Querido amigo y amiga:

Desafía y contradice el sentir popular, pero son palabras del propio Jesús: "Bienaventurados los que lloran" (Mat. 5:4). ¿Por qué y cómo, pueden los que lloran saber de esa verdadera felicidad que les espera?

No se trata sólo de personas de edad avanzada. También hay jóvenes que nadan contra la corriente, y se atreven a pensar y actuar con sobriedad. No se entregan a la algazara hueca e irreflexiva, sino que sienten el peso de la realidad del mundo. Puede que no sepan de forma definida acerca de la razón de su sobriedad, pero de alguna forma se dan cuenta de la brevedad del tiempo, de lo solemne de la hora en que viven en la historia de esta tierra. Dios les ha dado una vislumbre del gran Día de las Expiaciones en el que están viviendo, día en el que el propio Dios viene a ser juzgado ante el universo, y en el que cada instante está cargado de decisiones que configuran el destino eterno de cada uno. ¿Habrá de ganar finalmente el gran Rebelde la última batalla en la "gran controversia"? Hasta los niños perciben el misterioso mal que infiltra nuestro mundo.

Pero eso no es ciertamente novedad. Lo que es sorprendente y causa de perplejidad es que esa maldad haga incursión de forma tan visible y desvergonzada en el "cuerpo de Cristo", su iglesia. No hay forma en la que los miembros sinceros y con conciencia despierta puedan evadirlo o ignorarlo, por más que tantos de sus dirigentes quisieran que así fuera. Dios ha dotado a jóvenes y adolescentes con un aborrecimiento natural hacia la injusticia y la hipocresía, hacia la doble medida, que no habrían de perder nunca. La sobriedad puede en ellos ir acompañada de entusiasmo, para gloria de Dios, aunque difícilmente evitará el desengaño.

Hemos oído recientemente a un dirigente espiritual declarar que la risa incontrolable y la carcajada desbordante son evidencia de que uno ha recibido el Espíritu Santo. Observa aquí una idea diferente: "Mejor es oír la reprensión del sabio que la canción de los necios, porque la risa del necio es como el crepitar de los espinos debajo de la olla" (Ecl. 7:5 y 6). Dios nos creó con la capacidad de reír, pero la razón por la que las personas auténticamente felices están también caracterizadas por su sobriedad, es porque no ignoran acerca de una falsificación del Espíritu Santo que está envolviendo al mundo y procurando engañar, si fuese posible, aun a los mismos escogidos, a la iglesia. Se trata del peligro más letal en los 2000 años de su historia, desde que Cristo la estableció. Él está preocupado por ella, y así debiéramos estarlo nosotros. "Pasa por en medio de la ciudad, por en medio de Jerusalén, y ponles una señal en la frente a los hombres que gimen y claman a causa de todas las abominaciones que se hacen en medio de ella" (Eze. 9:4). "El Señor, Jehová de los ejércitos, llamó en este día a llanto y a lamentación, a raparse el cabello y a vestir ropas ásperas. Mas hubo gozo y alegría matando vacas y degollando ovejas, comiendo carne, bebiendo vino..." (Isa. 22:12 y 13). Bienaventurados los que lloran con él –positivamente. Cristo está a la obra. ¿Lo estamos tú y yo?

R.J.W.-L.B.