Querido amigo y amiga:

Absorbidos en el estudio de las profecías de Daniel, podemos fácilmente pasar por alto las aflicciones personales del profeta:

(a) En su tierna edad adolescente fue arrancado de su hogar y nación, y forzado al exilio en una tierra pagana.

(b) Bien pudo haber estado ya enamorado de una joven hebrea, la que había de ser suya y única de por vida. Pero se le niega por siempre el amor matrimonial. Sólo le quedarán recuerdos o añoranza.

(c) Se lo fuerza a ser eunuco, algo que ningún varón quiere ser.

(d) ¿Puedes apreciar su constante soledad? Ninguna mujer a quien amar, o de quien ser amado. Privado de por vida de los lazos de amor de la familia. Sin hijos. Una habitación vacía (sabemos que tenía ventanas; 6:10) sería ya su único lugar de descanso, tras la jornada agotadora del día.

(e) Le rodeó constantemente el paganismo opresivo. Obligado a ver y oír aquello que torturaba el alma de quien conoce y adora al verdadero Dios.

(f) Cuando descubre la predicción de Jeremías relativa a que la cautividad en Babilonia terminaría en 70 años (25:11 y 12), ¿acaso no habría de alegrarse? ¡Quizá ahora vendría por fin el Mesías! Entonces el ángel Gabriel le da una visión devastadora: la liberación del mal que tanto desea ver, habrá de esperar ¡2300 años más! (8:11-14; 10:14; Núm. 14:34; Eze. 4:6).

(g) Para gran chasco del profeta, el esperado Mesías tardaría aún 483 años más en venir (9:22-25).

(h) Y para colmo de dolores, a su amado Mesías se le habría de quitar la vida (v. 26). Además, tendrían lugar aún "abominaciones" y habría de venir "el desolador", preludio de un trágico final (v. 27). ¡Cuán amarga experiencia, la del pueblo de Dios anclado en el viejo pacto, y olvidando el nuevo! ¡Qué terriblemente dolorosa la historia de Israel, en contraste con las gloriosas promesas hechas a Abraham y a sus hijos! (Gén. 12:2 y 3).

(i) No es maravilla que Daniel cayera en tal estado, que fue incapaz de comer durante tres semanas (10:1-3).

Ese es el coste personal al que nos ha llegado el libro que Jesús nos urgió particularmente a que leamos y entendamos (Mat. 24:15).

Tú y yo podemos dar gracias por encontrarnos en el fin del "tiempo del fin"; porque todos esos siglos de agonía estén ya en el pasado (12:4).

"Bienaventurados", dijo el ángel, los que viven después de haberse cumplido los 1335 días (v. 12). Ahí es donde estamos hoy. Daniel deseó de todo corazón compartir esa bienaventuranza que hoy disfrutamos. Compartamos su maravilloso conocimiento con los que no saben de ello, de forma que "el que lee, entienda".

R.J.W.