Querido amigo y amiga:

Dios ha inspirado su santa Palabra, la Biblia: "Toda la Escritura es inspirada por Dios" (2 Tim. 3:16), pero no la ha hecho difícil de entender. Ha prometido: "¡Volveos a mi reprensión!, pues ciertamente derramaré mi espíritu sobre vosotros y os haré saber mis palabras" (Prov. 1:23). Una de esas "palabras" que él nos hará "saber" es la "justificación". ¡Pídele conforme a su promesa! La idea subyacente es enderezar algo que estaba torcido, alisar lo que era escarpado, hacerlo derecho. Justificación y justicia se traducen de una misma palabra, y significa hacer justo lo que era injusto.

El mismo que había creado el mundo, una vez que el pecado entró en él, dedicó su poder infinito a la obra de re-crear los corazones humanos pecaminosos. La justificación por la fe es la recepción, por parte del pecador, de ese poder divino que obra la re-creación; es lo que la Biblia llama el nuevo nacimiento. Transforma de tal forma el corazón, que lo pone en paz con Dios y con el prójimo, siendo que antes era "enemigo en malas obras" y no se sujetaba a la ley de Dios "ni tampoco puede".

Cuando nos referimos a la justificación como una declaración legal, no hemos de ignorar la gran diferencia que hay entre la palabra de un juez vulgar, y la Palabra de Dios. Un juez en un tribunal terreno, sólo puede emitir una declaración legal que reconoce la justicia o injusticia que el juez aprecia en la persona juzgada, pero esa palabra del juez es sólo el reconocimiento de un hecho, y carece de poder para efectuar cambio alguno en la conducta moral del juzgado. En marcado contraste, la Palabra de Dios dijo una vez: "Sea la luz", y fue la luz. Cuando declara ahora justicia sobre el pecador que se arrepiente, esa Palabra no ha perdido nada de su poder divino, y cambia al pecador, pone la ley de Dios en su corazón y lo hace obediente a ella. Ha nacido de nuevo: "Si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron, todas son hechas nuevas".

La fe del pecador resulta avivada ante la contemplación del amor de Cristo revelado en su cruz, tal como sucedía en símbolos al israelita que, tras haber sido mordido por la serpiente venenosa, miraba a aquella serpiente de bronce que representaba al Hijo de Dios venido "en semejanza de carne de pecado" y crucificado por nosotros.

¿Quién no ha admirado alguna vez a un protagonista en una película? Administra ahora tu tiempo de forma infinitamente más útil admirando a Jesucristo. Aliméntate con la historia de la cruz tal como la describe la Biblia; apaga la radio, la TV y lo que te distraiga. Arrodíllate en oración paciente, no apresurada; lee acerca de Jesús en la Escritura. Encomiéndale a él tu camino, espera en él, y verás como obrará. Tu amante Padre celestial está deseoso de que le abras el corazón en oración, para derramar las bendiciones que compró para ti a un precio infinito. Yo soy tan indigno como el que más, pero sé que Dios responde. ¡A ti no te ama menos que a mí! Nunca he oído una voz de Dios, en el sentido literal del término, pero quiero animar a quienes tampoco la oyeron nunca: El Espíritu Santo imparte vida espiritual mediante la Palabra, la Biblia. Dios quiere que tu fe se establezca sobre la sólida roca de la verdad bíblica, no sobre sueños, impresiones o "voces".

¿Vivirá en obediencia a la palabra de Dios aquel que es justificado por la fe? Sí; la obediencia es el resultado directo -el fruto- de la experiencia de la justificación por la fe. Pero nunca pienses que también funciona al revés: Empezando por intentar obedecer, no es el camino para lograr la fe. Si quieres cultivar la fe, mira hacia arriba, mira al Cordero de Dios ministrando en tu favor esa preciosa sangre que derramó para darte la justicia y la vida eterna con ella. La fe viene por el oír, y el oír por la Palabra de Dios.

R.J.W.-L.B.