Querido amigo y amiga:

Quizá seas uno de los muchos a quienes la disyuntiva nuevo/antiguo pacto parece teología tan estéril como el polvo, algo tan aburrido como memorizar el libro de levítico.

En el caso (probable) de que hubieras recibido una formación anclada a los conceptos del antiguo pacto, la idea de seguir "al Cordero por dondequiera que va" no te producirá un gran entusiasmo, sino más bien cierta aprensión. Las nociones del antiguo pacto son como la enfermedad silenciosa y sutil producida por un virus. Al principio no se advierten sus efectos, pero antes de que uno haya podido darse cuenta, la esclavitud se introdujo hasta lo hondo del alma, y quedó grabada en rasgos indelebles (Gál. 4:24). Por tanto tiempo como las ideas del antiguo pacto prevalezcan, resulta muy difícil comprender y creer las buenas nuevas de libertad en Cristo propias del nuevo pacto.

Es más que probable que bien intencionados y muy amados hermanos intenten precaverte contra la incorporación de "demasiado" nuevo pacto en tu pensamiento. Les parece que debe buscarse una especie de equilibrio con las advertencias del antiguo pacto.

Pero la lluvia tardía o derramamiento final del Espíritu Santo (complementario del Pentecostés), será nuevo pacto en su prístina pureza. Es fácil imaginar la terrible posición de aquellos que lo perciben como una amenaza o desequilibrio. Pasará por encima de sus cabezas, y simplemente dormirán mientras que el fuerte pregón alumbra toda la tierra con la gloria del conocimiento del amor de Dios (Apoc. 18:1-4). Sucederá como a los judíos, quienes oyeron predicar a Jesús, pero nunca se enteraron de que había venido su Mesías; se lo perdieron todo, no comprendiendo nada. No estamos hablando de personas incrédulas ni malvadas. Observa Hechos 13:50: "Pero los judíos instigaron a mujeres piadosas y distinguidas, y a los principales de la ciudad, y levantaron persecución contra Pablo y Bernabé, y los expulsaron de sus límites".

Es peligroso rechazar la verdad del evangelio según el nuevo pacto, cuando el Señor lo pone a tu alcance. "Me apresuré y no me retardé en guardar tus mandamientos", dijo el salmista (Sal. 119:60). Lee con el corazón abierto el Salmo 78, y verás que para el salmista, "mandamientos" y "ley" no significa una serie de obligaciones y prohibiciones, sino apreciar el tesoro de la ley de Dios como sus promesas del nuevo pacto. "¡Si me oyeras, Israel! No habrá en ti dios ajeno ni te inclinarás a dios extraño. Yo soy Jehová tu Dios, que te hice subir de la tierra de Egipto; abre tu boca y yo la llenaré" (Sal. 81:8-10).

La vida del nuevo pacto es esa vida sobreabundante que Jesús prometió (Juan 10:10). Queda excluido el temor, y también el aburrimiento. ¿Significa que nunca tendrás problemas? No. Los tendrás en esta tierra, pero nunca estarás solo en ellos. "Jehová es mi pastor, nada me faltará... porque tú estarás conmigo; tu vara y tu cayado me infundirán aliento" (Sal. 23). Nadie ha vivido en esta tierra el nuevo pacto más intensamente que el propio Señor Jesús. ¿Tuvo algo de aburrido el Getsemaní?, ¿o quizá el Calvario? Terriblemente tentado, y aun sintiéndose abandonado, Jesús eligió ponerse en las manos de su amante Padre celestial. No cayó presa de las dudas que le asaltaron en su agonía. Eligió CREER las promesas del nuevo pacto hasta el mismo fin, hasta ese clamor que conmovió los cielos y la tierra: "¡Consumado es!"

La vida sin el Señor ES ABURRIDA. Lo que podría parecerte no ser verdad, ES verdad: "En tu presencia hay plenitud de gozo, delicias a tu diestra para siempre" (Sal. 16:11). Sí, incluso estando con Cristo, juntamente crucificados.

R.J.W.-L.B.