Querido amigo y amiga:

Durante este mes de diciembre, una comunidad cristiana presente en todo el mundo está dedicada especialmente al estudio de Daniel 8 al 12. Es una magnífica forma de escuchar la amonestación de Jesús en Mateo 24:15. Al profeta Daniel se le concedió una fascinante presentación relativa al tiempo en el que los judíos habían de esperar la primera venida del Mesías (9:25), pero ellos lo ignoraron de forma culpable y terminaron haciendo precisamente aquello que el ángel Gabriel anunció a Daniel que harían: "[quitaron] la vida al Mesías" (vers. 26), ¡lo crucificaron!

La comunidad de fe del pueblo de Dios, corporativamente, se halla ante la inminencia del gran momento de la segunda venida del Hijo de Dios, el mismo Mesías, y corremos el mismo peligro de obrar "como los judíos", a menos que aprendamos bien la lección. Jorge Santayana afirmó hace muchos años: "la nación que desconoce su historia, está condenada a repetirla". Si el pueblo de Dios ignora hoy el gran Día cósmico de la expiación, tal como ignoraron los judíos de antaño Daniel 9; si viven en la mundanalidad como si no estuviera en proceso la purificación del santuario celestial; si se allegan a "Babilonia" en lugar de clamar: "Salid de ella", habrán de compartir la embarazosa suerte del antiguo pueblo judío en el día final del juicio ante el gran trono blanco, cuando los lamentos ya no puedan servir de nada (Apoc. 20:11 y 12).

Los judíos de antaño estuvieron prestos a excluir de su comunidad a todo aquel que creyera en verdad las palabras de Daniel, y osara decirlo en voz alta. Esa es la razón por la que crucificaron al Salvador y persiguieron a sus discípulos. Sí, y apedrearon a Esteban cuando les estaba recordando su historia como pueblo. En este gran Día de la Expiación nos enfrentamos al juicio de los siglos (Apoc. 14:6 y 7). De hecho, cada día nos estamos juzgando a nosotros mismos, en el sentido en que los judíos de antaño se juzgaron (condenándose) a sí mismos al clamar ante Pilato: "¡crucifícale!... su sangre sea sobre nosotros y sobre nuestros hijos". Silenciosamente, día tras día, el registro se va completando en "los libros" del cielo: ¿Elegiremos llevar la cruz con Cristo, o cederemos a las presiones de grupo y seguiremos a la multitud en volver a crucificar de nuevo a Cristo?

R.J.W.