Querido amigo y amiga:

¿Qué significado tiene el gran "Día de la Expiación" en la realidad de nuestro tiempo? ¿Llama Dios a un arrepentimiento especial, de parte de su pueblo?

Se trata de la obra de Cristo, como verdadero Sumo Sacerdote, en el verdadero santuario celestial, concretamente, en el "lugar santísimo" o segundo departamento. Está totalmente dedicado a la gran labor de poner fin al pecado y el sufrimiento en el universo, y eso significa particularmente en esta tierra. ¿Estaremos en comunión con él, lo seguiremos "por dondequiera que va", en esa hora crucial?

Ese Día cósmico de la expiación es precisamente lo que su nombre indica: el día de la reconciliación final. No se trata de una idea difícil de comprender:

(1) El alienado corazón humano se reconcilia plenamente con Dios, y por lo tanto, queda en perfecta armonía con su santa ley, que es reflejo de su carácter. No es que todo ser humano vaya a ponerse en sintonía (reconciliarse) con esa obra de expiación: muchos, de hecho la mayoría, lo rehusarán hasta su trágico final. Pero el Señor triunfará en un "remanente" fiel, que será uno con él y serán uno entre ellos.

(2) Demostrará en ese remanente, ante todo el universo, lo que todo hombre hubiera podido experimentar, de haberlo querido así (Efe. 3:10). Ese remanente habrá aprendido por fin a apreciar a Cristo por lo que realmente es: "señalado entre diez mil", "todo él codiciable", "el Deseado de todas las gentes". Habrá madurado desde el impulso infantil de desear salvarse, hasta el profundo agradecimiento por el eterno sacrificio realizado en su favor, hasta "la medida de la estatura de la plenitud de Cristo". Siguiendo "la verdad en amor", habrá alcanzado esa formidable estatura (Efe. 4:13-15). En simpatía con la función especial de Cristo en su ministerio, "juzgarán" al mundo juntamente con él.

(3) Aunque ridiculizados y sufriendo toda oposición imaginable, seguirán al Cordero (significa Cristo crucificado) "por dondequiera que va... en sus bocas no fue hallada mentira, pues son sin mancha delante del trono de Dios" (Apoc. 14:1-5). Ese es el fruto glorioso, madurado en la historia. Para muchos no es más que una quimera, pero el propio honor de Cristo está en juego. Podemos confiar en que verá del fruto de la aflicción de su alma y será SACIADO. Podemos estar seguros de que no tendrá que exclamar: ‘¡Lo siento, Padre! ¡esto es todo cuanto pude hacer! Habrá que hacer un milagro y librarlos del egoísmo, de su devoción al yo, de su apego al pecado’. Eso sería un perfecto fracaso. El resultado del gran sacrificio de Cristo y de todo el plan de la redención será la absoluta victoria. Una victoria más grande que todo lo que puede imaginar o desear el ser humano. La explicación está en "Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros" (Efe. 3:20).

(4) Pero ese "remanente" no tendrá el sentimiento de estar honrando a Cristo. Cuanto más crezca en semejanza a él mediante la santificación del Espíritu, más indigno se sentirá. En el juicio final no sentirán que merecen que Cristo les diga: "Venid, benditos de mi Padre". Esa declaración les sorprenderá (Mat. 25:31-40).

(5) Plenamente reconciliados con Cristo, en completa unidad con él, vencerán como él venció (Apoc. 3:21). Su esposa estará por fin preparada para las bodas del Cordero (Apoc. 19:1-8). ¡Es la hora del triunfo, y del final del conflicto de los siglos!

(6) El sacrificio de Cristo habrá sido entonces plenamente vindicado. No el remanente, sino Dios, habrá quedado glorificado ante la comprensión del universo.

(7) Daniel y Apocalipsis enseñan claramente que la hora de ese gran Día de la Expiación es ahora.

R.J.W.