Querido amigo y amiga:

¿Por qué razón entregó Dios la ley en el Sinaí en medio de fuego, terremoto, relámpagos y truenos amenazantes, y habiendo marcado un perímetro que no se debía sobrepasar bajo pena de muerte? (Éx. 19:16-19).

¿Había atemorizado de forma equivalente a Abraham cuando le comunicó el nuevo pacto? Leemos cómo conmovió el corazón de Abraham mediante la revelación de su amor, escribiendo los Diez Mandamientos en su corazón creyente (Gén. 12:2, 3; 15:1-7; Gál. 3:8). ¿Por qué esa sobrecogedora manifestación en Sinaí?

Antes de que Israel dejara Egipto, Dios le había dado las mismas buenas nuevas que diera 430 años antes a Abraham, pero el pueblo de Israel no quiso oír (Éx. 6:2-9). En Sinaí le renovó la promesa que había hecho a Abraham (19:4-6). Pero en su incredulidad el pueblo "inventó" la idea del viejo pacto, consistente en despreciar las promesas de Dios, sustituyéndolas por sus propias promesas (vers. 7 y 8).

Pablo, en su epístola a los Gálatas, parece haber sido el primer israelita moderno en haber discernido el significado de la historia de Israel: "La Ley... fue añadida [promulgada o enfatizada] a causa de las transgresiones [de ellos], hasta que viniera la descendencia [Cristo] a quien fue hecha la promesa" (3:19). Los israelitas se creyeron capacitados para hacer todo lo que el Señor había ordenado, por lo tanto Dios tuvo que impresionar sus mentes acerca de su incapacidad para obedecer, y de su necesidad de la gracia divina sobreabundante. En palabras de Pablo, "La Escritura lo encerró todo bajo pecado, para que la promesa que es por la fe en Jesucristo fuera dada a los creyentes. Pero antes que llegara la fe [en la experiencia personal de cada uno], estábamos confinados bajo la Ley, encerrados para aquella fe que iba a ser revelada. De manera que la Ley ha sido nuestro guía para llevarnos a Cristo, a fin de que fuéramos justificados por la fe" como lo fue Abraham (vers. 22-24).

Así, la ley guió a Israel a través de ese largo rodeo de altos y bajos en su historia posterior al Sinaí. Desgraciadamente, en lugar de creer como hizo Abraham, acabaron crucificando a su Mesías. Pero ahora tú y yo tenemos la oportunidad de creer, habiendo confesado nuestra incredulidad y la inoperancia de nuestros esfuerzos y promesas.

No necesitamos otro largo rodeo. Creamos hoy en la gracia de Dios que nos es dada en Cristo, tal como espera y desea nuestro Padre amante.

R.J.W.-L.B.