Querido amigo y amiga:

Si pudiéramos discernir las realidades espirituales que nos envuelven de la forma en que percibimos los objetos materiales, probablemente veríamos alrededor nuestro a ángeles comisionados por el cielo para llamar nuestra atención al libro de Apocalipsis (ver 1:1-3).

Al llegar al tiempo del fin aparece en escena un "séptimo ángel [que] tocó la trompeta". Juan, el apóstol y profeta, oyó "grandes voces en el cielo", y vio "relámpagos... truenos, un terremoto y granizo grande". Se trata de la mayor tormenta espiritual en los seis mil años de esta tierra (11:15-19).

Contempló a continuación un panorama de la historia de la verdadera iglesia de Dios a lo largo de los siglos, concentrando el foco en el testimonio final de la verdad que ha de dar al mundo antes del regreso de Cristo (12:1-17).

Se le presenta entonces el monstruoso y masivo engaño del falso "cristo", con su falsificación del evangelio, que logra que lo adoren "todos los habitantes de la tierra" con excepción de aquellos cuyos nombres están "escritos en el Libro de la Vida del Cordero que fue muerto desde la creación del mundo" (13:1-8). El mundo va a quedar polarizado en dos bandos, uno de ellos en minoría y aparente desamparo.

Lo siguiente que el profeta contempla es una explosión de furia persecutoria en la que multitudes que creen estar siguiendo a ese "Cordero", van a repetir la esencia de lo que constituyó su injusta crucifixión en esta tierra, esta vez en la persona de sus santos (13:11-17).

El profeta puede entonces ver el grupo formado por los "144.000" participantes de la comunión con Cristo, aquel que fue perseguido y que jamás persiguió a nadie, aquel que conoció solamente la fuerza del amor. La verdad predicada y vivida por ese grupo llevará a cada persona en el mundo a decidirse a favor o en contra del auténtico Cristo (14:1-15). Estará igualmente en liza la distinción entre el verdadero Espíritu Santo (peligro mortal en rechazarlo), y el falso (peligro mortal en aceptarlo), escondido bajo la sutileza y seducción de ese siniestro número (13:18; 18:2-4).

Ahí es donde nos encontramos. Mal tiempo para dormirse.

R.J.W.