Querido amigo y amiga:

¿Qué explicación tiene la "rebeldía"? Desde tiempo inmemorial, ese ha venido siendo el problema del verdadero pueblo de Dios. Jeremías se refirió a "este pueblo de Jerusalem" como siendo "rebelde con rebeldía sin fin" (Jer. 8:5), y a través de Oseas, Dios se lamentó de esta forma: "Mi pueblo está aferrado a la rebelión contra mí" (Ose. 11:7). La rebelión del pueblo de Dios se hizo evidente ya desde los tiempos de los Jueces, justamente después de la época de Moisés. La historia muestra continuamente altos y bajos, pero la mayoría del tiempo, "bajos", durante todo el período de los profetas mayores y menores del Antiguo Testamento. Finalmente, el año 586 antes de Cristo, el reino de Judá –el auténtico pueblo de Dios-, sufrió una destrucción masiva. Pero incluso en la cautividad de Babilonia y con posterioridad a ella, la "rebelión" continuó hasta materializarse en el rechazo y asesinato del Hijo de Dios.

Dios ha invitado continuamente a su pueblo a que "vuelva" a él (Jer. 3:12 y 14). Y ha prometido: "Os sanaré de vuestras rebeliones", bajo condición de que se convierta (3:22).

La palabra no aparece en esa forma en el Nuevo Testamento; sin embargo, encontramos ahí el concepto de la "tibieza": algo tan malo, si no peor, asociado a la experiencia del verdadero pueblo de Dios en los últimos días (Apoc. 3:7).

¿Por qué sucede tan a menudo, que después de una maravillosa serie de reuniones de "reavivamiento" en las que los corazones laten al unísono, comienza de nuevo el proceso de la rebelión? El mundo logra introducirse; estamos demasiado ocupados como para recordar las sublimes promesas que hicimos al Señor de dedicarle tiempo de calidad al estudio de la Palabra y a la oración, así como a la testificación, de forma que perdemos rápidamente ese estado elevado de espiritualidad y pasamos de la meseta al valle? ¿Es posible que haya una razón fundamental por la que ese proceso se haya venido repitiendo inexorablemente desde tiempos de Moisés?

El problema comenzó, o más bien se hizo patente en el monte Sinaí. Desde esa experiencia encumbrada de encuentro con el Señor y de escuchar cómo pronunciaba su santa ley con su propia voz entre relámpagos, truenos y terremoto, sólo unos días bastaron para que el pueblo descendiera al estado de rebelión en el que se entregó de nuevo a la adoración de ídolos (Éx. 32:1-6). Si quieres analizar cuál fue el problema del pueblo de Dios, lee detenidamente Éxodo 19:8 y verás que consistió en adherirse al viejo pacto. No es un problema exclusivo del antiguo pueblo de Israel. ¡Hoy necesitamos desesperadamente el nuevo pacto!

R.J.W.