Querido amigo y amiga:

Supón que un poderoso ángel del cielo se te apareciera y te trajera el reconfortante mensaje de que eres "muy amado" en el cielo. Compañeros tuyos te arrojaron a un foso atestado de leones hambrientos, deseosos de deshacerse de ti, pero ese mensajero te recuerda que hay una Vida auténtica más allá de este mundo temporal de persecución e injusticia, y allí eres altamente estimado! Buenas nuevas sin duda.

A Daniel le sucedió eso. Puedes leer de principio a fin el relato sagrado: en ningún lugar encontrarás el registro de una mala acción o actitud por su parte. "Daniel, varón muy amado", fueron las palabras del ángel (9:23; 10:11).

A mí, "que soy menos que el más pequeño de todos" los siervos de Dios, ningún ángel me ha dicho jamás algo parecido. Ahora bien, la Biblia me dice que Dios me amó de tal manera, que dio a su Hijo unigénito a fin de que no pereciera. ¡Eso es mejor que mil ángeles diciéndomelo! La Biblia es el libro del mensaje de Dios a mi alma.

Un ángel podría aparecérseme durante unos instantes y darme ese mensaje reconfortante, pero luego habría de irse. La Biblia me lo dice 24 horas al día, cada uno de los siete días de la semana. Jesús asegura de forma especial que son "bienaventurados" aquellos que no lo han visto resucitado físicamente como lo vio Tomás, y a diferencia de éste, "creyeron" mediante el testimonio de los apóstoles aun sin haberlo visto ni tocado (Juan 20:26-29).

Aunque Daniel fue un "varón muy amado", ¿te has detenido a pensar en que sus oraciones fueron "estorbadas"? ¡Él no se lo podía explicar! Se debía preguntar por qué Dios no le oía. Tanto le preocupó la aparente indiferencia del Cielo al clamor de su corazón (oraba por el pueblo de Dios, no por él mismo), que en su quebranto ayunó durante tres semanas (10:2 y 3). Jesús ayunó en cierta ocasión el doble de tiempo (Mat. 4:1 y 2), si bien no realizó un trabajo físico pesado durante ese período; pero aparentemente Daniel continuó su labor cotidiana durante aquel ayuno parcial a pesar de su edad senil.

El libro de Daniel nos explica la causa de aquella percibida demora en la respuesta a sus oraciones: el propio Cristo, junto al ángel que hablaba a Daniel, habían estado "contendiendo" con el "príncipe de Persia" y posteriormente con "el príncipe de Grecia" (Dan. 10:20), hasta que ambos accedieron a obrar según la voluntad de Dios, dejando en libertad a su pueblo. ¡Precisamente aquello por lo que había orado Daniel! La oración de Daniel había sido oída "desde el primer día" (vers. 12), y estaba en pleno proceso de respuesta! También lo están tus oraciones. Sé paciente, confía y cree.

R.J.W.