Querido amigo y amiga:

¿Te causan perplejidad el viejo y el nuevo pacto? ¿Cuál es cuál? Quizá te hayas sentido inclinado a pensar que, puesto que los ministros del evangelio y los teólogos mantienen posiciones divergentes sobre ellos, lo mejor que puedes hacer es dejar de pensar en eso, y vegetar ante el televisor. ¿Es el evangelio, el plan de la salvación, digno de tu atención?

Hasta el propio apóstol Pedro resultó confundido con respecto al tema. Los cristianos tuvieron una gran asamblea en Antioquía (Hechos 15). Antes que llegaran los que "parecían ser algo" de la oficina central, Pedro había estado felizmente demostrando el amor del nuevo pacto entre los gentiles conversos a Cristo. Había derribado las barreras espirituales entre judíos y gentiles, y estaba comiendo con estos últimos. Pero al llegar los importantes de Jerusalem, dio un paso atrás y volvió a edificar las barreras que había destruido (Gál. 2:11-18).

Pablo fue constreñido por el Espíritu a resistirle en la cara, de forma pública. ¡Y lo hizo en el comedor! Pedro había retirado discretamente su bandeja, y se sentaba ahora bien lejos de la mesa de los gentiles. Estaba adhiriéndose a la postura de los ancianos de Galacia, según la cual, tenemos alguna contribución de nuestra parte en ese asunto del pacto. ‘La fe está bien, pero hay que circuncidarse, o judaizar, o añadirle algo más. No puedes esperar que el Señor Jesús sea tu Salvador al 100%; tienes que contribuir con tu porcentaje. El pacto de Dios puede ser una promesa, pero es también un acuerdo, un convenio negociado entre los dos: Dios y tú mismo. Has de hacer un pacto con él. Has de encontrar el equilibrio entre la justicia por la fe y tus buenas obras. Con un remo has de creer, y con el otro has de obrar...’

Pablo fue franco con Pedro: "No desecho la gracia de Dios", dijo, "pues si por la ley viniera la justicia [¿ni en un 1%?], entonces en vano murió Cristo" (Gál. 2:11-21).

Hoy no cuestionamos la necesidad de la circuncisión, pero ¿tenemos el mismo problema que los gálatas? ¿Nos sentimos aún en necesidad de añadirle algo nuestro a la gracia de Dios? ¿Está Cristo esperando "nuestra parte en el trato", para arrojarnos su salvavidas?

"Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo" (Hech. 16:31). ¿Estaría Pablo engañando al carcelero de Filipos? ¿Exageró? La salvación es totalmente por la gracia, y la fe mediante la cual la recibimos es también un don de Dios. "No por obras, para que nadie se gloríe" (Efe. 2:8 y 9).

Lee la Biblia con atención, y comprobarás que Dios no nos preguntó si queríamos ser salvos, de igual forma en que no nos preguntó si queríamos ser creados. "Vuélvete a mí, porque yo te redimí", nos dice (Isa. 44:22). Tras ser creado, el hombre podía rechazar a Dios y perder la vida, pero si no lo hacía, la aceptación del Creador NO ERA SU PARTE EN LA CREACIÓN, porque la creación es un acto puramente divino, y es anterior al hombre. Como Dios nos ha creado libres, podemos rechazar la salvación, pero el aceptarla NO es nuestra parte en nuestra salvación, porque nuestra salvación es puramente la obra de la gracia de Dios, y nos precede. ¿Se te ocurriría alguna vez entrar en tratos y convenios con un difunto? "Aún estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos)" (Efe. 2:5).

Sin preguntarnos, sin nuestro permiso, sin nuestra firma en su pacto, Jesús se sumergió literalmente en las aguas tormentosas donde estábamos ahogándonos, y nos dio su vida eterna a un precio infinito para él. En respuesta a ese amor, surge nuestro humilde agradecimiento, nuestra decisión y deseo de recibirlo en su plenitud como nuestro Salvador y Señor, nuestra entrega y sumisión a él, quien vive en nosotros y obra en nosotros (Juan 5:30; 14:10, 12). Nunca temas a la gracia que "sobreabundó", porque no existe verdadera obediencia a la ley que no sea fruto de la gracia, recibida por la fe (Rom. 13:10; Gál. 5:6).

R.J.W.-L.B.