Querido amigo y amiga:

La revista Regent Business acaba de publicar un excelente artículo: "Cómo hacer frente a la tentación sexual en el ambiente laboral".

Los resultados de encuestas llevadas a cabo con rigor científico indican que la mayor parte de los cristianos varones tienen un problema con la pornografía, sea ésta impresa, producida digitalmente, o real (incluyendo los estímulos visuales a partir de compañeras de trabajo). Y las mujeres no son inmunes a la tentación sexual.

El artículo ofrece una serie de sugerencias prácticas a los atareados hombres y mujeres de negocios, a propósito de cómo evitar o resistir la tentación sexual. Se trata de buenos consejos, de continencia basada en el sentido común. ‘Piensa en tu esposa-esposo y tus hijos. No los traiciones. Mantén tu pureza...’ El artículo cita pasajes bíblicos y mandamientos, a modo de reglas que es preciso obedecer.

Y es preciso.

Pero Dios sabe que necesitamos más que buenos consejos y buenas leyes, incluso más que leyes divinas, a menos que las comprendamos a la luz del nuevo pacto, más bien que del antiguo. Los Diez Mandamientos son severas reglas del tipo antiguo pacto, si no se comprende y presta atención al gran preámbulo que los precede inseparablemente (Éx. 20:2).

Cristo nos sacó ya (¡tiempo verbal pasado!) "de la tierra de Egipto, de casa de servidumbre". Él mismo venció sobre los malos deseos de la carne, estando "en semejanza de [nuestra] carne de pecado, y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne [nuestra carne], para que la justicia de la Ley se cumpliera en nosotros..." (Rom. 8:3 y 4). Mediante una fe del nuevo pacto como esa, las diez palabras vienen a convertirse en diez promesas. Nuestra salvación no depende de ninguna promesa nuestra de obedecer esas reglas, sino de nuestra creencia en las promesas que Dios nos hace a nosotros en Cristo.

Conoce e intima con Jesús, tal como él es realmente: Aquel "que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado" (Heb. 4:15). "Él también participó de lo mismo", habiendo tomado en su nacimiento la misma "carne y sangre" que cada uno de nosotros heredamos del caído Adán (2:14). Abre tu corazón a lo que Jesús cumplió en la cruz: murió tu segunda muerte, conquistó en tu favor el infierno del pecado. Lee Romanos 6:10-14, especialmente la promesa de su último versículo. Atesóralo y créelo de todo corazón, y permite que esa verdad de la Cruz sea como un ancla para tu alma, al llegar las sutiles y fieras tormentas de la tentación.

R.J.W.