Querido amigo y amiga:

¿Te has sentido alguna vez tan perplejo, tan agobiado por situaciones aparentemente imposibles, tan angustiado como para sentir que peligraba tu propia integridad personal, en lo físico o en lo psicológico? ¿Te has sentido como el animal que cae apresado en una trampa?

Quizá algún medicamento pueda ayudarte a dormir de noche, o a estar despierto de noche; pero examinemos la raíz del problema: es el propio Satanás quien procura tu destrucción. No es una lucha imaginaria. Y tras haber reconocido ese hecho, vayamos a la auténtica solución, a la Fuente de liberación: Cristo en la cruz.

(1) Jesús se siente terriblemente solo. Colgando entre el cielo y la tierra, se siente abandonado de sus hermanos abajo, y de su Padre arriba. "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?" En el idioma original del Salmo 22, ese clamor es precisamente el de un animal que intuye su final, tras haber caído en la trampa mortal (Sal. 22:1).

(2) Clama en su angustia de día y de noche, pero no viene el socorro esperado (vers. 2).

(3) Contrariamente a las quejas de la gente "buena", Cristo se siente el "oprobio de los hombres", "gusano y no hombre" (vers. 3-6).

(4) Se siente humillado y rechazado por Dios mismo. Fue ridiculizado por su confianza en Dios: "todos los que me ven, se burlan de mí", "se encomendó a Jehová, líbrelo él" (vers. 7 y 8). Está a punto de ser devorado por un "león rapaz y rugiente" (vers. 13). Por sorprendente que pueda parecer, el Hijo de Dios se siente al borde de esa desintegración que tú temes, y en su angustia le parece que el Padre se ha vuelto su enemigo. "Tentado en todo como nosotros", siente la medida plena de la angustia en el fondo de ese pozo tenebroso en el que se hace difícil distinguir entre Satanás y su Padre. Jesús tiene que aclarar el enigma: "Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado" (vers. 14 y 15; 2 Cor. 5:21). Esa es la cuestión de las cuestiones.

(5) Un aspecto crucial del gran problema es saber quién es él (¿nunca te has cuestionado quién eres en realidad?). Jesús rememora su propia historia personal desde su nacimiento: "A ti fui encomendado desde antes de nacer" (Sal. 22:10). Ese fue uno de los puntos en los que Satanás lo torturó sin descanso: "Si eres Hijo de Dios..." –‘Te crees el Mesías: ¡Vaya locura!’ Sí, "le asaltaron dudas".

(6) Se siente vapuleado y herido por los cuernos del búfalo salvaje, como los que hay en África; ya siente el aliento de la boca abierta del león (vers. 19-21). Entonces, en el último momento de su situación límite, su fe triunfa y se abre paso en las tinieblas, hasta la brillante mañana de la salvación para sus "hermanos" (vers. 22 y siguientes).

(7) A partir del versículo 22, el Salmo viene a ser un poema de alabanza. Venció. Conquistó. Ganó la batalla. Su amor por ti y por mí fue más fuerte que la muerte. Lo hizo para que tuvieras la seguridad de que tú también vencerás. La garantía de eso no está en tu fe, sino en "la fe de Jesús". "Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción, pero confiad, yo he vencido al mundo" (Juan 16:33). ¡Pon tu fe en la fe de Jesús, y su victoria será la tuya!

R.J.W.-L.B.