Querido amigo y amiga:

¿Te sucedió alguna vez haber cometido un acto insensato, y al darte cuenta de las inevitables consecuencias te sentiste tan mal que ni siquiera deseabas orar? El Señor amante ha escondido algo en su palabra, que te será de ayuda aún en esa penosa circunstancia.

David acaba de ser ungido por Samuel, quien le ha asegurado que Dios lo hará rey de Israel. Pero todo parece ir en su contra. David sabe que el rey Saúl es "el ungido del Señor", el que Dios eligió por rey. Pero Saúl se está oponiendo a David con violencia; lo está persiguiendo y procura su muerte. David se ve forzado a huir refugiándose en cuevas, como si fuera un criminal.

Después de soportar esa situación por años, con fe paciente y ferviente oración, parece como si de repente la prueba fuese más de lo que él podía soportar. 1ª de Samuel 27 lo describe cediendo a la incredulidad: "Dijo luego David en su corazón: -Cualquier día de estos voy a morir a manos de Saúl; por tanto, lo mejor será que me fugue a tierra de los filisteos, para que Saúl no se ocupe más de mí y no me siga buscando por todo el territorio de Israel; así escaparé de sus manos" (vers. 1).

David perdió de vista lo que encierra 1 Cor. 10:13, y como resultado vemos al gran progenitor del Mesías hundiéndose en arenas de incredulidad. Su fe desfallece hasta el punto de buscar refugio entre los enemigos del pueblo de Dios.

Allí pasó más de un año, acabando por ser amigo y aliado de Aquis, el rey de los filisteos. Puedes imaginar la magnitud de la crisis cuando Aquis, decidido a conquistar Israel, "dijo a David: -Ten entendido que has de salir a campaña conmigo, tú y tus hombres" (28:1).

David se encuentra ahora en un terrible aprieto. ¿Cómo habría de negarse a ayudar a Aquis, quien aparentemente le ha salvado la vida? Pero por otro lado, ¿cómo puede él, ungido y llamado a ser rey de Israel, salir en batalla contra su propio pueblo? ¿Puedes imaginar ser el pastor de un pueblo contra el que has luchado? La vida, las circunstancias, alguna decisión poco sabia, pueden haberte llevado a situaciones tan penosas como esa, sino peores. Si te sientes avergonzado y humillado por saber que alguna decisión equivocada te llevó a esa angustiosa encrucijada, te será útil leer 1 Samuel 20:10-15, donde puedes hacerte una idea de la complicada situación de David. ¡Difícilmente igualada por la tuya!

No sabemos de la existencia de ningún salmo que exprese la plegaria de David en aquel aprieto. El salmo 34 contiene la oración de David al huir por primera vez a Aquis, pero quizá encontró difícil orar en esta ocasión, cuando el error cometido en su incredulidad lo llevó a aterrizar comprometidamente en medio de una campaña militar que tenía por objeto la muerte del "ungido del Señor" (el rey Saúl).

Observa cómo el Señor, en su misericordia, salvó a David de esa situación imposible: "Los príncipes de los filisteos" desconfiaron de David y protestaron a Aquis: "Despide a este hombre, para que regrese al lugar que le señalaste [Siclag] y no venga con nosotros a la batalla, no sea que en la batalla se vuelva enemigo nuestro" (1 Sam. 29:3 y 4).

Sí. El Señor salva a su pueblo de las necias decisiones que tomó, aún habiéndole faltado la fe. Y nunca pienses que tú eres insignificante para el Dios que sabe hasta de la caída en tierra de un pajarillo. Hoy David es mundialmente conocido. Quizá tú no lo seas, pero Isaías 40:26-31 te asegura que el Creador que hizo cada una de las estrellas, dándoles nombre, lo sabe todo sobre ti como persona a la que ama individualmente. Él te dará "un nombre nuevo", "el cual nadie conoce sino el que lo recibe" (Apoc. 2:17).

El nuevo "nombre" es uno que expresa perfectamente la batalla de toda tu vida contra la incredulidad, de la que saliste vencedor aprendiendo a creer. Todas tus oraciones aparentemente no contestadas y tus sueños frustrados, están sabiamente entretejidos en ese "nombre" especial que sólo Dios y tú conoceréis. Aquel amor que sólo tú sabes hasta qué punto no fue correspondido, el dolor que ha pesado sobre tu alma, las perplejidades que te han perseguido; todo eso, tu Creador LO SABE.

Cuando te encuentres con él cara a cara (y para eterna felicidad, o para eterna confusión nos hemos de encontrar todos), cuando mires a sus ojos, sentirás inmediatamente la convicción de que él te conoce y te ha estado conociendo íntimamente desde siempre, hasta el punto de tener contados cada uno de tus cabellos y cada una de tus lágrimas. Comprenderás con alegría indescriptible que compartes un infinito número de secretos con él, que pensabas conocer tú solo. No necesitarás ninguna corona sobre tu sien para sentirte feliz, ni que nadie te enseñe tu "mansión" en la Nueva Jerusalem. La felicidad de conocer al Hijo de Dios, tu Salvador, y de saberte conocido por él, te acompañará por las edades eternas (Gál. 4:9).

Ese es un inmenso tesoro que el Banco del cielo guarda para ti. ¿Por qué no le pides ahora un crédito, y vives feliz, sabiendo que Jehová es tu Pastor, y nada te faltará al entregarte en sus manos?

R.J.W.