Querido amigo y amiga:

¿Puede ser Juan Bautista motivo de ánimo para los afligidos? Jesús declaró de él que "de entre los que nacen de mujer no se ha levantado otro mayor" (Mat. 11:11). ¡Un formidable encomio! Sin embargo Jesús permitió que padeciera injustamente, en la cruel soledad, como prisionero del malvado Herodes. En el lento pasar de los días y los meses por aquella prisión, sólo en su imaginación podía Juan percibir las flores de la primavera, entre pesados barrotes de pena y duda. Debió preguntarse en más de una ocasión si Dios lo había abandonado. Él no había hecho nada para merecer esa monstruosa injusticia.

Hoy existen "prisioneros" dentro y fuera de las cárceles. Algunos están encerrados en prisión, sabiéndose inocentes de los crímenes de los que se les acusa. La historia testifica incluso de ejecuciones de personas inocentes. ¿Quién puede medir la enfermedad y el sufrimiento derivados de sentencias judiciales erróneas? Otros están presos sin paredes, en la penosa celda de la soledad y el rechazo de aquellos a quienes aman.

¿Puede Juan Bautista serles motivo de ánimo, teniendo en cuenta que jamás fue liberado, hasta el día de su ejecución?

Sí. No sientas pena por Juan. El Señor "lo rodeó por delante y por detrás"; Juan no pudo "huir de su presencia"; aunque "hizo su estrado en el Seol", allí estaba el Señor. Cuando Juan se dijo "ciertamente las tinieblas me encubrirán", aun la noche resplandeció "como el día" (Sal. 139:5-12). Ángeles del cielo hicieron su morada con Juan, en aquella celda solitaria. Su corazón desbordó por el gozo de la comunión, de la presencia cercana del Señor con él. Jamás fue olvidado, ni lo será.

Y tú, tú que sufres en la soledad y la incomprensión, tú que sufres injustamente, recuerda por qué el Señor NO libró a Juan de su prisión: Él sabía que habría miles y miles de fieles creyentes en él "de los cuales el mundo no era digno" (Heb. 11:38) en generaciones posteriores, que habrían de sufrir injustamente. La experiencia de Juan es causa de ánimo para todos y cada uno. Todos pueden reclamar las promesas del nuevo pacto como suyas, incluso sabiéndose indignos de ellas. Jehová es tu Pastor. No estás solo al andar por el valle de sombra y de muerte. Permítele que unja tu cabeza con aceite y que llene tu copa hasta rebosar. Siéntate a su mesa "en presencia de tus angustiadores". Permite que su Espíritu Santo funda la amargura de tu corazón. Y permite que él llene tu alma de alegría, sabiendo que "en la casa de Jehová [morarás] por largos días". Permite que tu alma repose en él. Puesto que el nuevo pacto consiste en las promesas del Señor, todo lo que necesita el nuevo pacto es alguien que lo crea.

R.J.W.