Querido amigo y amiga:

Los últimos versículos del Antiguo Testamento son una promesa de Dios. "Yo os envío al profeta Elías antes que venga el día de Jehová, grande y terrible. Él hará volver el corazón de los padres hacia los hijos, y el corazón de los hijos hacia los padres..." (Mal. 4:5 y 6). La reconciliación de los corazones distanciados será la diana y sustancia de su mensaje.

Una aparición literal de aquel Elías que fue trasladado, puede no ser el cumplimiento de la promesa, ya que Jesús afirmó que la venida de Juan el Bautista cumplió en sus días esa predicción. De hecho, no fue la presencia personal del Bautista quien cumplió la predicción, sino EL MENSAJE que éste trajo (Mat. 11:7-14).

Elías fue un frágil mortal "sujeto a pasiones semejantes a las nuestras" (Sant. 5:17), y también Juan el Bautista. Ambos se identificaron tan estrechamente con Dios, que se vieron motivados a intervenir en las emergencias de sus días y a implicarse en ellas como si la causa de Dios dependiera de ellos individualmente.

La manera en que la Biblia introduce a Elías es bien peculiar: el hombre sencillo irrumpe de forma abrupta en la corte del rey Acab desprovisto del protocolo al uso, incluso para un profeta. No se presentó con palabras como: "El Señor ha dicho..." Elías aparece como alguien de Gilead motivado por profundas convicciones. No fue él quien decidió convertirse en el mensajero del Señor, desde luego, sino que respondió a aquello que para él fue una abrumadora e imperiosa motivación impuesta por la verdad. Podemos decir que lo constriñó el amor de Cristo (2 Cor. 5:14), es decir, el amor por Israel y el amor por el honor del Dios de Israel. En ese sentido, Elías es el verdadero precursor de los que esperan el regreso de Cristo: tienen ante el mundo y ante el universo esa misma preocupación por la gloria de Dios, hasta el punto en que estarían prestos a sacrificar su propia salvación personal antes que a ser desleales al Señor.

Habrá ciertamente miles de personas en todas las naciones y culturas, que cabrá definir como encarnaciones de "Elías", y que manifestarán esa misma valentía y coraje que caracterizaron la fe del profeta, reproduciendo en su entorno de influencia una fresca manifestación del poder del evangelio. Toda la tierra será así alumbrada con el llamamiento: "Ha caído, ha caído la gran Babilonia... ¡Salid de ella, pueblo mío!" (Apoc. 18:4). "Elías" puede estar ya aquí, o a punto de venir. Asegúrate de no pasarlo por alto.

R.J.W.