Querido amigo y amiga:

El capítulo 24 de Génesis contiene valiosa sabiduría divina acerca del amor y del matrimonio.

Eliezer actuó como agente delegado de Abraham, en su viaje a Harán (Mesopotamia), con la misión de encontrar una esposa para su joven hijo Isaac. Ahora, la pregunta inevitable para los que vivimos en nuestro tiempo, es: ¿Por qué no iría el propio Isaac? ¿Qué lecciones encierra para nosotros esa historia? ¿Acaso debiéramos regresar al método –observado aún hoy día por los hindúes- en el que el padre hace la elección en lugar de su hijo?

El principio bíblico del amor matrimonial consiste en que el hombre y la mujer reconocen la conducción divina antes de entregar sus afectos al otro / otra, más bien que después (ver versículos 7, 40 y 44). Sansón es un ejemplo de lo que significa el dejarse llevar antes por el sentimiento que resume la frase: "porque ella [o él] me agrada", para buscar después la aprobación y dirección del Señor (Jueces 14:2 y 3). Desde luego, los métodos de Sansón son hoy mucho más populares que los de Isaac, y los resultados no pueden más que ser acordes con la experiencia posterior de cada uno de ellos.

El amor es un precioso don que recibimos de Jesús, como escribió la célebre autora. Los adolescentes pueden comprender bien eso cuando les es expuesto a la luz del amor (ágape) de Cristo. Dios no forzará jamás a una mujer a casarse con un hombre al que no puede amar (y viceversa). Pero la maravillosa verdad es que la dirección del Señor es escrupulosamente respetuosa con los afectos del corazón, cuando se reconoce ese principio. Dios no forzó a Isaac a que tomase "a Rebeca por mujer" cuando finalmente se encontró con ella. Pero el hecho es que Isaac "la amó" (Gén. 24:67). Bendita "coincidencia" entre su voluntad y la voluntad de Dios.

¿Sigue hoy funcionando? Aquí está esbozado en esquema:

(1) El punto de partida es la firme decisión de no unirse en matrimonio con un / una infiel, y esa decisión ha de ser inamovible y anterior a cualquier encuentro con paganos y paganas atractivos (vers. 3).

(2) No te adelantas al "ángel" que el Señor envía para dirigir las cosas (vers. 7).

(3) La plegaria ferviente es más que una necesidad: es un placer (vers. 12).

(4) Hay una comprensión de la justicia por la fe, propia del nuevo pacto: En su infinito amor y sabiduría, el Señor ha señalado a alguien para ser tu amante esposo o esposa (vers. 14). No se trata de un matrimonio al estilo hindú, sino de un matrimonio humano entre personas que aprendieron a apreciar la dirección del amor de Cristo en sus vidas. "Los designios de la carne son enemistad contra Dios" (Rom. 8:7), pero bajo el nuevo pacto, hemos "recibido… la reconciliación" con Dios (Rom. 5:11; 2 Cor. 5:20). De hecho, deseamos, queremos su conducción.

(5) Ambas partes son vírgenes (Gén. 24:16). ¿Acaso quienes no lo son han de renunciar a la conducción del Señor? No ciertamente: El Salmo 51 es el camino de regreso a la virginidad. A partir de entonces caminas humilde y prudentemente, sabiéndote ante la presencia perdonadora del Señor (1 Reyes 21:27-29).

(6) Los padres de ambos reconocen también la dirección del Señor. No hay lugar para asperezas en el futuro (versículo 50). ¿Está ella en armonía con el Señor? ¿"Quizá la mujer no quiera…" (vers. 39)? Ni el futuro marido ni Dios mismo la fuerzan en lo más mínimo (Una tarea para él: ganársela. Una tarea para ella: esperar).

(7) El resultado: probablemente, el matrimonio más feliz en toda la Biblia (vers. 67).

 

R.J.W.