Querido amigo y amiga:

Una guía para el estudio de la Biblia en grupos, plantea la interesante pregunta: "Si conoces a alguien que esté siendo fuertemente tentado a implicarse en relaciones sexuales ilícitas, ¿qué podrías decir para ayudar a esa persona?" Pedro nos recordó (1 Ped. 3:15) que debemos estar prestos a responder a quien pida razón de la esperanza que hay en nosotros, así que no eludimos la pregunta que en el fondo y en la práctica viene a ser tantas veces una demanda –en ocasiones desesperada- de auxilio.

El Señor, que conoce perfectamente la realidad de nuestro problema -y que no se escandaliza de nuestra debilidad- ha dejado en su Palabra todo lo necesario para que podamos hacer frente a esa tentación con plena certidumbre de fe. Cristo conoce perfectamente los mecanismos de la carne y de la mente humana, por haberlos creado él mismo en su perfección edénica. Nada que turbe nuestra paz le es indiferente ni misterioso. Tras irrumpir el pecado, nos conoce aún más personalmente, por haber tomado la naturaleza humana -por herencia y nacimiento- de antepasados nuestros que estuvieron sujetos a tentaciones semejantes a las que debemos enfrentar nosotros. No es algo marginal al tema central de la Biblia, sino que se trata del "evangelio que se refiere a su Hijo, nuestro Señor Jesucristo, que era del linaje de David según la carne" (Rom. 1:3).

Hay ocasiones en las que no nos basta con recibir consejos. Uno necesita buenas nuevas rebosantes de poder, capaces de cambiar el corazón. Y eso es precisamente lo que encontramos en estos tres pasajes que proponemos en respuesta a la pregunta planteada:

(1) Dios envió a su Hijo en semejanza de [original: en la misma] carne de pecado, y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne, para que la justicia de la ley se cumpliera en nosotros (Rom. 8:3 y 4). Esa palabra, "justicia", no hace alusión a la justicia que Jesús nos imputa de forma legal, sino al don impartido que viene a formar parte de tu propio carácter. Dicho de otra forma: Estableces conexión con el Cristo real y auténtico, con el que tomó tu carne caída y pecaminosa, venciendo esa misma tentación que a todos nos asalta en el mismo terreno de la debilitada naturaleza humana en la que militamos.

(2) Cristo es poderoso para socorrerte, dado que fue tentado en todo según nuestra semejanza [griego: homoioma, de la misma sustancia o clase, homogéneo], pero sin pecado (Heb. 4:15). Significa que fue tentado a quebrantar los diez mandamientos -también el séptimo y el décimo-, "pero sin pecado". Si crees que Cristo no fue tentado en alguna tentación particular que a ti te afecte, en ese punto NO TIENES SALVADOR. Es así de simple y así de grave. Esa creencia deja a Jesús sin poder para ti; lo confina a la vitrina de la catedral y lo aleja de tu realidad, así como de la realidad y poder en los que la Biblia lo presenta.

(3) Si permites que te guíe el Espíritu Santo y no te sueltas de su mano, él no permitirá que tu cuerpo ni tu mente caiga en la fornicación ni el adulterio, por más seductor que pueda ser el engaño y tentación de Satanás (Gál. 5:16 y 17). El "Espíritu" logrará que no hagas lo que tu "carne" quisiera que hagas.

Algunos leen ese texto al revés, pero reúne a Satanás con toda su hueste de ángeles caídos: es un enemigo vencido e impotente ante el Salvador resucitado. No son rival para su representante, el Espíritu Santo. Si caminas en el Espíritu, recibirás a cada paso la fuerza necesaria para enfrentar y someter los deseos caprichosos y egoístas de la carne. Tú eres débil, sí, pero está de tu lado el Espíritu Santo. ¿Quién puede más, la verdad o el engaño?, ¿Cristo o Satanás?, ¿el bien o el mal?, ¿el Espíritu o la carne?

El evangelio son siempre mucho mejores nuevas de lo que habíamos pensado.

R.J.W.-L.B.