Querido amigo y amiga:

Millones de cristianos en todo el mundo están dedicados al estudio del libro de Hebreos. Una y otra vez se repite el mensaje: tenemos un sumo sacerdote, que es Jesucristo. Y son auténticas buenas nuevas. Pero surge inmediatamente una pregunta: ¿Qué está haciendo Cristo ahora? ¿Cuál es la obra de nuestro Sumo Sacerdote?

Es fácil dar respuestas que en realidad son más bien invitaciones a seguir preguntándose, tales como: "está haciendo reconciliación por los pecados del pueblo", y salvando "eternamente a los que [por Cristo] se allegan a él" (Heb. 2:18; 7:25). Sí, pero la pregunta es precisamente qué significan esas cosas en términos prácticos. ¿Cómo desarrolla ese ministerio maravilloso? ¿Qué significado tiene para nuestra vida cotidiana? De una forma particular, ¿cuál es el significado real y práctico de su obra en el segundo departamento del santuario celestial, en contraste con su obra en el primero?

Algunos piensan: No hay diferencia alguna, es lo mismo. Pero en ese caso, ¿por qué entra el libro de Hebreos en semejante distinción entre un departamento y el otro? (ver, por ejemplo, Heb. 9). ¿Pudiera ser que haya allí una importante verdad que el Espíritu Santo quiere que comprendamos, si es que hemos de estar preparados para la segunda venida de Cristo en gloria?

Hay algunas ideas básicas que la Biblia presenta con una especial claridad y sencillez:

(1) El ministerio de Cristo en ese segundo departamento (o fase, o ministerio) es el gran Día de la Expiación, del que era sombra o figura el Día de la Expiación levítico, el "décimo día del mes séptimo" (Lev. 23:26-32).

(2) A la luz de Levítico 16:10, 11, 17, 20 y 24; y 23:28, no hay duda: expiación significa reconciliación con Dios, significa haber recibido la "mente de Cristo", haberle permitido que ponga nuestra voluntad en armonía con la suya.

(3) Lo anterior significa simplemente tener el carácter de Cristo, estar compenetrados con él a semejanza de dos personas que se compenetran hasta el punto de desear el matrimonio. La Biblia emplea precisamente esa ilustración, que es más elocuente que mil palabras de un razonamiento teológico: "Han llegado las bodas del Cordero y su esposa se ha preparado". Unas pocas personas llegaron a gozar de esa intimidad a lo largo de la historia; ahora se trata de su "esposa", de su pueblo: una experiencia que no se ha dado nunca antes en términos corporativos; por lo tanto, "gocémonos, alegrémonos y démosle gloria". Al llegar las bodas del Cordero -esa unión, esa reconciliación-, la esposa recibe algo muy especial por lo que ha suspirado la iglesia en toda su historia: "A ella se le ha concedido que se vista de lino fino, limpio y resplandeciente (pues el lino fino significa las acciones justas de los santos)" (Apoc. 19:7-9).

(4) Es evidente que eso no ha sucedido todavía, pues cuando se cumpla, el Salvador vendrá a reclamar a su "esposa" (en su segunda venida, 1 Tes. 4:16 y 17).

(5) La conclusión es, por lo tanto, que nuestro gran Sumo Sacerdote, Cristo, está dedicado a la preparación de un pueblo que esté listo para su segunda venida, dispuesto para la traslación, como lo estuvieron Enoc y Elías.

(6) Eso significa que la vida hoy tiene una especial trascendencia, "porque la hora de su juicio ha llegado" (Apoc. 14:7). "Velad, pues, orando en todo tiempo" (Luc. 21:34-36; Mar. 13:31-37).

(7) Eso significa una devoción de todo nuestro ser, de todo nuestro tiempo. Lo que nos reconcilia con Dios es conocerlo, y lo que Dios ha procurado en toda su revelación es dársenos a conocer. Al respecto, nada hay más eficaz que la cruz. Es allí donde nos impresiona la belleza de la justicia y la misericordia de Dios. Ambas estaban representadas en el lugar santísimo del santuario israelita (las tablas de la ley, en el arca, y el propiciatorio, sobre ella). Es una de las razones por las que Apocalipsis, al referirse a las bodas, presenta a Cristo como al "Cordero". Zacarías anuncia un tiempo en el que su pueblo tendrá un sentir unánime: "Sobre la casa de David [los dirigentes] y los habitantes de Jerusalén [el resto del pueblo] derramaré un espíritu de gracia y de oración. Mirarán a mí, a quien traspasaron, y llorarán como se llora por el hijo unigénito" (12:10). Entonces, "el santuario será purificado" (Dan. 8:14).

R.J.W.-L.B.