Querido amigo y amiga:

No importa quién seas, o dónde estés, el sábado es una bendición que Dios no solamente te ofrece, sino que te HA DADO. Puedes estar enfermo en el hospital, puedes ser prisionero en el pasillo de la muerte, o en una situación personal, laboral o familiar angustiosa, pero nadie puede privarte de las horas santas del verdadero Día del Señor, el sábado (Mar. 2:28).

Ese don viene a ti antes de que te conviertas, antes de que creas. Viene sobre todo ser humano, lo mismo que el don del eterno Hijo de Dios, de quien es recordatorio y símbolo, tanto en su obra creadora, como redentora. Es sólo tras haber recibido ese Don, como podemos creer, arrepentirnos, entregarnos a él. "Y yo, si fuere levantado de la tierra, a todos traeré a mí mismo. Y esto decía dando a entender de qué muerte había de morir" (Juan 12:32). Puedes haber pasado toda tu vida ignorando o despreciando ese don del sábado; si es así, te has estado privando de una gran bendición que era ya tuya. Quien desprecia el santo sábado hace como Esaú, a quien Dios dio el inestimable don de la primogenitura, pero que Esaú "menospreció", "vendió", a cambio de la irreflexiva satisfacción de un deseo secular (Gén. 25:34; Heb. 12:16 y 17).

La observancia del sábado es la señal y sello de la salvación por la fe. Al reposar en ese día conforme a la enseñanza bíblica, no estás haciendo ninguna obra, sino que al contrario, estás REPOSANDO de tus obras; estás reconociendo que no hay ninguna justicia en ti mismo, que no tienes puesta tu confianza en ninguna obra tuya, sino que descansas en SU obra, en su perfecta justicia (en la justicia de Cristo). No contribuimos más a nuestra salvación de lo que contribuimos a nuestra creación. El sábado nos recuerda semanalmente nuestra dependencia de Cristo, nuestro Creador y Redentor. Es por ello que es señal del nuevo pacto, del pacto eterno, de la salvación por la gracia, recibida por la fe.

Muchos han creído equivocadamente que Dios dio el sábado al pueblo Judío. No es así. El sábado fue instituido en el Edén, y no fue por causa del Judío, sino "por causa del hombre" (Mar. 2:27). ¡Por tu causa!

Isaías, uno de los profetas que más claramente anunció el evangelio, escribió: "Inclinad vuestro oído y venid a mí; escuchad y vivirá vuestra alma. Haré con vosotros un pacto eterno, las misericordias firmes a David... Llamarás a gente que no conociste y gentes que no te conocieron correrán a ti por causa de Jehová tu Dios..." (55:3). Ahí encontramos el nuevo pacto. ¿Sólo para los Judíos? Observa cómo continúa:

"Que el extranjero que sigue a Jehová no hable diciendo: ‘Me apartará totalmente Jehová de su pueblo’, ni diga el eunuco: ‘He aquí, yo soy un árbol seco’. Porque así dijo Jehová: ‘A los eunucos que guarden mis sábados, que escojan lo que yo quiero y abracen mi pacto, yo les daré lugar en mi casa... y a los hijos de los extranjeros que sigan a Jehová para servirle... a todos los que guarden el sábado para no profanarlo, y abracen mi pacto, yo los llevaré a mi santo monte... porque mi casa será llamada casa de oración para todos los pueblos" (56:3-7).

Cuando comienza el sábado, a la puesta del sol del viernes, das la bienvenida a sus horas sagradas. Te arrodillas en agradecimiento a tu Creador y Redentor. Apagas las voces del mundo para prestar especial atención al silbo apacible del Espíritu Santo. No porque hacer así sea una obra justa: el sábado no es una obra, sino ¡un reposo! Nunca hagas como Esaú. Nunca vendas, nunca menosprecies el don de Cristo ni por unos minutos, perdiendo el espíritu del sábado y cambiándolo por la indulgencia en la diversión secular, la TV, la radio, las novelas, la conversación frívola o cualquier otro plato de lentejas. Demuestra que cuidas, que aprecias el tesoro del don de Cristo, que es lo que significa la observancia del sábado. Él te dice con amor: "Guardaréis mis sábados, porque es una señal entre mí y vosotros por vuestras generaciones, para que sepáis que yo soy Jehová que os santifico... como un pacto perpetuo. Para siempre será una señal entre mí y los hijos de Israel, porque en seis días hizo Jehová los cielos y la tierra, y en el séptimo descansó" (Éx. 32:13-17).

Si crees que Jehová hizo los cielos y la tierra en seis días y el séptimo descansó, y si crees que es Jehová (y no tus obras) quien te santifica, es porque estás recibiendo con provecho al Señor del sábado, y es porque estás abrazando su pacto. ¡Inmejorables Nuevas!

R.J.W.-L.B.

Para leer más sobre el tema, descarga aquí El Reposo del Sábado (J.S.)