Querido amigo y amiga:

Si amamos las buenas nuevas del evangelio de Jesús, no desearemos disputar acerca de la naturaleza que Cristo tomó. Al contrario, estaremos deseosos de escapar de cualquier lugar que fomente tal controversia. La cercanía de nuestro divino Salvador es demasiado santa, demasiado solemne y demasiado preciosa como para exponerla al fuego cruzado de la violencia teológica.

Si anhelas conocer más íntimamente a Jesús, no hay libro en la Biblia en el que puedas encontrarlo más cercano a ti en tu naturaleza humana, que el libro de los Salmos. ¡El divino Hijo de Dios viene a hacerse uno de nosotros! El hecho de que Jesús ascendió al cielo a la vista de sus apóstoles (Luc. 24:51) no significa que esté hoy alejado de nosotros. "Ciertamente", dijo antes de ascender, "yo enviaré la promesa de mi Padre sobre vosotros" (vers. 49). Esa "promesa" es nada menos que el Espíritu Santo, la presencia de Jesús en el Espíritu. "No os dejaré huérfanos", les [nos] aseguró Jesús: "volveré a vosotros" (Juan 14:18).

¿Cómo viene a nosotros? No en la carne. Viene en una cercanía aún mayor que esa. Es mediante su Palabra como "el que habita al abrigo del Altísimo morará bajo la sombra del Omnipotente" (Sal. 91:1). La imagen posee una resolución muy superior a la que podría proporcionar un DVD. Lo ves, lo contemplas como "el Cordero de Dios" en esos salmos mesiánicos.

De esa forma permaneces en él y sus palabras permanecen en ti (Juan 15:7). Los cuatro evangelios son maravillosas revelaciones de Jesús; pero cuando él anduvo junto a Cleofás y su amigo aquel domingo de tarde camino de Emaús, Jesús no disponía de Mateo, Marcos, Lucas ni Juan. Sólo podía citar del Antiguo Testamento, especialmente de Salmos. Fue precisamente allí donde "les declaraba en todas las Escrituras lo que de él decían" (Luc. 24:13-27).

¿Por qué no te unes a los tres en su viaje?, a los dos discípulos escuchando y a Jesús explicando... No le dejes ir al caer la noche, insístele en que se quede contigo cuando "se hace tarde y el día ya ha declinado". No dejes que la televisión, o el entretenimiento inútil den a Jesús la ocasión de hacer "como que iba más lejos". ¡Oblígale a que se quede contigo! Con seguridad te serán "abiertos los ojos", lo mismo que a los dos discípulos, quienes "lo reconocieron", como a ti sucederá. Y exclamarás, como ellos: "¿No ardía nuestro corazón en nosotros, mientras nos hablaba en el camino y cuando nos abría las Escrituras?" (vers. 29-32).

R.J.W.