Querido amigo y amiga:

Hay un pecado que Dios no puede perdonar. No porque le disguste hacerlo, sino porque es imposible. Y la única razón para dicha imposibilidad es la negativa del pecador a ser perdonado. Tomó su decisión de unirse a ese pecado para siempre. Es por ello que se lo llama "imperdonable". El Salvador no puede forzar a nadie a que se separe del pecado.

¿Se sentirá feliz quien cometió el pecado imperdonable? La idea prevaleciente es que no, que se sentirá miserable y compungido. Pero es mucho más probable que se sienta "libertado" y aliviado, que esté francamente sonriente, que tenga buen humor y que no sienta remordimiento alguno. Su apariencia puede muy bien ser la de una personalidad deslumbrante. ¡El Espíritu Santo no le trae más convicción de pecado! Jesús especificó que convencer de pecado sería la primera obra del Espíritu Santo: "Cuando él venga, convencerá al mundo de pecado" (Juan 16:8). Se seccionó la médula espinal de la conciencia, y el pecador continúa disfrutando temporalmente de la vida sin que lo moleste voz alguna de reprensión.

Si el resultado de cometer el pecado imperdonable fuera un sentimiento de destitución, de horror, el pecador podría desear reconciliarse con Dios –que es lo que el Señor desea. Dice el Testigo Fiel "al ángel de la iglesia en Laodicea": "¡Ojalá fueras frío o caliente!" Si el "ángel" fuera "caliente" estaría cooperando con el Señor Jesús; si fuera "frío" estaría tiritando, se sentiría mal y desearía el calor que le falta.

El "ángel" de la iglesia en Laodicea no puede seguir indefinidamente en ese estado de tibieza; algo, en algún momento y en algún lugar, se va a "romper" sin remedio. Que el "ángel" permanezca satisfecho, insensible y tibio, está demasiado cercano al pecado imperdonable como para no tomarlo con seriedad.

¿Las buenas nuevas? "Yo reprendo y castigo a todos los que amo; sé, pues, celoso y arrepiéntete". La perfección que Dios espera de su pueblo es la perfección en el arrepentimiento. Sé celoso en eso, y no te demores.

R.J.W.-L.B.