Querido amigo y amiga:

Cada una de las preciosas verdades que Dios nos enseña en la Biblia ha sido objeto de la distorsión y adulteración por parte del gran enemigo, Satanás. Sus engaños más y menos sutiles han alcanzado al corazón del evangelio: a la enseñanza del nuevo pacto, o testamento de Dios.

La verdad, tal como la enseña la Biblia, es tan sencilla que hasta un niño puede entenderla. Cuando Dios hace un "pacto", es siempre la promesa simple y directa de su parte. No hay "peros", no hay letra pequeña, no hay rebajas ni regateos, no hay condiciones que le permitan desentenderse de cumplir su promesa.

"Así ha dicho Jehová: Si pudiera invalidarse mi pacto con el día y mi pacto con la noche, de tal manera que no hubiera día ni noche a su debido tiempo, podría también invalidarse mi pacto con mi siervo David..." (Jer. 33:20 y 21). Aunque podemos rechazar y desaprovechar personalmente las bendiciones de Dios, el ser humano no puede jamás quebrantar LAS PROMESAS DE DIOS, por eso su pacto es el pacto ETERNO. El nuevo pacto, pacto eterno o pacto de la gracia, no ha sido nunca invalidado y sigue vigente. "Porque yo, Jehová, no me mudo; y así vosotros, hijos de Jacob, no habéis sido consumidos" (Mal. 3:6). En contraste, el viejo pacto -las promesas del hombre de obedecer la ley de Dios-, fueron quebrantados muy pronto (Éx. 19:8; 24:3 y 7; 32:7 y 8).

Cuando Dios hace un "pacto", camina la segunda milla, y añade su juramento. No pudiendo jurar por otro mayor que él, se pone a sí mismo por prenda del cumplimiento de su pacto o promesa (Gén. 15:7-18; Heb. 6:13-20). Esa promesa fue hecha por Dios a Abraham, y la confirmó con su juramento solemne. Dios le habría de dar toda la tierra como posesión eterna, junto con la justicia necesaria para heredarla.

Cuando el Señor prometió a Abraham, no estipuló ningún término de transacción o acuerdo mutuo. Fue una relación de dar y recibir: Dios sería quien lo diera todo, y Abraham quien todo lo recibiera. Y ¿cómo recibió la bendición? Enteramente por la fe. "Abraham creyó a Jehová y le fue contado por justicia" (Gén. 15:6). Recuerda, "si vosotros sois de Cristo, ciertamente descendientes de Abraham sois, y herederos según la promesa" (Gál. 3:29).

Pero por más de cuatro mil años, tanto Abraham como sus descendientes desvirtuaron la pureza de esas buenas nuevas. Abraham propuso a Dios ayudarlo en su difícil cumplimiento de la promesa, mediante la adopción de Eliezer, un esclavo, para que fuese su heredero (15:2-4). Dios dijo: ‘¡No!’ Entonces Sara, frustrada por su esterilidad, propuso a Abraham ayudar a Dios adoptando el hijo que Abraham tuvo con la esclava Agar (16:1-4). Una vez más, Dios dijo: ‘¡No!’ (17:1-19). El Señor remarcó el hecho de que se trataría de SU acción, al 100 %. O es todo de Cristo, o nada de él.

Y aquí es donde se ha peleado esa batalla durante los pasados milenios. Todos hemos nacido "en pecado", hemos heredado una naturaleza pecaminosa (Sal. 51:5; Rom. 7:14-17). Para nosotros, lo fácil es NO creer. La fe significa humillación para nuestros corazones, orgullosos por naturaleza como son. ¿El resultado? Nos hemos inventado el viejo pacto: nuestras promesas a Dios. ¡De alguna forma, hemos de contribuir a nuestra salvación! Cuando prometemos obedecer a Dios, no estamos permaneciendo en SU pacto, sino que estamos sustituyéndolo por NUESTRO pacto. El pueblo de Israel prometió a Dios, al pie del Sinaí: "Todo lo que Jehová ha dicho haremos" (Éx. 19:8). Al obrar así, "no permanecieron en MI pacto" (Heb. 8:9), sino que establecieron el suyo (viejo pacto).

Pero Cristo es el "mediador de un mejor pacto, el cual ha sido formado sobre mejores promesas. Porque si aquel primero [del Sinaí] fuera sin falta, cierto no se hubiera procurado lugar de segundo [el eterno]" (Heb. 8:6 y 7). ¿Qué significa que el nuevo pacto se haya formado sobre mejores promesas? ¿Acaso Dios nos hace promesas mejores y peores? ¿Acaso Dios hace con nosotros pactos con "falta"? ¿Por qué son mejores unas promesas que otras, y dónde está la falta?

Las promesas que Dios nos hace son siempre "mejores" que las que nosotros pretendemos hacerle a él. Estas siempre tienen "falta". Pero "si te abstienes de prometer, no habrá en ti pecado" (Deut. 23:22).

R.J.W.-L.B.