Querido amigo y amiga:

El libro de Números encierra una verdad llena de poder. El pueblo de Dios iba dando tumbos en la mentalidad del antiguo pacto, olvidando que eran hijos de Abraham según el nuevo pacto. "Se desanimó el pueblo por el camino" (Núm. 21:4). La incredulidad y la rebelión se apoderaron de quienes debían haber representado al Señor. Se trata del pecado en su estado más puro.

El Señor permitió que los afligieran serpientes venenosas. El temor motivó entonces al pueblo a arrepentirse, clamando así a oídos de Moisés: "Ruega a Jehová para que aleje de nosotros estas serpientes" (vers. 7). ¡Ellos no podían orar!

El Señor no quiso acceder a esa petición. En lugar de ello, les señaló cómo debían proceder: tenían que hacer una serpiente de bronce y elevarla sobre un mástil ante el pueblo; la sanación vendría por el simple método de mirar.

A parte de eso, no se requirió de ellos que "hicieran" ninguna otra cosa. "Vemos a aquel que fue hecho un poco menor que los ángeles, a Jesús... a causa del padecimiento de la muerte", hecho pecado por nosotros "para que nosotros seamos hechos justicia de Dios en él" (Heb. 2:9; 2 Cor. 5:21). Se trata de la misma idea: mirar, ver, contemplar.

Las personas dignas y las indignas recibieron un trato semejante. Nada dice el registro bíblico acerca de una supuesta inmunidad por parte de los "buenos". La serpiente en el mástil era para todos, sin diferencia.

¿Estaba en ello enseñando el Señor que carece de importancia la obediencia a los mandamientos? No. Su propósito era otro, y era de gran profundidad e importancia. Ésta era la lección: Nuestra salvación no queda asegurada mediante lo que hacemos, sino mediante lo que contemplamos.

La contemplación lleva a "comprender" lo que significa "la anchura, la longitud, la profundidad y la altura... [del] amor de Cristo, que excede a todo conocimiento". Contemplando con provecho ese amor, resultamos "llenos de toda la plenitud de Dios", y somos preparados para la segunda venida de Cristo en gloria (Efe. 3:18 y 19). El resultado es la obediencia, pero el método NO fue la obediencia, sino la contemplación, el mirar, el ver. Como en el episodio de las serpientes en el desierto.

"Mirad a mí y sed salvos todos los términos de la tierra" (Isa. 45:22).

R.J.W.-L.B.