Querido amigo y amiga:

Cuando en Daniel 9 el ángel dijo al profeta: "setenta semanas están determinadas [cortadas] sobre tu pueblo", del total de los 2300 años (8:14; 9:24-27), eso significa que el Señor daría a Israel 490 días de expiación anuales: ese era su tiempo de gracia como nación, corporativamente. Fueron 490 llamamientos del Cielo, llenos de gracia y de misericordia. ¿Cabe imaginar mayor paciencia que esa?

Pedro fue un digno representante de la impaciencia que nos caracteriza. Convencido de mejorar la norma social de su tiempo y lugar, preguntó al Maestro: "Señor, ¿cuántas veces perdonaré a mi hermano que peque contra mí? ¿Hasta siete? Jesús le dijo: -No te digo hasta siete, sino aun hasta setenta veces siete" (Mat. 18:21). ¡Setenta veces siete son 490!

El día anual de la expiación del antiguo Israel, era un llamamiento al arrepentimiento nacional y corporativo. Aquel décimo día del séptimo mes de cada año recibían una solemne invitación del cielo a que recapacitaran en su pecado de rebelión nacional contra Dios, que de no ser reconocido, confesado y abandonado, iría acumulándose de forma silenciosa pero inexorable, hasta florecer en el asesinato del Hijo de Dios. Sólo el arrepentimiento de Israel como nación podía haber evitado la catástrofe.

De vez en cuando tuvieron lugar esfuerzos esporádicos, pero la nación nunca comprendió de forma corporativa la elevada vocación a la que Dios la había llamado. El viejo pacto, especialmente desde el monte Sinaí, le había empequeñecido el entendimiento, a pesar de que la nación se sentía rica, enriquecida y poseedora del mayor conocimiento espiritual imaginable. ¡Qué difícil es el arrepentimiento, cuando una nación que es pobre y miserable, "no sabe" que está en necesidad de lo más básico!

El Señor demostraría el alcance de su perdón: "setenta veces siete" días solemnes de expiación pasarían uno tras otro, sin que se produjera el necesario arrepentimiento, sin que fuera oído el llamado. Entonces habrían alcanzado el límite de la paciencia divina. En el año 34 de nuestra era, exactamente 490 años tras el comienzo de la profecía de los 2300 años, apedreaban a Esteban. La "maldad" de Esteban consistió en dirigir la atención del pueblo de Israel a su historia, tal como el cielo la veía.

Nosotros estamos viviendo hoy en el gran Día de la Expiación del que aquellos días anuales eran símbolo en el Israel literal. La pregunta de Pedro y la respuesta de Jesús, son extraordinariamente esclarecedoras. No sólo para efectos de lo dispuestos que hemos de estar a perdonar, sino para recordar como pueblo, que aunque el amor de Dios es infinito, su paciencia tiene un límite. ¿Volveremos a apedrear a Esteban?

R.J.W.-L.B.