Querido amigo y amiga:

En una discusión con cierto grupo de jóvenes se produjo un desacuerdo a propósito de cierto adolescente anónimo. Su también anónima madre le había preparado cinco panecillos y dos pescados para la hora de la comida. Sea cual fuere la diversión que tuviera prevista para aquel día, prefirió en su lugar ir a escuchar la predicación de Jesús. Eso es indicativo de un cierto grado de fe, ¿no te parece? Fue tal el interés que le despertó aquella reunión, que pasó a las primeras filas y hasta se mezcló con los Doce. Avanzado el día y sintiendo hambre, tenía tantos deseos como cualquier otro por comer su ración, pero oyó a Jesús decir a los Doce que alimentaran a la multitud, unos cinco mil. Oyó a los apóstoles lamentarse por la falta de comida, y con el entusiasmo y frescura de la adolescencia dijo a Andrés que entregaría su comida a Jesús. Sin duda, una encomiable negación de sí para un joven hambriento. ¿Fue el amor de Cristo lo que lo motivó? ¿Ayudó realmente a Jesús? ¿O lo ayudó solamente como "ayuda" el niño de dos años a su madre al barrer o al fregar? (Juan 6:1-11).

Jesús aceptó el sacrificio del niño, dio gracias a su Padre por el pequeño gran don en sus manos, pidió su bendición sobre él y alimentó a los cinco mil con la multiplicación de aquella ofrenda.

En cuanto a la cuestión de si Cristo necesitaba el don ofrecido por aquel niño, cabe preguntarse: Si el niño hubiera rehusado entregar su comida, ¿hubiera podido Jesús alimentar a la multitud?

En ese punto de la discusión es donde se produjo la división de opiniones. La mayor parte dijo: -"Sí. ¡Podía haber hecho descender maná del cielo!" -Pregunté: "Supongamos que rehusamos hacer nuestra parte en comunicar al mundo el mensaje del evangelio; ¿puede el Señor emplear a otros?" –"Sí", fue la respuesta inmediata. –"Empleará a ángeles para finalizar la obra".

Eso me sonó como una respuesta evasiva. ¿Por qué molestarse en responder a las convicciones hacia el deber que trae el Espíritu Santo? ¡Cuánto más cómodo lanzarse al mando a distancia y sentarse ante el televisor! Al fin y al cabo, los ángeles pueden terminar la obra...

Expuse mi convicción de que el Señor Jesús necesitaba el don de la comida de aquel adolescente. Efectivamente, habría podido hacer descender maná del cielo, pero no iba a querer hacerlo; no más de lo que quiso convertir las piedras en panes en el desierto de la tentación (Mat. 4). Creo que la fe de aquel niño fue tremendamente importante en aquel día. Jesús lo necesitaba realmente (Mar. 6:5 y 6). Por supuesto, la conclusión es que el Señor te necesita también a ti hoy.

R.J.W.