Querido amigo y amiga:

¿Has conocido la experiencia de ser odiado por alguien a quien resulta insoportable tu rectitud? ¿Te han acusado falsamente? Si es así, no hace falta que te explique lo doloroso que resulta. No puedes pagar ese odio con más odio sin dejar de ser cristiano. Has de amar a quienes te maldicen. Si "tus angustiadores... dijeron a tu alma: ‘Inclínate, y pasaremos por encima de ti’, y tú pusiste tu espalda como suelo, para que pasaran" (Isa. 51:23), no hace falta que te explique cómo se resiente la sana auto-estima con que Dios dotó la integridad de tu persona, ni las tentaciones que derivan de esa experiencia.

Lee las palabras de Mateo 5:11 y 12: "Bienaventurados seréis cuando por mi causa os insulten, os persigan y digan toda clase de mal contra vosotros, mintiendo. Gozaos y alegraos, porque vuestra recompensa es grande en los cielos, pues así persiguieron a los profetas que vivieron antes de vosotros".

La persecución comenzó con Caín, quien mató a su hermano Abel porque éste era recto ante Dios, mientras que Caín no lo era (Gén. 4:8). A lo largo de toda la historia, los verdaderos profetas de Dios han sido objeto de injurias y persecución por parte del profeso pueblo de Dios. Jesús habló sobre el particular a los dirigentes de la verdadera iglesia de Dios en su día: los escribas y fariseos. En Mateo 23:13-39 les imputó la culpabilidad de todos los crímenes cometidos en el mundo, desde la A hasta la Z; desde el asesinato de Abel hasta el de Zacarías, a quien mataron en el propio templo de Jerusalem -entre la puerta y el altar-, manchando las piedras con su sangre de una forma en que nadie pudo hacer desaparecer. No obstante, Zacarías había sido asesinado unos 800 años antes de Cristo. ¿Cómo podían aquellos dirigentes judíos ser culpables de crímenes cometidos siglos antes de haber nacido? En virtud de la culpabilidad corporativa.

Estamos llegando al final del tiempo, y la última generación será juzgada según su actitud, por todo lo sucedido en la historia precedente; sea en arrepentimiento por los pecados del mundo, o sea crucificando de nuevo a Cristo. Algunos de los que predican ahora, serán pronto perseguidores; y algunos que ahora persiguen se convertirán, tal como sucedió a Saulo de Tarso. Las buenas nuevas consisten en que hoy aún puedes decidir ponerte del lado de Cristo!

R.J.W.