Querido amigo y amiga:

¿Hasta qué punto te ama Dios personalmente? Tu felicidad, ahora y por la eternidad, depende de hasta qué punto crees que te ama. Ninguno de nosotros nació creyendo; hemos tenido que aprender a creer, y para ello hemos necesitado las buenas nuevas de la Biblia. Ganar la lotería no es la forma de aprender a creer que Dios te ama. A todas las cosas que parecen haberte procurado felicidad aquí, pueden salirles alas y volar. De hecho, todas volarán, antes o después.

La verdad de que "de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito", quizá la percibas como algo lejano en el tiempo: 2.000 años... Pero la Biblia revela la CONSTANCIA de su amor hacia ti. Por ejemplo:

(1) Tu Salvador te toma por el brazo para guiarte "por sendas de justicia". De hecho, te toma de la mano y te dice: "Vamos, hijo mío -o hija mía-". Te ama como un padre a su hijito que está aprendiendo a andar. Compruébalo en Oseas 11:1-4: "Yo enseñaba a andar a Efraín [su pueblo], tomándolo por los brazos... con cuerdas humanas los atraje, con cuerdas de amor". No: Dios no te fuerza; pero con esa excepción, hace toda otra cosa posible. Si no lo rehúsas, será para ti el Buen Pastor del Salmo 23.

(2) Isaías afirma que te toma efectivamente de la mano para llevarte al cielo: "Yo Jehová soy tu Dios, quien te sostiene de tu mano derecha y te dice: ‘No temas, yo te ayudo’" (41:10 y 13).

(3) Si cometes un error y tomas el camino equivocado en tu ceguera o en tu locura, no por ello te abandona. Hará por ti lo que hizo por Saulo de Tarso, cuyos caminos llevaban directamente a la perdición. El Señor puso obstáculos en su camino para que esa senda equivocada se le convirtiera en algo así como dar coces contra el aguijón (Hechos 26:14). Efectivamente, ¡el Señor le puso difícil a Saulo el camino a su perdición! ¿No te habla eso de un amor personal?

(4) Y el Salvador te recuerda continuamente que su yugo es fácil y su carga ligera (Mateo 11:28-30).

Todo lo anterior, lo crees... o no lo crees. Pero si quieres creerlo y tienes dificultades para ello, él ayudará tu incredulidad si le permites que lo haga (Marcos 9:24). De hecho, es tu privilegio pedirle que lo haga. Nunca puedes perecer si haces esa oración.

El que habló siempre verdad, afirmó: "Al que a mí viene, no le echo fuera" (Juan 6:37).

R.J.W.