Querido amigo y amiga:

Se trata de la "madre de todas las preguntas", y la salvación depende de su respuesta: ¿Es posible que simplemente dando oído a las promesas de Dios del nuevo pacto, pueda ser salva DEL PECADO una persona (o una iglesia)?

La Biblia responde un SÍ categórico, si la audición de la palabra va "acompañada de fe en los que la oyeron" (Heb. 4:2). Es por ello que Romanos 1:16 es gloriosa verdad en todo tiempo: "No me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación de todo aquel que cree". Evangelio significa buenas nuevas, de forma que las promesas del nuevo pacto que Dios nos hace en Cristo, no son otra cosa que el evangelio. La fórmula es clara: "evangelio" + "fe" = "poder de Dios para salvación".

Veamos un ejemplo de la efectividad de esa fórmula: Los gálatas, como los efesios, habían sido paganos. Estuvieron "muertos... en delitos y pecados... siguiendo la corriente de este mundo... el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia... haciendo la voluntad de la carne y de los pensamientos... por naturaleza hijos de ira, como los demás" (Efe. 2:1-3). No se habrían sorprendido por ninguna de las adicciones que encadenan hoy a las personas. Pero Pablo les proclamó las buenas nuevas del nuevo pacto, y todo cuanto hicieron ellos fue OÍR CON FE. Cuando dejaron de hacerlo, Pablo los amonestó: "¡Gálatas insensatos!, ¿quién os fascinó... vosotros ante cuyos ojos Jesucristo fue ya presentado claramente crucificado?... recibisteis el Espíritu... por el escuchar con fe" (3:1 y 2).

Otro de los momentos de la historia en que la fórmula demostró su validez fue en la experiencia de Abraham. Todo cuanto Dios hizo fue proclamar ante él las promesas del nuevo pacto al que se habían comprometido el Padre y el Hijo desde la eternidad, sin amenazas ni maldiciones en previsión de desobediencia. Abraham oyó con fe esas casi increíbles buenas nuevas: lo que Pablo dijo que habían hecho los gálatas cuando recibieron el Espíritu Santo. Su fe le fue contada por justicia (Gén. 15:6).

Pero hay falsificaciones de ese genuino proceso de conversión. ¿Dónde está la diferencia? ¿Por qué muchos están proclamando un mensaje de "amor, amor, amor" que no produce cambio moral alguno, y que carece de poder para salvar del pecado? ¿Qué falla?

Desde luego, no es el amor en sí lo que falla, puesto que Dios no falla, y "Dios es amor" (1 Juan 4:8). El problema consiste en confundir el amor de Dios, con lo que nuestra naturaleza humana egocéntrica llama amor. Ese amor que el Nuevo Testamento escribió ágape, es algo totalmente distinto de lo que conocemos de forma natural los seres humanos. "En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados" (1 Juan 4:10). Es imposible que un corazón sincero contemple y comprenda ese AMOR manifestado en la cruz de Jesús, para continuar en la esclavitud del pecado.

Hay muchos contrastes entre el ágape y lo que entendemos humanamente por "amor", pero el fundamental es este: El amor que Dios es, y tiene hacia ti, hizo que el cielo no fuera para él un lugar deseable mientras estabas perdido y condenado, de forma que tu Creador y Padre eligió hacerse tu Hermano por la eternidad, viniendo en tu propia naturaleza al mundo en el que estás, y llevando por ti la condenación del pecado hasta el equivalente de la desesperada muerte segunda. "Derramó su vida hasta la muerte"; "Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros seamos justicia de Dios en él" (Isa. 53:12; 2 Cor. 5:21).

No es posible comprender la cruz de Cristo sin comprender Gálatas 3:13: "Cristo nos redimió de la maldición de la Ley, haciéndose maldición por nosotros (pues está escrito: ‘Maldito todo el que es colgado en un madero’)". Cristo tomó voluntariamente sobre sí tu "maldición", que implicaba un adiós por siempre a la vida eterna (esa es la paga del pecado). Pasó por la horrible experiencia de la separación eterna de Dios, por la que jamás tendrás que pasar si te pones en esas manos atravesadas que te llevan esculpido.

Al contemplar ese amor, queda implantado en tu corazón, y tu vida cambia. Amas a Dios y amas al prójimo. No porque sea la condición para salvarte ni porque sea obligatorio "obedecer", sino porque "el amor de Cristo nos constriñe, pensando esto: que si uno murió por todos, luego todos murieron; y él por todos murió, para que los que viven ya no vivan para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos" (2 Cor. 5:14 y 15). Asegúrate de que esas buenas nuevas no resultan distorsionadas por la intrusión de alguna doctrina sin base en la Biblia, como la de la inmortalidad natural del alma, que convierte el eterno sacrificio de Cristo en un retiro de tres días, y que disminuiría en esa proporción tu aprecio por el amor de Dios, que es el poder del evangelio. "Nosotros lo amamos a él porque él nos amó primero" (1 Juan 4:19).

R.J.W.-L.B.