Querido amigo y amiga:

No hay pecado alguno en sentirse con el ánimo abatido. Así se sintió el propio Jesús, cuando clamó desde la cruz: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?" Isaías dedica palabras de consuelo y ánimo al que camina en el temor de Dios, es decir, al que lo reverencia a pesar de que "anda en tinieblas y carece de luz" (Isa. 50:10).

Cuando te sientes deprimido o deprimida, Jesús no te desecha. Al contrario, ¡desborda de simpatía hacia ti, recordando cómo se sintió él en la cruz!

Parte de la respuesta a tus oraciones se encuentra dos versículos más allá, en 51:1: "Oídme, los que seguís la justicia, los que buscáis a Jehová". Por más desánimo que pueda afligirte, el Señor te trae un mensaje a ti específicamente. Puedes abrirle tu corazón, postrado sobre tus rodillas. No lo puedes cansar, escandalizar ni aburrir. Pero asegúrate de que tus lágrimas no te impidan oírlo a él: "Oídme...", te dice para empezar. (Recuerda que en la mañana de la resurrección, el llanto de María Magdalena le impedía reconocer al Señor, Juan 20:13-16).

Isaías contiene la bendición que precisamente necesitas (51:1): "Mirad a la piedra de donde fuisteis cortados, al hueco de la cantera de donde fuisteis arrancados".

Si viviste siempre en la abundancia, posiblemente te cueste apreciar esto. Pero si has conocido la pobreza, la privación y las pruebas (como es mi caso), sentirás como un aire fresco procedente del cielo, al recordar los días tempranos de tu humilde origen. Recuerda tus pesares entonces, tus anhelos incumplidos, tu desesperación y soledad. Piensa después en las muchas bendiciones que el Señor te ha dado desde entonces.

Sí: mirando al hueco de la piedra o cantera de la que fuimos extraídos, podemos ciertamente dar gracias al Dios misericordioso por todo lo que somos y tenemos hoy, aunque sea sólo el aire que respiramos y la esperanza de ver pronto cara a cara al que nos ha adoptado como hijos suyos y nos ha hecho herederos de los tesoros del universo junto con Cristo, el Dios que se hizo hombre por la eternidad, y que no se avergüenza de llamarse hermano tuyo, el que está deseoso de compartir la eternidad en tu compañía (Juan 17:24). Isaías contiene el mensaje con el poder necesario para hacer que recuperes tu dignidad como hijo / hija del gran Dios Todopoderoso.

R.J.W.-L.B.