Querido amigo y amiga:

¿Te has sentido alguna vez incapaz, sin saber qué hacer, afrontando el futuro con temor? Eres consciente de la acumulación de errores en tu pasado; sabes que no tienes ningún registro de buena conducta que ofrecer en tus oraciones. ¿Cómo puedes esperar bendición alguna del Señor?

Sientes en lo profundo de tu corazón eso que a todos ha asaltado alguna vez: ‘Dios no puede bendecirme -ni siquiera aceptarme- a menos que yo sea alguien "productivo"’. Sí, se trata de miedo, y a menos que tu condición sea como la de Elías o Enoc –preparado para la traslación-, lo habrás sentido alguna vez en mayor o menor grado. No has de ver en las anteriores palabras la implicación de que hayas cedido a ese temor; sólo afirmo que lo has sentido, que de alguna forma has tenido que luchar con él.

¿Te atreverás a creer que el Padre condesciende en aceptarte, y que lo ha hecho ya efectivamente "en Cristo" hasta el punto de prometerte la vida eterna, siendo que no te la "ganaste"? ¿Podría parecerte un acto inmoral por parte de Dios? Pues es precisamente lo que hizo con Abraham. Puedes verlo en Génesis 12:2 y 3, en esas siete promesas del nuevo pacto. Y lo hace también contigo si eres un hijo de Abraham por la fe. De hecho, el Señor espera anhelante que tu fe desee y reclame esas promesas.

Jesús te da permiso para llamar Padre a su Padre. Es privilegio de todo ser humano el orar el Padre nuestro. Puede también leer el Salmo 23 y ver en Jehová a su Pastor. El Señor ha dejado la puerta de su casa abierta para todo "el que quiera" (Sal. 23:6, Apoc. 22:17).

¿En qué podemos basar esa seguridad? En la epístola a los Gálatas. No es difícil de entender, pero es imprescindible que apagues la TV, la radio y el reproductor de CD/DVD. Podría parecer un camino recóndito para comprender el nuevo pacto, pero así funcionó en mi caso. El Padre celestial te aprecia y te ama personalmente. Permítele que gane tu corazón, y la obediencia a su ley vendrá a ser tu delicia: lo que más desees en este mundo. Pero antes de llegar a ese estado, tienes que tener la absoluta seguridad de que esa obediencia tuya no "gana" de ninguna forma tu salvación, y dicha seguridad requiere que creas la buena nueva del evangelio: que es imposible ganar la salvación, puesto que el amor de Dios en Cristo la ganó enteramente por ti cuando estabas aún "muerto en pecados" (Col. 2:13). Cree su palabra, y entonces podrás permanecer firme en la libertad con que Cristo te hizo libre (Gál. 5:1).

R.J.W.-L.B.