evangelio, que va
a propiciar el despertar del pueblo de Dios a la realidad del Calvario en el
Sinaí.